miércoles, 14 de diciembre de 2016

1071 La Malicia



1071  LA CHISPA               
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA  MALICIA
         La malicia es uno de los peores vicios morales que padecemos los humanos; es el veneno que intoxica todas nuestras relaciones con los demás, incluso con nuestros seres queridos.  En especial con nuestros cónyuges.  Casi nadie está a salvo de la malicia, aún cuando utilicemos bonitos y cómodos eufemismos para justificar ese tipo de aberraciones.  La malicia nos corroe el alma y  no nos permite ver, ni en las mejores personas, un atisbo de nobleza, bondad o cariño; nos transforma en seres odiosos incapaces de buenas respuestas morales.  La malicia se desliza subrepticiamente por entre los resquicios de todas las relaciones humanas, y nos convierte en enfermos de ese mal social que se conoce como “sospechosismo”.  En criaturas estériles para la semilla del amor y la fraternidad; el malicioso es un enfermo espiritual incapaz de ver el bien aunque lo haya recibido en su propia persona.
         Es duro que nos engañen o se burlen de nuestros sentimientos alguna vez, o muchas, eso depende de qué tan ingenuos seamos; pero eso es mil veces preferible que el parapeto de la malicia, detrás del cual se esconden millones de seres humanos que conviertes sus vidas en una miseria permanente, infectados de esa lepra moral.  Es cierto que no debemos ser tontos al extremo de prestarnos a ser víctimas propiciatorias de cuanto pillo nos encontremos en la vida; pero pendular hasta el otro extremo, el de la malicia, que no nos permite más que una visión siniestra de nuestros semejantes, es una gran pérdida de tiempo, oportunidades de disfrutar y  amar.  Claro que si por amar entendemos la obligatoriedad de recibir recompensa, estamos jodidos moralmente.
         La malicia nos convierte en solitarios incapaces de relacionarnos buenamente con nadie, en inválidos morales, en terreno árido  e inútil para la germinación de cualquier sentimiento altruista que nos dé la categoría de humanos.  En sospechadores majaderos cuyas vidas no son más que un miserable manojo de pequeñeces impregnadas del más amargo pesimismo.  En ácido corrosivo que destruye incluso las mejores relaciones familiares.  El malicioso encuentra el mal incluso en los más elevados actos de bondad de los que es capaz el ser humano.
         El malicioso es un espía por vocación, con el deber auto impuesto de encontrar “la verdadera y maligna razón” que se esconde detrás de los actos de los demás; es incapaz de reconocer la fraternidad o el espíritu de servicio.  Para esta clase de individuos, su obligación sagrada es encontrar el MAL que reina en las intenciones y actos de TODO el mundo.  La malicia no respeta fronteras, relaciones ni personas; todo lo destruye, enloda, enturbia y somete a un escrutinio cruel que no repara en el dolor que puede causar incluso en los seres que deberían ser los más queridos y, por lo tanto, estar al margen de esa ponzoñosa cizaña.  De la malicia no se salva nadie en la familia; ni los hijos, esposas, maridos o parientes.  Todos son “sospechosos” y, en consecuencia, candidatos al examen del malicioso, y cuyo resultado ya está previsto de antemano: culpable.  No existe otro veredicto en la agenda del malicioso, así se trate de juzgar a un delincuente o a un santo: “guilty”.
         Por desgracia, la malicia es un mal tan tóxico, que no es posible manejarlo de manera que el malicioso salga bien librado de su manipulación.  Este suele ser la víctima principal de su condición de enfermo social, moral y espiritual.  Y en su caída al precipicio de la soledad y la amargura, suele arrastrar  a tantas personas como sea su área de influencia.  Especialmente a los que tienen que soportarlo diariamente.  Pero ¿es el malicioso un tipo fácil de identificar? ¡Por supuesto que no!  Es cierto que hay algunos que son brutales y no disimulan (porque son burros) sus intenciones; pero existen otros más astutos que desarrollan técnicas muy hábiles para disimular su vicio.  Llenan sus discursos malignos de infinidad de sutilezas lingüísticas y humorismo falaz, para darles un carácter de aparente inocuidad.  Y no es raro que sus malvadas opiniones lleguen a adquirir ante los demás, un carácter de “respetables y constructivas” aunque sean malicia pura.  Pero no importa lo que hagan los maliciosos, ellos son los más dañados por esta carcoma moral.
         Los celos en el matrimonio son una de las más dañinas formas de malicia, y quienes padecen de este mal, jamás deberían casarse, pues no solo arruinan la vida de sus cónyuges sino la de sus hijos y familia en general.  La malicia entre los que tienen que convivir, es el peor suplicio que se pueda imaginar.  Pero ¿es posible curar la malicia?  NO.  Recuerden que LA GENTE NO CAMBIA.  Un malo NO se convierte en bueno por arte de magia o el simple deseo de hacerlo, o porque "tuvo un encuentro con Jesús".  A lo único que puede aspirarse es a reconocer la malicia en cada uno de nuestros pensamientos y acciones, y  a partir de allí, tomar las medidas para que esta no sea tan dañina a las posibles víctimas de esta enfermedad social.
         La malicia es el terreno fértil para que florezcan en el corazón del hombre el egoísmo, la codicia, la envidia, la arrogancia y mil vicios más de todos conocidos.  Obsérvese a usted mismo con cuidado, con honestidad, y podrá comprobar lo que aquí se dice.  No necesita ser adivino ni vidente; solo analice sus emociones y pensamientos en relación con cualquier persona conocida, y de inmediato encontrará la respuesta que usted ya conoce de antemano; solo que, como NO es agradable, tratamos de no verla y, a fuerza de tanto hacerlo, llegamos a creer que estamos libres de ese y otros vicios que son la causa de nuestro estado actual individual y colectivo.
         La malicia es un vicio horrendo; esfuércese en disimularlo, de tal manera que no haga daño a los demás, aunque a usted lo atosigue en su interior.  Tráguesela en silencio, ese es su karma, el cual nada sabe del “perdón de los pecados”.
         Fraternalmente
                                      Ricardo Izaguirre S.              Correo: rhizaguirre@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario