lunes, 30 de junio de 2014

1025 Información real



1025  LA CHISPA              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
INFORMACIÓN REAL
        Hay preguntas forzosas que deberíamos exigir a nuestros guías religiosos; pero en lugar de eso, damos por un hecho que las cosas se aclararán solas, y que todo se ajustará a la medida de nuestros deseos.  Pero cuando se trata de algo tan definitivo como la muerte, deberíamos ser mucho más inquisitivos y diligentes en nuestra búsqueda de respuestas.  Por indolencia o miedo dejamos todo para después, y ni siquiera tratamos de imaginarnos las condiciones de la vida post mortem, a la que todos debemos llegar, tarde o temprano.  Si vamos a hacer un viaje a algún país extraño, averiguamos todo los que sea posible y pueda servirnos (horarios de vuelo, costos, hoteles, vías, sitios de interés, historia, casinos etc. etc.).  Casi nada se nos escapa, y vamos bien provistos de toda la información que podemos investigar; y aunque esta no resulte exacta en todos sus detalles, por lo menos es aproximada y nos da una idea general del entorno que vamos a visitar.  No hay sorpresas bruscas o desconcertantes.  Sin embargo, en los dos viajes más importantes que hacemos en la vida, no somos tan cuidadosos.  Casi parecemos despreocupados.  Uno de esos viajes es el de la vida, y el otro, el de la muerte.  Con el primero no falta quien nos dé consejos (buenos o malos), y casi siempre tenemos familiares que nos dan algunas pistas que nos sirven aunque solo sea para lamentarnos de no haberlos atendido a tiempo.  Pero en el viaje final, el de la muerte, nadie nos dice nada; y no porque no quieran sino porque casi nadie sabe nada.  Todo se limita a las teorías religiosas que deben creerse por pura fe, miedo o esperanza.  Nos acercamos a la muerte llenos de zozobra, incertidumbre y más miedo.  Solo tenemos un cúmulo de teorías.
            ¿No es posible CONOCER algo del más allá antes de ser huéspedes de ese ignoto terreno?  Seamos creyentes o no, ese paso obligado es un misterio fascinante que no deja de apasionarnos.  Entonces ¿por qué no hemos de dedicarle parte de nuestro tiempo al planteamiento de algunas preguntas que surgen ante la presencia de la muerte?  La negación del materialista parece ser una buena salida, pero tanto este como el creyente, no puede estar seguro de aquello en lo que CREE.  Así, pues, ¿cuál es la actitud mental que debemos tomar ante este ineludible problema?  Porque nos guste o no, es el corolario inevitable de la vida.  Es ineluctable, doloroso, aflictivo y lleno de preguntas sin respuestas.  Podemos fingir indiferencia ante él, pero está ahí, impredecible y siempre al acecho.  No lo podemos ignorar.  No se puede…no se debe.  De tal manera que, sin convertirlo en una obsesión, debemos tomarnos algún tiempo para buscar respuestas a este siempre apasionante tema.
            Casi todos presentimos “que hay algo”,  que tiene que haberlo.  Que no es posible que un hombre viva, haga gala de inteligencia superior, muera y desaparezca para siempre.  Parece un desperdicio que va en contra de las leyes de la Naturaleza, la cual es atemorizante en su eficiencia y precisión.  Sin embargo, es probable que las respuestas que nos damos no sean más que el producto de nuestros miedos y supersticiones.  Una de esas respuestas se encuentra en la fe; pero esa no es suficiente para todos, ni siquiera para aquellos que dicen creer en los cielos y paraísos de las religiones.  Pueden creer con mucha intensidad, pero solo es eso: una creencia y ninguna certeza.  La otra vía es la de “los que saben”, la de aquellos Hombres que, a través de los siglos y milenios, han alcanzado un desarrollo espiritual y de conocimientos que los capacita para SABER la Verdad.  Pero para la mayoría de la gente, estos seres siguen siendo tan etéreos y alejados como los ángeles y arcángeles de las religiones (¿o serán los mismos?).  Además, hace milenios que no se hacen presentes de forma categórica e indudable para el común de los humanos.  Solo conocemos sus leyendas, por medio de intermediarios.  Así que estamos en la encrucijada: o creemos en el Paraíso bíblico, o en la alternativa que nos ofrecen las Ciencias Ocultas, el budismo y la Doctrina Secreta.  Pero todavía queda la alternativa de los ateos de verdad: la Nada.  Así, pues, creemos en el Paraíso, la Evolución o la Nada.  Alguna de las tres alternativas tiene que ser la verdadera pero, ¿es necesario morir para saberla? ¿Existe algún camino para enterarnos de cuál es la respuesta?  Sin fe ni elementos supersticiosos, que son los únicos con los que nos han capacitado en las religiones. Así no perderíamos tanto tiempo en la incertidumbre No puede ser que tanta gente que cree con tanta firmeza en sus teorías esté equivocada.  Algún grupo debe tener la razón.  ¿Pero cuál?  ¿Y cómo saber cuál es?  Siempre está la duda, por mucho que digamos creer.
            Por más seguros que se presenten los curas y pastores, la verdad es que nada saben del reino de la muerte y lo que pueda esperarnos más allá, si es que hay algo.  En todo caso, la impresión que nos dejan siempre es de duda, de que no nos quieren decir algo.  Siempre sentimos que “algo falta”, que nos quedan debiendo una explicación más profunda y real.  Además, la Doctrina Secreta, el Hinduismo y el Budismo no concuerdan del todo con las explicaciones que las religiones occidentales dan acerca de la muerte y los estados post mortem.  Por desgracia, las religiones occidentales han llenado de terror a sus feligreses; de terror y fantasía cómoda.  De pánico con un infierno aterrador, y de sueños ilusos con un Paraíso de fácil acceso, al cual se llega con una simple declaración de adherencia y arrepentimiento.  Pero la aceptación o no de esa teoría, está en relación con el miedo que hemos desarrollado a las leyendas demoníacas e infernales con las que fuimos “educados”.  No se trata de lógica, sentido común o filosofía sino de simple miedo.  Nada de CONOCIMIENTO.
            ¿Cuál es la vía del conocimiento real?  La que nos puede llevar a saber la VERDAD.  ¿Es mucho pedir tal información?  Y de ser así, ¿por qué?  ¿Por qué deben existir esos misterios entre los dioses y los hombres?  ¿Por qué debe el hombre ir dando tumbos en la oscuridad de un interminable y doloroso peregrinaje que no parece tener sentido alguno?  La Doctrina Secreta, así como el Budismo, nos dan satisfactorias respuestas desde el punto de vista de su articulación lógica y filosófica; pero para el común de los mortales, siguen siendo teorías indemostrables. Modos de creer de grupos exóticos que no tienen mayor apoyo que el de su fe. Teorías fundamentadas en personajes legendarios o míticos; o supuestamente divinos que vivieron en épocas remotas y que les comunicaron ciertas verdades a guías escogidos por ellos.  O bien, de fraternidades ocultas que se mantienen como al margen del fatal destino al que se enfrenta la humanidad. 
            ¿Quiénes saben en realidad lo que pasa después de la muerte?  Porque si cabe la posibilidad de que no haya nada, que la muerte sea el fin total de todo, ¡qué enorme pérdida de tiempo sería!  ¡Qué jugarreta más diabólica nos habrían hecho solo para beneficio de un sistema físico, dominado por unos cuantos!  Y ni cómo reclamarle a nadie; ni la posibilidad de avisar a los demás (a los vivos).  De ahí podría explicarse el fiero silencio que se impone en este campo, en el cual todo se difiere para un tiempo futuro en el que solo tendremos participación, si somos buenos creyentes y practicantes de los mandatos establecidos por las religiones, los profetas y guías espirituales.  Debemos ser dóciles seguidores de preceptos acerca de los cuales no tenemos la menor certeza.  Sistemas de teorías tan peregrinas como la del Big Bang.  Porque la verdad… es lo único que tenemos en relación con la muerte y toda la parafernalia que rodea a esta.  Todos los animales, salvo el hombre, parecen entender muy bien este asunto, y no andan inventando cuentos acerca de nada.  Les llega la muerte y punto final.  No le piden nada a ningún dios ni están esperando milagros o cosas sobrenaturales; tampoco tienen la idea o el deseo de seguir viviendo en otro mundo de ilusión.  Y aunque haya gente que diga que los animales son seres inferiores y sin inteligencia, eso es algo que está por probarse.
            El tapabocas que siempre nos dan cuando tratamos de inquirir sobre este asunto, es que debemos tener FE y confiar en las palabras de los dioses, que están escritas en los diferentes libros sagrados.  Fin de la historia.  Responsabilidad salvada, todo queda para después de la muerte.  Y de ahí nace el terror que la gente siente ante la inminencia o lejanía de esta.  Todos sentimos que es el fin de lo que somos, tenemos y conocemos; que en adelante, todo es un oscuro misterio ante el cual no tenemos ni la más remota idea de cómo confrontarlo; y eso no debería ser así.  No es justo que después de llevar garrote durante casi toda la vida (la mayoría), aún tengamos que enfrentarnos a una siniestra situación acerca de la cual solo hemos escuchado fantasías más o menos acomodaticias a la voluntad de los guías religiosos.  Sin ninguna información real.
            ¿Usted qué cree?              RIS             

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