domingo, 12 de enero de 2014

1019 Obsolescencia programada



1019  LA CHISPA                          

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano se fundamentan los abusos del Poder”

OBSOLESCENCIA PROGRAMADA    

Recientemente vi en un programa de la televisión española (Canal 63 de Teletica), un reportaje realizado por una serie de profesionales, en el cual denuncian como algo normal y aceptado como cosa natural, la cuestión de la obsolescencia programada. Esto significa que el fabricante fija en el artefacto que nos venden, un chip que determina cuándo el aparato que compramos llega al final de su vida útil; sin importar cuánto lo cuidemos o el mantenimiento que le demos, al llegar a esa fecha predeterminada, se jode.  Así nomás.  Y esto se considera “legal” y es aceptado por todo el mundo.  ¿Por qué?  No lo sé, pero es de suponer que los gobiernos de los países  aceptan semejante fraude como cosa normal.  ¿Y por qué?  Probablemente porque esta opción esté incluida en los tratados internacionales de comercio, los cuales son IMPUESTOS por los países poderosos a los débiles.  Sin embargo, ese programa que vi, fue realizado en España, país que casi NO es tercermundista, lo que significa que da igual para aplicarles esta regla ventajista y delictiva.  ¿Por qué nos dejamos –como borregos-- que estas empresas hagan lo que les dé la gana en materia comercial?  Con nuestro dinero.  ¿Por qué nadie reclama o protesta por esta manera de explotación y robo que se le hace al consumidor mediante misteriosas maniobras de alta tecnología?  Que a los gobiernos les importe un carajo es de esperar, pero lo triste es la indolencia rayana en la estupidez, de parte de los pueblos.  Parece que la gente fuera feliz con esta situación, y lejos de presentar algún frente común ante este abuso, corren como enajenados a comprar “lo último que salió al mercado”.  En cualquier cosa que sea.
Parece que casi no hay aparato electrónico que no esté programado para iniciar su secuencia de autodestrucción en algún momento de su vida útil.  Eso significa que, sin importar la apariencia o el buen estado del artefacto o sus componentes, este está destinado (por programación en la fábrica) a quedar fuera de servicio después de un número determinado de meses, horas de servicio, número de copias o lo que sea.  La invaluable característica  de la duración, que tanto prestigio llevó a tantas marcas de fábrica, y de tantos aparatos que hemos utilizado en nuestras vidas (carros, lavadoras, licuadoras, cocinas, impresoras, computadoras, etc.) ha quedado reducida a nada.  Este tipo de estafa, por decreto de los fabricantes, ha adquirido el estatus de legal.  Ante la indolencia del consumidor y la tolerancia de los gobiernos, el fraude se ha convertido en la norma comercial.  Los fabricantes hacen lo que les da la gana, pues nos venden, por ejemplo, una impresora que viene programada para hacer un número tal de copias y, sin importar la condición física de esta, dejará de funcionar en el plazo estipulado por el fabricante.  Y esto nos obliga a comprar un nuevo trasto si queremos seguir imprimiendo.  Una arbitrariedad incalificable que se sustenta en la pasividad de los clientes, la indolencia del Estado y la actitud derrotista de los pueblos.
No sé cuál es la realidad ni el alcance de este monumental engaño, pero si un programa de la televisión española lo denunció, la acusación debe ser cierta.  Y a nadie (o a casi nadie) parece incomodarle esta situación que es del conocimiento general.  La obsolescencia programada tiene muchas facetas encadenadas de las más variadas formas, pero todas conducentes a una sola meta: exprimir a un público embobado, al cual parece importarle un chayote que le roben su dinero.  Y ante tal actitud de las propias víctimas nada se puede hacer.  Salvo denunciar el asunto, para que nadie le ponga atención.  Y en este caso, los primermundistas son los peores. 
Desde el inicio de la “era de la computación”, ha surgido este fenómeno del abuso sistemático de los que poseen la tecnología.  Los grandes monstruos de esta industria se encuentran por encima de las leyes nacionales e internacionales, y se toman la libertad de irrespetar, burlar y engañar a los consumidores.  Incluso llegan a la amenaza y el chantaje para sacarnos el dinero.  Todo está maquiavélicamente organizado entre los productores de hardware y software, de manera que al usuario no le quede más camino que rendirse ante el omnímodo poder de estos leviatanes comerciales.  Ellos se reservan todos los derechos y posibilidades.  La computadora que usted compró ya es obsoleta desde que sale de la fábrica; y el software que le proporcionan no es suyo: se lo prestan y lo pueden anular o declarar ilegal cuando a ellos les dé la gana.  O simplemente, obsoleto; como el Milenio, Vista, W-7, W- 8, W- 9 y así hasta el infinito.  Y cada programa que le “venden” ya viene calculado para que no sirva después de cierto tiempo y según la “edad” de los ordenadores.  Así que usted tiene que estar comprando nuevas computadoras para los nuevos programas, en una espiral que no tiene fin, pero que lleva ríos de oro a los fabricantes de estos aparatos y sus programas de operación.   Es una trampa gigantesca en la que no existe un aparato “definitivo” que le pueda durar diez años o más.  Todo es provisional, mientras tanto “sale” el nuevo software o el último y más inteligente chip.  Y todos como locos de felicidad.
Si le venden una película o cualquier aplicación, NO ES SUYA; viene programada para que usted la copie una vez a su ordenador.  Luego es obsoleta y ya no funciona (aunque usted tenga el disco).  Así que ante tamaño abuso e impunidad, necesariamente tuvo que surgir la infinidad de “piratas” que, gracias a su habilidad, pueden burlar la vigilancia policíaca que los fabricantes realizan arbitrariamente en nuestros ordenadores.   Ellos penetran en nuestras computadoras, “ven” nuestros archivos, se dan cuenta de todo; nos espían y denuncian.  Además, nos acosan con anuncios y amenazas de virus y contra virus fabricados por ellos mismos.  Tornan obsoletos diversos programas para que tengamos que reactivarlos por cierto precio, para poder disfrutar de otras aplicaciones relacionadas con estas “actualizaciones”.  Una trampa por todos lados.  Y a todos parece importarnos un tacaco.
Yo llevé mi impresora (porque dejó de funcionar) a la agencia.  La vieron, la conectaron a un aparato y en menos de un minuto me la devolvieron.  No me cobraron.  Me duró tres meses y luego me dijeron que tenía que enviarla al taller y que eso costaba.  Hasta ahí, yo no sabía lo de la obsolescencia programada.  Así que dado el precio de mi impresora, decidí botarla y comprarme una nueva.  Y esa es la conducta típica que seguimos casi todos: somos cómplices pasivos de esta estafa enorme que se lleva a cabo con las IMPRESORAS, solo para citar un ejemplo bien conocido de todos.  Los cartuchos de tinta son una mina de uranio, pues están  medio llenos por una sustancia (tinta ordinaria) que es mil veces más cara que el petróleo.  De tal manera que pueden darse el lujo de regalarnos las impresoras (si fuera necesario) por la venta de unos cuantos cartuchos.
¿Qué podemos hacer ante semejante abuso?  Parece que nada, pues casi nadie está dispuesto a tomar una actitud en contra de esa estafa global que cuenta con la complicidad de los gobiernos… o por lo menos, con su indiferencia.  En este mercado impera la ley del más fuerte; y este está personificado por la sociedad de gigantes industriales que tienen la capacidad de comprar voluntades y consciencias de todos los gobiernos del mundo.  ¿Qué nos queda?  ¿Hasta dónde toleraremos?  Usted tiene la respuesta.  Escarbe, averigüe, trate de saber de qué manera le sacan su dinero.
Fraternalmente
                              RIS          Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog “LA CHISPA”      http://lachispa2010.blogspot.com/

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