84 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del
ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
SAN JOSÉ: LA CIUDAD DE LOS EMBUDOS.
San
José es una ciudad colapsada. ¿Ya lo
había dicho? Innumerables veces. Pero no solo eso, es una ciudad moribunda que
arrastra en su caída a todos sus moradores.
Contaminación espantosa que a nadie parece importarle un zapallo. Ruido enloquecedor, suciedad detestable y
gente agresiva dispuesta a matarse o matarnos por nada, o por ganarse un
segundo para ir a detenerse debajo del próximo semáforo.
San José está llena de dementes
criminales que, al volante de cientos de miles de máquinas infernales, la
convierten en una ciudad terriblemente peligrosa. Hombres y mujeres de apariencia bondadosa,
educados o no; jóvenes o viejos, basta que se pongan detrás de los mandos de un
vehículo, para que sufran una transformación tan radical como la del doctor
Jeckyll. Estas personas,
verdaderos energúmenos, no parecen sentir la mínima consideración por nadie ni
por nada, pues parecen locoides poseídos de una furia homicida
incontrolable. Tal pareciera que su
prisa es lo único importante en el mundo, y que todos los demás deberían
desaparecer de la faz de la tierra cuando ellos tocan en forma impertinente las
pitoretas de sus vehículos. Pero, ¿es
toda la culpa de los choferes, o buena parte de esa conducta es determinada por
el trazado vial de la ciudad? Manejar en
San José es desesperante, angustioso, de locura. No puede ser cómodo conducir un carro en una
ciudad que solamente tiene una calle (avenida segunda) que merezca ese nombre;
las demás, son callejuelas angostitas que fueron diseñadas cuando en la aldea
madre únicamente había carretas y carretones que llegaban hasta el mercado
central.
¿Cómo es que los gobiernos y las
municipalidades han permitido el crecimiento desaforado de una ciudad sin orden
ni concierto, y sin ninguna planificación futurista? Cada día se edifican nuevas urbanizaciones
que se construyen a capricho de los urbanizadores, con callejuelas en las que
no pueden pasar dos carros simultáneamente.
Estas “urbanizaciones” caprichosas, con sus calles orientadas hacia el
sitio que les conviene o les da la gana a los dueños, constituyen verdaderos
tapones viales que hacen imposible la circulación normal norte-sur,
este-oeste. Toda urbanización debería
estar formada por cuadrantes de ochenta a cien metros de lado; con amplias
calles de quince o veinte metros de ancho, y todas orientadas de acuerdo con el
patrón fundamental de la ciudad. Es
decir, si la avenida central de San José va de este a oeste, y la calle central
de norte a sur, TODAS las urbanizaciones deberían seguir el mismo esquema
urbanístico para que, cuando la ciudad las englobe, puedan integrarse
orgánicamente al diseño de esta sin producir tapones. Pero lo que pasa ahora es caótico, cada
conejera de esas constituye un bloqueo del tránsito hacia las afueras de la
ciudad. No puede ser que para
conveniencia de los “urbanizadores”, en un lote con forma circular, se tracen
una serie de callejuelas en círculo para poder acomodar una infinidad de
lotecitos de ocho por diez o doce varas.
Y que además, se le haga una
entrada y salida única; algo así como si fuera una especie de burgo medieval y
no una parte de una ciudad moderna.
Todo el mundo construye este tipo de adefesios, a los cuales es
imposible darles alguna forma técnica de incorporarse a la ciudad sin
desentonar con la orientación normal de esta.
Los Hatillos son el ejemplo clásico de ese desorden urbanístico. Pero no solo son esas pocilgas que, por
razones económicas, se construyeron de esa ridícula manera, sino que, multitud
de urbanizaciones con casas de alto costo, siguen el mismo absurdo estilo. Y todo para beneficio exclusivo de los
“urbanizadores”. Un lote en forma de
triángulo, rombo, círculo, anillo, elipse o lo que sea, es “urbanizado” de
manera que salgan el mayor número posible de lotes. Y cuanto menos espacio se dedique a las
calles, mejor para el “urbanizador”. De
ahí que haya calles norte-suroeste, y otras que empiezan en el sur y terminan
en el sur. De manera que cuando la
ciudad “llega” hasta esas urbanizaciones, pierde la continuidad armónica
y se forma un embudo a veces sin salida, es decir, barriadas en las que hay que
salir por donde se entró; verdaderos tapones.
¿No tienen visión de futuro nuestros
ingenieros responsables del diseño urbanístico de la ciudad? ¿Tienen que plegarse a la voluntad de las
todopoderosas Mutuales de la
Vivienda? Se explica
que estas hagan lo que hacen, pues no son más que mercaderes interesados
únicamente en hacer dinero, pero ¿se justifica que el Estado permita que estos
hagan lo que les dé la gana y ahoguen la ciudad con esos esperpentos que son
verdaderas trampas viales?
Pero ese caos no solo se da en barrios
y urbanizaciones, sino que es en el ámbito total de la ciudad; el pequeño tapón
o embudo de cada una de estas barriadas, ha traído como consecuencia de su
efecto sumado, que San José se haya convertido en “la ciudad de los
embudos”, como dice el título de esta “Chispa”. Analicemos la situación cuidadosamente:
si usted se encuentra en el sur de la ciudad (avenida diez, doce, veinte o la
que sea) y quiere ir a Cartago, puede seguir hacia el este por cualquiera de
esas avenidas, pero a medida que avance, verá cómo se le van cerrando las
posibilidades de seguir en línea recta hacia el este. Finalmente, verá que es empujado, por la
fuerza del diseño de la ciudad, hacia el norte, es decir, hacia la avenida
segunda. Y vaya por donde vaya, tendrá
que caer, “a güevo”, en la avenida que va a la Universidad y a San
Pedro. No hay escape, salvo el laberinto
de la rotonda de las Garantías para que, con suerte, pueda escaparse por
Zapote, en el tráfico endiablado que pasa por el Registro Nacional. Lo mismo le pasa si está al norte de la
ciudad. Ese es el embudo del Este.
Si usted quiere ir hacia el norte de
San José (Tibás, Santo Domingo, Heredia, etc.), tiene que enfrentarse contra el
“Embudo del Norte”, el cual está formado por la callejuela que va a
Tibás, y que es verdaderamente infernal. Y aunque esta es complementada por la
carretera que va a Limón, salir de ella por la calle de la Florida, es una verdadera
pesadilla. También queda la alternativa
de irse por la Uruca;
pero para eso, tiene que tener la paciencia de Job, para lidiar con el tráfago
alucinante y aterrador de esos pocos kilómetros, en donde se puede ver la mayor
colección de todos los disparates viales que pudiera imaginarse un demente.
Luego está “el Embudo del Sur”, el
cual, no importa para donde vaya usted, o en qué parte de San José se
encuentre, este lo obliga, “a güevo”, a pasar por Plaza González, el Centro
Comercial del Sur y la rotonda del puente.
Un poco más hacia el oeste hicieron un escape por el Parque de la Paz, pero este también cae a
la calle de Desamparados o al otro embudo de San Sebastián.
Y finalmente, está “el Embudo del
Oeste”, el cual es aterrador. Allí
está el tapón de la Sabana,
la cual debería haber sido partida para conectar el paseo Colón con la avenida
de Pavas. Eso obviaría el descomunal problema de salir hacia el oeste por la
callejuela (Av. 1ª) al norte de ese paseo.
Y hacia el sur de este, queda el otro tapón de la calle vieja de la Sabana y la nueva que va a
Escazú, otras dos pesadillas de opio.
En síntesis, San José es una ciudad
estrangulada por un “diseño” urbanístico caótico y sin la más elemental visión
de futuro. Un verdadero disparate
surgido de las ocurrencias y la improvisación
de gobiernos y municipalidades, que no parecen tener la menor idea de lo
que es la planificación urbana.
Si le gustó esta “Chispa”,
hágala circular, y piense qué podemos hacer para impedir lo que parece ser el
trágico e ineluctable destino de la “Ciudad de los Embudos”.
Urbanísticamente
Ricardo Izaguirre S. Correo: rhizaguirre@gmail.com
Blog: “La Chispa” http://lachispa2010.blogspot.com
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