martes, 19 de marzo de 2013

747 Mi amigo "Chiquitín"



747        LA CHISPA  
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
MI AMIGO   “CHIQUITÍN”
            Hará cuestión de cuatro años lo vi por primera vez en la calle de mi barrio, empeñado en hacerle el amor a una perrita que andaba de “fiesta”.  Me dio risa porque en medio de una turba de zaguates de gran tamaño, parecía no tener oportunidad alguna.  Sin embargo, estaba lejos de imaginar la gran inteligencia (astucia) de este pequeño guerrero de la calle que, lejos de amilanarse por su diminuta figura, me dio una clase de cómo el ingenio puede compensar nuestras carencias físicas.   No sé cómo se había dado cuenta de que él era el preferido de la perrita, pero como esta estaba rodeada de pretendientes enormes que lo podían hacer trizas, se mantenía a distancia de la jauría; fue entonces cuando realizó su movimiento maestro: cuando ninguno lo notaba, se introdujo en un garaje a través de la puerta de barras metálicas que apenas le permitían pasar.  Y eso me desconcertó en principio, pero de inmediato me di cuenta de la jugada.  Ella lo siguió al interior del sitio, y ahí quedaron al margen del peligro que podían representar todos aquellos mastodontes que le impedían acercarse a “Canela”.
            Para ese entonces se llamaba “Randy” y trabajaba en dos sitios.  Durante el día era guardián del taller mecánico “Mello”; y por las noches, laboraba en la Seguridad del barrio.  Era asistente del guarda que cuidaba nuestra calle, y ahí palmaba toda la noche, persiguiendo y amenazando a todos los tipos de mala facha que pasaban por mi calle, y la “suya”.   Pero antes de esto, yo había conocido a otro amiguito callejero al que un vecino, ya fallecido, bautizó con el nombre de “Pucho”.  Este nos había adoptado y se mantenía al pie de las escaleras de mi casa, de día y de noche; hasta que un día le abrimos la puerta y se quedó para siempre.  Claro que tuvo que hacer un juramento solemne de respeto y servilismo absoluto ante la reina de la casa: “Renatita”.   Y después de que esta aceptó su presencia, “Puchini” pasó a formar parte de la familia.  Así estaba el decorado cuando hizo su aparición “Chiquitín”.  Y aunque no sé cómo ni cuándo, hizo una amistad entrañable con el callejero de casa.  Algo así como la que surge entre los desheredados de la vida, entre los compañeros de infortunio.  Supongo que Pucho le dijo que no fuera tonto, que ese trabajo era muy peligroso y que, encima, ni siquiera le daban de comer.  “Aquí tendrás casa, comida y cuidado; además, los rocos de aquí son querendones de perros; si no que te lo diga la gorda esa a la que llaman Renata”.  “Solo tenés que mantenerte a buena distancia de ella y respetar su antigüedad de residente; creo que ella nació aquí y el patrón la ama por sobre todas las cosas.  Esa es la clave, pasale la brocha”.
            Así que de repente, empezó a dormir buena parte de la mañana en la parte alta de la escalera de mi casa, al abrigo de cualquier peligro y bajo el tolerante cuidado de Pucho, un perro en cuya confección utilizaron como único material el amor más puro que se pueda imaginar.   Y aunque las primeras noches se desesperaba por salir, no tardó en entender la mecánica del sistema de su nuevo hogar y se fue adaptando a la condición de semi-prisionero.   Sacrificó parte de su vida libérrima a cambio de un techo y comida seguros; además, del cariño y cuidados que ha recibido.  Dejó algunos de sus hábitos de malandrín callejero y se fue convirtiendo en un perrito faldero de lo más chineado; yo diría que en un aprovechado del afecto que la señora de la casa desarrolló por él.  Y aunque la razón me señala el límite “normal” de la inteligencia de los perros, las acciones de este animalito me insinúan un misterio que no deja de fascinarme.  Si les contara las cosas que hace, dirían que es mentira y que solo se trata de una exageración propia de los amos con sus mascotas queridas.  Pero no es así; este otro angelito que llegó a mi casa, me ha enseñado una nueva perspectiva de la vida de la cual yo no tenía idea alguna.  Y prefiero guardarla en secreto porque es un obsequio personal que cada uno tiene la obligación de descubrir por su cuenta, a través del amor. .. o del dolor.   No hay otro camino.
¿Y por qué les cuento sobre “Chiquitín”?  Porque acaba de morir “Piscis”, una encantadora perrita que su dueña dejó perdida junto a su hermana “Tita” en una casa de Santa Bárbara de Heredia.   Allí llegaron al estado de caquexia por culpa del abandono en el cual vivían.   Para Tita la ayuda llegó tarde, pero Piscis la sobrevivió tres años en mi casa; ya era una ancianita de 136 años de perro.  Pero hasta un mes antes de su muerte, conservó su aire juvenil y alegre; y aunque los machos de la familia (Pucho y Chiquitín) no la tomaban en cuenta para nada, ella se sentía feliz al lado de ellos, aunque no la sumaran ni la restaran; era parte de la manada hogareña y los quería como solo los perros saben hacerlo.  Por eso les hablo acerca de “Chiqui”, porque quiero compartir con ustedes una de las experiencias más valiosas que he disfrutado en mi vida: servir sin interés alguno.   Yo no tenía idea alguna de lo que se siente al SERVIR.  No ha comerciar con el servicio sino a SERVIR.   Y eso se lo debo a mi manada de perritos.  He gozado al departir con una larga familia perruna de la cual he aprendido tantas cosas que jamás he visto en los humanos.  Por eso estoy satisfecho y quisiera que muchos se embarcaran en esta aventura que no cuesta mucho, pero que enriquecerá sus vidas.  Sé que muchos conocen estas sensaciones; pero también sé que hay otras personas que los consideran una molestia que deben evitar.  ¡No saben cuánto se pierden!  A estos últimos les recuerdo que hay muchos “Chiquitines” por las calles, buscando a un afortunado que quiera hacerse merecedor de todas las bendiciones del cielo.  Solo tienen que adoptarlos y jamás se arrepentirán.  No se fijen en su aspecto externo, pues este solo es una prueba que las personas vanidosas y superficiales NO PUEDEN superar y, por eso no obtienen el premio del amor.
Quiero que sepan que Chiquitín EXISTE, lo mismo que Pucho y una legión interminable de estas criaturitas que son un manantial infinito de Amor, dispuestos a darnos toda su atención y cariño; a convertirnos en el centro de sus vidas; a querernos a pesar de lo que somos.  ¿Quién nos puede hacer una mejor oferta?   ¡Nadie!  Ni siquiera los más querendones de nuestras familias.    ¡Y gratis!  
Perrescamente
                        Ricardo Izaguirre S.                                     E-mail:  rhizaguirre@gmail.com      
     Que pasen un feliz domingo en compañía de sus seres queridos, incluidos sus perritos. 

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