domingo, 14 de octubre de 2012

990 ¿Qué o Quién es Dios?



990  LA CHISPA     
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿Quién o Qué es Dios?
            Pero para contestar esta pregunta, antes debemos ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por Dios.  Hay dos respuestas que sin ser muy claras, dan al entendimiento alguna vislumbre de lo que podría ser tal Deidad.  Una: “Dios es el Espacio Infinito y todo lo que contiene”.  Dos: “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.   Dicen todo y nada a la vez.  Sin embargo, nos dejan claro que Dios NO PUEDE SER ninguno de los dioses que la impía imaginación del hombre ha inventado con diversos motivos.  Dios no puede ser Odín, Thor, Zeus, Alá, Yavé, Krishna, Buda, Osiris o la interminable legión de dioses tribales, nacionales o continentales que nos hemos inventado; ni siquiera aquellos de alcance mundial, pues tales criaturas, producto de la inventiva humana, no son más que grotescas caricaturas de lo que debe ser Dios, el principio Rector de todo lo existente.   O como le queramos llamar.  Los hindúes  le dicen “El Poder por siempre oculto”, el Inmanifestado, el Incondicionado y mil nombres más con los cuales solo demuestran un profundo respeto por algo que trasciende todo capacidad de comprensión, pues ellos mismos afirman que ni los más elevados seres celestiales tienen ni la menor idea de lo que pueda ser Dios, el Supremo Brahma o Parabrahman del cual emana todo, y hacia el cual retorna todo cuando cesa el ciclo de Manifestación.
            Entonces es claro que un dios tribal inventado en América del Sur, África o el Medio Oriente NO PUEDE SER DIOS.  Ni siquiera del sistema solar, un modesto y casi insignificante conjunto espacial de dimensiones minúsculas, comparado con el gran sistema del cual forma parte: la galaxia Vía Láctea, la cual, según diversos cálculos puede tener hasta CUATROCIENTOS MIL MILLONES DE ESTRELLAS como nuestro sol.  Y con un diámetro de unos CIEN MIL AÑOS LUZ, hace que nuestro sistema solar sea una minucia espacial.  Entonces, ¿podría un dios tribal inventado en Egipto, Mesopotamia o Palestina ser el Dios de todo la Vía Láctea?  Y la enorme Vía Láctea es un miserable punto oscuro dentro de la inmensidad de ese Espacio Infinito que se considera la representación de Dios.  Vean que estamos hablando del espacio INFINITO.  Y es por eso que los indios dicen que no hay posibilidad alguna de conocer lo que es Infinito: Dios o Brahma, como ellos le dicen.  LO FINITO NO PUEDE CONOCER LO INFINITO.
            Entonces, ¿qué es Dios y qué relación puede tener con nosotros los hombres, moradores del planeta tierra, un diminuto globito parte de un modesto sistema solar, insignificante dentro de la Vía Láctea, la cual no es más que una del INFINITO número de galaxias que forman el Universo?  En Ocultismo se dice que cada Sol es un dios, o una hueste de dioses de elevadísima jerarquía; y para nuestro nivel de comprensión, este representa todo aquello que podemos entender por Dios.  Eso significa que el dios de nuestro sistema solar, el que cuida y organiza todo lo que sucede en sus dominios, reside en el Sol, y desde ahí, controla, rige, dirige y permite la vida de todos los seres que pueblan el espacio a Él asignado.  Pero ese dios NO ES DIOS.  Ni ninguno de los cuatrocientos mil millones de dioses que animan a todas las estrellas de la Vía Láctea; ni siquiera todo el conjunto de ellos.  Ni los dioses que tienen el control sobre gigantescos conjuntos de galaxias.  Y tampoco ellos tienen la menor idea de lo que es Dios.  “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.
De esa manera, tenemos que conformarnos con la idea de que Dios es la Abstracción Absoluta a la que nada podemos atribuirle, “el sin atributos” como dice la vedanta.  Y para aquellos que se dicen ateos, este Dios filosófico, lógico y por siempre incomprensible sí marca un verdadero desafío para que sostengan su punto de vista ateo.  La otra infinidad de dioses inventados por los hombres, como el de la Biblia y tantos otros “libros sagrados” sí son vulnerables a cualquier ataque de la razón o el sentido común.  Es más, ante esos dioses es una OBLIGACIÓN ser ateo, pues la mayoría de estos no son más que copias humanas a las que se les atribuyen poderes superiores que los capacitan para hacer el mal en gran escala: como enviar un diluvio que acabe con casi toda la especie humana.  Dichosamente tales criaturas no tienen existencia objetiva ni subjetiva y, además, son incapaces de realizar los malos deseos de sus respectivos feligreses.  Porque si no fuera así, Yavé ya hubiera acabado con todos los gentiles.  Y Alá con todos los infieles.
            Pero el Dios de los Vedas, el Anciano de los días (el Ain Soph del misticismo judío), el Absoluto de la Doctrina Secreta, el Álaya o Ánima Mundi o el Parabrahman de los hindúes,  es otra cosa muy diferente.  Ese Dios es el que, alegóricamente, le dice al príncipe Arjuna en la batalla de Kurukshetra: “Yo creo todo el Universo con un solo átomo de mi cuerpo, pero yo sigo siendo yo, sin relación alguna con el mundo creado”.  Y es por eso que el Buda decía: “No mires al cielo ni pidas nada de él, pues allí no hay nadie que te escuche.  MIRA DENTRO DE TI, PORQUE TÚ ERES EL BUDA”.
            La infantil idea que nos han metido en la cabeza las religiones, ha sido la causa de nuestra falta de crecimiento moral y de valor para enfrentar la muerte o lo desconocido del más allá.  Hemos hecho de Dios un papá perdonador y alcahuete capaz de salvarnos en el momento final de nuestras vidas, aunque hayamos sido unos depravados.  Lejos de esforzarnos por entender las leyes ineluctables del universo y del mundo moral, nos empecinamos en creer en el “perdón de los pecados” y en el escape milagroso de las llamas del infierno o de lo que pudiera tocarnos al morir.  No nos interesa saber nada del Karma porque esta ley universal es implacable e insobornable, puesto que ni los dioses se encuentran al margen de sus efectos.  Entonces, ¿de dónde hemos sacado la amoral teoría del perdón de los pecados?  ¿O de que hay algún dios que pueda hacerlo?  Porque lo que es DIOS, no tiene ninguna relación “personal” con los hombres..
            Fraternalmente
                                       RIS                                      http://lachispa2010.blogspot.com/



1 comentario:

  1. Hola Ricardo,

    interesante reflexión la que nos proponés.

    Yo leí tu libro ANALISIS, un material que aprecio mucho, pues me deparó grande aprendizaje. ANALISIS me lo proporcionó mi amigo Macho Salazar, un octogenario muy interesado en estos temas.

    No tuve formación religiosa. Esta, que se adquiere en el seno familiar y en la tierna infancia, brilló por su ausencia. Papá y mamá de tanto trabajo que tenían, no tenían tiempo para educarnos en ese espíritu. O, a la larga, es que sencillamente no sentían necesaria esa información.

    Accesé los procesos evangelizadores a los 11 años, cuando de alguna manera, ya había elaborado e incorporado una visión del mundo, donde no atisbaba principios rectores, ni figuras hacedoras de mi mundo exterior y el mío interno.

    Gran parte de mi adolescencia fue esculpida por monjas clarisas mexicanas, con las que a menudo entré en polémica, porque encontraba lleno de contradicciones su mundo mistérico; en el que más incubaba dudas era en el trinitario.

    A la madre superiora, sor Rosario, me atreví a contrariarla: Si la Trinidad son 3 personas distintas en una sola, Dios dejó de existir cuando una de sus partes integrantes, murió en la cruz. Y si Dios nunca muere...¿cómo explicarme el fenómeno?...

    Sor Rosario me prohibió tener ese tipo de dudas y me invitó a creer por FE.

    No me convenció.

    He sido una afanosa de los procesos de desarrollo personal, en virtud de padecimientos emocionales. Los mismos has sido sostenidos, rigurosos y, en su decurso, he concluido que, efectivamente, cuanto he de hacer para que mi ser (¿septenario?)esté en armonía, por tanto saludable, potable, equilibrado, está dentro de mí.

    No hay poder alguno externo al que deba yo invocar para echar a andar las fuerzas internas que perviven en mi ser.

    Esto, unido a mi amor por la libertad, me hace sentir segura, fuerte, optimista. Qué lindo me sabe el saber que no hay nada por encima, ni por debajo de mí que me marque el paso, que me persiga, como el Gran Hermano (orwelliano), que me marque pauta, que me juzgue, obligue y someta.

    Qué bonito sentir que marcho al compás de un movimiento desprovisto de jerarquías subordinantes.

    Y que bonito saber que, si como ser gregaria que soy, necesito del universo y de cuanto le conforma, tal necesidad es creativa, solidaria, sana, mas no genuflexa.

    Me encanta la libertad y, en ese tanto, no puedo concebir la existencia de poder superior alguno que pudiera limitármela.

    No creo en un poder superior, llámesele como se le llame.

    Somos y solo eso.

    Lo demás es pura construcción sobrevivencial y en esa medida la comprendo. Mas no la hago mía.




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