977 “LA CHISPA” (9
junio 2012)
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
BANCARROTA
MORAL DEL ESTADO
Cuando el gobierno se convierte
en el patrocinador de todo tipo de corrupción, la sociedad que rige ha tocado fondo
y este se ha convertido en un inválido moral, sin autoridad alguna para llamar
al orden. Cuando el gobierno, a través
de sus lacayos de los “poderes” legislativo y judicial, monta una defensa
oficiosa de sinvergüenzas que han timado los bienes del pueblo (Erario), se
quita la careta y admite que solo es una farsa al servicio de intereses que NADA tienen que ver con los de la
sociedad sobre la cual está montado. Un gobierno que, contra viento y marea
defiende a sus cipayos por el solo hecho de pertenecer a su mismo partido
político, es el principal estímulo a la corrupción general. Cuando eso sucede,
ese país se encuentra en bancarrota
moral. No solo el aparato estatal, sino toda la nación. Un país que tiene más leyes por metro
cuadrado que ningún otro en el mundo, es incapaz, vía legal, de frenar la
carcoma generalizada que lo abate. Un
sistema judicial que solo considera superficialidades y que no determina nada
de manera frontal para ponerle coto a uno de los males más terribles que pueden
azotar a una nación: la CORRUPCIÓN
GENERALIZADA DEL ESTADO. Además, la
alcahuetería de este ante los amigotes y correligionarios políticos. Por los “del mismo partido”. Por los que se venden al mejor postor, por
los que fraguan campañas, por los que “arreglan Asambleas”, por las Salas
Cuartas. Por los que inventan “decretos de interés nacional”. Por los que hacen “declaraciones de emergencia nacional” para construir el pedacito de
trocha MÁS CARO DEL MUNDO. Por el sistema judicial complaciente, ciego y
sordomudo, que solo actúa a petición de las “autoridades competentes”, que son
los mismos.
Cuando esa es la norma, el Estado está
en bancarrota moral y necesita la extremaunción… o cirugía mayor. Y no se trata solo del Ejecutivo y la
Camarilla económica que ejerce el poder real, y de la cual, el gobierno solo es
un sirviente. Se trata de todo un
sistema pútrido por la codicia insaciable de mucha gente: políticos y de los
otros… Cuando se llega al punto que
hemos alcanzado, todos los mecanismos “legales” diseñados para corregir las
desviaciones del gobierno son inútiles porque están viciados, corrompidos,
desnaturalizados. Los pillos han
triunfado y desmantelado el sistema legal para que este solo sea el parapeto de
sus fechorías. Cuando el Tribunal de
Elecciones, la Sala Cuarta, la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial han
sido comprados y convertidos en apéndices complacientes de un partido político
y su grupo líder, el Estado está en bancarrota y se ha perdido todo vestigio de
ética y decencia. Cuando el gobierno ni
siquiera se toma la molestia de dar explicaciones satisfactorias al pueblo, es
señal de que hemos traspasado la línea del despeñadero y que estamos en caída
libre. Cuando el presidente ya ni se
toma la molestia de crear cortinas de humo para distraer a la gente, significa
que se ha superado la barrera de la desvergüenza. Y cuando todos los entes “contralores” del
Estado callan o justifican la conducta oficial, estamos hundidos hasta la coronilla
en el pantano de la corrupción.
Llegado ese momento, solo queda un camino:
la Revolución. Pero entendiendo esta
como un cambio radical que solo puede
originarse en la entraña del pueblo, no en grupos políticos; un cambio
total que nada tenga que ver con los partidos tradicionales: el CABILDO. Como se ha propuesto desde hace años en esta
“Chispa”. O bien, creando una dictadura que, al
servicio del pueblo, tome las medidas heroicas de saneamiento, y que aplique la
CIRUGÍA MAYOR que necesita esta
sociedad. Sin contemplaciones ni siguiendo
el principio del “pobrecito”. Se debe
nombrar un TIRANO, en el sentido
original griego. Alguien que actúe de
acuerdo con el ejemplo como el que nos dio China
en enero del año 2009, con el escándalo de la “leche”. Se capturó a todos los ejecutivos de esa
empresa, y antes de que nadie pudiera gesticular nada, se les pegó un tiro en la nuca y ahí terminó el problema. No les
dieron tiempo a los defensores de “los derechos humanos” a hacer sus peticiones
ni nada. Muerto el perro, se acabó la
rabia. Justicia pronta y cumplida.
Aquí bastaría con que cuatro o cinco de estos ladrones fueran
ejecutados, para que todos se dieran por avisados de que el Erario NO SON BIENES DE DIFUNTO y que aquel
tiene un dueño que se llama PUEBLO. Desde luego que esas medidas JAMÁS vendrán del gobierno porque este
es el causante de la CORRUPCIÓN; son
sus integrantes los promotores de esta.
Es el gobierno (los funcionarios) el que permite y estimula el saqueo a
las arcas públicas. El que se hace el
maje ante el pillaje de la Hacienda; el que encubre y “perdona” a los
delincuentes de cuello blanco, gris o negro.
Mediante leyes amañadas y jueces “permisivos” (para utilizar un
eufemismo), es posible que toda esa caterva salga en libertad, “con
la frente en alto” e incluso reclamando indemnización económica por los daños
morales que sufrieron.
¿Cómo se puede explicar este estado de
rendición total ante esa lacra de la “clase dirigente”? Porque
el pueblo lo permite. Porque el ciudadano
es INDOLENTE y se ha conformado con
el papel de observador pasivo que le
han asignado los partidos políticos. La
mascarada de la “democracia formal” ha producido excelentes resultados para esa
gente. Y mientras el pueblo se mantiene
al margen, las termitas y parásitos de la política hacen no solo lo que les da
la gana con las finanzas del país, sino que han sumido a esta sociedad en un
estado de hipnosis malsana que le impide distinguir quiénes son sus
enemigos. El pueblo se encuentra en
estado de trance, del cual solo saldrá cuando tome consciencia de lo que está
pasando a su alrededor. Cuando tome el
látigo en sus manos y se decida a echar a los ladrones del templo de la PATRIA.
Ya no queda tiempo para hablar, dialogar o hacer componendas con los
pillos. Ha llegado el momento de actuar
patrióticamente.
Esperanzadamente
Ricardo Izaguirre S.
Ricardo Izaguirre S.
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