miércoles, 10 de febrero de 2016

1052 El infierno, ¿existe o no?



1052   LA CHISPA              20 de enero de 2016
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL INFIERNO  ¿EXISTE O NO?
         Después de siglos de atormentar a la humanidad con tan macabra e infame amenaza, recién se baraja en el Vaticano, una de las “grandes verdades” teológicas que ha sumido en el horror y la desesperanza a millones de personas.  Y junto con la idea del Infierno, también se han discutido las del Purgatorio y el Limbo.  Y todas con carácter de “eternas”, desconociendo el principio filosófico de que causas finitas NO pueden generar consecuencias INFINITAS.  Esta teoría de terror empezó a ser utilizada por la iglesia por ahí del siglo sexto, con los escritos de San Agustín, pero no fue sino hasta el siglo XVI que cristalizó brutalmente la figura del infierno ETERNO, la cual se afirmó socialmente gracias a la estupenda descripción que de él hizo “La Divina Comedia” de Dante.  Fue gracias a este hombre, que lo que solo era una difusa teoría, se ancló para siempre en el corazón de los hombres.  Y como la descripción topográfica de ese sitio es tan perfecta, hizo que todos sufriéramos el dolor de los allí condenados; que sintiéramos el calor abrasador que aquel lugar de suplicio, cuyo condición de irreversible está  sellada por la leyenda que el Diablo grabó en sus puertas: “¡Oh, vosotros que entráis, abandonad toda esperanza!”
         Todo el horror que hemos vivido durante los últimos siglos, es culpa exclusiva de las religiones, de la católica principalmente, y luego, de sus derivados protestantes.  Nada ni nada le ha hecho tanto daño a la humanidad como todos estos cuentos macabros con los que los “guías espirituales” han creado un clima de miedo y superstición alrededor de sus respectivas y ficticias deidades, todos los tipos de dioses personales que han creado a su imagen y semejanza (del hombre).  Dioses malvados que se solazan con torturar a estúpidas, inconscientes e indefensas criaturas desprovistas del conocimiento moral necesario para comportarse adecuadamente y de acuerdo con las exigencias de esos supuestos creadores, ansiosos de servilismo rastrero, de acuerdo con los manuales de salvación que fundamentan a cada una de esas congregaciones de fanáticos.  Y aunque hay algunas religiones que se apartan un poco de la barbarie y primitivismo de las iglesias “cristianas”, la verdad es que todas son malignas y creadoras de doctrinas supersticiosas cuyo principal fundamento es la doctrina del miedo.  Miedo a Dios, miedo al Diablo, miedo al Infierno, Purgatorio y Limbo; incluso miedo al mismo discutible Paraíso, cuya existencia constituye uno de los enigmas más feroces de las religiones que ofrecen semejante lugar de recreo.
         Pese a las observaciones de docenas de sabios acerca de la imposibilidad física y filosófica de tal lugar, la idea de ese “espacio” constituye uno de los más profundos arañazos con los que las religiones nos han marcado el alma para siempre.  No importa lo que hagamos, incluso que nos convirtamos en ateos, los uñazos que nos pintaron en la tabula rasa de nuestra consciencia infantil, siguen allí.  Aunque entendamos su absurdo y nuestra razón los descalifique, sus efectos son indelebles: siempre, en lo más profundo de nuestra consciencia, sentimos  pánico.  Es algo así como aquel cuento que dice: “Yo no creo en Dios, pero le tengo miedo”.  Sabemos que el horror principal es el fuego, y como todos nos hemos quemado alguna vez, hacemos una extensión de semejante experiencia y, además, la multiplicamos por toda la ETERNIDAD, que es la amenaza preferida de la gente de iglesia a sus congregaciones de espantados feligreses.  ¡Por toda la eternidad!  Quemándose como pollos al pastor.  Y bajo el efecto de la superstición religiosa, el miedo supera y anula el raciocinio que debería decirnos lo que es obvio: una vez muertos, ¿qué importa nada?  El espíritu, si existe, NO es inflamable ni tiene sistema nervioso que “sienta” los efectos físicos del fuego.  Eso nos dice la lógica.  Pero los miedos religiosos son tan poderosos que todo aquel que ha caído en ese enredo de supersticiones no puede entender ni escapar de esa prisión emocional. 
         ¿Existe el Infierno?  Como este es un problema lingüístico, es necesario explicar.  Infierno es todo sitio o situación que cause sufrimiento; así que esa acepción sí le da validez al infinito número de infiernos que habita cada persona; cada uno de nosotros tiene su propio, variado, múltiple y real infierno particular, diseñado a nuestro gusto por la calidad de nuestros pensamientos, acciones y nuestra mente.  Dependiendo de esta última y nuestro sistema emocional, tendremos los más surtidos y terribles infiernos diseñados al gusto y satisfacción de cada usuario.  Pero otra cosa es el “Infierno Oficial” decretado por la Iglesia, y estructurado físicamente por el genio de Dante.
         Es sobre ese  discutible  Infierno sobre el que preguntamos.  ¿Puede existir semejante contradicción en la forma torpe e infantil que lo presentan las religiones?  Vean que los que van a ese lugar son los “malos”, los adoradores de Satanás, sus amigotes; por lo tanto, es absurdo pensar que el Diablo les pague de manera tan cruel a sus fieles servidores.  Siguiendo el hilo de la lógica, el infierno debería ser un lugar bellísimo y de recompensa para aquellos que se han dedicado al mal, cumpliendo los mandatos de su patrocinador, don Sata.  La contraparte de lo que reciben los “buenos” en el cielo.  Eso indica el sentido común.  Así, todos recibirían una especie de gloria benéfica aunque de signo contrario, pero los efectos finales, deberían ser lo mismo.
         Pero todo esto es pura especulación, nada que justifique los miedos y angustias que tales ideas y supersticiones religiosas han grabado para siempre en nuestras consciencias.  No hay forma de borrar o disminuir los miedos que han sufrido millones de personas ante semejantes disparates de intimidación.  No hay manera de reparar el daño moral, físico y espiritual que han producido en la humanidad.  No hay camino para evitar esas consecuencias mientras haya religiones fundamentadas en ese núcleo de ideas malsanas y egoístas.  Estas seguirán causando indecibles sufrimientos que, nacidos del sentido de culpa, continuarán envenenando  y martirizando (verdadero infierno) el corazón de millones de hombres que, voluntariamente, se someten a ese martirio de la fe: creer idioteces sin fundamento alguno.
         Si usted quiere seguir creyendo en el Infierno clásico es su derecho; sin embargo, sería bueno que meditara un poco, que aplique la lógica si le es posible; o el sentido común, y cuestiónese muchas de esas creencias que las religiones sostienen como “verdades de revelación” escritas en algún libro sagrado, de los tantos que existen y que han hecho que los miembros de las mismas congregaciones se exterminen entre ellos.  La historia antigua está plagada de esos ejemplos maléficos.  Y los recuentos modernos en nada han cambiado.  Siguen existiendo los dioses exclusivos, con pueblos elegidos.  Dioses enemigos y violentos en contra de los que no hacen su voluntad, de acuerdo con sus profetas.  Solo despliegue una mirada por el mundo circundante y descubrirá muchas cosas; incluso la existencia de un Infierno Real, pero NO creado por dios alguno, sino por nosotros mismos.  Y si es ese al que se refiere la pregunta de esta “Chispa”, sí estoy de acuerdo: existe el más terrible infierno que ni Dante podría haber imaginado.  Para descubrirlo, basta con echar una mirada alrededor y, sobre todo, a nuestro interior.
         ¿Usted qué piensa?
         Fraternalmente
                                      RIS              Correo electrónico:  rhizaguirre@gmail.com

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