984 “LA CHISPA”
EL CREDIPLÁSTICO
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano se fundamentan los abusos del Poder”
Son innegables las ventajas de la modernidad comercial. Como el crédito, los préstamos, la “internetización” bancaria, los cajeros automáticos y el sinfín de servicios financieros que se obtienen de la banca nacional y privada. Y ni qué decir de las famosas tarjetas de crédito y débito. Es cuestión de magia pura que hace que hasta el más arrancado, se sienta como un magnate con su racimo de tarjetas de crédito. Y hasta el que vende “copos” por las calles, tiene su línea inalámbrica con los bancos, y recibe cualquier tipo de tarjeta con la que le puedan pagar. Dinero plástico se le llama. Práctico a más no poder. Además, nos confiere estatus, categoría de gente caché. El que solo pide la cuenta y saca su rollo de tarjetas de todos los colores y logos imaginables. El dinero plástico nos hace sentirnos importantes, como si tuviéramos montones de dinero en el banco; y ese, quizás, es uno de los trucos más efectivos que estas empresas utilizan para reclutar bobos en ese inmenso ejército de “tarjetahabientes” que hacen las delicias de estas entidades que fabrican clavos de oro gracias a la estulticia de millones de estos inconscientes.
“Libre empresa” es el lema bajo el cual se cobijan estas
transnacionales parasitarias que exprimen los bolsillos de miles de millones de
“clientes” que, irreflexivamente, hacen uso de estos servicios. Bajo el tutelaje de la “libertad
empresarial”, se dan el gusto de expoliar a millones de personas carentes del
más elemental sentido común. De gente
ingenua que debería ser defendida por los gobiernos de cada país. Pero parece que estos consorcios tienen
patente de corso para hacer lo que les da la gana en materia financiera, y bajo
el pretexto de que ellos no dan las tarjetas “a la fuerza”, han creado un fuero
especial que les permite cobrar lo que les da la gana por sus créditos. Hasta
el sesenta por ciento, en algunos casos.
No sé cómo anda este asunto en otros países, pero en este, los intereses
son abusivos en la totalidad de estas empresas.
Y el ESTADO nada objeta; se
lava las manos, es la sacrosanta empresa
privada, la cual NO permite la intromisión del Gobierno en sus asuntos
privados. Y como los clientes de este
sistema son “voluntarios”, asunto cerrado.
Si usted se embarca con una de estas garroteras del crediplástico, es problema suyo.
Está en manos del Diablo, pues ellos tienen todo en su favor, y usted,
todo en contra.
Pero… ¿justifica la cuestión de la libre empresa los
abusos financieros de estas empresas?
¿No deberían estas financieras tener topes fijados por ley, sin importar
que las suscripciones de los “clientes” sean materia de libre albedrío? El Estado NO DEBE dar por válido que todo el mundo (aunque sea adulto) tiene
la capacidad mental suficiente como para discriminar las trampas que estas
fiduciarias les tienden. La banca
privada (en todas sus modalidades), constituye un terreno cenagoso en donde los
usuarios suelen ser sorprendidos desagradablemente. Y es aquí en donde el Estado DEBE INTERVENIR, poniendo coto a los
tipos de INTERESES, modalidad de los
contratos y, sobre todo, a los arreglos de pago. ¿Cómo es posible que esta gente cobre el CUARENTA POR CIENTO o más a sus
deudores? ¿En qué momento y por medio de
qué mecanismos lograron estas empresas esa libertad total para fijar el monto
de los intereses que cobran a sus clientes?
A su capricho.
Ya sabemos que el sistema del crediplástico se sustenta
en la INDOLENCIA de los usuarios (a
veces inocencia o fanfarronería) pero eso no debe ser suficiente razón para que
el Estado le dé su aval a semejante tipo de usura. La simplonería del público usuario, NO DEBE
ser la única razón que justifique este atropello que, en contra de las
economías familiares, llevan a cabo estas garroteras transnacionales. En cualquier clase de trato comercial, cuando
uno de los dos elementos es un vivazo, y el otro, un ingenuo, el ESTADO TIENE LA OBLIGACIÓN de intervenir mediante leyes que establezcan
la equidad en el trato. Es cierto que
debe garantizarse el dinero de los inversionistas, pero esta garantía no debe
llegar a los extremos actuales, en donde estas empresas gozan no solo de la
impunidad para fijar los intereses, sino de todos los recursos legales que les
permite el acoso, embargo, maltrato y todo lo que quieran hacerles a sus
clientes que, por alguna razón, han quedado incapacitados para hacerle frente a
sus deudas.
No cabe duda que el crédito y el dinero plástico son una
gran cosa; que facilitan las operaciones comerciales y el servicio a los
clientes; sin embargo, DEBEN SER
REGULADOS POR LEY. Pero por ley del ESTADO Y DEL PUEBLO, Y NO DE LAS GARROTERAS.
Sabemos que hay gente compulsiva para las compras
y los créditos y que, cuando les abren esa posibilidad, se vuelven locos-as y
son incapaces de refrenarse y llegan a comprometer seriamente la economía
hogareña. Pero como no es posible saber
quién es quién, el Estado debe fijar las reglas de los créditos de manera
oficial. Existen decenas de estas empresas
que ofrecen estas tarjetas incluso por teléfono. Con todo tipo de propaganda y sebos para
engatusar clientes. Y esto NO DEBE SER. El crédito es algo que los bancos (privados o
estatales) deben conceder bajo ciertas normas y procedimientos formales,
sometidos a una legislación especial y muy clara en todos sus pormenores. El crédito entraña serios peligros, pues
compromete la estabilidad económica de las familias, y eso DEBE SER DEL INTERÉS DEL ESTADO.
No puede ser que cualquier
irresponsable sea portador de un rollo de tarjetas de crédito que le permitan
enjaranarse más allá de sus posibilidades actuales o futuras. Y como las garroteras (no sé cómo ni por qué) saben nuestras vidas y milagros en detalle,
no pueden alegar que “no sabían” de las posibilidades de pago de determinado
cliente. En la actualidad, esta gente
posee la información financiera de TODOS
los ciudadanos (posibles clientes) de todos los países. Nada se escapa al ojo avizor de los amos del “Crediplasctic”; son como el Espíritu
Santo: todo lo ven, todo lo saben (¿en contubernio con el Estado?). Así que ellos mismos deberían estar
obligados, por ley, a limitar el crédito de aquellos clientes que no tengan
mayores posibilidades de pago.
Hace falta una legislación que considere los intereses de
los ciudadanos y no solo los de las fiduciarias. El Estado tiene la OBLIGACIÓN de hacerlo, pues en muchos casos, el pueblo es como un
niño al que se debe proteger de su propia irresponsabilidad e
inconsciencia. A esta gente no le
importan los consejos ni los avisos; no tienen mesura alguna cuando tienen una
tarjeta de crédito en sus manos; son suicidas del Crediplastic, víctimas que deben ser protegidas, en contra de su
voluntad, por leyes estatales que velen por los intereses de la familia. El crédito es útil cuando se utiliza
sabiamente en operaciones productivas; pero cuando solo es para “gastar” dinero
en la adquisición de tiliches, se convierte en una especie de haraquiri
económico. A estos kamikazes del Crediplastic les diría: no se metan con
esas garroteras, no se enjaranen.
Obtengan solo lo que puedan comprar al contado. Esa es la mejor manera de mantener a flote la
economía familiar.
Y al Estado, ¿qué se le puede pedir? Este organismo conoce muy bien el problema,
pero parece no importarle un tacaco. Son
demasiados millones (billones) los que se mueven en este negocio que tiene una
semejanza con el de la coca: narcotiza a sus víctimas, y estas se vuelven
colaboradoras voluntarios en su propia aniquilación.
Financierescamente
RIS
Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada
al blog “LA CHISPA” http://lachispa2010.blogspot.com/
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