803 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
BIENAVENTURADOS LOS RICOS
Varios
amigos lectores me han enviado correos en relación con “La Chispa” 801 en donde hago una crítica en relación con esa
bienaventuranza. Algunos me dicen que es
irreverente y que hago burla de la fe.
He leído y releído la notita esa y no le encuentro fundamento a esa
acusación. No creo que sea irrespetuosa
de la fe ni de los sentimientos de nadie.
Simplemente hago una serie de preguntas sobre algo que me parece que
debería ser bien explicado por los autores, pero como estos ya murieron, no hay
manera alguna de que alguien con autoridad nos explique cuáles son las ventajas
de ser “Pobre en espíritu” o
simplemente “pobres”. Además, no creo que haya en todo el mundo NI SIQUIERA UNA PERSONA (cuerda, desde
luego) que nos diga que le encanta ser pobre, o que su máxima ambición es
esa. Vean que los que mejor deberían
comprender y vivir ese precepto sería la gente de Iglesia y, sin embargo son
estos los que viven mejor y en superiores condiciones socio-económicas. La Iglesia Católica tiene un tesoro material
incalculable; empresas bancarias y agiotistas, participación en los mercados
mundiales de bienes raíces y quién sabe cuántos otros negocios. Los mormones cuentan con una fortuna
imposible de conjeturar; acciones en centenares de empresas diversas (aviación,
tabacaleras). Recuérdese que eran los dueños de la Lucky Strike. Y ni qué decir de los innumerables
“pastores” de la infinidad de sectas cristianas se dan vidas que nada tienen
que envidiarles a los soberanos del mundo árabe o a los magnates de Wall
Street. Todos recordamos al hipócrita corrupto
Jimmy Swaggart y la vida de rajá que
se daba. El cínico que se atrevió a
decirles a sus feligreses que Dios le había dicho que a ellos no debía
importarles su conducta privada (tener tratos reiterados con prostitutas).
Muchos
de estos pastores tienen sus jets privados para trasladarse con sus comitivas a
diferentes lugares. Además de inmensas
fortunas personales derivadas de la ingenuidad de sus seguidores. Pero yo no
digo que eso sea malo ni lo critico; tal cosa es el producto de su ingenio y la
estulticia de sus feligreses y tienen derecho a disfrutarlo. ¿Inmoral?
Talvez. Pero eso es el mundo y
nadie tiene derecho a censurar aquello a lo que, si tuviera oportunidad, haría
con igual o superior placer. En esta
situación, solo es asunto de no perder la perspectiva y cuidarse en demasía. En este sentido Swaggart fue y es un estúpido
que andaba en las calles y barrios bajos solicitando servicios de putas
callejeras. Y eso sí que es ser imbécil, pues teniendo tanto dinero y la posibilidad
de contratar meretrices de alto nivel, por medio de empresas discretas, rebajarse
a lo que él hacía (Rosemary García), es síntoma innegable de estupidez. Sin embargo, al final parece que salió
ganando, tal es la estulticia de los creyentes.
Entonces,
parece que ser rico es una condición privilegiada que solo puede traer
beneficios, siempre y cuando sus poseedores tengan aunque sea solo una onza de
cordura. Tampoco puede ser cierto haya
absolutos que determinen que todos los
ricos son MALOS; o que todos los bienaventurados pelagatos sean BUENOS.
Los juicios negativos que se emiten en contra de los ricos no son más
que pura envidia. Y por otra parte, la
totalidad de los pobres suele ser gente amargada, afligida, envidiosa, con
rencor y dispuestos a todo tipo de ruindad; millones de ellos asesinan por un
plato de comida, y son gente que se vende por cualquier cosa. Las mujeres ceden su sexo por centavos; y los
amigos se tornan infieles por una limosna.
En síntesis, el bando de los rotos
está plagado de más mala gente que el de los platudos. Cierto que hay cientos de bichos de estos que
son malignos, sobre todo, porque disponen de mucho poder, pero entre las filas
de los arrancados hay mucha más maldad.
Hay excepciones, desde luego, pero la tendencia general es la que se
inclina por el mal absoluto. Los ricos
no viven refunfuñando por el alto costo de la comida, los alquileres o los
servicios. Tampoco por la atención
médica o la educación. Ellos pueden
pagar por todo eso y no tienen la oportunidad de fermentar ideas malignas en su
corazón por razones tan simples. Son los
limpios los que maldicen por
todo. Todo aquello que desean y no
pueden obtener les llena el alma de rencor y amargura. En cambio los ricos lo compran y ya. Lo gozan y se alegran; son felices y llenan
el ambiente de buenas ondas. En cambio,
los pelados todo lo contaminan con su inconformidad y maledicencia; con su
envidia y resentimientos eternos. Es por
esa atmósfera maligna que los países pobres nunca salen de su condición inferior;
y es ese el gran compromiso que deben afrontar los gobiernos. Hacer que estos progresen, que salgan de esa
miseria que no solo los rebaja física sino moralmente. El progreso económico implica satisfacción,
alegría y felicidad… Mientras que la penuria, solo amargura.
Esa
atmósfera de dolor que cubre a tantos pueblos, es algo que se percibe en el
aire apenas llegamos a ellos; hay un nivel de vibración que nos deprime y
sofoca, y no es sino hasta que pasan muchos días, que empezamos a adaptarnos a
ese ambiente de dolor y angustia, de miedo y recelos, de envidia y rabia. Esa felicidad de los habitantes se respira en
el aire cuando se llega a Suecia, Suiza,
Holanda y otras naciones ricas y gozosas.
En cambio, cuando entramos en casi todos los países del tercer mundo,
percibimos esa maldad que es el resultado directo de la miseria. Gente dispuesta a engañarnos, robarnos e
incluso asesinarnos por las baratijas que podamos llevar. Gente retorcida que inspira miedo al solo
verlos. Carentes de moral o voluntad de
servicio desinteresado. Pueblos en los
cuales andar por la calles a cualquier hora es jugarse la vida, miedos que no
sentimos al caminar por Estocolmo,
Berna, Amberes, Helsinki o incluso Londres, Madrid o Roma.
No,
señores, la pobreza no puede ser una bienaventuranza porque es la fuente de
todas las insatisfacciones que podamos imaginarnos; y estas llevan a todos los
vicios morales, en síntesis, a la maldad.
Los bienaventurados son los ricos (con sus excepciones, desde luego),
pues entre estos también hay miserables que nadando en dinero, viven, comen,
visten y se comportan como limosneros.
Pero eso no es culpa de la riqueza
en sí, sino de la condición individual de seres mezquinos. ¡Bienaventurados los
ricos que saben serlo!
Recuerden que el mundo es infeliz por
la POBREZA, de plata y espíritu.
Riquescamente
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com
Blog: La Chispa http://lachispa2010.blogspot.com/ con link a Librería en Red
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