viernes, 8 de noviembre de 2013

1012 Ser invisible



1012  LA CHISPA             

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

SER INVISIBLE

            Hay varios caminos para llegar a ese estado: invisible al ojo humano.  El más seguro es morir; luego sigue la magia, también la ciencia ha vislumbrado ciertas posibilidades; el ocultismo nos ofrece el traslado de conciencia a los planos astral y mental.  También el ascetismo (práctica del yoga) es un camino hacia esa condición, según se nos dice.  Pero el más seguro de todos parece ser el tiempo.  Con el paso de este, todos nos volvemos invisibles, aunque no lo hayamos planeado o deseado, y sin que tengamos algún proyecto para aprovechar dicha facultad.  Es probable que usted como yo, y tantos otros millones de personas, hayamos soñado con ser invisibles alguna vez, con diferentes propósitos.  ¿Ha querido usted ser invisible?
El tiempo hace que casi todos alcancemos esa meta, con placer o sin él.  O sin que sepamos para qué nos puede servir.  Y a propósito, ¿para qué nos puede servir la invisibilidad?  Piénsenlo muy bien, pues según mi modo de ver, podría tener varias aplicaciones prácticas, aunque, desde luego, estas deben ser diferentes para hombres y mujeres; para jóvenes y viejos.  Cuando era joven yo quería ser invisible a voluntad; me imaginaba realizando tantas fechorías (que en ese tiempo me parecían normales), que alcanzar ese estado se me convirtió en una obsesión; así que le dediqué a su estudio muchos años, gran empeño y la lectura de numerosas obras de magia, yoga, ocultismo y brujería.  Yo quería, necesitaba ser invisible.  Y después de buscarlo con tanta ansiedad, durante tantos años de mi juventud, he venido a lograrlo en mi vejez.  Sin embargo, los objetivos ya no son los mismos, y ni siquiera me di cuenta de cuándo llegué a la meta.  Creo que incluso ya me había conformado con la idea de no ser invisible jamás.  Pero he aquí que, repentinamente, me he convertido en invisible.   He alcanzado mi sueño por tanto tiempo chineado.  ¿Repentinamente?  La verdad es que no fue en forma subitánea ni tan reciente.  Ha sido un largo proceso durante el cual me he ido difuminando lentamente, poco a poco hasta conseguir la total invisibilidad que hoy poseo.  Y este estado es tan poderoso que ya se ha tornado irreversible y se presenta incluso en contra de mi voluntad.  Solo unas pocas personas aún conservan “el ojo” que les hace posible verme.  A los demás los tengo bajo control y soy invisible para ellos.
¿Qué haría usted si fuera invisible? Cuando joven me imaginaba colándome en los dormitorios de algunas bellas mujeres conocidas, que generaban mis fantasías eróticas de adolescente, o filtrándome en los saunas y baños de las más lindas mujeres y gozar de infinidad de espectáculos sensuales.  Creo que esa era la principal utilidad que le había encontrado a  esa ansiada facultad.  Sin embargo, me parece que ese ya no es el objetivo de mi súper poder, ahora que ya lo he incorporado a mi personalidad; es más, ya no tengo una idea clara de para qué pueda servirme ser invisible.  Pero sin importar nada, soy invisible.  Años de esfuerzo y prácticas de magia, de dedicación infatigable al estudio de innumerables tantras, se han visto compensados por este poder que he adquirido. 
            ¿Han querido ustedes ser invisibles?  ¿Lo han deseado con verdadera devoción?  ¿Y para qué sirve ser invisible?  Pues para muchas cosas (sin perder de vista la siempre interesante cuestión sexual) tales como evitar gente indeseable, compromisos sociales y situaciones engorrosas en general.  Podría servirnos para ser asaltantes de bancos, viajar de polizones, escondernos de la suegra, evitar encargos o mandados; escaparnos de reuniones aburridas, colarnos en los cines y espectáculos pagados, entrar a los estadios.  Recuerden que siendo invisibles nadie nos ve ni nos toma en cuenta para nada; nuestras opiniones salen sobrando y nadie las conoce, pues como somos invisibles, también somos inaudibles, intangibles…  Como no nos pueden ver, nadie nos invita a nada, ni a fiestas ni paseos ni reuniones; tampoco nos piden opiniones o consejos; nuestros hijos, nietos, hermanos, sobrinos, amigos hacen lo que les da la gana, pues como no nos pueden ver, no nos suman ni nos restan.  Tampoco nos preguntan qué canal o programa queremos ver en la televisión pues, al fin y al cabo, somos invisibles.  Y no se les piden opiniones a los invisibles, porque no se ven.
            Ahora que soy invisible ya no estoy tan interesado en cuestiones aventureras, y las otras, las que se me han hecho manifiestas, ya no me parecen tan ventajosas; siento algo de nostalgia por aquellos tiempos cuando todavía me podían ver mis parientes y amigos; cuando me pedían consejos, cuando me tomaban en cuenta en la planificación del día a día.  Sí, sé que era molesto y que quitaba mucho tiempo; tenía que involucrarme en cosas que no me importaban mucho, pero era divertido saber que mi opinión era valiosa para otros.  Ahora que soy invisible, me he liberado para siempre de esa gente estorbosa, pero no dejan de hacerme cierta falta y, a veces, desearía que esta facultad maravillosa no fuera tan absoluta y que pudiera estar bajo mi relativo control.  Ser visible cuando así lo deseara, y que la otra fase fuera facultativa.  Pero parece que el paquete de la invisibilidad viene completo y no se puede descartar aquello que no nos gusta. Hay que tomarlo entero, con lo bueno y lo desagradable.  Así, pues, ya que no hay alternativa, he decidido aprovechar al máximo esta maravillosa cualidad en algunas ocupaciones prácticas y divertidas, como la cuestión sexual
Ahora que no me ven, puedo darme el gusto de observar a las mujeres de la forma que me dé la gana, y como no me ven, puedo hacerlo con la más despampanante insolencia.  Las miro de punta a punta, en el medio, en el tercio, por la espalda, por delante; las observo cara a cara y no se dan cuenta.  Sin ningún recato “clavo” mis ojos en sus pechos, sobre todo, en esas pechugonas que quitan el hipo… y no les importa, pues como soy invisible, les tiene sin cuidado la forma como las miro.  Miran a través de mí como si no existiera, y eso es una gran ventaja de la que no disfrutan los que son visibles.  A estos, si no son guapos, les hacen mala cara e incluso los insultan; pero como yo soy invisible, puedo revisarlas de la manera que se me antoje.  Desde mi ventajosa posición, puedo observarlas como me plazca y sin temor a una cachetada o un insulto.  Sin embargo, no faltan algunas que conservan el “ojo” y me han pillado en alguna de mis rutinarias inspecciones corporales, y con una sonrisa entre alegre y compasiva, me han hecho saber que me “ven”, que mi facultad no es completa con ellas.  Incluso algunas me han ofrecido el asiento en el autobús.  Pero por dicha, estas son excepcionales.  Para la gran mayoría, soy invisible.  
            ¿Es usted un colega invisible?  ¿O no se ha dado cuenta de esa bella facultad?  Ante un espejo, ¿sigue viendo su imagen?  Pero si ya es invisible sin haberlo deseado, no se preocupe ni se sienta decepcionado, pues en la vida hay soluciones para casi todas las situaciones.  Solo es cuestión de adaptarse a lo nuevo de la manera más divertida posible.  No sé qué podrían hacer las mujeres invisibles (salvo pillar a los maridos en cama ajena), pero para los hombres tengo varias sugerencias que podrían serles útiles.   Algunas de ellas podrían parecer tontas, pero eso qué importa cuando uno es invisible: nadie puede vernos ruborizados, tristes ni acongojados.  La invisibilidad ofrece grandes oportunidades, solo hay que buscarlas; y lejos de considerar esta facultad como una desgracia, debemos sacarle todos los beneficios que nos ofrece.  Vean que podemos desaparecer de la casa cuando nos dé la gana sin que nadie se entere; si hay invitados, nadie nota que estamos viendo tele en nuestro cuarto.  Piensen y verán que hay mil oportunidades ventajosas en la invisibilidad, y como nadie espera nada de quien “no está”, todos felices…  Pero lo realmente bello está en ir a los alrededores de la Universidad con algún pretexto, a “pasar revista”.  O a la avenida central… o tantos otros lugares donde desfila infinidad de mujeres bellísimas.  Y todo con total impunidad, pues ellas no se fijan en los invisibles.
            ¡Qué de caderas podemos ver con entero desparpajo, pues nadie se imagina que un invisible esté dedicado a semejante tarea!  Podemos pararnos a verlas con entera indiscreción, girar sobre nuestro eje y observar sus popas con descaro absoluto; podemos analizarlas de pe a pa sin que nos noten.  Y si un desfase de esa dimensión nos torna visibles de repente, siempre nos queda el recurso de una sonrisa bobalicona  y cariñosa. 
            ¿Deseó usted ser invisible alguna vez?  Y aunque hay muchos que siempre lo han sido, muy pocos aprovechan las ventajas que ofrece esta facultad.  No se lamente ni crea que está solo en esa condición.  Casi todos, tarde o temprano y en forma natural, nos convertimos en invisibles, con magia o sin ella.  Así que solo depende de usted el sacarle provecho o convertirse en un amargado.  Y una petición a las damas que leen esta hojita: Díganme de qué manera le sacarían ganancia a este don.  Ustedes tienen mucha más imaginación y no se limitan a las ordinarieces de los hombres.   Como una cortesía de colegas invisibles.
            Con afecto                                  
                                    RIS                            
Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada a blog “LA CHISPA”               http://lachispa2010.blogspot.com

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