viernes, 12 de octubre de 2012

989 ¿Y qué tal si no hay nada?



989    LA CHISPA            

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿Y QUÉ TAL SI NO HAY NADA?                     
            
 Evadimos el tema de la muerte por dos razones: porque estamos jóvenes y nos tiene sin cuidado, o porque estamos viejos y nos da pánico.  Puede haber otras razones, pero todas ellas se deben a la ignorancia supina que existe sobre el tema, la falta de certeza sobre el más simple detalle de este inevitable suceso que, tarde o temprano, a todos nos alcanza.  Aparte de los postulados de la fe, NADA SABEMOS SOBRE ELLA.  La Pelona es el gran misterio.  Solo una cosa conocemos de ella, que nos llegará cuando menos lo esperemos.
            Ahora bien, ¿cómo encarar esa aventura?  El miedo y la incertidumbre son inevitables, pues igual que cuando hacemos un viaje, no podemos evitar el temor, así sea que vayamos de paseo a París o Praga; separarnos de los nuestro y lo conocido siempre provoca zozobra, aunque vayamos henchidos de alegría y curiosidad.  Así que como NO podemos descontar por completo el sentimiento de vacío y terror, deberíamos adoptar una de estas dos posiciones: la primera es la que dice mi amiga Sonia: “No hay nada más allá, cuando uno patalea, lo hace igual que un perrito, un gato o cualquier animalito; hasta allí llega todo.  Solo sigue el olvido.  La NADA”.  Si no hemos desarrollado la ilusión (MANÍA) de “vivir eternamente” como dicen las religiones, este pensamiento resulta liberador, agradable, feliz y total, pues nos permite vivir a plenitud esta vida única que conocemos, sin enredarnos ni comprometerla en función de fantasías acerca de las cuales NO TENEMOS PRUEBA ALGUNA.  Si esto fuera así, sería bellísimo, pues ni siquiera tendríamos tiempo de arrepentirnos ni seguir torturándonos con temores religiosos acerca del pecado, paraíso, cielo o dioses castigadores.  Se acabó la película.
            Y por otro lado --me dice Sonia--, si hay algo, tiene que ser mucho mejor que la vida terrestre, pues el gran problema de esta es el cuerpo, y este está sujeto a todo tipo de sufrimientos (con dinero o sin él, con buena o mala cuna); la vida es una tortura de principio a fin; y salvo fugaces momentos de paz, es una batalla horrenda de la cuna a la tumba.  Así que morir, parece mejor que estar vivo.  Sin embargo, el apego a la vida física, a la familia y las cosas que “tenemos”, es lo que nos hace que anhelemos seguir viviendo no importa en qué condiciones; incluso enfermos e inválidos, pero con la ilusión de que “talvez mañana mejoren las cosas”.  Y con esa “esperanza” miles de millones se marchan de la vida sin haber experimentado ni un día de paz, consuelo o bienaventuranza.  Rezando y rogando a todos los dioses, santos, vírgenes y cuantos íconos les enseñaron a amar y respetar.  Y lo que es peor, se van con la convicción de que si no obtuvieron nada, es porque “no lo merecían”; así está diseñado al sistema para que se perpetúe. 
            ¿Están de acuerdo con Sonia?  Es solo un par de teorías, como tantas hay, pero tan válida como cualquiera.  A mí me gustan las dos.  La primera es de maravilla.  Y a la segunda, yo le agregaría parte del mito griego, que no es sino la síntesis poetizada de lo que dice el hinduismo, budismo y la misma Doctrina Secreta: nos sumergimos en el olvido, tomamos el agua de de la fuente de Lete (o Leteo) y olvidamos todo.  La vida pasada y sus desgracias, la familia, los afectos, los recuerdos; es decir, el alma se deshace de todos esos estorbos emocionales para continuar viviendo en un mundo superior en donde no existe el dolor (los recuerdos).  Es la aniquilación de la “Personalidad”, de la consciencia del “Yo soy Yo” del que habla el budismo, razón por la cual no goza de muchas simpatías en occidente. 
            El doloroso aceptar esta teoría si desconocemos a fondo el mecanismo que le da sustento filosófico, pero una vez que lo hemos logrado, no damos cuenta de que es la manera más lógica de explicar el mecanismo de la evolución humana (si creemos en esto) y cómo nos desembarazamos de la abrumadora masa de dolor con la que nuestro paso por la vida física nos ha aplastado.   Si no hay olvido, NO PUEDE HABER CIELO FELIZ.  Y si existe la Justicia Divina (que debe existir aunque no la entendamos), el OLVIDO de todo lo desagradable debe ser el requisito sine qua non para el descanso del apaleado viajero que llega a las playas del otro mundo.  El mínimo recuerdo que permanezca del mundo que hemos dejado, nos sumiría en la infelicidad más amarga, y eso no sería justo. 
            También nos queda la alternativa religiosa que dice que podemos entrar al Infierno (por siempre o temporalmente), al Purgatorio o directo al Cielo.   Pero no nos hablan de OLVIDO, y esa es la clave del asunto.  ¿Se imaginan a una madre que muere dejando dos o tres hijos chiquitos huérfanos?  ¿Qué cielo puede haber para ella si persiste el recuerdo de sus criaturas?  Ni el mismo Infierno sería tan cruel y doloroso.  Y si a esto le agregamos la posibilidad (teoría religiosa) de que las mamás pueden “ver” a sus hijos desde el cielo, eso sería el colmo de la crueldad más perversa que alguien pudiera imaginar.  Estimados amigos: piénsenlo y hagan algún comentario al respecto.  Esto no es dogma ni fanatismo.  Solo unas ideas para cavilar, después de todo, es un asuntito que a todos nos atañe.
            Yo por mi parte (porque me conviene) soy partidario de la teoría del OLVIDO.  Aunque no deja de agradarme la de la NADA.  Por favor, cualquier comentario, me lo envían a mi correo electrónico; o pueden hacerlo en el blog:   http://lachispa2010.blogspot.com/
            Fraternalmente            
                                               RIS                             Correo: rhizaguirre@gmail.com

2 comentarios:

  1. Ricardo,

    veo que establecés diferencias entre OLVIDO y NADA. ¿Podrías describir tales diferencias?

    Muy interesante el tema aquí planteado.

    El problema de la Muerte yo lo entendí la vez que fue intervenida quirúrgicamente, para extraerme la vesícula biliar.

    Recuerdo mi dulce transitar hacia el sueño profundo, una vez anestesiada.

    Luego...NADA.

    Varias horas mi cuerpo fue hollado, maltratado, hurgado, cortado, no sé cuantas capas abajo de mi subyacencia.

    De ese proceso, no recuerdo absolutamente NADA.

    ¿Qué hubiese pasado si hubiese muerto? Creo que NADA...

    Por eso, al igual que Sancho Panza, creo que el morir es parecido al dormir, con la diferencia de que el dormir es transitorio y el morir eterno.

    Pero tenés razón: En virtud de nuestro constructo, vemos a la muerte como algo terrible y antinatural. Por tanto, nuestro MIEDO.

    Ojalá y un día, en un constructo distinto, muerte y vida sean realmente las dos caras de una misma moneda. Entonces, celebraremos tanto el nacer como el morir.

    Saludos.

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    1. Mi estimada amiga: me encantaría me enviara sus comentarios a mi correo electrónico: rhizaguirre@gmail.com Así podríamos "conversar" de manera más amplia y cómoda, pues aunque usted no lo crea, yo soy filisteo en estos menesteres de la computación, y es por esa causa que nunca contesto los comentarios; muchas veces ni siquiera los leo. Espero que me escriba a mi dirección. Con afecto
      Ricardo Izaguirre S.

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