973 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
SI YO FUERA DON…CUALQUIERA DE ESOS
Después
de los 70 años dejé de hacer planes y los limité a pequeños proyectos diarios. Si amanezco… talvez haga esto o aquello. Y en la mañana… “si llego a la noche…”
Creo
que todos los seres humanos deberíamos tener una cierta percepción del entorno,
de la vida y de nuestras posibilidades reales.
Y aunque esto es un lugar común tan revolcado, no deja de ser tentador
repetirlo cuando vemos gente que, en el borde del abismo (más de setenta años),
cuando ya están en la “plataforma de lanzamiento”; o en el trampolín para hacer
el “clavado final”, continúan con ciertas necedades que son propias de la
juventud. O por lo menos, cuando sabemos (como posibilidad) que disponemos
de veinte años de vida por delante. Pero
¿qué rayos hace un viejo de setenta o más años fraguando planes para seguir
gobernando políticamente en un país? Una
persona harta de todo, que no puede ni tiene derecho a pedirle más a la vida,
tiene la obligación moral de retirarse a la vida privada; a no dañar más a
nadie con su angurria de poder y dinero.
A no estar montando un aparato político mediante el cual pretenda seguir
al mando de todo, aunque solo sea desde el más allá.
Alguien
que ha sido Presidente de cualquier país, logró el máximo honor que un pueblo
le puede hacer a un ciudadano; y eso debería ser suficiente para cualquier
hombre sensato, con un tomín de sesos.
Una persona que nació en cuna de oro, que jamás supo el sentido de las
palabras hambre, necesidad, miedo,
injusticia (no solo porque lo leyó en el diccionario, sino que las haya
experimentado en algún grado de realidad punzante), no tiene derecho de seguir
jodiendo a sus paisanos ni imponiéndoles su presencia política (historia de TODOS los tiranos, que se creen
indispensables cuando solo escuchan las voces de su círculo de serviles). ¿Qué es lo que estos individuos reclaman de
la vida y sus pueblos? ¿Reconocimiento
universal? Pero, ¿reconocimiento de
qué? ¿Qué más se puede pedir que haber
sido el protagonista de la historia patria por un período presidencial? ¿Qué más se puede desear? ¿Ser presidente vitalicio y que sus parientes
e hijos hereden ese poder? ¿Que lo
nombren rey o emperador con derecho ilimitado sobre vidas, bienes y
haciendas? ¿Que lo dejen negociar y
vender todo el país para acrecentar su fortuna personal? ¿Y hasta dónde querría llevar esa fortuna? Esa ha sido la triste y rutinaria historia de
muchos gobernantes de Latinoamérica, que después de tocar la gloria, se han
hundido en la ignominia y el deshonor; con mayor o menor prosapia y fortuna
familiar. Viciosos y sedientos de Poder que nunca se han saciado
de este y, como Tántalo, fueron víctimas de esa sed insuperable que llega a
corromper el alma de casi todos los políticos.
No deberían olvidar que TODOS
TENEMOS QUE MORIR, y que ahí acaba todo:
fama y fortuna.
Si
yo fuera ese Don, les digo lo que haría: con una parte de mi fortuna, crearía
un fideicomiso que me garantizara que todos (casi) mis parientes quedaran
asegurados económicamente por el resto de sus vidas; los que nacieran después…
esa es otra cosa que ya no me interesaría.
Como debe ser. Luego me compraría
un jet ejecutivo y lo llenaría con dos o tres amigos o familiares entrañables,
mi médico personal y un buen consejero que me dijera la verdad aunque llegara a odiarlo. Llenaría diez campos con las muchachas más
bellas que el dinero pueda conseguir (aunque solo fuera para verlas y
tocarlas). Eso qué importa. Y le
diría a los pilotos: “A París”.
Noches de jolgorio infinito en el Moulin Rouge, paseos por Montmartre,
noches de lujuria interminable; ríos de los mejores vinos de Francia, comidas
deliciosas confeccionadas por los mejores chefs del mundo. Francesas y más
francesas, en relevo de las chicas nativas.
Y si en ese lapso muriera ¿qué importa?
¿Pueden imaginar mejor forma de “entregar el equipo”?
¡Piloto, a Buenos Aires! Tango, vino y churrascos deliciosos… y más nenas argentinas. La pampa, Bariloche, la Boca; noches
fabulosas en la calle Corrientes con sus innumerables puntos de ensueño, milongas
en las plazoletas y tarimas. ¡Piloto (Juan), a Río! Lambada, Samba, Pan de Azúcar, el Cristo Redentor,
Copacabana e Ipanema con sus legiones interminables de bellísimas garotas con
hilo dental. Y nueva provisión de
chamacas de cuerpos indefinibles. ¡Juan, a Cancún! Playas blanquísimas con aguas celestes,
mujeres de ensueño, sol adormecedor, agua de pipa con los mejores rones; más
comidas deliciosas en la compañía de bellísimas y obsequiosas cuatecitas. Tan
cariñosas y sonrientes como los lambiscones de la política, pero con infinidad
de ventajas reales que ofrecer. ¡Juan, a
San Petersburgo! (antigua Petrogrado
y Leningrado), la heroica joya del Neva que fue uno de los bastiones en donde
se entramparon las tropas alemanas.
Epítome glorioso de la historia de Rusia; sus palacios, sobre todo, el
complejo del Ermitage; vodka del más
fino y, más mujeres bellas, balalaika, danzas típicas. Estamos en la ciudad más bella del
mundo. ¡Juan, a Madrid, Tokio, Londres, Milán, Atenas, Estambul, El Cabo,
San Francisco, Hawaii, Praga, Caracas, San José, residencia de buena parte de
las mujeres más bellas del mundo! ¡Rápido, Juan, que hay tantas cosas que ver y
disfrutar... y la vida es tan fugaz! Y si esta llega a su fin, ¿qué nos
llevaremos? ¿De qué servirán los
títulos, honores, pergaminos y todas las idioteces que nos han mantenido al
margen de la verdadera vida? Yo no
desperdiciaría lo poco que me queda de existencia en maquinaciones políticas,
ni intentando manipular la voluntad de mis coterráneos; ni imponiendo
candidatos impopulares que solo triunfan gracias a la “disciplina de partido”. Ni corrompiendo conciencias.
Eso
es lo que yo haría Don Fulano, si tuviera su dinero; aunque solo fuera por un
mes. Una semana en los mares del sur. Un fin de semana en Benarés o Pekín, unas
cuantas noches en Lisboa; un paseo por los canales de Venecia, sin importarme a
quién le de el voto una manada de tontos; ni las coaliciones de partidos para
elegir el Directorio. Y más chinas,
italianas, indias y lisboetas. ¿Qué
creen ustedes que sería mejor? ¿Secarnos
en la intriga politiquera, o entregarnos deleitosamente a la vida bohemia? Sobre
todo, si falta tan poquito tiempo.
Turistiquescamente
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com
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