martes, 22 de octubre de 2013

1011 La reencarnación



1011  LA CHISPA           

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA REENCARNACIÓN

            Casi todas las grandes religiones de la antigüedad hablan de la reencarnación como requisito obligado en la evolución del hombre.  Y la teosofía, mediante la obra de Mme. Blavatsky y otros autores, hace una pormenorizada explicación acerca de cómo funciona esta.   Por su parte, todas las religiones modernas (cristianismo, islam) han elegido un camino que parece ser común a todas: la obtención de un paraíso inmediato después de una sola vida, dependiendo de la conducta del individuo, y de su capacidad de arrepentimiento.  Hinduismo y budismo aceptan la reencarnación como única vía para alcanzar la perfección.  La rueda de Samsara.  Y el segundo pilar sobre el cual se erige el entramado filosófico de estas religiones es la Ley del Karma o causalidad.  Karma y Reencarnación son la base mediante la cual se explica la purificación (salvación) del Hombre Divino, el Ego, el Hombre Eterno que reencarna infinidad de veces hasta que alcanza el Nirvana. 
            Ahora bien, ¿quién es ese Hombre, y que participación tenemos los hombres terrestres en ese casi interminable periplo que inicia cada uno de los Egos  que penetran en la corriente evolutiva, y que forman toda la humanidad terrestre?  La Doctrina Secreta nos dice que la entidad que conocemos como Hombre, está formada de dos niveles: el Ego Superior el dios interno de cada hombre, el único dios que el hombre puede conocer; es lo que se conoce como Espíritu, la unidad formada por Atma, Budhi y Manas (Triada Superior).  Este es el hombre inmortal.  Y en la parte baja se encuentra el Ego inferior (el Cuaternario), formado por el cuerpo físico, el doble etéreo (vida), el cuerpo astral y la mente baja, todos destinados a desaparecer con la muerte.  Esta última entidad es la consciencia del “yo soy yo”, la Personalidad.  El Pancho Pérez o María Juárez; una entidad mortal, impermanente.  Este NO reencarna, simplemente funciona como un vehículo al servicio del Ego Superior, y una vez que se “gasta”, desaparece.  ¿Entonces?  ¿Tienen razón los budistas del sur al decir que el hombre es un ser finito que termina con la muerte?  ¿Así, pues, quién es el hombre que reencarna y tiene vida eterna?
            Ni la Doctrina Secreta ni las grandes religiones de la antigüedad nos dicen que cada uno de nosotros vivirá para siempre.  Esa teoría solo forma parte de las religiones modernas, las cuales prometen a sus feligreses un Paraíso muy complejo e irracional; muy injusto e ilógico desde el punto de vista de su sistema de admisión.  Además, estos sitios paradisíacos tienen una estructura física que no soporta el menor análisis lógico.  Entonces ¿qué es lo que nos ofrecen (a la Personalidad) la Teosofía o las religiones que se basan en la Ley del Karma y la Reencarnación?  Nada.  Así de simple.  Esta posición es difícil de comprender desde el punto de vista del hombre occidental, que solo piensa en cómo “colarse” en el cielo, sin importar la trucos y maniobras que tenga que hacer, como si la evolución espiritual que acredita el “retorno al Padre”, fuera una cuestión de astucia o triquiñuelas.  Como el caso del buen ladrón del Nuevo Testamento.
            Para alguien racional, es muy difícil aceptar la idea de que una sola vida sea la única posibilidad de entrar al Paraíso o cielo.  Y peor todavía si se ha nacido en un hogar moralmente mal formado o miserable, en donde el individuo tiene muy pocas oportunidades de ser un hombre de bien.  En este punto se hace notoria la debilidad de las teorías de las religiones occidentales, pues en él se hace evidente lo que sería una injusticia extraordinaria e inaceptable.  No es lo mismo nacer en cuna de oro, con todas las posibilidades de ser una criatura bien formada, que venir al mundo en un arrabal condicionante a la miseria social.  Y es aquí en donde se pone de manifiesto la necesidad de la Reencarnación, la única forma de explicar esas injusticias que deparan vidas tan disímiles a los seres humanos.  El hijo de una prostituta y un alcohólico, se puede decir que está condenado al infierno de antemano.  Y un rico, nacido de una familia de alcurnia, tendría casi seguro su ingreso al Paraíso, lo cual obtendría sin haber hecho nada para merecerlo.  ¿Sería eso justicia divina?  No parece.  Y aunque la Reencarnación es solo una teoría indemostrable (al no creyente), es seguro que llena plenamente los requisitos básicos de la lógica.  Pero volviendo a la pregunta del segundo párrafo: ¿Qué o quién es el que reencarna?  Es obvio que NO es usted, tampoco yo ni Pancho Pérez.  Y esta es la parte que hace difícil aceptar la teoría de la Reencarnación.  Yo, Pancho Pérez, quiero seguir viviendo, aquí y en el cielo, con mi personalidad, mis recuerdos y mi consciencia del “yo soy yo”.  Ninguna otra cosa es negociable.  Pero ese Hombre Celeste, que reencarna y es eterno, NO SOMOS NI USTED NI YO.  Yo, Pancho Pérez, el hombre de carne y hueso más la mente inferior, solo soy el vehículo que este ser Divino utiliza para su evolución.  Y eso es triste desde la perspectiva humana, pues la vanidosa Personalidad (yo inferior) se niega a aceptar un papel tan insignificante en la evolución del Hombre Eterno.  La personalidad o ego inferior ha usurpado el papel principal y supone, por medio de cierta alquimia mental, que ella es el Ser Inmortal que, mediante algún pase milagroso, logrará meterse al Paraíso para el disfrute de una eternidad que NO es suya.  Que no puede serlo, de acuerdo con su naturaleza mayávica o pasajera. 
            Reencarnación y Karma son la explicación lógica que le da sentido a la vida como un todo.  Desde luego que no satisface la aspiración personal del hombre de carne y hueso, que tiene la pretensión de vivir eternamente en un sitio ideal para el cual NO está preparado de ninguna manera.  Solo la reencarnación, base de la evolución espiritual, es capaz de explicar las infinitas diferencias que existen entre los seres humanos; desde los más bestiales, hasta los de más finos y puros de sentimientos.  La presencia de estos últimos es innegable, y todos, por poco sensitivos que seamos, nos damos cuenta de la existencia de estas personas superiores.  Hermanos que han alcanzado un gran nivel evolutivo mediante un gran desarrollo de consciencia.  Y eso nos lleva a otra realidad difícil de entender si no aceptamos la transmigración del espíritu mediante la reencarnación: ¿por qué hay gente que nace con todas la ventajas del mundo, mientras que otros nacen solo para sufrir?  Si tuviéramos solo una vida, ¡qué injusticia más terrible sería!  Porque ¿quién determinaría o escogería el hogar, sitio y las condiciones en las que nos tocó nacer?  ¿Sería una simple cuestión de azar?  Pero en un universo lógico, no hay cabida para tal disparate.  ¿Intervienen los merecimientos?  Y si estos existen, solo pueden ser producto de múltiples y pasadas encarnaciones.  Lo contrario, sería una crueldad imperdonable que no se le podría atribuir ni al mítico Satán de las religiones.
            La Reencarnación parece ser la mejor teoría para explicar la evolución humana y el destino final de la especie.  Pero una evolución espiritual que NO es posible en un parpadeo de tiempo de unos cuantos miles de años sino de millones de ellos.  Y aunque al nivel social solo es una teoría, esta es mucho más congruente y lógica que la de esos paraísos imposibles que nos plantean las religiones modernas, y cuya accesibilidad depende más de la suerte y el oportunismo que de los méritos personales de los aspirantes. 
            La parte difícil de aceptar en esta tesis es la cuestión de quién es el Hombre que reencarna.  Tema muy difícil de explicar, y mucho más difícil de admitir.  ¿Usted qué piensa?
            Fraternalmente
                                               RIS                                    Correo: rhizaguirre@gmail.com

Entrada al blog “LA CHISPA”:                               http://lachispa2010.blogspot.com

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