martes, 28 de marzo de 2017

1076 La Reencarnación



1076  LA CHISPA      (13 de marzo de 2017)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA REENCARNACIÓN
            ¿Existe o no la reencarnación?  Hay dos respuestas: sí y no.  Incluso una tercera: talvez.  Si creemos que no, ahí se acaba la discusión; pero si creemos en ella, tenemos que entender y aceptar en su totalidad los postulados de esta,  los cuales son muy complejos, desesperantes y nada complacientes.  Las grandes religiones de occidente han simplificado este asunto de una manera muy simplista y falta de lógica, lo cual ha dado paso a una mala interpretación de esa doctrina.  La han tergiversado (o deformado) de manera que, han hecho posible, en teoría, que una sola vida sea suficiente para lograr la “salvación” o irse al infierno.  En cambio, las confesiones orientales, sabiamente, dan explicaciones más realistas para escapar de la Rueda de Samsara, el ciclo casi interminable de renacimientos y muertes.  Y al final de este, se llega a la emancipación conocida como el NIRVANA.  Cuando el Hombre, después de un larguísimo peregrinar por el mundo de la materia (el infierno)  se ha purificado y se hace merecedor de la liberación de los lazos de esta.   El gran Maestro Sankara dice en su obra “La joya Suprema del Discernimiento” que eso se logra después de CENTENARES DE MILES de encarnaciones.  Y aunque hay algunos que lo logran en menos tiempo (como Buda), no es posible hacerlo sino después de miles de encarnaciones.  No existen los atajos en el camino de la “salvación”.  Debemos dedicarle cientos de vidas a la corrección parcial de un solo defecto como la ira.  No es posible hacerlo en una sola vida, por más que nos hablen del perdón de los pecados o las elecciones arbitrarias de un Dios entrometido; tal cosa no existe, según la filosofía oriental y la Doctrina Secreta.  La Rueda de Samsara es un camino  áspero en donde no existe más gracia que la que logra cada hombre por sus propios méritos y no por intercesión de nadie.  El Sendero es duro y realista, y no da cabida a las fantasías acomodaticias al gusto.  ¿Ha logrado usted vencer uno solo de sus vicios morales que más le avergüenzan?  ¡Claro que no!  Aunque le agrade fanfarronear al respecto.  Aunque sea fanático del autoengaño.
Por otra parte, las religiones de occidente han inventado todo tipo de teorías simpáticas para la captación de “adictos”, tales como el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y otros disparates semejantes o peores.  Todo un clientelismo cuyo único fin parece ser el de reclutar fieles incondicionales a los dogmas de sus respectivas agrupaciones.  Y como trasfondo de todo, se encuentra un decorado milagrero al gusto del público y feligreses.
         Según la Doctrina Secreta, el Hombre es un peregrino de la Eternidad; una chispa divina desprendida de la Gran Llama y que, mientras dura su largo periplo, se encuentra solitario, librado a su propia suerte, a su capacidad, en síntesis, a su libre albedrío.  Debe recorrer todo el trayecto doloroso en la búsqueda del Sendero que habrá de conducirlo al paraíso que dejó atrás.  Y cuando termina su viaje, lo hace como un dios poderoso y autoconsciente de su grandeza y sabiduría. Eso, según la filosofía oriental.   Pero… un momento.  ¿Quién es ese Hombre que evoluciona durante esa “eternidad” de sufrimiento?  ¿Es usted, Pancho Pérez?  ¿Juanita García?  ¿Yo?  Por supuesto que no.  No se engañe ni permita que le hagan historietas al gusto suyo.  El hombre físico que somos, solo es el vehículo (la prisión) del Hombre Eterno, del dios que encarna y se sumerge en la materia.  Ese es el ángel caído de la metáfora, el Hombre inmortal.  Decepcionante ¿no es cierto?  Pero así es, si se fija bien en los escritos sagrados y esotéricos de todas las grandes religiones.  El hombre que vemos solo es un instrumento, una herramienta que es utilizada en el desarrollo del Dios interno.  Que no es usted.
Según la Doctrina Secreta el hombre está constituido por dos partes: la Personalidad y la Individualidad.   La personalidad es el ego inferior que está formada por el cuerpo físico, el emocional y la mente baja; esta es la que se apodera del personaje y llega a creer que ella es el dios evolucionante.  Pero todos estos cuerpos desaparecen con la muerte.  Luego está el Ego Superior, el dios interno del que habla Pablo.  Esa es la entidad que encarna y evoluciona, utilizando en el transcurso de su largo viaje, a centenares de miles de cuerpos físicos (personalidades) que le sirven de vehículo para su proceso evolutivo.  Así que si usted cree que es quien va a “ir al cielo”, está equivocado lastimosamente.  Pero por más que nos duela y nos haga sentir mal (debido al apego al “yo”), esa parece ser la respuesta lógica. 
¿Ha pensado usted en lo terriblemente difícil que es “dominar” uno solo del infinito número de vicios morales (debilidades) que tenemos?  Piense en la lujuria, la gula o la ira, y medite en cómo dominan su voluntad; son demonios internos que nos manejan a su antojo.  Y son miles de esos defectos los que controlan por completo nuestras acciones.  Entonces, ¿por qué suponemos que sea posible librarse de todos ellos mediante un esporádico “arrepentimiento” o cualquier otro artificio religioso?  O por el “perdón de los pecados”.
Según lo plantea la filosofía oriental, el camino es claro: aceptar lo que somos (conócete a ti mismo), e iniciar el recorrido del Sendero con una finalidad bien clara: la liberación.  Pero esta, como todos lo sospechamos, es imposible de lograr en una sola vida.  NO SE PUEDE.  Así de simple.  Y ese es el principal argumento a favor de la reencarnación del Ego.  Claro que lo más difícil de esta teoría es la aceptación de que nosotros solo somos la PERSONALIDAD, un instrumento desechable que solo sirve al propósito evolutivo de nuestro dios interno, el Ego reencarnante, del cual nada sabemos.  Y lo que es peor, con el cual NO tenemos contacto alguno demostrable mediante la ciencia, las religiones, la sicología o la razón.  Aterradora teoría, ¿no es cierto?  Es más fácil, agradable y tranquilizante el “paquete” de salvación que nos ofrecen las confesiones occidentales.  Pero, ¿realmente cree usted en la posibilidad real de salvarse mediante los rituales que nos ofrecen nuestros pastores y sacerdotes?  ¿Qué sospecha usted?  ¿Apuesta por lo fácil?  Háganos un comentario.
Fraternalmente
                            Ricardo Izaguirre S.                 Correo: rhizaguirre@gmail.com
Blog:   www.lachispa2010.blogspot.com/
                           
          

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