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“LA CHISPA”
Lema: “En
la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL TRÁFICO
ILEGAL DE ÓRGANOS HUMANOS
Comparado con el de armas y drogas, este parece inocuo, pues al fin y al cabo,
su objetivo es la preservación de vidas que de otra manera llegarían a su
fin. Visto así, incluso parece una actividad digna, altruista,
humanitaria. Y en esencia lo es. Se podría decir que es un oficio tan
legal y tan bueno como el de suministrar partes para los automóviles o
televisores. Un negocio lícito de “repuestos humanos”. Pero
el problema empieza cuando se pervierten los métodos en la adquisición de ese
material biológico. Sobre todo, cuando se piensa en los individuos que
intervienen en él, profesionales comprometidos con la vida y la preservación de
esta. Pero sobre todo, cuando el flujo de los órganos es unidireccional,
es decir, de los pobres hacia los ricos, los que pueden darse el lujo de pagar
verdaderas fortunas por estos. Y es ahí donde empieza el cenagoso
terreno de la duda, la cual involucra a muchas organizaciones privadas y
oficiales. ¿De qué no puede ser capaz un millonario cuya vida depende de
un miembro saludable? ¿Y si se trata de un hijo de este y que la única
forma de salvarle la vida es mediante un trasplante? Si fuera mi caso,
creo que haría hasta la imposible y lo posible que el dinero pueda
comprar. Por eso es entendible la presión que debe existir en este
mercado, pues las ofertas monetarias deben superar con creces los escrúpulos
que puedan tener las personas involucradas. Eso es un hecho.
Si
somos realistas y conocemos algo de la naturaleza humana, sabremos que la
codicia del hombre no conoce límites ni obedece a código alguno cuando de
dinero se trata. Solo es cuestión del monto. Es posible que
la moral de alguien ponga obstáculos ante una oferta de mil dólares, pero si
esta se sube a diez mil, la cosa empieza a cambiar; y cuando se lleva a los
cien mil, que pueden ser repetitivos, es seguro que desaparecen todas las
consideraciones de tipo ético. Es por eso que descartamos este punto como
sustento a una negativa total de que los médicos se nieguen a participar en
esta operación, ya que después de todo, solo se trata de piezas de
personas que ya están muertas. Pero una vez que se cruza esa
línea del respeto, nadie sabe hasta dónde se puede penetrar en el campo de la
inmoralidad. En Costa Rica ha existido el abuso de los llamados “biombos”
a vista y paciencia del público, de las autoridades de salud y del
Gobierno. El Colegio de Médicos lo sabe muy bien y nunca ha emitido una
opinión condenatoria acerca de esta práctica tan lesiva a los intereses de
cientos de pacientes que, por falta de dinero, no pueden pagar ese fraude y
tienen que esperar uno, dos o tres años por una intervención quirúrgica que al
que paga el “biombo”, se la hacen de inmediato.
Entonces, no podemos dar por un hecho la integridad profesional de TODOS
los galenos en relación con el tráfico de partes, pues es una realidad que este
mercado existe y que en él se mueven enormes fortunas capaces de comprar
voluntades y consciencias en todo el mundo. Innumerables películas nos
han puesto en guardia en relación con el tráfico ilegal de miembros.
Y en algo real deben de estar basadas. Conocemos multitud de
historias inquietantes al respecto, suficientes como para sentir una natural
desconfianza acerca de todas las cosas que son posibles es este mercado de vida
y muerte en donde hay gente adinerada que demanda servicio, y entes gubernamentales
que cuentan con la aprobación de los Colegios Médicos de todos los
países. Y por el otro lado, infinidad de personas indefensas, a
merced de lo que quieran hacer con ellas o sus entrañas en las instalaciones
hospitalarias.
En los Estados Unidos este “negocio” rebasó los
límites de la decencia, y entraron en un penumbrado campo que chocaba contra la
ética de la profesión. Se dieron miles de casos de abusos demostrados, y
nunca sabremos cuántos pacientes pobres fueron sacrificados, de alguna manera,
para trasplantar sus órganos a personas económicamente poderosas. Y como
resultado de esa actitud, en los Estados Unidos y Europa les han puesto
restricciones difíciles de burlar, por lo cual han desplazado sus actividades
hacia los países tercermundistas en donde TODO se puede comprar a
discreción. Solo es cuestión de ponerse en contacto con la gente adecuada
de cada país, y asunto resuelto. Todo se convierte en legal mediante
leyes y decretos que permiten a un grupo profesional servirse de todos los
cadáveres que le dé la gana, con los más variados y dudosos propósitos.
Por supuesto que hay que deslindar
las exageraciones de las verdaderas posibilidades de este mercado. Y
desde luego que esta actividad no es algo que ejerce cualquiera que anda
matando gente y robándole sus entrañas para buscar a quién vendérselas.
Se trata de complejas empresas que funcionan a niveles tan elevados que están
fuera de vulgares sospechas; incluso pueden darse el lujo de permitir que
circule toda clase de cuentos, pues cuanto más exagerados sean estos, solo
sirven para desacreditar a los que tratan de advertir sobre la realidad de este
“negocio”. En el tercer mundo pueden darse el lujo de hacer lo que les da
la gana, incluso el de ser condescendientes y “abiertos”.
El primer paso se dio con la aparición
de la “medicina privada”, lo que dio pie para que se abrieran las “clínicas
privadas” propiedad de esas transnacionales del negocio de los repuestos;
así que ha creado en cada país latino y tercermundista en general, un sistema
médico paralelo en el cual se hace todo tipo de trasplantes. Solo es
cuestión de que los ricos vengan a internarse en hospitales de este tipo,
esperar un tiempito y, resuelto el problema. Las leyes y los decretos
de estos países atrasados facilitan la extracción de órganos de todas las
personas que mueren. Al arbitrio de los galenos. Solo es
cuestión de averiguar los factores que hacen compatible un trasplante, y esta
persona se convierte en donante “involuntaria”. Basta con que se le
achaque una de las doce causas de muerte que hacen imperativa la
autopsia. O que lo declaren muerto por alguna de las SESENTA
enfermedades que hacen obligatoria la disección en este país. Y como
nadie se atreve a “descoser” al muerto una vez que se lo mandan “bañadito,
limpio y zurcido”, no hay manera alguna de darse cuenta de qué partes
le han sacado. ¿Sospechosismo infundado? Talvez, pero no deja de
ser inquietante que ese grupito tenga tanto poder en sus manos en relación con
la autoridad para disponer de los cadáveres a capricho, con solo emitir un
dictamen de causa de muerte. En este business corre un río de
dólares, y eso hace que nadie se escape de ser sospechoso, por más que se hagan
los ofendidos o pretendan tener una moral intachable. Ahí están los “biombos”
como prueba de la no muy clara conducta de este gremio: como practicantes del
delito, o como ENCUBRIDORES de algo que TODOS CONOCEN y que NUNCA
han denunciado ante su Colegio.
Esos
hospitales de lujo que se han abierto en Costa Rica en sociedad con potentados
nacionales (oligarquía y gobierno), llenos de clientes extranjeros platudos,
son un buen indicador que justifica nuestras inquietudes. Estas
instalaciones son carísimas, y eso significa que no es cuestión de economía por
lo que vienen a tratarse aquí, sino que es posible que haya otros motivos que
el público no conoce y que han sido minimizados, cuando no ridiculizados, por
las autoridades del Gobierno y las directivas de esos centros. ¿Hay
tráfico ilegal de órganos en Costa Rica? ¿Son esas clínicas,
hospitales y decretos gubernamentales parte de un gran negocio de las
transnacionales de la medicina? Piénselo, amigo lector. Aquí
todo es posible cuando de dinero se
trata.
(¿Sucede esto en sus países?)
Dudosamente
RIS
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