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“CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL RECETARIO DE LA BONDAD
Un
estimado lector me cuestiona mi concepto acerca de la naturaleza del
hombre. No estaba seguro de a qué se
refería hasta que me dijo que yo afirmé que “somos lo que somos y nunca cambiamos”. No me acuerdo de la “Chispa” pero sí de lo que escribí.
Y no creo necesario rectificarlo;
no al menos hasta que alguien me demuestre, con hechos, que estoy
equivocado. La naturaleza interna es lo
que somos en verdad, y esa nunca cambia, sin importar lo que aparentemos. Eso lo sabemos todos, por más que tratemos de
engañar a los demás… e incluso a nosotros mismos. ¿Que esto es filosofía negativa, como dice mi
querido lector? Puede ser, pero eso es el hombre: un ser negativo. Por donde quiera que se mire es lo único que
vemos del supuesto Homo sapiens. Una criatura ventajista, maligna, nada
fraternal, mentirosa… ¿Que hay excepciones?
¡Claro que las hay!, pero las reglas y leyes en las que se fundamentan
los juicios generales no se construyen con base en las asimetrías o excepciones,
sino sobre las generalidades. Tampoco es
posible afirmar científica o estadísticamente que hay hombres malos y menos
malos, hasta llegar a los buenos, como si se tratara de una escalera. La
maldad es un término absoluto; como la mentira. El mentiroso es eso. Punto.
No hay sitios intermedios.
El
malo es malo, y los límites a los que puede llegar solo dependen de las
motivaciones, y no de una moral autorreguladora que lo frene en un determinado
nivel. Eso sería muy fácil y maravilloso, y creemos en esa teoría porque nos
gusta, como todo aquello en lo que creemos.
El presidente Harry SALOMÓN
Truman asesinó a cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki,
alegando que eso se hacía por el “bien” de los aliados; que con eso se
aceleraba el fin de la guerra, y colorín colorado. Existe o se fabrica la “moral” necesaria
para justificar las peores atrocidades.
El Homo sapiens es especialista en eso; en todos los niveles de su vida
social. Como le dijo Francisco de Asís
al lobo: “En el hombre existe mala
levadura, cuando nace, ya viene con pecado”.
El límite de la maldad de TODO
hombre solo está determinado por el miedo que sienta al castigo. Y es por eso que “buenas personas” se
convierten en tiranos sanguinarios; porque cuando se cuenta con la impunidad,
se desata la fiera malvada que todos los hombres llevamos dentro. Por eso somos crueles con los hijos, con los
perros, con las esposas y con todos aquellos acerca de los cuales tenemos la
certeza de que NO NOS PUEDEN HACER NADA. Ser malo es como ser borracho: se ES para siempre, aunque se pueda
reprimir sus efectos exteriores. El
“jumas” se puede controlar y no parece alcohólico, pero sigue siéndolo. Está en su naturaleza. Así es el malo.
Claro
que es bueno tener a un borrachín sobrio, convertido en un hombre útil, pero
eso no significa que no siga siendo lo que ES. Lo mismo pasa en las religiones: muchos se
“convierten, aceptan a Jesucristo y todo lo demás” y, según ellos y sus
camaradas, se han “transformado” y
han alcanzado la santidad. Es preferible
tener en la iglesia a un malo disfrazado de bueno,
que un malo “malo” en la calle. Sin
embargo, aunque estos empiecen a actuar como “buenas personas”, están actuando. Es por eso que el fundamento de todas las
religiones es el MIEDO, porque este
constituye el único freno posible que mantiene bajo control la maldad natural
del hombre. Miedo a Dios, miedo al Diablo, miedo al Infierno. Y en menor escala (en la sociedad), miedo al
rechazo, a la clasificación, a las multas, a la cárcel. En todo hombre subyace un delincuente
potencial, un torturador, un ladrón, un mentiroso, un depravado sexual. ¿No?
¿Y qué es lo que hacemos con nuestros hijos, esposas, maridos,
subalternos, empleadas domésticas y animales cuando estos nos demuestran que
nos aman o que no pueden o quieren defenderse?
¿Qué hacemos siempre ante la impunidad?
Solo el MIEDO al castigo es
lo único que nos frena. Y esa es la
única diferencia entre los malos absolutos y los malos moderados: el grado de cobardía, valga decir, de MIEDO.
No
nos importa la fidelidad ni el amor que nos tengan cuando queremos darle rienda
suelta a alguna baja pasión. No nos
importa dañar, herir, lastimar, engañar o causar sufrimiento. Y para que no nos duela, inventamos alguna filosofía acomodaticia que nos
justifique.
Es
por eso que me incomoda cuando recibo tantos E-mail con linda música, bonitas
fotos y leyendas admirables sobre el Bien y el Mal; sobre filósofos o
pensadores, acerca de místicos y lo que hicieron o dijeron. Mensajes repletos de fórmulas acerca de cómo
ser buenos, nobles y todo lo demás.
Todos nos dan recetas de cómo salvar al mundo, a las ballenas y al
medio; de cómo remendar el hueco de la capa de ozono, de cómo ser buen cristiano e hijo de
Dios. Todos nos recetan tolerancia
racial, fraternidad, bondad; todos nos dan la impresión de que provienen de
gente buena, profetas; de infinidad de teóricos
del bien. Y a veces, hacen que me sienta mal: como el único
malo entre un océano de gente
bondadosa que ya entró en comunión con la Divinidad. Pero me recupero pronto y medito: no puede
ser que haya tanta gente “buena”, porque si así fuera, el mundo no sería lo que
es, lo que veo. Y me tranquilizo. Sé que están actuando y que no es que se
preocupen porque yo sea bueno, sino
porque quieren que yo crea que ellos lo son y que tienen derecho a refutarme. Solo
quieren demostrarme que yo soy muy malo y, por comparación, que ellos son los
buenos. Mis amigos: así que si NO SON BUENOS DE VERDAD, no me manden
recetas acerca de cómo ser noble o buen cristiano. Si no hacen el bien a sus prójimos más
cercanos (su familia), no pretendan decirme cómo debo comportarme y acerca de qué puedo escribir o no. Si no han hecho su DEBER, no me indiquen el mío.
Si no fueron gordos y ahora delgaditos de verdad, no me manden dietas
mágicas y maravillosas para adelgazar.
Aceptar
lo que somos es el primero de una infinita cadena de pasos que debemos dar para
ubicarnos en el camino; pero sin importar cuánto hayamos andado, NUNCA demos consejos acerca de cómo ser
lo que FINGIMOS SER. Eso es hipocresía.
Recetescamente
RIS E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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