801 “LA CHISPA”
Lema: “En
la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡BIENAVENTURADOS
LOS POBRES!
¡¿Quiénes
pudieron inventar semejante desatino que contradice toda la esencia de lo que
el hombre ES?! Y mucho más, cuando esa sentencia se pensó y
predicó entre judíos, porque esos mensajes NO
eran para los gentiles ni para la gente de dos mil años después. Señores: ¿hay alguien sobre la tierra cuya
máxima aspiración sea ser pobre? De la
lectura de Lucas podemos interpretar que la “pobreza” se refiere solo al dinero
(Lc. 6: 20), pero Mateo complica la situación cuando le agrega al versículo de
su colega (Mt. 5: 3) una enigmática frase sobre la cual casi nadie se interesa. “Bienaventurados
los pobres EN ESPÍRITU”. Al parecer, Lucas limitó la cuestión a la
riqueza material, pero Mateo la elevó a la condición espiritual y nos metió en
un enredo descomunal que nadie ha podido analizar adecuadamente porque, ¿es un
mérito o bienaventuranza ser “pobre en
espíritu”? ¿Y qué es ser pobre en o de espíritu? Por lo general, solemos considerar como
pobres de espíritu a aquellas personas miserables incapaces de alguna acción
noble o altruista. Ser pobre en espíritu
equivale a ser un desgraciado indigno de ninguna consideración; alguien vacío,
sin filosofía, inculto y falto de metas.
¿Es eso una bienaventuranza? Y si nos limitamos a la definición de Lucas,
resultaría que ser “arrancado” es una bendición. ¿No es así?
¿Hay
algún ser humano que quiera ser POBRE? Pero de verdad, NO de los dientes para afuera.
Por mi parte, yo quiera ser RICO
EN ESPÍRITU pero, también en “chochoska”,
porque después de todo ¿qué tiene de malo tener plata y vivir una buena vida
con todas las cosas agradables que el dinero puede proveer a sus poseedores? Y sin compromiso alguno, pues nadie está
obligado a dar de lo suyo a los demás. Se puede compartir si se desea y si tal acto
no implica quedar en la pobreza. Porque
no es justo ni correcto que los trabajadores diligentes tengan que compartir el
fruto de su esfuerzo con vagos que nada han querido hacer. La fraternidad y el socialismo NO significan la obligación de mantener
alimañas inútiles. La solidaridad es
otra cosa. La justicia social no es
quitar sus pertenencias legítimas a los que han trabajado duramente, para
dárselas a los parásitos sociales improductivos. El que trabaja, ahorra, invierte y posee
talento, tiene el derecho legítimo a gozar de todos los placeres que
proporciona la riqueza, sin remordimientos ni complejos de culpabilidad
religiosos. Así que no es justo que los
credos hagan afirmaciones de este tipo.
¡¿Quién
con una onza de aserrín en el coco puede pensar que ser pobre pueda ser una
bendición?! Claro que
si lo pensamos bien, esta podría ser una jugada muy inteligente de parte de
los que tienen el capital, de la Oligarquía
de siempre. Ellos aplicaron aquel
principio de la falacia de la composición, e introdujeron ese versículo en el Nuevo
Testamento con el fin de apaciguar los ánimos de los millones de personas que
aspiraban a ser ricas. ¿Por qué? Muy simple: porque es bueno que haya unos
cuantos ricos, pero NO que todos lo
sean, porque si todos lo fuéramos, ¿de qué serviría? Cada uno tendría que hacerse la comida,
sembrarla, cocinarla y limpiar su propia casa.
Todos adinerados sería tan inútil como que todos estuviéramos en la
pobreza absoluta. Y esa podría ser la
razón por la cual los ricos inventaron esos versículos que les achacaron a
Lucas y Mateo. ¡Estupenda jugada de la Oligarquía de aquel tiempo! Solo que muy brutal y obvia. Es tan ordinaria y tosca que la gente ha
preferido darle mil interpretaciones seudo místicas que produzcan cierta paz mental
ante semejante desaguisado. De esa
manera pretendían mantener aplacados a los pobres si estos se tragaban la idea
de que ser menesterosos aquí, les garantizaba la “propiedad” del cielo. ¿Cómo
puede ser una bienaventuranza ser pobre en dinero o espíritu? Solo serlo de plata es ya una desgracia,
y peor aún, también tener la cuenta bancaria del espíritu en bancarrota. ¿Se imaginan lo que es estar quebrado
material y espiritualmente? ¡Qué alguien me explique cómo puede ser eso
una meta deseable!
Esa
astucia es la que siempre ha distinguido a la gente platuda (con sus
excepciones, desde luego) y los ha hecho ser poseedores eternos de la
batuta. El invento de las religiones
exotéricas ha sido uno de los más brillantes procesos de domesticación de los
pueblos, aunque, de vez en cuando, hayan incurridos en cosas tan ordinarias
como la de esa discutible bienaventuranza.
La
pobreza siempre es una afrenta, no importa cómo la veamos, pues es un claro
indicador de un conjunto de retos sociales que no hemos podido superar por
pereza, indolencia, falta de talento y otras mil deficiencias. O por la clásica que esgrimen todos los
pelagatos: “mala suerte”. O la frase sacramental de las religiones: “Es la voluntad de Dios”. Y
sobre la cresta de esa ola conformista, encontramos la justificación de nuestra inutilidad y el consecuente fracaso que
nos ha ubicado dentro de esa afrentosa categoría de “bienaventurados”. Cada uno tiene lo que se merece, y esto no
se da porque un dios caprichoso designe en forma aleatoria a aquellos que serán
tocados por la fortuna, como si esta fuera producto de una lotería y no del
esfuerzo personal y del genio. ¿Que hay
ingredientes malévolos en el proceso de hacer fortuna? Indudablemente. Pero eso NO debe ser la justificación para que renunciemos al esfuerzo
necesario para convertirnos en potentados.
Ni siquiera por temor al otro cuento religioso que nos dice que: “Es más fácil que un camello pase por el
hueco de la Aguja, que un rico entre al cielo”.
Porque una cosa es segura: los que tuvieron la diligencia y la
voluntad para hacer fortuna, también tendrán la viveza y la posibilidad para
“colarse” en el cielo. Comprando
influencias, sobornando, colaborando y haciendo
caridad pública.
Esa bienaventuranza
llena de odio, resentimiento, envidia, cólera, codicia y malos pensamientos a
todos los que han sido “premiados”
con ella. Y a los que son de mente y
corazón menos impuros, los llena de estupor y preguntas que nunca obtendrán
respuestas razonables. Porque, ¿cómo
puede ser una bendición pasarse toda la vida deseando las cosas buenas que esta
puede proporcionar a los que luchan por lograr la fortuna, sin importar mucho
los detalles? ¿Qué piensa usted: quiere
recibir la bendición de la pobreza, o la maldición de ser tan
rico como Bill Gates? Pero sin hipocresía. Yo me apunto en la segunda opción.
Pobretescamente
Blog: La Chispa http://lachispa2010.blogspot.com/ con link a Librería en Red
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