miércoles, 24 de octubre de 2012

589 El recetario de la bondad



589                CHISPA 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL RECETARIO DE LA BONDAD
      Un estimado lector me cuestiona mi concepto acerca de la naturaleza del hombre.  No estaba seguro de a qué se refería hasta que me dijo que yo afirmé que “somos lo que somos y nunca cambiamos”.   No me acuerdo de la “Chispa” pero sí de lo que escribí.   Y no creo necesario rectificarlo; no al menos hasta que alguien me demuestre, con hechos, que estoy equivocado.  La naturaleza interna es lo que somos en verdad, y esa nunca cambia, sin importar lo que aparentemos.  Eso lo sabemos todos, por más que tratemos de engañar a los demás… e incluso a nosotros mismos.  ¿Que esto es filosofía negativa, como dice mi querido lector?  Puede ser, pero eso es el hombre: un ser negativo.   Por donde quiera que se mire es lo único que vemos del supuesto Homo sapiens.   Una criatura ventajista, maligna, nada fraternal, mentirosa… ¿Que hay excepciones?  ¡Claro que las hay!, pero las reglas y leyes en las que se fundamentan los juicios generales no se construyen con base en las asimetrías o excepciones, sino sobre las generalidades.  Tampoco es posible afirmar científica o estadísticamente que hay hombres malos y menos malos, hasta llegar a los buenos, como si se tratara de una escalera.  La maldad es un término absoluto; como la mentira.  El mentiroso es eso.   Punto.  No hay sitios intermedios.
      El malo es malo, y los límites a los que puede llegar solo dependen de las motivaciones, y no de una moral autorreguladora que lo frene en un determinado nivel. Eso sería muy fácil y maravilloso, y creemos en esa teoría porque nos gusta, como todo aquello en lo que creemos.  El presidente Harry SALOMÓN Truman asesinó a cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki, alegando que eso se hacía por el “bien” de los aliados; que con eso se aceleraba el fin de la guerra, y colorín colorado.   Existe o se fabrica la “moral” necesaria para justificar las peores atrocidades.  El Homo sapiens es especialista en eso; en todos los niveles de su vida social.  Como le dijo Francisco de Asís al lobo: “En el hombre existe mala levadura, cuando nace, ya viene con pecado”.   El límite de la maldad de TODO hombre solo está determinado por el miedo que sienta al castigo.   Y es por eso que “buenas personas” se convierten en tiranos sanguinarios; porque cuando se cuenta con la impunidad, se desata la fiera malvada que todos los hombres llevamos dentro.   Por eso somos crueles con los hijos, con los perros, con las esposas y con todos aquellos acerca de los cuales tenemos la certeza de que NO NOS PUEDEN HACER NADA.  Ser malo es como ser borracho: se ES para siempre, aunque se pueda reprimir sus efectos exteriores.  El “jumas” se puede controlar y no parece alcohólico, pero sigue siéndolo.  Está en su naturaleza.  Así es el malo.
      Claro que es bueno tener a un borrachín sobrio, convertido en un hombre útil, pero eso no significa que no siga siendo lo que ES.   Lo mismo pasa en las religiones: muchos se “convierten, aceptan a Jesucristo y todo lo demás” y, según ellos y sus camaradas, se han “transformado” y han alcanzado la santidad.  Es preferible tener en la iglesia a un malo disfrazado de bueno, que un malo “malo” en la calle.  Sin embargo, aunque estos empiecen a actuar como “buenas personas”, están actuando.  Es por eso que el fundamento de todas las religiones es el MIEDO, porque este constituye el único freno posible que mantiene bajo control la maldad natural del hombre.  Miedo a Dios, miedo al Diablo, miedo al Infierno.  Y en menor escala (en la sociedad), miedo al rechazo, a la clasificación, a las multas, a la cárcel.  En todo hombre subyace un delincuente potencial, un torturador, un ladrón, un mentiroso, un depravado sexual.  ¿No?   ¿Y qué es lo que hacemos con nuestros hijos, esposas, maridos, subalternos, empleadas domésticas y animales cuando estos nos demuestran que nos aman o que no pueden o quieren defenderse?   ¿Qué hacemos siempre ante la impunidad?  Solo el MIEDO al castigo es lo único que nos frena.   Y esa es la única diferencia entre los malos absolutos y los malos moderados: el grado de cobardía, valga decir, de MIEDO.
      No nos importa la fidelidad ni el amor que nos tengan cuando queremos darle rienda suelta a alguna baja pasión.  No nos importa dañar, herir, lastimar, engañar o causar sufrimiento.  Y para que no nos duela, inventamos alguna filosofía acomodaticia que nos justifique. 
      Es por eso que me incomoda cuando recibo tantos E-mail con linda música, bonitas fotos y leyendas admirables sobre el Bien y el Mal; sobre filósofos o pensadores, acerca de místicos y lo que hicieron o dijeron.  Mensajes repletos de fórmulas acerca de cómo ser buenos, nobles y todo lo demás.  Todos nos dan recetas de cómo salvar al mundo, a las ballenas y al medio; de cómo remendar el hueco de la capa de ozono,  de cómo ser buen cristiano e hijo de Dios.  Todos nos recetan tolerancia racial, fraternidad, bondad; todos nos dan la impresión de que provienen de gente buena, profetas; de infinidad de teóricos del bien.  Y a veces, hacen que me sienta mal: como el único malo entre un océano de gente bondadosa que ya entró en comunión con la Divinidad.  Pero me recupero pronto y medito: no puede ser que haya tanta gente “buena”, porque si así fuera, el mundo no sería lo que es, lo que veo.  Y me tranquilizo.  Sé que están actuando y que no es que se preocupen porque yo sea bueno, sino porque quieren que yo crea que ellos lo son y que tienen derecho a refutarme.   Solo quieren demostrarme que yo soy muy malo y, por comparación, que ellos son los buenos.  Mis amigos: así que si NO SON BUENOS DE VERDAD, no me manden recetas acerca de cómo ser noble o buen cristiano.   Si no hacen el bien a sus prójimos más cercanos (su familia), no pretendan decirme cómo debo comportarme y acerca de qué puedo escribir o no.  Si no han hecho su DEBER, no me indiquen el mío.  Si no fueron gordos y ahora delgaditos de verdad, no me manden dietas mágicas y maravillosas para adelgazar.
      Aceptar lo que somos es el primero de una infinita cadena de pasos que debemos dar para ubicarnos en el camino; pero sin importar cuánto hayamos andado, NUNCA demos consejos acerca de cómo ser lo que FINGIMOS SER.  Eso es hipocresía.    
      Recetescamente
                                 RIS          E-mail: rhizaguirre@gmail.com




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