61 B “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia
cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.
REELECCIÓN PRESIDENCIAL
Los latinos en
materia política, parecemos tener menos inteligencia que las hormigas, sin
importar cuánta mezcla tengamos de indios, europeos o negros. La forma cómo encaramos los problemas
nacionales, acusa una torpeza propia de irracionales, o de una raza incapaz de
merecer el mínimo respeto de las culturas que nos observan desde fuera. Ni siquiera los animales incurren en la
repetición de conductas tan dañinas y autodestructivas como las que realizamos
nosotros en materia política. Y en
materia electorera (política) el latino tiene un techo intelectual semejante al
de un hotentote; incapaz de razonar, se entrega a una pasión desaforada sin
tener en consideración nada más que su bandería partidarista. Las elecciones para nosotros son un acto de
locura colectiva antes que una demostración cívica. Es por eso que no merecemos el respeto de
nadie, pues sin importar nuestra larga experiencia de desaciertos y malos
gobiernos (incluyendo brutales tiranías) seguimos siendo manadas dóciles que
van al despeñadero social tras el canto demagógico de los políticos de turno. Somos incapaces de aprender algo de la
historia.
Un expresidente dijo que este era “un
pueblo domesticado”. Gran decir, que
bien se puede generalizar para todos los países de Latinoamérica, incluidos
tanto los mestizos como los europeizados.
Los indios puros parecen más inteligentes, pues no suelen meterse en
ese juego, ya que “saben” que para ellos la cosa seguirá igual, quede quien
quede. Algo que los demás
no hemos aprendido.
¿Qué es la política para los ciudadanos de estas latitudes? ¿Una especie de lotería o ruleta rusa? Se dice que hay animales que siempre hacen
lo mismo y que nunca aprenden algo nuevo; entre ellos se señala a las termitas,
hormigas y abejas. Pero aunque estas bestezuelas siempre sigan
la misma rutina y no realicen innovaciones en su trabajo, al menos lo hacen a
la perfección. No se sabe de algún panal
que se haya caído porque estaba mal construido.
Pero ¿qué pasa con los latinos? En
materia política ni siquiera tenemos la categoría de termitas. A los ojos de los gringos y europeos,
nuestras parafernalias electoreras son un deplorable y patético espectáculo
circense que a nada conduce; al menos a las grandes masas de ciudadanos. Esa es una de las razones por las que esa
gente no siente el mínimo respeto por nosotros, y por la cual los gringos nos
ven con infinito desprecio. La opinión
más absurda de cualquier país europeo en un foro mundial, tiene más peso que la
más sesuda de toda la América Latina junta.
Dondequiera que vayamos, somos el hazmerreír de la gente civilizada y,
salvo unas cuantas excepciones, nuestros representantes no son más que
sinvergüenzas incultos que andan en busca de qué embolsarse.
Innumerables payasos de todas las
categorías participan en nuestras ridículas elecciones, y basta con que hagan
gala de la más desaforada demagogia, para que millones de individuos votemos
por ellos. Los latinos en general,
encaramos la política como un vacilón; como un “turno” o una fiesta; algo así
como una oportunidad para divertirnos.
Como un partido de fútbol, pero con mucho menos seriedad o preocupación
por sus resultados sociales. El vacilón
de las elecciones es “ganar”, sin importar las consecuencias que nos traiga
haber elegido a un sinvergüenza o inepto, como suele ser la regla. Votar, para nosotros, es endosarle un cheque
en blanco a cualquier charlatán. Pero
lo peor de esta irresponsabilidad cívica se presenta en la reelección de un
candidato. Reelegir a un presidente
solo puede tener una justificación: LA EXCELENCIA QUE TUVO EN EL DESEMPEÑO
DE SU CARGO. Sin embargo, nosotros
reelegimos en ese puesto a cualquier oportunista y avivato, simplemente bajo
los efectos del silbido embrujador de las sirenas del carnaval político; o por
imperativo de la “tesis de manada”; o porque el partido oficial o contrario
no tiene a quién poner. No buscamos al
mejor o la excelencia, sino que nos conformamos con “el menos malo y
conocido”. Y con tan pobre criterio,
jamás podremos salir del lugar donde estamos.
Si tenemos una mente tercermundista para la elección de nuestros
presidentes, eso seremos por siempre.
¿Por qué votamos por alguien que en
su momento nada o muy poco hizo por el desarrollo del pueblo? ¿Por qué sufragamos por alguien cuya conducta
y motivos son dudosos? ¿Por qué elegimos
a alguien cuestionado moralmente? ¿Para
“enchilar” a los del partido contrario?
¿Ese es todo el sentido que tiene la política para nosotros? Con razón estos individuos una vez que llegan
al poder hacen lo que les da la gana, pues saben que un populacho de esa
categoría no es digno de consideración ni respeto; y mucho menos, merecedor de
que el candidato les cumpla las promesas de campaña. ¿Cree el elector que el individuo que
decide reelegirse lo hace por amor a su pueblo y porque tiene un profundo
espíritu de sacrificio cívico?
¿Hasta allí llega su idiotez? ¿A
qué regresa un tipo de esos a la presidencia?
Si nada hizo en su oportunidad, ¿por qué habríamos de creerle que en
esta ocasión lo hará bien? Costa Rica ha
tenido presidentes que lo han sido porque el partido ya no tenía a quien poner;
y eso es una tristeza, pero también es el retrato de lo que somos como
electores; de nuestra conciencia y responsabilidad como ciudadanos. La reelección de cualquier inepto, es la peor
caricatura de lo que somos cívicamente. De
manera que mientras impere el sistema partidista y se imponga la mentalidad
política que norma nuestros actos, seguiremos siendo lo que somos:
gentuza incapaz de aspirar a una mejor forma de vida que se derive de la
capacidad de elegir buenos gobernantes. Mientras consideremos que la política solo es
un vacilón sin importancia y que lo que cuenta solo es ganar las elecciones,
seguiremos jodidos. Europeos y gringos
nos miran socarronamente, esperando que elijamos al próximo presidente para
tomarlo bajo su tutela y concertar todos los tratados necesarios para seguirnos
explotando. Ellos saben lo estúpidos que
somos en materia política. En especial,
cuando reelegimos a algún bandido o inepto que ya ha probado las mieles del
poder. ¡Ojalá que en Costa Rica no nos
pase lo que en Argentina con Menem, o en Perú con Fujimori! Se supone que el elector los conoce... entonces,
¿cómo explicar esa aberrada conducta de los latinos?
Fraternalmente (¿Cómo anda este
asunto en sus países?)
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