1011 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA REENCARNACIÓN
Casi todas las grandes religiones de la antigüedad hablan de la reencarnación como requisito obligado en la evolución del hombre. Y la teosofía, mediante la obra de Mme. Blavatsky y otros autores, hace una pormenorizada explicación acerca de cómo funciona esta. Por su parte, todas las religiones modernas (cristianismo, islam) han elegido un camino que parece ser común a todas: la obtención de un paraíso inmediato después de una sola vida, dependiendo de la conducta del individuo, y de su capacidad de arrepentimiento. Hinduismo y budismo aceptan la reencarnación como única vía para alcanzar la perfección. La rueda de Samsara. Y el segundo pilar sobre el cual se erige el entramado filosófico de estas religiones es la Ley del Karma o causalidad. Karma y Reencarnación son la base mediante la cual se explica la purificación (salvación) del Hombre Divino, el Ego, el Hombre Eterno que reencarna infinidad de veces hasta que alcanza el Nirvana.
Ahora bien, ¿quién es ese Hombre, y que participación
tenemos los hombres terrestres en ese casi interminable periplo que inicia cada
uno de los Egos que penetran en la corriente
evolutiva, y que forman toda la humanidad terrestre? La Doctrina
Secreta nos dice que la entidad que conocemos como Hombre, está formada de
dos niveles: el Ego Superior el dios
interno de cada hombre, el único dios que el hombre puede conocer; es lo que se
conoce como Espíritu, la unidad formada por Atma, Budhi y Manas (Triada Superior). Este
es el hombre inmortal. Y en la parte baja se encuentra el Ego inferior (el Cuaternario), formado
por el cuerpo físico, el doble etéreo (vida), el cuerpo astral y la mente baja,
todos destinados a desaparecer con la muerte.
Esta última entidad es la consciencia del “yo soy yo”, la Personalidad. El Pancho Pérez o María Juárez; una entidad
mortal, impermanente. Este NO reencarna, simplemente funciona
como un vehículo al servicio del Ego Superior, y una vez que se “gasta”,
desaparece. ¿Entonces? ¿Tienen razón los budistas del sur al decir
que el hombre es un ser finito que termina con la muerte? ¿Así, pues, quién es el hombre que reencarna
y tiene vida eterna?
Ni la Doctrina Secreta ni las grandes religiones de la
antigüedad nos dicen que cada uno de nosotros vivirá para siempre. Esa teoría solo forma parte de las religiones
modernas, las cuales prometen a sus feligreses un Paraíso muy complejo e
irracional; muy injusto e ilógico desde el punto de vista de su sistema de
admisión. Además, estos sitios paradisíacos
tienen una estructura física que no soporta el menor análisis lógico.
Entonces ¿qué es lo que nos ofrecen (a la Personalidad) la Teosofía o
las religiones que se basan en la Ley del Karma y la Reencarnación? Nada.
Así de simple. Esta posición
es difícil de comprender desde el punto de vista del hombre occidental, que
solo piensa en cómo “colarse” en el cielo, sin importar la trucos y maniobras que
tenga que hacer, como si la evolución espiritual que acredita el “retorno al
Padre”, fuera una cuestión de astucia o triquiñuelas. Como
el caso del buen ladrón del Nuevo
Testamento.
Para alguien racional, es muy difícil aceptar la idea de
que una sola vida sea la única posibilidad de entrar al Paraíso o cielo. Y peor todavía si se ha nacido en un hogar moralmente
mal formado o miserable, en donde el individuo tiene muy pocas oportunidades de
ser un hombre de bien. En este punto se
hace notoria la debilidad de las teorías de las religiones occidentales, pues en
él se hace evidente lo que sería una injusticia extraordinaria e inaceptable. No es lo mismo nacer en cuna de oro, con
todas las posibilidades de ser una criatura bien formada, que venir al mundo en
un arrabal condicionante a la miseria social.
Y es aquí en donde se pone de manifiesto la necesidad de la Reencarnación, la única forma de
explicar esas injusticias que deparan
vidas tan disímiles a los seres humanos.
El hijo de una prostituta y un alcohólico, se puede decir que está
condenado al infierno de antemano. Y un
rico, nacido de una familia de alcurnia, tendría casi seguro su ingreso al
Paraíso, lo cual obtendría sin haber hecho nada para merecerlo. ¿Sería eso justicia divina? No parece.
Y aunque la Reencarnación es solo una teoría indemostrable (al no
creyente), es seguro que llena plenamente los requisitos básicos de la
lógica. Pero volviendo a la pregunta del
segundo párrafo: ¿Qué o quién es el que
reencarna? Es obvio que NO es usted, tampoco yo ni Pancho
Pérez. Y esta es la parte que hace
difícil aceptar la teoría de la Reencarnación.
Yo, Pancho Pérez, quiero seguir viviendo, aquí y en el cielo, con mi
personalidad, mis recuerdos y mi consciencia del “yo soy yo”. Ninguna otra cosa es negociable. Pero ese Hombre
Celeste, que reencarna y es eterno, NO
SOMOS NI USTED NI YO. Yo, Pancho
Pérez, el hombre de carne y hueso más la mente inferior, solo soy el vehículo
que este ser Divino utiliza para su evolución.
Y eso es triste desde la perspectiva humana, pues la vanidosa Personalidad (yo inferior) se niega a
aceptar un papel tan insignificante en la evolución del Hombre Eterno. La
personalidad o ego inferior ha usurpado el papel principal y supone, por medio
de cierta alquimia mental, que ella es el Ser Inmortal que, mediante algún pase
milagroso, logrará meterse al Paraíso para el disfrute de una eternidad que NO es suya. Que no puede serlo, de acuerdo con su
naturaleza mayávica o pasajera.
Reencarnación y
Karma son la explicación lógica que le da sentido a la vida como un todo. Desde luego que no satisface la aspiración
personal del hombre de carne y hueso, que tiene la pretensión de vivir
eternamente en un sitio ideal para el cual NO
está preparado de ninguna manera. Solo
la reencarnación, base de la evolución espiritual, es capaz de explicar las
infinitas diferencias que existen entre los seres humanos; desde los más
bestiales, hasta los de más finos y puros de sentimientos. La presencia de estos últimos es innegable, y
todos, por poco sensitivos que seamos, nos damos cuenta de la existencia de
estas personas superiores. Hermanos que
han alcanzado un gran nivel evolutivo mediante un gran desarrollo de
consciencia. Y eso nos lleva a otra
realidad difícil de entender si no aceptamos la transmigración del espíritu
mediante la reencarnación: ¿por qué hay gente que nace con todas la ventajas
del mundo, mientras que otros nacen solo para sufrir? Si tuviéramos solo una vida, ¡qué injusticia
más terrible sería! Porque ¿quién determinaría
o escogería el hogar, sitio y las condiciones en las que nos tocó nacer? ¿Sería una simple cuestión de azar? Pero en un universo lógico, no hay cabida para
tal disparate. ¿Intervienen los
merecimientos? Y si estos existen, solo
pueden ser producto de múltiples y pasadas encarnaciones. Lo contrario, sería una crueldad imperdonable
que no se le podría atribuir ni al mítico Satán de las religiones.
La Reencarnación
parece ser la mejor teoría para explicar la evolución humana y el destino final
de la especie. Pero una evolución
espiritual que NO es posible en un
parpadeo de tiempo de unos cuantos miles de años sino de millones de
ellos. Y aunque al nivel social solo es
una teoría, esta es mucho más congruente y lógica que la de esos paraísos imposibles
que nos plantean las religiones modernas, y cuya accesibilidad depende más de
la suerte y el oportunismo que de los méritos personales de los
aspirantes.
La parte difícil de aceptar en esta tesis es la cuestión
de quién es el Hombre que reencarna. Tema muy difícil de explicar, y mucho más
difícil de admitir. ¿Usted qué piensa?
Fraternalmente
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada
al blog “LA CHISPA”: http://lachispa2010.blogspot.com
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