767 “LA
CHISPA” (18 febrero 2010)
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA CIUDAD UNIVERSITARIA
Tiene
una llaga en el rostro: una barriada de
cantinas en su ruta de acceso. Y el
Estado se acoge a la fórmula de la “libertad de empresa” para hacer la vista
gorda ante este problema que debería ser erradicado de cuajo; sobre todo,
cuando hacerlo es tan fácil. La legalidad
es el parapeto de los que, bajo el ala de alcahuetería del gobierno, facilitan
la desviación de nuestros estudiantes por un camino inconveniente. Es cierto (y no lo es) que los dieciocho años
de la mayoría de edad les permite escoger, pero esa no es la verdad en todas
las situaciones. No todos esos adultitos
tienen la capacidad para hacer buenas elecciones, y aunque es cierto que nadie los
obliga a meterse a tomar licor en las innumerables cantinas de “La Calle de la Amargura”, estas y su
ambiente ejercen un atractivo magnético sobre ellos. Ahí hay chicos que “gozan
de la vida alegremente” ingiriendo bebidas alcohólicas, y eso es embrujador. Y aunque nadie les echa un trago a la fuerza,
la inducción es tanto o más poderosa que cualquier petición verbal. El ambiente de felicidad que reina en esas cuadras es una provocación que va más
allá de la fuerza de voluntad de muchos de esos jóvenes.
No es cierto que dieciocho añitos y una
cédula nos provean del juicio ni el temple necesario para mantenernos al margen
del peligro. Y si muchos viejos, en las múltiples ocasiones
que pasan por ahí, se sienten inclinados a hacer una parada para echarse un par
de guarapetazos
mientras les imprimen algo, ¿qué se puede esperar de un niño de esos? Ellos tienen poderosos estímulos para hacerlo. La tentación de tanta cantina abierta desde
la mañana es irresistible, pues ya no solo se trata de que el individuo tenga
que luchar en contra de sus malas inclinaciones sino que, además, le
proporcionan las facilidades para rendirse y caer en el vicio. Veamos esto así: si una persona es asaltada
por un subitáneo deseo de “echarse un tapis”
pero no hay dónde hacerlo, es muy probable que se le olvide y no lo haga. Pero si a su alrededor hay un infierno de
cantinas, es muy fácil darle rienda suelta al deseo. Eso significa que sin importar la voluntad de
la persona, es posible evitarle la comisión de ciertas acciones si no se le dan
las facilidades. Si no hubiera ese
montón de cantinas en esa área, es probable que no habría tanto joven dando ese
poco edificante espectáculo de exhibirse consumiendo licor desde las once de la
mañana, cuando sus padres suponen que
están estudiando.
Es
aquí en donde el Estado TIENE que
intervenir y no escudarse en esa defensa tan idiota de “la libre empresa y la mayoría de
edad”. El gobierno entrante haría muy bien en ponerle
el cascabel al gato de la corrupción reinante en esa tristemente famosa calle
universitaria. El gobierno pasado nada
quiso hacer, pese a las innumerables quejas que recibió (incluidas mis “Chispas”). Tampoco funcionó un movimiento que traté de
hacer al hablar con los dueños de muchos negocios (no de cantinas) para que
hicieran una protesta. Nadie los escuchó
y, al parecer, se aburrieron. Por su
condición de mujer, es probable que la Señora
Presidenta sea más sensible a esta tragedia que su predecesor Arias, al que
no pareció incomodarle ese problema.
Todos sabemos que este asunto no solo es el licor, sino que implica un
paquete completo de desgracias derivadas: sexo peligroso, enfermedades
venéreas, embarazos no deseados (objetivo de campaña de doña Laura), droga,
casas de lenocinio, fracasos estudiantiles, tristeza en los hogares y mil
angustias más.
Ni
en Puntarenas o Limón es tan evidente esa trágica fachada de prostíbulo gigante
que presenta “La calle de la amargura” de innumerables padres de familia que
saben que sus hijos pierden allí su tiempo en forma miserable. Y todo con la complacencia de las
autoridades. Si la nueva Administración
quiere lucirse con la sociedad josefina, bien podría estrenarse clausurando
todas esas cantinas y sus derivados que, según se sabe, pululan en todos los
alrededores de esa zona. Esos niños
(de dieciocho a treinta años) necesitan ser defendidos por la sociedad
personalizada en la autoridad del Estado, pues
ellos son el más valioso patrimonio nacional. Aquel debe
decretar el cierre de TODOS esos
antros en beneficio de nuestra juventud.
Sin consideraciones ni pretextos, ni siquiera en la legalidad de las patentes o la libre decisión de las personas
“mayores”. Dicen que “En el arca abierta hasta el justo peca”, y
esta frase es aplicable al ambiente que reina en esas tres o cuatro cuadras que
hay entre la avenida central y el portal de la Universidad. Decenas de jovencitos con enormes jarras de
cerveza y en medio de una humareda de cigarros, presentan una visión semejante
pero paupérrima, de las noches del viejo y bohemio Montmartre. Nada más que
aquí no se trata de prostitutas elegantes y diletantes maduros, sino de
adolescentes universitarias casi niñas, y en horas de la mañana, de estudio.
La
corrupción que se ha apoderado de esa importante vía está gangrenando a toda la
ciudad universitaria, y es tiempo de que alguien aplique cirugía mayor y ampute
esa lacra que es vergüenza de esta sociedad; pero especialmente de un gobierno
que ha carecido de los güevos necesarios para ponerle fin a semejante deshonra
situada nada menos que a la entrada de nuestra Alma Máter, la máxima casa de enseñanza de este país. Esto no es algo para discutir y discutir en
la Asamblea o para hacer palanganeo con las mafias de cantineros; se trata de
un problema moral que está lesionando aquella parte más sensible y vulnerable
de nuestra sociedad: la juventud. Y por si fuera poco, nuestra juventud
estudiantil, los futuros profesionales que deberán engrandecer más a esta
nación. Aunque ahora se enfaden, llegará
el momento cuando agradezcan esta medida tomada por sus mayores no por
capricho, sino basada en la experiencia y el amor.
Señora Presidenta: póngale término a
esa vergüenza; y si para hacerlo es necesario “indemnizar” a esos cantineros,
cualquier dinero que se les pague es poca cosa con tal de limpiar la ruta del
éxito de nuestros estudiantes de toda la basura derivada de ese vicio aterrador
que antes de matar, degrada hasta límites increíbles. Conciudadanos, no se conformen con solo leer
esta hojita como una molestia: háganla circular, pero si puede hacer algo más,
háganlo. Se trata del futuro de nuestros
chicos. De los suyos, de los míos, los
de todos. Aquí no es asunto de ser
complacientes con la empresa privada, las cámaras ni los poderosos grupos de guareros. Se trata de salvaguardar a lo mejor de
nuestra juventud. Ningún impuesto
justifica ese crimen.
Amargamente
(¿Tienen
problemas parecidos a este en sus países?)
Ricardo
Izaguirre S. E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, de
venta en la Universal, Aristos, Barrabás, Juricentro y casi todas las buenas
librerías del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario