martes, 23 de julio de 2013

803 Bienaventurados los ricos



803    LA CHISPA                   
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
BIENAVENTURADOS LOS RICOS
            Varios amigos lectores me han enviado correos en relación con “La Chispa” 801 en donde hago una crítica en relación con esa bienaventuranza.  Algunos me dicen que es irreverente y que hago burla de la fe.  He leído y releído la notita esa y no le encuentro fundamento a esa acusación.  No creo que sea irrespetuosa de la fe ni de los sentimientos de nadie.  Simplemente hago una serie de preguntas sobre algo que me parece que debería ser bien explicado por los autores, pero como estos ya murieron, no hay manera alguna de que alguien con autoridad nos explique cuáles son las ventajas de ser “Pobre en espíritu” o simplemente “pobres”.  Además, no creo que haya en todo el mundo NI SIQUIERA UNA PERSONA (cuerda, desde luego) que nos diga que le encanta ser pobre, o que su máxima ambición es esa.  Vean que los que mejor deberían comprender y vivir ese precepto sería la gente de Iglesia y, sin embargo son estos los que viven mejor y en superiores condiciones socio-económicas.  La Iglesia Católica tiene un tesoro material incalculable; empresas bancarias y agiotistas, participación en los mercados mundiales de bienes raíces y quién sabe cuántos otros negocios.   Los mormones cuentan con una fortuna imposible de conjeturar; acciones en centenares de empresas diversas (aviación, tabacaleras).  Recuérdese que eran los dueños de la Lucky Strike.   Y ni qué decir de los innumerables “pastores” de la infinidad de sectas cristianas se dan vidas que nada tienen que envidiarles a los soberanos del mundo árabe o a los magnates de Wall Street.  Todos recordamos al hipócrita corrupto Jimmy Swaggart y la vida de rajá que se daba.  El cínico que se atrevió a decirles a sus feligreses que Dios le había dicho que a ellos no debía importarles su conducta privada (tener tratos reiterados con prostitutas).
            Muchos de estos pastores tienen sus jets privados para trasladarse con sus comitivas a diferentes lugares.  Además de inmensas fortunas personales derivadas de la ingenuidad de sus seguidores. Pero yo no digo que eso sea malo ni lo critico; tal cosa es el producto de su ingenio y la estulticia de sus feligreses y tienen derecho a disfrutarlo.   ¿Inmoral?  Talvez.  Pero eso es el mundo y nadie tiene derecho a censurar aquello a lo que, si tuviera oportunidad, haría con igual o superior placer.  En esta situación, solo es asunto de no perder la perspectiva y cuidarse en demasía.  En este sentido Swaggart fue y es un estúpido que andaba en las calles y barrios bajos solicitando servicios de putas callejeras.  Y eso sí que es ser imbécil, pues teniendo tanto dinero y la posibilidad de contratar meretrices de alto nivel, por medio de empresas discretas, rebajarse a lo que él hacía (Rosemary García), es síntoma innegable de estupidez.  Sin embargo, al final parece que salió ganando, tal es la estulticia de los creyentes.
            Entonces, parece que ser rico es una condición privilegiada que solo puede traer beneficios, siempre y cuando sus poseedores tengan aunque sea solo una onza de cordura.  Tampoco puede ser cierto haya absolutos que determinen que todos los ricos son MALOS; o que todos los bienaventurados pelagatos sean BUENOS.  Los juicios negativos que se emiten en contra de los ricos no son más que pura envidia.  Y por otra parte, la totalidad de los pobres suele ser gente amargada, afligida, envidiosa, con rencor y dispuestos a todo tipo de ruindad; millones de ellos asesinan por un plato de comida, y son gente que se vende por cualquier cosa.  Las mujeres ceden su sexo por centavos; y los amigos se tornan infieles por una limosna.  En síntesis, el bando de los rotos está plagado de más mala gente que el de los platudos.  Cierto que hay cientos de bichos de estos que son malignos, sobre todo, porque disponen de mucho poder, pero entre las filas de los arrancados hay mucha más maldad.  Hay excepciones, desde luego, pero la tendencia general es la que se inclina por el mal absoluto.  Los ricos no viven refunfuñando por el alto costo de la comida, los alquileres o los servicios.  Tampoco por la atención médica o la educación.  Ellos pueden pagar por todo eso y no tienen la oportunidad de fermentar ideas malignas en su corazón por razones tan simples.  Son los limpios los que maldicen por todo.  Todo aquello que desean y no pueden obtener les llena el alma de rencor y amargura.  En cambio los ricos lo compran y ya.  Lo gozan y se alegran; son felices y llenan el ambiente de buenas ondas.  En cambio, los pelados todo lo contaminan con su inconformidad y maledicencia; con su envidia y resentimientos eternos.  Es por esa atmósfera maligna que los países pobres nunca salen de su condición inferior; y es ese el gran compromiso que deben afrontar los gobiernos.  Hacer que estos progresen, que salgan de esa miseria que no solo los rebaja física sino moralmente.  El progreso económico implica satisfacción, alegría y felicidad… Mientras que la penuria, solo amargura.
            Esa atmósfera de dolor que cubre a tantos pueblos, es algo que se percibe en el aire apenas llegamos a ellos; hay un nivel de vibración que nos deprime y sofoca, y no es sino hasta que pasan muchos días, que empezamos a adaptarnos a ese ambiente de dolor y angustia, de miedo y recelos, de envidia y rabia.  Esa felicidad de los habitantes se respira en el aire cuando se llega a Suecia, Suiza, Holanda y otras naciones ricas y gozosas.  En cambio, cuando entramos en casi todos los países del tercer mundo, percibimos esa maldad que es el resultado directo de la miseria.  Gente dispuesta a engañarnos, robarnos e incluso asesinarnos por las baratijas que podamos llevar.  Gente retorcida que inspira miedo al solo verlos.  Carentes de moral o voluntad de servicio desinteresado.  Pueblos en los cuales andar por la calles a cualquier hora es jugarse la vida, miedos que no sentimos al caminar por Estocolmo, Berna, Amberes, Helsinki o incluso Londres, Madrid o Roma. 
            No, señores, la pobreza no puede ser una bienaventuranza porque es la fuente de todas las insatisfacciones que podamos imaginarnos; y estas llevan a todos los vicios morales, en síntesis, a la maldad.  Los bienaventurados son los ricos (con sus excepciones, desde luego), pues entre estos también hay miserables que nadando en dinero, viven, comen, visten y se comportan como limosneros.  Pero eso no es culpa de la riqueza en sí, sino de la condición individual de seres mezquinos. ¡Bienaventurados los ricos que saben serlo!
            Recuerden que el mundo es infeliz por la POBREZA, de plata y espíritu.
Riquescamente
                                     RIS       Correo:  rhizaguirre@gmail.com
Blog:     La Chispa         http://lachispa2010.blogspot.com/         con link a    Librería en Red


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