lunes, 30 de junio de 2014

1028 Yo tengo un yerno



1028    LA CHISPA             
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
YO TENGO UN YERNO
            ¿Y qué? –dirán algunos—casi todo el mundo tiene un yerno, o muchos.  Pero el mío es diferente y cae dentro de la categoría de esos seres tan especiales que constituyen un orgullo no solo para su familia y amigos, sino para la especie; incluso para el  juicio de un viejo intolerante como su suegro, quien ha situado para los hombres, a una altura casi inalcanzable,  la condición de “persona”.  Él pertenece a ese tipo de seres que son un ejemplo de rectitud y corrección; de condición humana que sobrepuja los límites de las características sociales normales.  Es uno de esos raros especímenes sobre cuyos hombres recae el terrible privilegio de impedir que los dioses nos borren de la faz de la tierra.   O que tomen la decisión de eliminar a todos aquellos mortales que no cumplimos los requisitos mínimos del derecho a la vida.  Mi yerno es una buena persona, un hombre moral que se encuentra muy por encima del promedio de los seres tolerables que he conocido en mi larga vida.  Y creo que ese es el mayor elogio que le puedo prodigar a alguien. 
            Cuando lo conocí, hace todos los años que tiene de vida mi nietecita Laura, más uno, confieso que me fue casi  indiferente; solo era alguien que atravesó la ruta de su vida por mi camino.  Nada más.  Pero en todos estos largos años de lucha en las que lo he observado, se ha ganado no solo mi aprecio profundo sino mi total respeto.  Y no es que mi opinión deba importarle un tacaco, pues estoy seguro de que su conducta es así, porque así es, y no por complacer la opinión de nadie.  Don Verner, es usted todo un Señor; un marido excelente, un caballero a carta cabal; además, un padre correcto, bondadoso y preocupado por el bienestar de sus hijas.  Más allá del simple deber de buen proveedor, usted ha sido ese Peñón de Gibraltar sobre el cual han podido apoyarse con plena confianza mis adorables nietas.  Usted ha cumplido con todas las expectativas que se tienen sobre un buen padre… y yo diría que mucho más.  Consérvese tranquilo y satisfecho; la labor fue realizada exitosamente.  Aró, sembró, regó y obtuvo una buena cosecha.  Nada hay que lamentar, y lo que se salió del canasto, es algo que solo está en las manos del Destino, o Dios, si usted prefiere ese nombre.
            Ahora es tiempo de descanso, la tarea casi ha terminado; y usted, lejos de lamentar, debe sentirse profundamente orgulloso de su labor como padre, marido, amigo y yerno.  Sobre todo, esto último (porque soy muy exigente) porque como dije: para mí, muy pocos individuos alcanzan la categoría de PERSONAS.  Y usted es una de esas pocas PERSONAS, gracias a las cuales siento un hilo de esperanza por la humanidad.
            Y por favor, no se le ocurra darme las gracias por esta declaración, pues lejos de ser un hueco panegírico, solo es un pobre, casi mezquino, reconocimiento a las condiciones morales de un hijo entrañable, a quien admiro sobremanera dentro de ese pequeño círculo de hombres y mujeres a los que estimo por encima de casi todo.
            Que los dioses lo bendigan y le sirvan de broquel ante lo que sea.
            “Su suegro preferido”   RIS

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