1014 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
“MACHISMO” FEMENINO
No hay duda de que la formación de los
hijos (buena o mala) se debe al hogar; y en este, especialmente a la madre. La escuela y el colegio solo son un factor
complementario, pues las bases de lo que uno es, se reciben casi exclusivamente
en el hogar. Los dos ingredientes de la personalidad
están dados por el carácter con el que se nace, y por el labrado y pulido que
los padres realicen con amor (y a veces con rigor) en sus hijos. Es en ese sitio y época cuando se plantan las
semillas de lo que el hombre y la mujer serán.
Ahí se siembran los automatismos que luego se convertirán en conductas
racionales en los adultos. Mediante la
manipulación subliminal, se introduce en la mente de los niños, aquellos
programas que han de producir un determinado tipo de ciudadano que, aunque con
tendencias malignas producto del carácter, tengan en esa formación básica, los
recursos para el control de los comportamientos reprobables. Una de esas actitudes censurables ante la
vida y los demás, es la variante abusiva del MACHISMO (masculino o femenino).
Pero es necesario un pequeño análisis de este fenómeno antes de
exorcizarlo como completamente nocivo.
El machismo es necesario y tiene un componente indispensable en la
especie, en todas las especies, pues es aquel impulso que genera la conciencia
de lo que cada macho es respecto a su grupo biológico. Es cierto que implica competitividad,
agresión, actitud dominante y territorial, pero también de responsabilidad y
protección de las hembras, jóvenes y cachorros.
También genera el instinto gremial y asociación para la defensa. Y aunque el intelecto crea una fundamental diferencia
entre el hombre y las otras criaturas, en su fase biológica, este no difiere
del resto de los animales; es un simio más de la manada; y eso siempre hay que
tenerlo en cuenta.
Esa
diferencia entre el Homo sapiens y el resto de los seres es la que nos da el
derecho a demandar de este un comportamiento distinto. Mientras que los animales se apegan
estrictamente al programa inscrito en sus genes, el hombre puede introducir en
sus patrones de conducta ciertos
elementos que son producto de la “educación”
hogareña y social. Estas son las
desviaciones del machismo que deben ser corregidas mediante la educación
esmerada e inflexible. El machismo es lo
que se puede llamar, las condiciones
ventajistas que se establecen en el hogar en beneficio de los niños (varones),
y las cuales darán nacimiento al despotismo entre los adultos. Y aunque parezca una aberración y un
sinsentido, son las madres las que
patrocinan este comportamiento equivocado y anormal. Al principio, son actitudes que parecen
inocuas y sin importancia; sin embargo, constituyen la letal semilla de una actitud
posterior que habrá de desembocar, necesariamente, en los terribles abusos de
género tan conocidos de todos. Y aquí se
vuelve a hacer presente el tema fundamental, la educación, pues es la carencia
de esta, la que conduce a este flagelo de la sociedad. Son estos niños (varones) malformados por un
sistema doméstico mal entendido, los que están destinados a convertirse en
hombres (¡y mujeres también!) que hacen víctimas de todos aquellos que son más
débiles física o mentalmente.
¿Cómo
funciona esto? Pues muy
sencillamente. Se trata de una estructura de servicios
obligatorios que se implementa en el hogar, a favor exclusivo de los
varoncitos menores que las niñas de la familia.
Muy a menudo, por infinidad de razones bien “justificadas”, estas son
ocupadas como niñeras de sus hermanitos, lo cual conduce a una relación de
vasallaje, tal como lo entienden los
varones. La niña pasa a ser su
sirvienta, la que está a las órdenes del niño para servirlo en lo que sea. Y eso, con la complicidad materna. “Limpie a su hermanito”, “Dele el chupón a su hermanito”, “Limpie ese reguero que hizo su
hermanito”, “Aplánchele la camisa a su
hermano”, y un etcétera enorme y bien conocido de todas las mamás. La niña (futura mujer), es degradada a la
condición de sirvienta de los varones (y eventualmente a la de sus hermanas
menores), y ahí quedan plantados los nocivos gérmenes de lo que será la
conducta machista del hombre ante la mujer.
En su mente, y no por culpa exclusiva de él, la mujer solo es una sirvienta;
alguien que está ahí para su servicio y complacencia. Eso es lo que vio y vivió en su niñez,
momento de las impresiones indelebles, y ese sentimiento lo acompañará para
siempre, de manera inconsciente; él es el producto de una mala “educación”
familiar. Parece contradictorio que las
víctimas del machismo sean, precisamente, sus patrocinadoras inconscientes.
(¿?)
Es
cierto que las niñas mayores pueden (¿deben?) ayudar a sus madres en el
quehacer hogareño, pero esta ayuda debe ser inteligentemente (factor educación)
programada para que no se creen esos vínculos inconscientes e irrompibles que
conducen al sentido de vasallaje.
Recuerden que la tendencia hacia el lado oscuro del machismo, es un
impulso atávico en el hombre; sin embargo, este puede ser atenuado, incluso
borrado, cuando la mujer se niega en forma terminante, y desde el principio de
cualquier relación, a admitir ese papel de sirvienta en la convivencia de
pareja. Aunque solo sea “ama de casa”,
sus deberes y derechos como socia del matrimonio deben ser claramente
establecidos. La mujer, y solo la mujer,
debe darlos a valer. Y desde el
principio, pues si capitula en la fase inicial, su derrota queda establecida para siempre. Comentario
aparte merece la mujer profesional.
Sin embargo, debido a esas relaciones de familia en su niñez, muchas de
estas mujeres conservan la tendencia hacia ese servilismo hogareño (modelo
maternal): trabajan en su profesión, limpian, cocinan, cuidan los niños, lavan,
aplanchan y etc. etc., lo cual solo sirve para reafirmar la tendencia machista
del hombre. Además, a liberarlo de lo
que deberían ser obligaciones
compartidas, concepto que está empezando a calar en los hogares modernos
con buena educación.
Como
podemos ver, la piedra angular de este problema es la mujer y su conducta
derivada de la educación. Y entre esos temas esenciales de la
dominación, está el asunto de los hijos, cuya producción NO debe ser solo
para el halago del marido, sino una decisión común y para cuando a la mujer “le dé la regalada gana” (como dice
doña Gladys, una apreciable lectora de estas “CHISPAS”). Ya se ha
avanzado bastante en este campo, pero aún falta mucho. Tener hijos no debe ser el peaje que paguen
las mujeres para que alguien les dé la comida y les costee la casa. Ese no es el camino de la libertad; por el
contrario, en estos casos los hijos constituyen el peor grillete que les anula
su libre albedrío y la capacidad para sentirse personas ante la vida.
Como
hemos visto, el machismo es un mal corregible desde la niñez, en el hogar. Y su implementación debe estar a cargo de los
padres, en especial, de la madre, pues es esta la que está en mayor contacto
con sus hijos y la que ejerce la máxima influencia en ellos. Pero si sigue la conducta errada, se convierte
en la gestora femenina del machismo masculino.
Y el segundo paso de esta batalla
debe estar a cargo de las mujeres adultas, quienes deben definir claramente las
condiciones de cualquier ayuntamiento.
Convivir con alguien no debe ser una ruleta rusa sin reglas sino un
acuerdo inteligente en el que se contemplen todos los factores de esa relación
y, principalmente, la cuestión de los
hijos. Estos no deben ser producto
de la casualidad o los descuidos con el calendario, lo cual los convierte en indeseados. Llegar a quererlos después, no mitiga lo que
el hecho es en sí, ni les confiere la legitimidad afectiva que deberían tener
desde antes de la concepción. Así, pues,
el machismo no es un vicio que aparece por generación espontánea en los hombres
(y mujeres) adultos, sino que es un largo proceso que tiene sus raíces en los
hogares; es ahí donde se siembran las semillas de este mal que tanto
sufrimiento ocasiona en todas las sociedades y niveles culturales.
Que
estén bien. RIS
Muy interesante el tema pero difieron en su fondo porque el machismo es un fenómeno social. Atribuirle a la mujer la visión machista del mundo es un enfoque unilateral; convierte en "personal" lo que es "colectivo".
ResponderEliminarSi el machismo es un fenómeno social, por tanto histórico, por tanto incorporado en la consciencia, su reproducción es colectiva. Personalmente, recuerdo a mi padre como la figura que más me socializó en el machismo y a mi madre como más deconstructora. Mamá, por ejemplo, nunca perimitió que por mi condición exclusiva de mujer, me convirtiera en su ayudante de los oficios caseros y esclava de los hombres de la casa. Mamá me quiso libre y me preparó para que me desenvolviera en el mundo "público" (reservado machistamente para los machos) y no en el "doméstico". Ella, que era una hacedora extraordinaria de repostería, ni siquiera quiso enseñarme una solo receta, pensando en que si lo hacía, me convirtiera en una repostera como ella y no en la profesional que soy.
¡El machismo es un producto histórico!
¡El machismo es reproducción colectiva!
LOPE