viernes, 8 de junio de 2012

976 El Estado corrupto


976   “LA CHISPA       (7 junio 2012)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL ESTADO CORRUPTO

            Varios elementos son las causas de la corrupción absoluta en la que se encuentra postrado el Estado de este país; no la Administración pasada, presente o próximas, sino el Gobierno como institución permanente de la República.  El rigor mortis ya alcanzado todos los miembros de ese cadáver que, alguna vez, fue motivo de orgullo para todos los ciudadanos.  Los tres poderes que lo conforman sucumbieron a los embrujos de la política, el ansia de poder personal y el dinero fácil.  Todos entraron en descomposición.  A lo que tanto temía el barón de Montesquieu, ya se ha hecho una realidad en los poderes del Estado: dejaron de ser independientes y se convirtieron en simples secuaces del Ejecutivo, con lo cual este se transformó en una dictadura de partido (el tan añorado modelo del PRI).  Una satrapía en donde solo importan los intereses económicos de la Oligarquía y, más recientemente, los de esa nueva garduña que ha florecido como un azote en los estratos altos, medios y bajos de la función pública: la chusma política.  Los desvergonzados oportunistas que solo ven en el Estado las posibilidades de hincarle el diente al tesoro público, al que consideran como “bienes de difunto” y a su exclusivo servicio.  Gente descastada que no siente la mínima vergüenza ante nada.  Basta el padrinazgo del gobierno de turno para que esta gentuza se sienta envalentonada a robar con todo descaro.  Ya no hay recato alguno, roban y roban en público, a sabiendas de que están protegidos a cambio de su complicidad y silencio ante la generalización de la corruptela oficial; o por ser miembros del partido.  O amigos de un amigo de alguien que está en el gobierno. Dentro de los nuevos parámetros sociales, ser HONESTO es una mácula.
            Tan difundido y arraigado está este vicio, que se les está escapando de las manos a los altos jerarcas del partido y la oligarquía, pues ahora resulta que ya no solo son ellos y sus “protegidos” los que se forran; también proliferan los “agentes libres”, los vivillos que no respetan la patente de corso que tienen los del partido.  Esta nueva epidemia es como la de los taxistas piratas.  Y bajo el lema de: “¿Por qué solo los amigotes del Estado tienen derecho a robar?”, se han lanzado, por su propia cuenta, a la popularísima y fácil tarea de saquear al erario.  Siempre ha habido pillos y siempre los habrá.  Pero existe una gran diferencia entre ladrones de categoría, y la turba que hoy ahoga al Estado de la manera más desvergonzada.  Los ladrones de “cuello blanco” incluso han gozado de la simpatía de los pueblos, y estos los han convertido en una especie de héroes merecedores de elogios y reconocimiento.  Algo así como los fabulosos Robin Hood y A. J. Raffles.  Pero los patanes que ahora se aprovechan de los fondos del Estado (pueblo) NO tienen la mínima delicadeza.  Al contrario, su brutalidad y menosprecio por la autoridad, los categoriza como ratas despreciables. 
            Tres son los factores que nos han llevado a este estado de postración moral: un partido político, un grupo de líderes ambiciosos de poder y dinero, y la tremenda indolencia de un pueblo que, lejos de exigir transparencia y honestidad, se ha convertido en cómplice de ese estado de corrupción por el simple hecho de la “pertenencia partidaria”.  Ser Gris o Verdoso y “ganar las elecciones”, resulta suficiente para el individuo promedio.  Y ser miembro del partido en el poder, obliga a la tolerancia con los desafueros que este cometa.  Esa es la pobre recompensa con la que se conforma el pueblo: Ganar las elecciones.  Y como es obvio que el Estado NO PUEDE premiar a dos o tres millones de habitantes, la idea de una teta en la función pública NO es el estímulo para esa aberrada conducta cívica.  Tampoco puede dar tantas becas a los hijos de los votantes.  Entonces ¿es solo eso lo que compra el silencio y complicidad de los electores?  ¿Ganar los comicios?
            ¿Está derrotado el ESTADO DE DERECHO?  ¿Ganaron la batalla los hampones de cuello blanco y los de la chusma política?  ¿Es el Estado un cadáver en vías de putrefacción?  ¿No hay esperanza alguna?  ¿Nada puede hacer el ciudadano?  Por la indiferencia con la cual este ve los problemas que se suscitan en el gobierno, parece que solo fuera un observador lejano, al margen de un drama que en nada le afecta.  Esta sociedad observa, casi impasible, como una voraz plaga de bandidos devora tranquilamente los miembros de su organismo social sin importarle nada. En vivo y a todo dolor.  Todo el mundo parece creer que el asunto no le atañe, que no le perjudica, que eso solo es problema de las autoridades judiciales o de la Asamblea Legislativa, o del Ministro de Policía o quién sabe quién, pero no suyo.
            Y la gran paradoja de esto es la siguiente: parece que tendremos que invocar a la Oligarquía para que sea ella, la que fije las reglas del juego para el saqueo del Estado, y que tal actividad vuelva a los causes “normales” de tiempos pasados, en donde aquella y los funcionarios lucraban mediante sistemas legales que se podían controlar, y que se sabía en manos de quiénes estaban.  Tiempos cuando la desvergüenza NO era la norma.  Cuando había cierta cautela y no era cualquier hijo de vecina el que tenía la posibilidad de embolsarse miles de millones por fraudes que pertenecen al mundo de la ciencia ficción, tal es la negligencia de los contralores del gobierno y la “viveza” de los pillos.  Es hora de que la Oligarquía vuelva a tomar el mando en ese campo y fije reglas “aceptables” para que la expoliación de los bienes públicos vuelva a niveles “decentes” que pasen inadvertidos a los ojos de la ciudadanía.  Esto, aunque inmoral, sería preferible al descaro que hoy prevalece en todas las actividades de los gobiernos.  No hay obra, licitación, concurso o lo que sea, que no esté dentro del área de la corrupción.  Todo lo que hace el Estado está bajo sospecha de chorizo.  La penumbra del fraude ensombrece todas las actividades del Gobierno.  Vivimos en la era del sospechosismo crónico, de la desconfianza, de la burla política y el cinismo.  “Me los comí en confites”, “Mano firme y honesta”, “Nos preocupa la corrupción”.     (¿Cómo anda esto en sus países?)
                  Corrupcionescamente    Ricardo Izaguirre S-
                                                          
Blog  “Librería en Red”          http://libreriaenred.blogspot.com/
Blog   “LA CHISPA”              http://lachispa2010.blogspot.com/

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