miércoles, 24 de julio de 2013

1006 Corrupción y lotería



1006   LA CHISPA        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
CORRUPCIÓN  Y  LOTERÍA               (En algún país imaginario)
            No existe peor desgracia social que la pérdida de confianza del individuo en las instituciones del Estado.  Y peor aún, cuando esta actitud está plenamente justificada por la infinidad de chanchullos llevados a cabo por los funcionarios de todos los niveles imaginables.  Y “más pior” todavía, cuando estos han llegado a la desvergüenza tal, que ya ni les preocupa dar explicaciones serias a la sociedad que los ha nombrado en esos puestos.  Como aquello de: “Me lo gasté en confites”.  El clímax de esta actitud de los empleados públicos (de Presidentes para abajo) es cuando deciden hacer un berrinche público y declararse “ofendidos” por las justas preguntas y exigencias de los ciudadanos para que den cuentas claras sobre el Erario.  No hay día en que no se denuncie algún tipo de chorizo en el cual no haya una larga cadena de sujetos involucrados; y todos con algún tipo de contacto con jerarcas del Gobierno.  Pero lo más irritante de todo, es la actitud de alcahuetería de aquellos que son los responsables de los fondos públicos (Presidente, Ministros, Magistrados etc.).  En lugar de hacer cumplir las leyes anticorrupción, se dedican a facilitarles a los delincuentes alguna salida “decorosa” para que no vayan a la cárcel y que no tengan que devolver lo mal habido.  Como un ejército de garrapatas, han creado una fraternidad que es intocable, sin importar la magnitud del delito cometido.  Hay portillos legales de todo tipo para burlar la ley.  Una “renuncia por el bien de la Administración” es suficiente para que cualquier rufián se libre de la cárcel y se quede con lo que se bailó.  Está de moda que cualquier pillo (al que pillaron) salga en la televisión, la radio y la prensa declarándose “ofendido en su honor”, haciéndose la víctima y jurando por Dios y la patria, que su probidad no admite el menor género de dudas, que todo es un ardid político en su contra; una calumnia rastrera para mancillar su honra, y que renuncia para beneficio de las investigaciones y el buen funcionamiento del Gobierno.  Es decir, se inmola por el bien público (el discurso cliché).  ¿Y lo que se “aventó”,  y el daño moral que hizo?
            La trocha, la platina, las asesorías, las concesiones, licitaciones, la autopista de la luna, la refinería y miles y miles de marrullerías que son incontables ya, forman la rutina de la Administración Pública.  Nadie en el Gobierno parece tener interés alguno en frenar la corrupción; ni siquiera se guardan las apariencias, pues sujetos encontrados culpables de peculado y otros delitos, están libres en sus mansiones disfrutando de fortunas hechas al calor y bajo la tutela del Estado.  No hay negocio entre el ESTADO y la EMPRESA PRIVADA que no esté penumbrado por la corrupción, la duda y los compadrazgos entre los servidores públicos y los civiles favorecidos por licitaciones y concesiones forzadas por medio de enormes sumas que se pagan bajo el eufemismo de “Asesorías políticas o técnicas”.  Y a nadie parece preocuparle el asunto.  Los burócratas cierran filas alrededor de sus intereses: mordidas, propinas, asesorías y todo tipo de ingresos ilícitos bajo el cobijo de la función pública.  Sin embargo, que esta clase parasitaria tenga esa actitud de complicidad podría ser “normal” dentro de un contexto corrupto en donde ellos son los únicos beneficiarios; pero lo que resulta inexplicable, intolerable, es la INDOLENCIA del ciudadano ante esta forma de saqueo sistemático al Tesoro Nacional, que es propiedad de TODOS.
            ¿Qué es lo que nos ha convertido en observadores pasivos de este quehacer delictivo de nuestros empleados?  ¿Cómo es que permitimos ser timados por esta casta de bandidos que, solapadamente, ha ido convirtiendo la función pública en un método de fácil enriquecimiento personal?  En gente que ha transformado las instalaciones del Gobierno en una madriguera de aprovechados, y a este, en un ente que no merece la menor confianza ni siquiera de la más simple de las personas. Recibimos a diario toda clase de indicadores que nos obligan a sentir desconfianza de las actividades de casi TODOS los funcionarios, no importa cuál sea el sector en el  que sirven.  La sociedad los percibe mal, con desconfianza y duda.  Las personas en general, se han convertido en “sospechosistas” cuando de burócratas se trata.  No importa la careta que utilicen ni los fines teóricos de la rama gubernativa en la que sirven, pues todas están bajo sospecha.  El recelo empaña y oscurece todas las actividades del Estado.  Y ningún funcionario está libre de esa sombra vergonzosa.
            La codicia es la que, en una sociedad consumista que solo promueve el materialismo más bárbaro, ha conducido a nuestros servidores a conductas deshonrosas que, en otros tiempos y contexto, jamás hubieran realizado.  La corrupción generalizada se ha convertido en el estándar del empleado público, hasta el punto en que este ya no distingue la diferencia entre la conducta ética y el bandolerismo.  Todo tipo de fraude, si produce dinero fácil, se considera como una “viveza” digna de elogio.  Y el ciudadano permanece impasible; es más, con su tolerancia, fomenta esa actitud de los sinvergüenzas y se convierte en cómplice de ellos.
            La telaraña está tan bien tejida que parece irrompible; casi todo es “legal”, respaldado por “leyes a la medida”, trazadas NO para el bien público sino para el de gremios, grupos, colegios, políticos, pandillas y funcionarios.  Además, para el beneficio exclusivo de ciertas instituciones que pueden hacer, en forma “legal”, lo que les da la gana con los fondos públicos.  Como la Junta de Protección Social y sus aparentemente dudosos sorteos en donde los premios grandes quedan en las bodegas de esa empresa.  ¿Cómo explicar lo del gordo navideño y los dos premios del domingo 7 de julio de 2013?  ¿Algún ingenuo podría suponer que se trata de una milagrosa coincidencia para bien de los pobres?  ¿No es lícito que la suspicacia se haga presente en la cabeza de todos los habitantes en general, y jugadores en especial?  ¿Cómo explicar que el primero y tercer premio se quedaran “en casa”, en las oficinas de la lotería?  Ya es hora de que una actividad tan productiva y ligada a la sociedad, sea regulada por una ley que contemple los intereses e ilusiones de millones de personas que, domingo a domingo, sacrifican parte del dinero de sus salarios en la compra de sueños.  Dinero que podría invertirse en comida de las familias, va a parar a las arcas de ese ente.  Solo eso es ya un crimen.  Pero si además se le suma una acción sospechosa (ya reiterativa) que resulta una burla al consumidor, la actividad de esta agrupación se convierte en algo intolerable.  Debe emitirse una ley que no sea “casera” y que no solo considere la codicia de la Junta, sino TODOS los aspectos que interesan tanto a esta como a los jugadores, que somos los que pagamos la fiesta.  Y por favor, no nos vengan con que debemos tener plena confianza en la manipulación de esos fondos, pues cuando hay OCHO MIL MILLONES de colones en juego (como en este premio), la desconfianza aflora en forma natural e inevitable.  La JPS debe publicar no solo los nombres de los ganadores, sino un detalle minucioso, CERTIFICADO POR LA CONTRALORIA GENERAL DE LA REPÚBLICA, de cómo invierten los dineros recaudados en la infinidad de sorteos que ha montado.  Esto debe hacerse público en la prensa, cada mes.  Son demasiados MILLONES los que están en juego como para dar por sentado que nadie sentirá algún tipo de tentación ante ese río de oro.  O de sentirse como Santa Claus, haciendo regalos a destajo y capricho. Por mucho menos dinero que ese, famosos políticos de alto rango, se vieron involucrados en enredos de peculado.  Además, debe terminarse el jueguito de los números “bajos y altos”.  Algo más, en esta era de la computación, la Lotería debe tener, de inmediato, el nombre y residencia del concesionario que vendió el premio mayor; y al ser cobrado este, se debe publicar el nombre y la foto del feliz ganador, sin pretextos encubridores que se presten a sospecha. La Lotería DEBE SER ABSOLUTAMENTE CLARA y sin la menor penumbra o duda.  Esta no tiene por qué formar núcleos de complicidad con nadie (supuestos ganadores del premio) ni andar escondiendo el monto de sus ganancias y la manera cómo las reparte “haciendo el bien”.  Estos ingresos no son bienes de difunto de los cuales se puede disponer a capricho; son fondos públicos para cuya inversión DEBE existir un plan del cual sean partícipes la Contraloría del Estado, la Junta y los CONSUMIDORES, pues son estos últimos los que crean ese capital. 
            La nueva ley de la lotería debe considerar todo en forma integral, y debe ser de una claridad tal que no genere la menor sombra de duda  Y el pretexto de que es una institución de beneficencia, no debe ser la razón que justifique los abusos que se cometen con los fondos recaudados, pues no es justo que esta organización se recete el 60, 70 o más por ciento.  La JPS debe tomar un 25%  de lo recaudado; y el 75% debe ser repartido en TRES premios.  Nada de esa farsa de docenas de premios de a centavo.  Cien mil billetes a diez mil colones (sin sobresaturar el mercado) producen MIL MILLONES de colones, de los cuales 250 serían la ganancia, y 750 se repartirían en tres premios que de verdad sacarían de pobres a los que lograran atinarlos: un Gordo de 400 millones, un segundo de 250 y un tercero de 100, harían la felicidad de tres familias, aunque los demás quedemos enchilados.  Pero como es ahora, solo la Junta se siente feliz, y todos los demás, SÚPER ARDIDOS.  Y eso NO DEBE CONTINUAR.  Ya es hora de que los que ponemos la plata, fijemos las reglas del juego.  Recuerden que “quien paga la música manda el baile”.  No es correcto que un pequeño grupo de personas, disponga a su gusto de NUESTRO DINERO de manera impune.                                                                                      
¡Yo quiero un puesto en la Directiva de la Junta!
            Por favor, díganme que les importa, que no soy solo yo el único que está enchilado.                                                                                                     
¿Sucede esto en sus países?
            Esperanzadamente
                                                 RIS
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