212 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL TOPE: ¿TRADICIÓN O IMITACIÓN?
Nunca voy al “tope” porque no me gustan
los espectáculos en donde los animales reciben algún tipo de maltrato; y es
indudable que en esta fiesta esas bestias sufren muchos ultrajes
derivados del agresivo pavimento en donde tienen que movilizarse. Ese duro y resbaladizo suelo en donde sus
cascos de acero patinan con facilidad, es un suplicio antinatural a su forma de
vida en la libertad del campo. El calor
de la ciudad y la aglomeración de personas a su alrededor, es otro elemento
agresivo. Pero lo peor que tienen que
soportar es la cantidad de jinetes ebrios que los montan. No se sabe cuál es el porcentaje de borrachos
ni en qué grado de alcoholismo se encuentran cuando llegan al Paseo de los
Estudiantes, a la altura de las oficinas del SNAA, sitio en donde empecé a ver
el “Tope” de guaro. Igual que en la “Calle
de la Amargura” de la Universidad, a un lado y otro de la vía se
amontonaban las cajas de cerveza; y se
puede decir que, casi sin excepción, no había caballista (hombres y mujeres)
que no llevaran vasos o latas de cerveza en sus manos.
Las autoridades exigen una licencia
para manejar un vehículo dócil como es un carro; además, en cualquier
momento nos hacen una alcoholemia para probar que nos encontramos en buenas
condiciones para conducir con responsabilidad.
Entonces ¿por qué no hacen lo mismo en relación con los caballistas? Recuerden que estos van conduciendo una
bestia que puede asustarse o rebelarse ante el mal trato. Que ante el salvajismo de los puyazos que les
aplican con las espuelas, estos caballos pueden perder el control e irse encima
del público del cual los separa solo un simple mecate; es decir, la única
protección que tienen los mirones, es un mecatito que nada significa para un
animal de ese tamaño y fuerza. Y
como estos jinetes, ahítos de guaro,
pierden el tacto y la mesura en cuanto a la forma como deben tratarlos, el
peligro se hace mayor y más cercano.
Pero, ¿sería viable un “Tope” sin guaro?
¿Tendría patrocinio del Estado, de los “medios” y de las licoreras?
Se dice que el Tope es una
tradición, pero ¿una tradición de qué?
¿Qué tiene esa actividad de cultural o de beneficio para el pueblo? La verdad es que tal cosa es solo del interés
de una elite muy reducida; de gente económicamente poderosa que aprovechan ese
espacio que se han abierto en las celebraciones de fin de año, para hacer
ostentación de sus bestias, sus trajes y capacidad de tragar guaro “a
caballo”. Pero además de lo que hemos
apuntado, está el asunto de lo inadecuado de ese desfile. No es lícito que para la complacencia de una
minoría, nos partan la aldea en dos, y que causen el sinfín de problemas viales
que eso genera. San José es un pueblón
saturado de carros, con escasas vías importantes, y sin alternativas para la
movilización vehicular. Si queremos ir
de Norte a Sur, tenemos que pasar por la avenida segunda, no hay de otra; y si
esta está llena de caballos y jinetes borrachos, se forma el caos.
Ese Tope se debe hacer en algún potrero
de Cartago; en alguna de las fincas de los criadores de caballos finos en donde
tengan las instalaciones adecuadas, en piso de tierra para no mortificar a los
animales, y ante un público conocedor y perteneciente a la misma clase social
de los caballistas y dueños de las cuadras.
La equitación, en todas sus formas, es una diversión de ricos, y no en
balde le llaman “el deporte de los reyes”.
Es por eso que ese desfile no puede ser una “tradición” costarricense,
sino más bien una especie de remedo de los rodeos que hacen los gringos. En ellos sí es una tradición que se remonta
hasta los tiempos del Lejano Oeste.
Además, es natural y auténtica; incluso la ropa que utilizan. Pero ¿qué tan reales son esos sombreros al
estilo John Wayne en nuestro medio?
Mujeres y hombres con bluyines y cubre pantalones de cuero llenos
de flecos, más parece una parodia de lo que hacen los norteamericanos. ¿Vaqueros ticos en San José? ¿En el pavimento? Suena un poco raro y discordante.
Y aunque la gente es libre de elegir en
qué se divierte, las autoridades tienen la obligación de asegurarse de que esa
diversión masiva, cualquiera que sea, reúna el mínimo de requisitos de
seguridad y decencia para ser incluida como parte del paquete circense que el gobierno ofrece al pueblo cada fin de
año. Y la primera de esas condiciones es
que no debe hacerse en el centro de la ciudad; esa actividad es campestre por
definición. Por lo tanto, debe realizarse
en un potrero, parque, finca o hipódromo adecuado tanto para los espectadores
como para las bestias que deben lucirse.
La segunda condición es que aquellos que participen como caballistas,
deben estar sobrios durante toda la jornada para que tal demostración tenga la
categoría de “cultural”. Y tercero, que
las autoridades exijan a los participantes una especie de certificado
(licencia) que pruebe que estos tienen la capacidad de manejar correctamente a
esos animales.
Un pequeño grupo de ricos hacendados no
tiene derecho de imponer a toda la ciudad una actividad que no solo causa
trastornos increíbles en el tránsito, sino que es un espectáculo deprimente y
vergonzoso desde el punto de vista del ejemplo moral que le dan a todos los
niños y jovencitos que contemplan ese desfile de borrachos haciendo gala de su
condición. No son todos, pero sí
muchos. Tantos como para darle colorido
de “Tope del Guaro”. Ojalá que
las autoridades se interesen en adecentar este desfile; pero mucho más
importante, sería que fueran los propios organizadores los que tomaran un
mínimo de medidas que garanticen a la sociedad costarricense, la decencia y
buen ejemplo de un “show” que, aunque ajeno a nosotros, puede ser bonito y
digno de disfrutarse con la familia.
Fraternalmente
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com