domingo, 20 de octubre de 2013

96 La Reforma del Estado



96       LA CHISPA

Lema:   “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA REFORMA DEL ESTADO

            Hace algunos años, tomé un autobús que iba a Guadalupe; también lo hizo un muchacho que vendía revistas usadas.  “Selecciones, Vanidades, Perfiiiiiiiiil, Cosmopolitan, Buenhogaaaar...”.  Y después de hacer el recorrido por el pasillo unas dos o tres veces sin que nadie le comprara nada, se paró cerca del trompo y nos espetó a todos los pasajeros algo desconcertante: “¿Y yo qué, acaso no como?”  Después del estupor inicial, todos soltamos la carcajada y empezamos a comprarle su mercancía.  ¿Y cuál es la moraleja?  Pues muy sencillo: que todo asunto de la vida trata sobre cuestiones económicas, de dinero, de riqueza.
            No existe, pues, algún negocio del Estado que no esté determinado por la economía; y sin entrar en sutilezas filosóficas o religiosas, podemos decir que no hay propósito, por diverso que parezca, que no esté subordinado a la riqueza.  La educación, el desarrollo del arte, el progreso, la salud, el transporte, la diversión, la ciencia y toda actividad humana que hace la vida placentera y digna de vivir, depende de la plata.  Entonces, no cabe duda de que la función (obligación) fundamental del Estado debe ser la Administración correcta de la riqueza del país, de las finanzas de todos los ciudadanos.  Así entonces, eso significa que el Estado DEBE SER UN ENTE PODEROSO ECONÓMICAMENTE.  Y hacia ese objetivo deben apuntar todos los esfuerzos de aquellos individuos que ejercen el trabajo de funcionarios: EL ESTADO DEBE SER RICO.  A partir de esa obligatoria premisa, deben suceder una serie conductas y reflexiones de parte del Estado.  Y una de ellas es que la riqueza de la nación ES PRODUCIDA POR TODOS SUS CIUDADANOS y, por lo tanto, esta debe repartirse en forma proporcional entre TODOS.  Lo que significa que no debe haber clases sociales que se queden con casi toda la riqueza que genera la nación; tampoco debe haber ciudadanos absolutamente marginales que vivan en la miseria.  Eso no es justo, ya que no es correcto ni políticamente aceptable.  El Estado que no puede lograr que TODOS sus ciudadanos participen de la riqueza que produce la Nación, está formado por gobernantes inútiles, desconsiderados y socialmente insensibles.  Tal actitud del Gobierno conduce a la desesperanza, sentimiento que el Estado nunca debe permitir que eche raíces en el pueblo, porque cuando este pierde la ilusión, todo lo demás morirá.
            Aceptado el principio de que el ESTADO DEBE SER RICO, viene la implementación de cómo lograrlo.  Por definición, el Estado no produce riquezas; en ese sentido es semejante a los parásitos.  Así que nadie espera que el Gobierno engendre riquezas por sí solo; todos sabemos que son los ciudadanos los que tienen esa responsabilidad, ya sea con la organización empresarial o con el trabajo honesto, esforzado y responsable.  Patronos y trabajadores son el motor de la economía; y el Estado, el administrador acerca de cómo debe facilitarse esa labor, creando los mecanismos y la infraestructura necesaria para que la producción sea óptima en eficiencia, calidad y cantidad.  Pero como el Estado no produce la riqueza indispensable para construir las bases de la economía nacional, es obvio que debe obtener el dinero necesario a partir de ese binomio que la genera: empresarios y trabajadores.  Pero en nuestro medio, es allí donde se altera la ecuación que debería ser: aporte patronal más aporte laboral = riqueza del Estado. 
            Dado que la clase empresarial (Oligarquía) tiene las influencias políticas suficientes para imponer las leyes que sean necesarias para evadir su contribución al desarrollo del Estado, este se ve en la obligación de transferir casi todos los impuestos al pueblo; en forma directa e indirecta.  Y eso no es JUSTO ni ayuda al verdadero desarrollo de TODOS LOS CIUDADANOS, sino únicamente la de esa clase que, por sus tácticas deshonestas, se ha convertido en parasitaria de esa parte de la sociedad que carece de los medios para hacer valer la justicia y corrección en materia tributaria.  El obrero no tiene escapatoria ante la rapiña fiscal, a la que se ve obligado el Estado para compensar la evasión que de sus obligaciones hacen los poderosos.  Entonces, toda reforma del Estado TIENE QUE PASAR POR EL CUELLO DE BOTELLA DE LA TRIBUTACIÓN.   Cada ciudadano tiene que pagar impuestos de acuerdo con sus ingresos.  No hay otra salida.  Si los ricos no pagan, es Estado siempre andará “cojeando económicamente”,  y por siempre será incapaz de cumplir con el resto de sus funciones a las que la Constitución lo obliga.  Un círculo vicioso que no parece tener salida, mientras las decisiones técnicas sobre Economía y Finanzas sean tomadas por los políticos. 
Mientras las reformas fiscales tengan que pasar por ese pantano de arenas movedizas que es la Asamblea Legislativa, JAMÁS TENDREMOS UNA REFORMA TRIBUTARIA EFICAZ Y BIEN EQUILIBRADA, sino meros remiendos epidérmicos que nunca permitirán que el Estado crezca y brinde a todos los ciudadanos, los servicios a los que por ley está obligado.   Mientras la Asamblea Legislativa, ese mosaico de intereses que lo que menos representa son los del pueblo, decida qué se hace o no en materia tributaria, nada se podrá hacer, pues en ese cuerpo deliberativo los únicos que tienen influencia son los miembros de la Oligarquía; y ya que muchos de esos diputados forman parte de esta, o son sus financiados, la suerte está echada para el pueblo.  ¿Quién ignora eso?  ¿No sabe todo el mundo que en la Asamblea solo se discuten asuntos del interés de los poderosos?  ¿No es del conocimiento popular que al ciudadano de a pie nadie le hace caso en la Asamblea, y que en lugar de que este llegue a dar órdenes a sus representantes, no es allí más que una especie de pedigüeño cuando se arrima a ese Poder del Estado?
            Allí, pues, está la clave de toda Reforma del Estado.  Mientras falle el asunto monetario, la recaudación justa de los impuestos, el Estado será pobre y deficiente. Vulnerable en conjunto e individualmente.  Por siempre será un Estado Limosnero al que una parte minúscula de la sociedad, le impone condiciones que van en contra no solo del Gobierno, sino de la mayoría de la población.  Podríamos redactar la mejor y más ostentosa Constitución del Universo.  Plagada de “derechos ciudadanos”.  Derecho a una educación óptima, desde la escuela a la universidad; derecho a atención médica gratuita y de primera; derecho a tener vivienda digna; derecho a un trabajo decente y bien remunerado, y a todos los beneficios sociales que se derivan de esa condición.  Es decir, nuestra Constitución podría estar repleta de “derechos” de toda clase.  Pero, ¿si no hay plata?  ¿De dónde saldrán las escuelas, colegios y universidades?  ¿Y de dónde los salarios de todos esos buenos maestros que harán realidad ese “derecho constitucional”?  ¿De dónde saldrá el dinero para construir carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, ciudades y todas aquellas actividades que son fuentes de trabajo?  ¿De dónde saldrá el dinero para construir los hospitales que nos garanticen el derecho a recibir una buena y pronta atención médica, como diría esa Constitución soñada?  ¿De dónde saldrán los fondos mediante los cuales el Gobierno pueda garantizar la seguridad ciudadana en óptimas condiciones, y no lo que ahora vivimos? 
Estamos en manos del hampa porque el Gobierno carece de fondos.  El Estado Limosnero no puede garantizar nada a la sociedad.  Ni siquiera una justicia pronta y cumplida, en aquellos casos en los que el ciudadano se ve compelido a tratar con el Estado en condición de interlocutor obligado.
            El meridiano que señala el punto de partida de cualquier Reforma del Estado, es TRIBUTARIO.  De allí parte todo; si hay plata, el límite es el cielo.  Si no la hay, por siempre seremos países tercermundistas, ligados a los intereses egoístas y mezquinos de los cafetaleros y los exportadores de los productos tradicionales y no tradicionales que solamente les traen beneficios a unos pocos.
            Si no hay REFORMA TRIBUTARIA auténtica, con criterio de eficiencia corporativa, no habrá despegue económico verdadero para el país, sino parches y remiendos que mantengan al Estado en condición de Limosnero, y a la sociedad, en un estado de permanente angustia y duda.  Pero la Reforma Tributaria debe ejecutarla un equipo técnico que no tenga compromisos políticos de clase alguna.  La ECONOMÍA ES UN ASUNTO MUY SERIO PARA DEJARLO EN MANOS DE DIPUTADOS Y GENTE IGNORANTE.  O lo que es peor, de  grupos INTERESADOS.  ¿Por qué no contratar a un grupo de especialistas norteamericanos o alemanes para que la diseñen?  Ese es uno de los buenos ejemplos gringos que deberíamos imitar.  Allí nadie juega con el Fisco (I.R.S), y todo el mundo TIENE QUE PAGAR DE ACUERDO CON LO QUE GANA.  Incluyendo a Hillary Clinton y Bill Gates. También se podría encargar ese trabajo a un equipo de suizos, pues esa gente sí sabe de asuntos  bancarios y económicos.  Una tarea realizada al margen de toda injerencia de los grupos nacionales de presión; un trabajo absolutamente profesional en el que nada tuvieran que ver las opiniones políticas o de tendencias partidarias.                                   
No es posible ni tolerable que un grupo de ignorantes en ese campo, fije las rutas económicas que ha de seguir el país.  Eso es igual a que le confiaran a un lego, el paso de un barco a través del estrecho de Magallanes.  Que los políticos hagan política; pero que no metan la cuchara en cuestiones económicas.
            Fraternalmente
                                               RIS
Correo electrónico:   rhizaguirre@gmail.com

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