1019 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano se fundamentan los abusos del Poder”
OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Recientemente vi en un programa de la televisión española (Canal 63 de Teletica), un reportaje realizado por una serie de profesionales, en el cual denuncian como algo normal y aceptado como cosa natural, la cuestión de la obsolescencia programada. Esto significa que el fabricante fija en el artefacto que nos venden, un chip que determina cuándo el aparato que compramos llega al final de su vida útil; sin importar cuánto lo cuidemos o el mantenimiento que le demos, al llegar a esa fecha predeterminada, se jode. Así nomás. Y esto se considera “legal” y es aceptado por todo el mundo. ¿Por qué? No lo sé, pero es de suponer que los gobiernos de los países aceptan semejante fraude como cosa normal. ¿Y por qué? Probablemente porque esta opción esté incluida en los tratados internacionales de comercio, los cuales son IMPUESTOS por los países poderosos a los débiles. Sin embargo, ese programa que vi, fue realizado en España, país que casi NO es tercermundista, lo que significa que da igual para aplicarles esta regla ventajista y delictiva. ¿Por qué nos dejamos –como borregos-- que estas empresas hagan lo que les dé la gana en materia comercial? Con nuestro dinero. ¿Por qué nadie reclama o protesta por esta manera de explotación y robo que se le hace al consumidor mediante misteriosas maniobras de alta tecnología? Que a los gobiernos les importe un carajo es de esperar, pero lo triste es la indolencia rayana en la estupidez, de parte de los pueblos. Parece que la gente fuera feliz con esta situación, y lejos de presentar algún frente común ante este abuso, corren como enajenados a comprar “lo último que salió al mercado”. En cualquier cosa que sea.
Parece que
casi no hay aparato electrónico que no esté programado para iniciar su
secuencia de autodestrucción en algún momento de su vida útil. Eso significa que, sin importar la apariencia
o el buen estado del artefacto o sus componentes, este está destinado (por
programación en la fábrica) a quedar fuera de servicio después de un número
determinado de meses, horas de servicio, número de copias o lo que sea. La invaluable característica de la duración,
que tanto prestigio llevó a tantas marcas de fábrica, y de tantos aparatos que
hemos utilizado en nuestras vidas (carros, lavadoras, licuadoras, cocinas,
impresoras, computadoras, etc.) ha quedado reducida a nada. Este tipo de estafa, por decreto de los
fabricantes, ha adquirido el estatus de legal.
Ante la indolencia del consumidor
y la tolerancia de los gobiernos, el fraude se ha convertido en la norma
comercial. Los fabricantes hacen lo que
les da la gana, pues nos venden, por ejemplo, una impresora que viene
programada para hacer un número tal de copias y, sin importar la condición
física de esta, dejará de funcionar en el plazo estipulado por el fabricante. Y esto nos obliga a comprar un nuevo trasto
si queremos seguir imprimiendo. Una
arbitrariedad incalificable que se sustenta en la pasividad de los clientes, la
indolencia del Estado y la actitud derrotista de los pueblos.
No sé
cuál es la realidad ni el alcance de este monumental engaño, pero si un
programa de la televisión española lo denunció, la acusación debe ser
cierta. Y a nadie (o a casi nadie)
parece incomodarle esta situación que es del conocimiento general. La
obsolescencia programada tiene muchas facetas encadenadas de las más
variadas formas, pero todas conducentes a una sola meta: exprimir a un público
embobado, al cual parece importarle un chayote que le roben su dinero. Y ante tal actitud de las propias víctimas
nada se puede hacer. Salvo denunciar el
asunto, para que nadie le ponga atención.
Y en este caso, los primermundistas son los peores.
Desde
el inicio de la “era de la computación”, ha surgido este fenómeno del abuso
sistemático de los que poseen la tecnología.
Los grandes monstruos de esta industria se encuentran por encima de las
leyes nacionales e internacionales, y se toman la libertad de irrespetar,
burlar y engañar a los consumidores.
Incluso llegan a la amenaza y el chantaje para sacarnos el dinero. Todo está maquiavélicamente organizado entre
los productores de hardware y software,
de manera que al usuario no le quede más camino que rendirse ante el omnímodo
poder de estos leviatanes comerciales.
Ellos se reservan todos los derechos y posibilidades. La computadora que usted compró ya es
obsoleta desde que sale de la fábrica; y el software que le proporcionan no es
suyo: se lo prestan y lo pueden anular o declarar ilegal cuando a ellos les dé
la gana. O simplemente, obsoleto; como
el Milenio, Vista, W-7, W- 8, W- 9 y así hasta el infinito. Y cada programa que le “venden” ya viene
calculado para que no sirva después de cierto tiempo y según la “edad” de los ordenadores. Así que usted tiene que estar comprando
nuevas computadoras para los nuevos programas, en una espiral que no tiene fin,
pero que lleva ríos de oro a los fabricantes de estos aparatos y sus programas
de operación. Es una trampa gigantesca
en la que no existe un aparato “definitivo” que le pueda durar diez años o
más. Todo es provisional, mientras tanto
“sale” el nuevo software o el último y más inteligente chip. Y todos como locos de felicidad.
Si le
venden una película o cualquier aplicación, NO ES SUYA; viene programada para que usted la copie una vez a su
ordenador. Luego es obsoleta y ya no
funciona (aunque usted tenga el disco).
Así que ante tamaño abuso e impunidad, necesariamente tuvo que surgir la
infinidad de “piratas” que, gracias a su habilidad, pueden burlar la vigilancia
policíaca que los fabricantes realizan arbitrariamente en nuestros ordenadores. Ellos penetran en nuestras computadoras,
“ven” nuestros archivos, se dan cuenta de todo; nos espían y denuncian. Además, nos acosan con anuncios y amenazas de
virus y contra virus fabricados por ellos mismos. Tornan obsoletos diversos programas para que
tengamos que reactivarlos por cierto precio, para poder disfrutar de otras
aplicaciones relacionadas con estas “actualizaciones”. Una trampa por todos lados. Y a todos parece importarnos un tacaco.
Yo
llevé mi impresora (porque dejó de funcionar) a la agencia. La vieron, la conectaron a un aparato y en
menos de un minuto me la devolvieron. No
me cobraron. Me duró tres meses y luego
me dijeron que tenía que enviarla al taller y que eso costaba. Hasta ahí, yo no sabía lo de la obsolescencia
programada. Así que dado el precio de mi
impresora, decidí botarla y comprarme una nueva. Y esa es la conducta típica que seguimos casi
todos: somos cómplices pasivos de esta estafa enorme que se lleva a cabo con
las IMPRESORAS, solo para citar un
ejemplo bien conocido de todos. Los
cartuchos de tinta son una mina de uranio, pues están medio llenos por una sustancia (tinta
ordinaria) que es mil veces más cara que el petróleo. De tal manera que pueden darse el lujo de
regalarnos las impresoras (si fuera necesario) por la venta de unos cuantos
cartuchos.
¿Qué
podemos hacer ante semejante abuso?
Parece que nada, pues casi nadie está dispuesto a tomar una actitud en
contra de esa estafa global que cuenta con la complicidad de los gobiernos… o
por lo menos, con su indiferencia. En
este mercado impera la ley del más fuerte; y este está personificado por la
sociedad de gigantes industriales que tienen la capacidad de comprar voluntades
y consciencias de todos los gobiernos del mundo. ¿Qué nos queda? ¿Hasta dónde toleraremos? Usted tiene la respuesta. Escarbe, averigüe, trate de saber de qué
manera le sacan su dinero.
Fraternalmente
RIS Correo:
rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog “LA CHISPA” http://lachispa2010.blogspot.com/
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