1042 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TERRORISMO
SOLAR
Todo el mundo da por descontado que
asolearse produce cáncer de piel; es un axioma médico que nadie discute, no
importa la falta de pruebas contundentes acerca de esta teoría “científica” que
ha producido trillones de dólares a la industria farmacéutica. Esta ha creado el “coco” y, a la vez ofrece
al gran público, decenas de miles de “bloqueadores solares” de diferentes
categorías y poder, según el color de piel de cada uno y de las horas que se
vaya a asolear. Esta ha sido una de las
grandes ideas de la industria; tan buena o mejor que la de las gripes o los
virus que, periódicamente, hacen eclosión y lanzan sus famosos ataques en
contra de la humanidad. Las conocidas y
periódicas blitzkriegs microbianas, que si no fuera por la oportuna,
desinteresada y valiosa acción de las FARMACÉUTICAS, ya habrían exterminado a
todo ser humano.
“Asolearse produce cáncer de piel”. Ese es el dogma que usted y todo el mundo tiene que creer. No importa lo que la verdadera ciencia diga;
tampoco lo que indique el sentido común, la lógica e, incluso las religiones o
el misticismo. Si usted sostiene lo
contrario, es un chiflado e ignorante que no está al tanto de los “concluyentes estudios científicos”
realizados en la universidad tal o cual de Europa a los Estados Unidos. En contra de la lógica, la industria
farmacéutica nos presenta al sol como el villano causante único de ese mal que
ataca a miles de personas. Pero, ¿es
eso cierto? Ignorando que el sol es la
Vida, nos presentan a este como causa de muerte y de dolor. Como la criminal causa de incontables males,
cuando es todo lo contrario. El Sol es
el dador de vida, y sin importar en lo que usted crea (religión, filosofía
etc.), el astro rey es el Logos Solar, la causa única y gloriosa de la vida en
todo el sistema solar. Desde luego que
todo depende del equilibrio que se establezca entre esta maquinaria productora
de vida y cada criatura viviente. El
fuego, el calor y la electricidad que dan vida, también pueden quitarla; pasa
lo mismo con el Sol.
Si alguien se expone de manera imprudente y sin medida a la radiación solar, es seguro
que pagará por eso; si una persona citadina, que trabaja encerrada en una
oficina y que nunca se asolea, se tira en la playa a tostarse por tres, cuatro
o cinco horas, recibirá su merecido.
Pero eso NO es porque el Sol sea “malo” sino por la imprudencia de cada
uno. Al Sol, como todo en la vida, es
algo a lo que debemos acostumbrarnos
metódicamente, con medida y cuidado. La
electricidad es una bendición que nadie puede negar; sus beneficios son
extraordinarios y ha hecho la vida muy cómoda en muchos sentidos; pero también
mata, si usted hace mal uso de ella. Y
porque tanta gente muera electrocutada o quemada, nadie dice que la
electricidad es mala. Claro que si las
farmacéuticas encontraran algún “bloqueador” para estos accidentes, es seguro
que se crearía una serie de dogmas acerca de lo “mala y peligrosa” que es la
electricidad, y de lo bueno y eficaz que es la pomada “Electroblock 40” para
evitar los efectos dañinos de la corriente eléctrica.
Nunca el Sol había sido causa de
cáncer, hasta que las farmacéuticas inventaron los bronceadores y bloqueadores
de sol. Cuando descubrieron la mina
potencial que era los millones de gringas que venían al trópico a hacerse sus
“tan”, el Sol asumió su papel actual de villano. Y a partir de esa clasificación maligna, se
montó una enorme industria “antisolar”: cremas, ropa, sombreros, anteojos,
vidrios, pinturas, colores. Un verdadero
terrorismo solar, y el Sol se transformó en el enemigo público número uno de
los bañistas y todos aquellos que se exponen a él. Pero, ¿es eso cierto? Si usted se interna en el desierto sin agua y
sin protección, es seguro que morirá deshidratado y quemado; igual que si toma
con las manos un cable de alta tensión eléctrica. Sin embargo, eso no significa que el Sol o la
electricidad sean los culpables de la imprudencia de las personas. Eso sería como culpar a las olas por la
revolcada que nos peguen si nos metemos al mar.
O como culpar al toro por la cornada que nos dio si nos metemos al ruedo
sin ser toreros calificados.
Ningún grupo humano, igual que los
animales, necesita artificio alguno para sobrevivir en su hábitat natural. Pero si cambia de residencia (variación de
latitud) necesita un período de adaptación climática que dependerá de la
amplitud del cambio. Incluso en la misma
latitud se hace necesario un determinado tiempo para ajustarse a la exposición
solar. Un oficinista que siempre ha
trabajado en un edificio, puede sufrir una insolación de fin de semana en la
playa
El Sol es el dador de vida; es la
representación más genuina y cercana de lo que podemos imaginar o figurarnos
como Dios; por lo tanto, es un error culparlo de la muerte o daños sufridos por
aquellos imprudentes que no respetan los términos razonables de una relación
cualquiera. Si usted es un “blanquillo”
y quiere establecer una buena relación solar, tiene que hacerlo metódicamente,
poco a poco, durante meses y años. En
cambio, la gente morena del trópico vive en perfecta relación simbiótica con el
Sol; se asolean todo el día y nada les pasa, pues ese es su hábitat
natural. Son los blancos, de las altas
latitudes, los que tienen ese problema solar; sobre todo, cuando quieren un
bronceado rápido. O los que viven en las “cuevas urbanas” carentes de sol. Cada especie viviente está adaptada a su
respectiva latitud y radiación solar sin que esta la perjudique. Y esos daños solo se producen cuando
transgredimos las reglas simples del sentido común. Si somos habitantes de las “cuevas urbanas”,
somos ajenos a la relación natural con el Sol, y este puede quemarnos
gravemente, aunque hayamos nacido en esta latitud, pues hemos renunciado a la
saludable y protectora relación con el Sol.
Es
una cuestión de equilibrio natural. En
las altas latitudes los nativos carecen de pigmento melanina (bloqueador solar
natural) porque no lo necesitan; en cambio, la gente de los trópicos está bien
provista de este y, por lo tanto, la radiación que afecta a un blanco, no lo
hace con el moreno. Es asunto de
adaptación, que debe ser lenta. Si un
blanco comete abusos en el trópico, paga caro su imprudencia. No hay otro camino. Parecido mal sufren los habitantes de las
zonas tórridas cuando se van a vivir a altas latitudes: sufren carencia de sol,
que se manifiesta bajo diversos aspectos (incluso depresión). Todo está sabiamente equilibrado en la
Naturaleza, y es el hombre el que tiene que aprender sus leyes y actuar de
conformidad. Ningún “tropical” puede
llegar a quitarse el abrigo y la camisa en el invierno de Alaska. Ningún noruego debería exponerse brutalmente
al sol ecuatorial. Y ningún blanco
criollo o habitante de las “cuevas urbanas” debe exponerse al Sol de manera
temeraria, pues tendrá su merecido.
El Sol es la Vida. Es el productor de todas las vitaminas que
necesitamos (en forma directa o indirecta); también es el dador de todos los
alimentos. Por lo tanto, es un error
culparlo de lo que no es responsable. Si
el Sol produjera cáncer de piel (opinión
farmacéutica), ¿por qué no todo el mundo en el África ecuatorial tiene cáncer
de piel? Allí todos los hombres andan
semidesnudos, en taparrabos; y se asolean durante ocho, diez o más horas todos
los días durante toda su vida. De
acuerdo con la premisa de la industria farmacéutica, TODOS DEBERÍAN TENER
CÁNCER DE PIEL. También los nativos
autóctonos de la América tropical. Nuestros
campesinos agricultores trabajan “de sol a sol”; incluso de sol a aguacero, y
el cáncer de piel no es general en ellos.
¿Por qué? Porque todo es cuestión
de hábito, moderación y costumbre sistemática. Toda esta gente comienza su entrenamiento
“solar” desde que son niños y, por lo tanto, entran en equilibrio biológico con
el Sol: tanto se asolean, tanto pigmento desarrolla su piel como bloqueador
natural. Ellos pueden pasar días enteros
al Sol sin que este los afecte en lo mínimo.
Equilibrio, respeto, costumbre… esa es la clave. Si alguien quiere hacerse invulnerable a las
quemaduras de Sol, debe entrar en equilibrio con este, poco a poco, hasta que
el mismo Sol le provea del broquel necesario (melanina) para ser invulnerable a
los efectos poderosos del astro rey. El
mismo y maravilloso Sol que hace posible la visión, nos deja ciegos si lo vemos
directamente. ¿Y solo por eso deberíamos
decir que el Sol es causa de ceguera en forma generalizada?
Alrededor de 1300 millones de hindúes se asolean 10 horas
todos los días; y lo han hecho durante milenios, y NO TODOS tienen cáncer de
piel; al contrario, el cáncer es infrecuente en ellos. Las quemaduras de Sol solo se producen en
aquellos imprudentes que, sin una relación cotidiana con él, se exponen de
manera brutal a sus prolongados efectos durante unas vacaciones. El Sol NO PRODUCE CÁNCER. El Sol da vida. Es la mala relación con él la que puede
dañarnos. Pero el mito (el “coco”) hay
que mantenerlo pues lleva ríos de oro a la industria farmacéutica. Usted no tiene que creer… solo medítelo.
Fraternalmente
RIS
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