sábado, 2 de junio de 2012

969 El Servicio Civil


969   “LA CHISPA               

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL SERVICIO CIVIL

         Es motivo de orgullo tener un Estado lleno de instituciones jurídicas que garanticen la calidad de los servicios públicos a la ciudadanía.  Además, que les den a los aspirantes a la carrera pública, la certeza de que serán nombrados por su capacidad, preparación y experiencia; sin que medien las influencias políticas ni los compadrazgos.  Ese es el ideal, ¿pero qué sucede en nuestros medios?  Que todos los estamentos del gobierno están plagados del peor vicio que se pueda imaginar en cualquier empresa de servicios públicos: la incompetencia y las “palancas” políticas.  Pero esta pobre calidad del trabajo burocrático NO es por inopia de personal capacitado, sino por la maraña de chanchullos oficiales que, gracias a muchas tretas, se ha convertido en el estándar que se utiliza en la función pública para nombrar empleados.  En teoría, el Servicio Civil es un ente magnífico que nos asegura la equidad en el nombramiento de aspirantes a puestos oficiales.  Pero la realidad es otra.
         Con la creación del concepto de los “puestos de confianza y empleados de confianza”, se echó al tarro de la basura todos los fundamentos legales, morales y de eficiencia que dieron origen a la creación de ese departamento contralor de las relaciones Estado-Funcionarios.  Con esa brutal maniobra se le dio el tiro de gracia, en el mismo origen, a una institución que nació de una necesidad muy evidente.  De un problema general de incapacidad del Estado para brindar servicios adecuados a la población.  Cientos de personas haciendo la misma cosa; otros haciendo nada, desorganización total por falta de gente que supiera “qué hacer”.  Miles de incompetentes no solo por deficiencia personal, sino porque no sabían nada de las tareas que tenían que hacer.  La idea de mejorar todo esto en beneficio de la población, fue lo que dio nacimiento al Servicio Civil.  Pero el niño nació defectuoso, con ciertas deficiencias de origen.  Y como sus jefaturas también están ocupadas por “empleados de confianza”, este se convirtió en un fabricante de “ternas” que no proveen la mínima seguridad o respaldo a los incluidos en ellas.  Solo están inscritos en la terna, pero el Servicio Civil NO los ampara.  Tampoco se interesa por la suerte de los puestos ni por quiénes serán ocupados luego de que se siga la formalidad de los tres meses de prueba.  De ahí en adelante, están en las manos de los “empleados de confianza”.
         El Servicio Civil se lava las manos (por ley NO puede hacer otra cosa); ya hizo la terna, la envió al respectivo Ministerio y, lo que hagan a continuación los “Jefes de confianza”, deja de ser su asunto.  Un fraude oficial que causa una frustración terrible en aquellos aspirantes que se han preparado bien, que han reunido papeles y pruebas de su pericia y que, además, aportan buenas recomendaciones laborales y de otro tipo.  Todo eso se va por el albañal junto con la terna del Servicio Civil cuando los “jefes de confianza” declaran non grato al idóneo, y vuelven a ubicar al amigote que solo estaba dos escritorios más adentro.  El INTERINO ETERNO pero bien acomodado políticamente y con buenas “patas”.   El servil adecuado.  Siempre incondicional a las peticiones de sus jefes, sin importar qué tan inmorales sean estas.  Desde luego que esa no es la regla, pero es el primer platillo en el menú de los políticos.  Disponer de interinos, sin importar que sean incompetentes, es el ideal de los “jefes de confianza”, quienes casi siempre son incapaces.  Y por norma común, ningún mediocre gusta de tener subalternos capacitados y con plaza en propiedad.  Los interinos son vulnerables y, por eso, son proclives a todo tipo de maniobras deshonestas que puedan proponerles u ordenarles los “jefes de confianza”.  Es necesario aclarar que el servicio civil NO tiene la culpa de esto; esta institución esta maniatada por ley.  Nació inválida y viciada por la política.
         Los puestos de confianza NO tienen razón alguna de existir en la función pública, en donde la TRANSPARENCIA debe ser la norma.  El puesto de confianza suena como algo raro, como una especie de colusión que obliga al silencio y otras conductas que NO deben existir en los funcionarios.  El “puesto de confianza” suena a secreto, complicidad, entendimiento (en el mal sentido), compadrazgo y misterio.  Puesto de confianza es el del “Consigliori” en las familias de la mafia.   Pero, ¿por qué en el Estado?  Y solo se entendería en el Ministerio de Guerra si fuéramos una nación bochinchera (como USA) que se dedica a atacar a todo el mundo y tiene planes bélicos secretos, los cuales solo deben ser conocidos por “los de confianza” del Ministro de Guerra o del Presidente.
         ¿Para qué estudiar la carrera diplomática en un país en donde se nombra embajador a cualquier patas vueltas solo porque es miembro del partido o puso plata para la campaña?  O que es “de confianza” aunque no sepa ni costra de relaciones internacionales o diplomacia.  Sabemos que por estos lados se nombraba a familias enteras en una embajada o consulado.  Hasta el perro y el gato eran “attachés” de algo e iban con salario que pagan los contribuyentes.  En países con los que NO tenemos negocio alguno, hay agregados comerciales, culturales y económicos.  Y ninguno sabe nada de nada.  Solo son amigotes y familiares políticos.  Y como todos estos son “puestos de confianza”, el Ministro de Relaciones Exteriores, acogido al Estatuto de Servicio Exterior, nombra a su antojo a todos aquellos compinches, parientes y correligionarios políticos que se “ganaron” un nombramiento a dedo en cualquier carajada.  En el gobierno no hay que saber NADA DE NADA. Por estos lados cualquier zopenco es diputado, embajador, ministro, presidenta o lo que sea.  Solo hay que tener sentido de la oportunidad y pertenecer a la familia de las cotorráceas (trepadoras); además, “ser de confianza”.  Los que se han jodido la vida en una universidad estudiando relaciones internacionales, tienen que inscribirse en el partido y hacer buenas amistades en los círculos del poder, aprender a ser dóciles, “de confianza” y, si tienen mucha suerte, talvez obtengan una “agregatura” en algún país de África o del Caribe, o en Bangladesh.  Porque los buenos puestos, ya fueron adjudicados y tienen dueño.
           (Pregunta retórica: ¿Cómo anda esto en sus países?)        
         Diplomatiquescamente
                                               RIS                       Correo: rhizaguirre@gmail.com
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