miércoles, 19 de junio de 2013

793 El tráfico ilegal de órganos humanos



793    “LA CHISPA”       
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL TRÁFICO ILEGAL DE ÓRGANOS HUMANOS
            Comparado con el de armas y drogas, este parece inocuo, pues al fin y al cabo, su objetivo es la preservación de vidas que de otra manera llegarían a su fin.   Visto así, incluso parece una actividad digna, altruista, humanitaria. Y en esencia lo es.  Se podría decir que es un oficio tan legal y tan bueno como el de suministrar partes para los automóviles o televisores.  Un negocio lícito de “repuestos humanos”.  Pero el problema empieza cuando se pervierten los métodos en la adquisición de ese material biológico.  Sobre todo, cuando se piensa en los individuos que intervienen en él, profesionales comprometidos con la vida y la preservación de esta.  Pero sobre todo, cuando el flujo de los órganos es unidireccional, es decir, de los pobres hacia los ricos, los que pueden darse el lujo de pagar verdaderas fortunas por estos.   Y es ahí donde empieza el cenagoso terreno de la duda, la cual involucra a muchas organizaciones privadas y oficiales.  ¿De qué no puede ser capaz un millonario cuya vida depende de un miembro saludable?  ¿Y si se trata de un hijo de este y que la única forma de salvarle la vida es mediante un trasplante?  Si fuera mi caso, creo que haría hasta la imposible y lo posible que el dinero pueda comprar.  Por eso es entendible la presión que debe existir en este mercado, pues las ofertas monetarias deben superar con creces los escrúpulos que puedan tener las personas involucradas.  Eso es un hecho.
            Si somos realistas y conocemos algo de la naturaleza humana, sabremos que la codicia del hombre no conoce límites ni obedece a código alguno cuando de dinero se trata.  Solo es cuestión del monto.  Es posible que la moral de alguien ponga obstáculos ante una oferta de mil dólares, pero si esta se sube a diez mil, la cosa empieza a cambiar; y cuando se lleva a los cien mil, que pueden ser repetitivos, es seguro que desaparecen todas las consideraciones de tipo ético.  Es por eso que descartamos este punto como sustento a una negativa total de que los médicos se nieguen a participar en esta operación, ya que después de todo, solo se trata de piezas de personas que ya están muertas.  Pero una vez que se cruza esa línea del respeto, nadie sabe hasta dónde se puede penetrar en el campo de la inmoralidad.  En Costa Rica ha existido el abuso de los llamados “biombos” a vista y paciencia del público, de las autoridades de salud y del Gobierno.  El Colegio de Médicos lo sabe muy bien y nunca ha emitido una opinión condenatoria acerca de esta práctica tan lesiva a los intereses de cientos de pacientes que, por falta de dinero, no pueden pagar ese fraude y tienen que esperar uno, dos o tres años por una intervención quirúrgica que al que paga el “biombo”, se la hacen de inmediato.
            Entonces, no podemos dar por un hecho la integridad profesional de TODOS los galenos en relación con el tráfico de partes, pues es una realidad que este mercado existe y que en él se mueven enormes fortunas capaces de comprar voluntades y consciencias en todo el mundo.  Innumerables películas nos han puesto en guardia en relación con el tráfico ilegal de miembros.  Y en algo real deben de estar basadas.  Conocemos multitud de historias inquietantes al respecto, suficientes como para sentir una natural desconfianza acerca de todas las cosas que son posibles es este mercado de vida y muerte en donde hay gente adinerada que demanda servicio, y entes gubernamentales que cuentan con la aprobación de los Colegios Médicos de todos los países.   Y por el otro lado, infinidad de personas indefensas, a merced de lo que quieran hacer con ellas o sus entrañas en las instalaciones hospitalarias. 
En los Estados Unidos este “negocio” rebasó los límites de la decencia, y entraron en un penumbrado campo que chocaba contra la ética de la profesión.  Se dieron miles de casos de abusos demostrados, y nunca sabremos cuántos pacientes pobres fueron sacrificados, de alguna manera, para trasplantar sus órganos a personas económicamente poderosas.  Y como resultado de esa actitud, en los Estados Unidos y Europa les han puesto restricciones difíciles de burlar, por lo cual han desplazado sus actividades hacia los países tercermundistas en donde TODO se puede comprar a discreción.  Solo es cuestión de ponerse en contacto con la gente adecuada de cada país, y asunto resuelto.  Todo se convierte en legal mediante leyes y decretos que permiten a un grupo profesional servirse de todos los cadáveres que le dé la gana, con los más variados y dudosos propósitos. 
 Por supuesto que hay que deslindar las exageraciones de las verdaderas posibilidades de este mercado.  Y desde luego que esta actividad no es algo que ejerce cualquiera que anda matando gente y robándole sus entrañas para buscar a quién vendérselas.  Se trata de complejas empresas que funcionan a niveles tan elevados que están fuera de vulgares sospechas; incluso pueden darse el lujo de permitir que circule toda clase de cuentos, pues cuanto más exagerados sean estos, solo sirven para desacreditar a los que tratan de advertir sobre la realidad de este “negocio”.  En el tercer mundo pueden darse el lujo de hacer lo que les da la gana, incluso el de ser condescendientes y “abiertos”.
   El primer paso se dio con la aparición de la “medicina privada”, lo que dio pie para que se abrieran las “clínicas privadas” propiedad de esas transnacionales del negocio de los repuestos; así que ha creado en cada país latino y tercermundista en general, un sistema médico paralelo en el cual se hace todo tipo de trasplantes.  Solo es cuestión de que los ricos vengan a internarse en hospitales de este tipo, esperar un tiempito y, resuelto el problema.  Las leyes y los decretos de estos países atrasados facilitan la extracción de órganos de todas las personas que mueren.  Al arbitrio de los galenos.  Solo es cuestión de averiguar los factores que hacen compatible un trasplante, y esta persona se convierte en donante “involuntaria”.  Basta con que se le achaque una de las doce causas de muerte que hacen imperativa la autopsia.  O que lo declaren muerto por alguna de las SESENTA enfermedades que hacen obligatoria la disección en este país.  Y como nadie se atreve a “descoser” al muerto una vez que se lo mandan “bañadito, limpio y zurcido”, no hay manera alguna de darse cuenta de qué partes le han sacado.  ¿Sospechosismo infundado?  Talvez, pero no deja de ser inquietante que ese grupito tenga tanto poder en sus manos en relación con la autoridad para disponer de los cadáveres a capricho, con solo emitir un dictamen de causa de muerte.  En este business corre un río de dólares, y eso hace que nadie se escape de ser sospechoso, por más que se hagan los ofendidos o pretendan tener una moral intachable.  Ahí están los “biombos” como prueba de la no muy clara conducta de este gremio: como practicantes del delito, o como ENCUBRIDORES de algo que TODOS CONOCEN y que NUNCA han denunciado ante su Colegio.
            Esos hospitales de lujo que se han abierto en Costa Rica en sociedad con potentados nacionales (oligarquía y gobierno), llenos de clientes extranjeros platudos, son un buen indicador que justifica nuestras inquietudes.  Estas instalaciones son carísimas, y eso significa que no es cuestión de economía por lo que vienen a tratarse aquí, sino que es posible que haya otros motivos que el público no conoce y que han sido minimizados, cuando no ridiculizados, por las autoridades del Gobierno y las directivas de esos centros.  ¿Hay tráfico ilegal de órganos en Costa Rica?   ¿Son esas clínicas, hospitales y decretos gubernamentales parte de un gran negocio de las transnacionales de la medicina?   Piénselo, amigo lector.  Aquí todo es posible cuando de dinero se trata.                        (¿Sucede esto en sus países?)
            Dudosamente
                                         RIS

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