96 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA
REFORMA DEL ESTADO
Hace algunos años, tomé un autobús
que iba a Guadalupe; también lo hizo un muchacho que vendía revistas
usadas. “Selecciones, Vanidades,
Perfiiiiiiiiil, Cosmopolitan, Buenhogaaaar...”. Y después de hacer el recorrido por el
pasillo unas dos o tres veces sin que nadie le comprara nada, se paró cerca del
trompo y nos espetó a todos los pasajeros algo desconcertante: “¿Y yo
qué, acaso no como?” Después del
estupor inicial, todos soltamos la carcajada y empezamos a comprarle su
mercancía. ¿Y cuál es la moraleja? Pues muy sencillo: que todo asunto de la vida
trata sobre cuestiones económicas, de dinero, de riqueza.
No existe, pues, algún negocio del
Estado que no esté determinado por la economía; y sin entrar en sutilezas
filosóficas o religiosas, podemos decir que no hay propósito, por diverso que
parezca, que no esté subordinado a la riqueza.
La educación, el desarrollo del arte, el progreso, la salud, el
transporte, la diversión, la ciencia y toda actividad humana que hace la vida
placentera y digna de vivir, depende de la plata. Entonces, no cabe duda de que la función
(obligación) fundamental del Estado debe ser la Administración
correcta de la riqueza del país, de las finanzas de todos los ciudadanos. Así entonces, eso significa que el Estado DEBE
SER UN ENTE PODEROSO ECONÓMICAMENTE. Y hacia ese objetivo deben apuntar todos los
esfuerzos de aquellos individuos que ejercen el trabajo de funcionarios: EL
ESTADO DEBE SER RICO. A partir de
esa obligatoria premisa, deben suceder una serie conductas y reflexiones de
parte del Estado. Y una de ellas es que
la riqueza de la nación ES PRODUCIDA POR TODOS SUS CIUDADANOS y, por lo
tanto, esta debe repartirse en forma proporcional entre TODOS. Lo que significa que no debe haber clases
sociales que se queden con casi toda la riqueza que genera la nación; tampoco
debe haber ciudadanos absolutamente marginales que vivan en la miseria. Eso no es justo, ya que no es correcto ni
políticamente aceptable. El Estado que no puede lograr que TODOS sus
ciudadanos participen de la riqueza que produce la Nación, está formado por
gobernantes inútiles, desconsiderados y socialmente insensibles. Tal actitud del Gobierno conduce a la
desesperanza, sentimiento que el Estado nunca debe permitir que eche raíces en
el pueblo, porque cuando este pierde la ilusión, todo lo demás morirá.
Aceptado el principio de que el ESTADO
DEBE SER RICO, viene la implementación de cómo lograrlo. Por definición, el Estado no produce
riquezas; en ese sentido es semejante a los parásitos. Así que nadie espera que el Gobierno engendre
riquezas por sí solo; todos sabemos que son los ciudadanos los que tienen esa
responsabilidad, ya sea con la organización empresarial o con el trabajo
honesto, esforzado y responsable. Patronos
y trabajadores son el motor de la economía; y el Estado, el administrador
acerca de cómo debe facilitarse esa labor, creando los mecanismos y la
infraestructura necesaria para que la producción sea óptima en eficiencia,
calidad y cantidad. Pero como el Estado
no produce la riqueza indispensable para construir las bases de la economía
nacional, es obvio que debe obtener el dinero necesario a partir de ese binomio
que la genera: empresarios y trabajadores. Pero en nuestro medio, es allí donde se
altera la ecuación que debería ser: aporte patronal más aporte laboral =
riqueza del Estado.
Dado que la clase empresarial (Oligarquía)
tiene las influencias políticas suficientes para imponer las leyes que sean
necesarias para evadir su contribución al desarrollo del Estado, este se ve en
la obligación de transferir casi todos los impuestos al pueblo; en forma
directa e indirecta. Y eso no es JUSTO
ni ayuda al verdadero desarrollo de TODOS LOS CIUDADANOS, sino
únicamente la de esa clase que, por sus tácticas deshonestas, se ha convertido
en parasitaria de esa parte de la sociedad que carece de los medios para hacer
valer la justicia y corrección en materia tributaria. El obrero no tiene escapatoria ante la rapiña
fiscal, a la que se ve obligado el Estado para compensar la evasión que de sus
obligaciones hacen los poderosos. Entonces,
toda reforma del Estado TIENE QUE PASAR POR EL CUELLO DE BOTELLA DE LA TRIBUTACIÓN. Cada ciudadano tiene que pagar impuestos de acuerdo con
sus ingresos. No hay otra salida. Si los ricos no pagan, es Estado siempre
andará “cojeando económicamente”,
y por siempre será incapaz de cumplir con el resto de sus funciones a
las que la Constitución
lo obliga. Un círculo vicioso que no
parece tener salida, mientras las decisiones técnicas sobre Economía y Finanzas
sean tomadas por los políticos.
Mientras
las reformas fiscales tengan que pasar por ese pantano de arenas movedizas que
es la Asamblea
Legislativa, JAMÁS TENDREMOS UNA REFORMA TRIBUTARIA EFICAZ
Y BIEN EQUILIBRADA, sino meros remiendos epidérmicos que nunca permitirán
que el Estado crezca y brinde a todos los ciudadanos, los servicios a los que
por ley está obligado. Mientras la Asamblea Legislativa,
ese mosaico de intereses que lo que menos representa son los del pueblo, decida
qué se hace o no en materia tributaria, nada se podrá hacer, pues en ese cuerpo
deliberativo los únicos que tienen influencia son los miembros de la Oligarquía; y ya que
muchos de esos diputados forman parte de esta, o son sus financiados, la suerte
está echada para el pueblo. ¿Quién
ignora eso? ¿No sabe todo el mundo que
en la Asamblea
solo se discuten asuntos del interés de los poderosos? ¿No es del conocimiento popular que al
ciudadano de a pie nadie le hace caso en la Asamblea, y que en lugar de que este llegue a dar
órdenes a sus representantes, no es allí más que una especie de pedigüeño
cuando se arrima a ese Poder del Estado?
Allí, pues, está la clave de toda
Reforma del Estado. Mientras falle el
asunto monetario, la recaudación justa de los impuestos, el Estado será pobre y
deficiente. Vulnerable en conjunto e individualmente. Por siempre será un Estado Limosnero al que
una parte minúscula de la sociedad, le impone condiciones que van en contra no
solo del Gobierno, sino de la mayoría de la población. Podríamos redactar la mejor y más ostentosa
Constitución del Universo. Plagada de
“derechos ciudadanos”. Derecho a una
educación óptima, desde la escuela a la universidad; derecho a atención
médica gratuita y de primera; derecho a tener vivienda digna; derecho
a un trabajo decente y bien remunerado, y a todos los beneficios sociales que
se derivan de esa condición. Es decir,
nuestra Constitución podría estar repleta de “derechos” de toda
clase. Pero, ¿si no hay plata? ¿De dónde saldrán las escuelas, colegios y
universidades? ¿Y de dónde los salarios
de todos esos buenos maestros que harán realidad ese “derecho
constitucional”? ¿De dónde saldrá el
dinero para construir carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, ciudades y
todas aquellas actividades que son fuentes de trabajo? ¿De dónde saldrá el dinero para construir los
hospitales que nos garanticen el derecho a recibir una buena y pronta atención
médica, como diría esa Constitución soñada?
¿De dónde saldrán los fondos mediante los cuales el Gobierno pueda
garantizar la seguridad ciudadana en óptimas condiciones, y no lo que ahora
vivimos?
Estamos
en manos del hampa porque el Gobierno carece de fondos. El Estado Limosnero no puede garantizar nada
a la sociedad. Ni siquiera una justicia
pronta y cumplida, en aquellos casos en los que el ciudadano se ve compelido a
tratar con el Estado en condición de interlocutor obligado.
El meridiano que señala el punto de
partida de cualquier Reforma del Estado, es TRIBUTARIO. De allí parte todo; si hay plata, el
límite es el cielo. Si no la hay,
por siempre seremos países tercermundistas, ligados a los intereses egoístas y
mezquinos de los cafetaleros y los exportadores de los productos tradicionales
y no tradicionales que solamente les traen beneficios a unos pocos.
Si no hay REFORMA TRIBUTARIA
auténtica, con criterio de eficiencia corporativa, no habrá despegue económico
verdadero para el país, sino parches y remiendos que mantengan al Estado en
condición de Limosnero, y a la sociedad, en un estado de permanente angustia y
duda. Pero la Reforma Tributaria
debe ejecutarla un equipo técnico que no tenga compromisos políticos de clase
alguna. La ECONOMÍA ES
UN ASUNTO MUY SERIO PARA DEJARLO EN MANOS DE DIPUTADOS Y GENTE IGNORANTE. O lo que es peor, de grupos INTERESADOS. ¿Por qué no contratar a un grupo de
especialistas norteamericanos o alemanes para que la diseñen? Ese es uno de los buenos ejemplos gringos que
deberíamos imitar. Allí nadie juega con
el Fisco (I.R.S), y todo el mundo TIENE QUE PAGAR DE ACUERDO CON LO QUE GANA. Incluyendo a Hillary Clinton y Bill Gates. También se podría encargar ese
trabajo a un equipo de suizos, pues esa gente sí sabe de asuntos bancarios y económicos. Una tarea realizada al margen de toda
injerencia de los grupos nacionales de presión; un trabajo absolutamente
profesional en el que nada tuvieran que ver las opiniones políticas o de
tendencias partidarias.
No
es posible ni tolerable que un grupo de ignorantes en ese campo, fije las rutas
económicas que ha de seguir el país. Eso
es igual a que le confiaran a un lego, el paso de un barco a través del
estrecho de Magallanes. Que los
políticos hagan política; pero que no metan la cuchara en cuestiones
económicas.
Fraternalmente
RIS
Correo
electrónico: rhizaguirre@gmail.com
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