1052 “LA CHISPA” 20 de enero de 2016
Lema: “En la indolencia cívica del
ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL INFIERNO ¿EXISTE O NO?
Después
de siglos de atormentar a la humanidad con tan macabra e infame amenaza, recién
se baraja en el Vaticano, una de las “grandes verdades” teológicas que ha
sumido en el horror y la desesperanza a millones de personas. Y junto con la idea del Infierno, también se
han discutido las del Purgatorio y el Limbo.
Y todas con carácter de “eternas”, desconociendo el principio filosófico
de que causas finitas NO pueden generar consecuencias INFINITAS. Esta teoría de terror empezó a ser utilizada
por la iglesia por ahí del siglo sexto, con los escritos de San Agustín, pero
no fue sino hasta el siglo XVI que cristalizó brutalmente la figura del
infierno ETERNO, la cual se afirmó socialmente gracias a la estupenda
descripción que de él hizo “La Divina Comedia” de Dante. Fue gracias a este hombre, que lo que solo
era una difusa teoría, se ancló para siempre en el corazón de los hombres. Y como la descripción topográfica de ese
sitio es tan perfecta, hizo que todos sufriéramos el dolor de los allí
condenados; que sintiéramos el calor abrasador que aquel lugar de suplicio,
cuyo condición de irreversible está
sellada por la leyenda que el Diablo grabó en sus puertas: “¡Oh,
vosotros que entráis, abandonad toda esperanza!”
Todo
el horror que hemos vivido durante los últimos siglos, es culpa exclusiva de
las religiones, de la católica principalmente, y luego, de sus derivados
protestantes. Nada ni nada le ha hecho
tanto daño a la humanidad como todos estos cuentos macabros con los que los
“guías espirituales” han creado un clima de miedo y superstición alrededor de sus
respectivas y ficticias deidades, todos los tipos de dioses personales que han
creado a su imagen y semejanza (del hombre).
Dioses malvados que se solazan con torturar a estúpidas, inconscientes e
indefensas criaturas desprovistas del conocimiento moral necesario para
comportarse adecuadamente y de acuerdo con las exigencias de esos supuestos
creadores, ansiosos de servilismo rastrero, de acuerdo con los manuales de
salvación que fundamentan a cada una de esas congregaciones de fanáticos. Y aunque hay algunas religiones que se
apartan un poco de la barbarie y primitivismo de las iglesias “cristianas”, la
verdad es que todas son malignas y creadoras de doctrinas supersticiosas cuyo
principal fundamento es la doctrina del miedo.
Miedo a Dios, miedo al Diablo, miedo al Infierno, Purgatorio y Limbo;
incluso miedo al mismo discutible Paraíso, cuya existencia constituye uno de
los enigmas más feroces de las religiones que ofrecen semejante lugar de
recreo.
Pese
a las observaciones de docenas de sabios acerca de la imposibilidad física y
filosófica de tal lugar, la idea de ese “espacio” constituye uno de los más
profundos arañazos con los que las religiones nos han marcado el alma para
siempre. No importa lo que hagamos,
incluso que nos convirtamos en ateos, los uñazos que nos pintaron en la tabula
rasa de nuestra consciencia infantil, siguen allí. Aunque entendamos su absurdo y nuestra razón
los descalifique, sus efectos son indelebles: siempre, en lo más profundo de
nuestra consciencia, sentimos pánico. Es algo así como aquel cuento que dice: “Yo
no creo en Dios, pero le tengo miedo”.
Sabemos que el horror principal es el fuego, y como todos nos hemos
quemado alguna vez, hacemos una extensión de semejante experiencia y, además,
la multiplicamos por toda la ETERNIDAD, que es la amenaza preferida de la gente
de iglesia a sus congregaciones de espantados feligreses. ¡Por toda la eternidad! Quemándose como pollos al pastor. Y bajo el efecto de la superstición
religiosa, el miedo supera y anula el raciocinio que debería decirnos lo que es
obvio: una vez muertos, ¿qué importa nada?
El espíritu, si existe, NO es inflamable ni tiene sistema nervioso que
“sienta” los efectos físicos del fuego.
Eso nos dice la lógica. Pero los
miedos religiosos son tan poderosos que todo aquel que ha caído en ese enredo
de supersticiones no puede entender ni escapar de esa prisión emocional.
¿Existe
el Infierno? Como este es un problema
lingüístico, es necesario explicar.
Infierno es todo sitio o situación que cause sufrimiento; así que esa
acepción sí le da validez al infinito número de infiernos que habita cada
persona; cada uno de nosotros tiene su propio, variado, múltiple y real
infierno particular, diseñado a nuestro gusto por la calidad de nuestros
pensamientos, acciones y nuestra mente.
Dependiendo de esta última y nuestro sistema emocional, tendremos los
más surtidos y terribles infiernos diseñados al gusto y satisfacción de cada
usuario. Pero otra cosa es el “Infierno
Oficial” decretado por la Iglesia, y estructurado físicamente por el genio de
Dante.
Es
sobre ese discutible Infierno sobre el que preguntamos. ¿Puede existir semejante contradicción en la
forma torpe e infantil que lo presentan las religiones? Vean que los que van a ese lugar son los
“malos”, los adoradores de Satanás, sus amigotes; por lo tanto, es absurdo
pensar que el Diablo les pague de manera tan cruel a sus fieles
servidores. Siguiendo el hilo de la
lógica, el infierno debería ser un lugar bellísimo y de recompensa para
aquellos que se han dedicado al mal, cumpliendo los mandatos de su
patrocinador, don Sata. La contraparte
de lo que reciben los “buenos” en el cielo.
Eso indica el sentido común. Así,
todos recibirían una especie de gloria benéfica aunque de signo contrario, pero
los efectos finales, deberían ser lo mismo.
Pero
todo esto es pura especulación, nada que justifique los miedos y angustias que
tales ideas y supersticiones religiosas han grabado para siempre en nuestras
consciencias. No hay forma de borrar o
disminuir los miedos que han sufrido millones de personas ante semejantes
disparates de intimidación. No hay
manera de reparar el daño moral, físico y espiritual que han producido en la
humanidad. No hay camino para evitar
esas consecuencias mientras haya religiones fundamentadas en ese núcleo de
ideas malsanas y egoístas. Estas seguirán
causando indecibles sufrimientos que, nacidos del sentido de culpa, continuarán
envenenando y martirizando (verdadero
infierno) el corazón de millones de hombres que, voluntariamente, se someten a
ese martirio de la fe: creer idioteces sin fundamento alguno.
Si
usted quiere seguir creyendo en el Infierno clásico es su derecho; sin embargo,
sería bueno que meditara un poco, que aplique la lógica si le es posible; o el
sentido común, y cuestiónese muchas de esas creencias que las religiones
sostienen como “verdades de revelación” escritas en algún libro sagrado, de los tantos que existen y que han hecho que los
miembros de las mismas congregaciones se exterminen entre ellos. La historia antigua está plagada de esos
ejemplos maléficos. Y los recuentos
modernos en nada han cambiado. Siguen
existiendo los dioses exclusivos, con pueblos elegidos. Dioses enemigos y violentos en contra de los
que no hacen su voluntad, de acuerdo con sus profetas. Solo despliegue una mirada por el mundo
circundante y descubrirá muchas cosas; incluso la existencia de un Infierno
Real, pero NO creado por dios alguno, sino por nosotros mismos. Y si es ese al que se refiere la pregunta de
esta “Chispa”, sí estoy de acuerdo: existe el más terrible infierno que ni
Dante podría haber imaginado. Para
descubrirlo, basta con echar una mirada alrededor y, sobre todo, a nuestro
interior.
¿Usted
qué piensa?
Fraternalmente
RIS Correo electrónico: rhizaguirre@gmail.com
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