1025 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
INFORMACIÓN REAL
Hay preguntas forzosas que deberíamos exigir a
nuestros guías religiosos; pero en lugar de eso, damos por un hecho que las
cosas se aclararán solas, y que todo se ajustará a la medida de nuestros deseos. Pero cuando se trata de algo tan definitivo
como la muerte, deberíamos ser mucho más inquisitivos y diligentes en nuestra
búsqueda de respuestas. Por indolencia o
miedo dejamos todo para después, y ni siquiera tratamos de imaginarnos las
condiciones de la vida post mortem, a la que todos debemos llegar, tarde o
temprano. Si vamos a hacer un viaje a
algún país extraño, averiguamos todo los que sea posible y pueda servirnos
(horarios de vuelo, costos, hoteles, vías, sitios de interés, historia, casinos
etc. etc.). Casi nada se nos escapa, y
vamos bien provistos de toda la información que podemos investigar; y aunque
esta no resulte exacta en todos sus detalles, por lo menos es aproximada y nos
da una idea general del entorno que vamos a visitar. No hay sorpresas bruscas o
desconcertantes. Sin embargo, en los dos
viajes más importantes que hacemos en la vida, no somos tan cuidadosos. Casi parecemos despreocupados. Uno de esos viajes es el de la vida, y el
otro, el de la muerte. Con el primero no
falta quien nos dé consejos (buenos o malos), y casi siempre tenemos familiares
que nos dan algunas pistas que nos sirven aunque solo sea para lamentarnos de
no haberlos atendido a tiempo. Pero en
el viaje final, el de la muerte, nadie nos dice nada; y no porque no quieran
sino porque casi nadie sabe nada. Todo
se limita a las teorías religiosas que deben creerse por pura fe, miedo o
esperanza. Nos acercamos a la muerte
llenos de zozobra, incertidumbre y más miedo.
Solo tenemos un cúmulo de teorías.
¿No
es posible CONOCER algo del más allá antes de ser huéspedes de ese ignoto
terreno? Seamos creyentes o no, ese paso
obligado es un misterio fascinante que no deja de apasionarnos. Entonces ¿por qué no hemos de dedicarle parte
de nuestro tiempo al planteamiento de algunas preguntas que surgen ante la
presencia de la muerte? La negación del
materialista parece ser una buena salida, pero tanto este como el creyente, no
puede estar seguro de aquello en lo que CREE.
Así, pues, ¿cuál es la actitud mental que debemos tomar ante este
ineludible problema? Porque nos guste o
no, es el corolario inevitable de la vida.
Es ineluctable, doloroso, aflictivo y lleno de preguntas sin
respuestas. Podemos fingir indiferencia
ante él, pero está ahí, impredecible y siempre al acecho. No lo podemos ignorar. No se puede…no se debe. De tal manera que, sin convertirlo en una
obsesión, debemos tomarnos algún tiempo para buscar respuestas a este siempre
apasionante tema.
Casi
todos presentimos “que hay algo”, que
tiene que haberlo. Que no es posible que
un hombre viva, haga gala de inteligencia superior, muera y desaparezca para
siempre. Parece un desperdicio que va en
contra de las leyes de la Naturaleza, la cual es atemorizante en su eficiencia
y precisión. Sin embargo, es probable
que las respuestas que nos damos no sean más que el producto de nuestros miedos
y supersticiones. Una de esas respuestas
se encuentra en la fe; pero esa no es suficiente para todos, ni siquiera para
aquellos que dicen creer en los cielos y paraísos de las religiones. Pueden creer con mucha intensidad, pero solo
es eso: una creencia y ninguna certeza.
La otra vía es la de “los que saben”, la de aquellos Hombres que, a
través de los siglos y milenios, han alcanzado un desarrollo espiritual y de
conocimientos que los capacita para SABER la Verdad. Pero para la mayoría de la gente, estos seres
siguen siendo tan etéreos y alejados como los ángeles y arcángeles de las
religiones (¿o serán los mismos?). Además,
hace milenios que no se hacen presentes de forma categórica e indudable para el
común de los humanos. Solo conocemos sus
leyendas, por medio de intermediarios. Así
que estamos en la encrucijada: o creemos en el Paraíso bíblico, o en la
alternativa que nos ofrecen las Ciencias Ocultas, el budismo y la Doctrina
Secreta. Pero todavía queda la alternativa
de los ateos de verdad: la Nada. Así,
pues, creemos en el Paraíso, la Evolución o la Nada. Alguna de las tres alternativas tiene que ser
la verdadera pero, ¿es necesario morir para saberla? ¿Existe algún camino para
enterarnos de cuál es la respuesta? Sin
fe ni elementos supersticiosos, que son los únicos con los que nos han capacitado en las religiones. Así no
perderíamos tanto tiempo en la incertidumbre No puede ser que tanta gente que
cree con tanta firmeza en sus teorías esté equivocada. Algún grupo debe tener la razón. ¿Pero cuál?
¿Y cómo saber cuál es? Siempre
está la duda, por mucho que digamos creer.
Por
más seguros que se presenten los curas y pastores, la verdad es que nada saben
del reino de la muerte y lo que pueda esperarnos más allá, si es que hay algo. En todo caso, la impresión que nos dejan
siempre es de duda, de que no nos quieren decir algo. Siempre sentimos que “algo falta”, que nos
quedan debiendo una explicación más profunda y real. Además, la Doctrina Secreta, el Hinduismo y
el Budismo no concuerdan del todo con las explicaciones que las religiones
occidentales dan acerca de la muerte y los estados post mortem. Por desgracia, las religiones occidentales
han llenado de terror a sus feligreses; de terror y fantasía cómoda. De pánico con un infierno aterrador, y de
sueños ilusos con un Paraíso de fácil acceso, al cual se llega con una simple
declaración de adherencia y arrepentimiento.
Pero la aceptación o no de esa teoría, está en relación con el miedo que
hemos desarrollado a las leyendas demoníacas e infernales con las que fuimos
“educados”. No se trata de lógica, sentido
común o filosofía sino de simple miedo. Nada
de CONOCIMIENTO.
¿Cuál
es la vía del conocimiento real? La que
nos puede llevar a saber la VERDAD. ¿Es
mucho pedir tal información? Y de ser
así, ¿por qué? ¿Por qué deben existir
esos misterios entre los dioses y los hombres?
¿Por qué debe el hombre ir dando tumbos en la oscuridad de un
interminable y doloroso peregrinaje que no parece tener sentido alguno? La Doctrina Secreta, así como el Budismo, nos
dan satisfactorias respuestas desde el punto de vista de su articulación lógica
y filosófica; pero para el común de los mortales, siguen siendo teorías
indemostrables. Modos de creer de grupos exóticos que no tienen mayor apoyo que
el de su fe. Teorías fundamentadas en personajes legendarios o míticos; o
supuestamente divinos que vivieron en épocas remotas y que les comunicaron
ciertas verdades a guías escogidos por ellos.
O bien, de fraternidades ocultas que se mantienen como al margen del
fatal destino al que se enfrenta la humanidad.
¿Quiénes
saben en realidad lo que pasa después de la muerte? Porque si cabe la posibilidad de que no haya
nada, que la muerte sea el fin total de todo, ¡qué enorme pérdida de tiempo
sería! ¡Qué jugarreta más diabólica nos
habrían hecho solo para beneficio de un sistema físico, dominado por unos
cuantos! Y ni cómo reclamarle a nadie;
ni la posibilidad de avisar a los demás (a los vivos). De ahí podría explicarse el fiero silencio
que se impone en este campo, en el cual todo se difiere para un tiempo futuro
en el que solo tendremos participación, si somos buenos creyentes y
practicantes de los mandatos establecidos por las religiones, los profetas y
guías espirituales. Debemos ser dóciles
seguidores de preceptos acerca de los cuales no tenemos la menor certeza. Sistemas de teorías tan peregrinas como la
del Big Bang. Porque la verdad… es lo
único que tenemos en relación con la muerte y toda la parafernalia que rodea a
esta. Todos los animales, salvo el
hombre, parecen entender muy bien este asunto, y no andan inventando cuentos
acerca de nada. Les llega la muerte y
punto final. No le piden nada a ningún
dios ni están esperando milagros o cosas sobrenaturales; tampoco tienen la idea
o el deseo de seguir viviendo en otro mundo de ilusión. Y aunque haya gente que diga que los animales
son seres inferiores y sin inteligencia, eso es algo que está por probarse.
El
tapabocas que siempre nos dan cuando tratamos de inquirir sobre este asunto, es
que debemos tener FE y confiar en las palabras de los dioses, que están escritas
en los diferentes libros sagrados. Fin
de la historia. Responsabilidad salvada,
todo queda para después de la muerte. Y
de ahí nace el terror que la gente siente ante la inminencia o lejanía de
esta. Todos sentimos que es el fin de lo
que somos, tenemos y conocemos; que en adelante, todo es un oscuro misterio
ante el cual no tenemos ni la más remota idea de cómo confrontarlo; y eso no
debería ser así. No es justo que después
de llevar garrote durante casi toda la vida (la mayoría), aún tengamos que
enfrentarnos a una siniestra situación acerca de la cual solo hemos escuchado
fantasías más o menos acomodaticias a la voluntad de los guías religiosos. Sin ninguna información real.
¿Usted
qué cree? RIS
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