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“LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ES
USTED SUPERSTICIOSO?
El
primer impulso que sentimos es decir que no, puesto que la superstición está
asociada a la ignorancia y al primitivismo social y racial. Y nadie quiere ser eso. Pero piénselo bien antes de ubicarse en el
plano de la excepción. El diccionario nos
dice: a) “Creencia extraña a la fe y contraria a la razón”, b) “Fe
desmedida o valoración excesiva respecto de una cosa”. La definición del DRAE es engañosa y
ligeramente tendenciosa, pues no dice a cuál FE se refiere ni contraria a cuál
razón. Y en la segunda acepción, limita
esta actitud solo al campo de la fe (al parecer, religiosa). Pero la superstición abarca un campo mucho
más amplio que el que tiene que ver con cuestiones religiosas. Permea casi todas nuestras actividades
diarias, aunque le demos otros nombres para evadir el significado negativo que
tiene tal denominación; ser supersticioso es algo que nadie acepta ni de mala
gana. Le llamamos pesimismo,
desconfianza, cuidado, astucia, observación, precaución… “por si acaso”. En todos nosotros, en toda circunstancia,
aletea un halo de superstición disfrazado de las más variadas justificaciones,
que casi todos aceptamos como válidas… al menos, como justificativas.
Existe la superstición material,
aquella que podemos analizar con la razón, como la del espejo quebrado… o el
gato negro que se nos atraviesa en el camino… o pasar debajo de una escalera. Pero la peor clase es aquella que tiene que
ver con el mundo inmaterial (espiritual o de los muertos, como le
llamamos). Y más clara todavía, es la
superstición que tiene que ver con nuestras creencias religiosas, las cuales se
justifican por “el poder de las mayorías”.
La validez que le dan las masas.
Si todo el mundo cree en Dios, NO es ridículo que yo también lo haga y
que me dedique a hacer peticiones egoístas a esa abstracción indemostrable en
el mundo físico. Al fin y al cabo, hay
“miles” de personas que han recibido milagros que justifican nuestra
superstición colectiva.
Superstición es atribuirle vida,
existencia, buena o mala voluntad, intenciones, actitudes y preferencias a una
mera abstracción, producto de nuestros deseos y conveniencias; a una invención
individual o colectiva de nuestras mentes.
Hemos inventado toda clase de deidades a las cuales hemos dotado de
todas aquellas características y poderes que nos convienen y son de nuestra
utilidad. Dioses perdonadores del Mal,
que nos confieren el Paraíso con solo arrepentirnos de nuestras fechorías. Sin embargo, decimos NO ser supersticiosos, a
pesar de que esta forma de pensamiento es “contraria a la razón, y es una
valoración excesiva e indemostrable de un postulado”.
La superstición es una mezcla rara de
creencias, fe, miedo, suposiciones, religión, fetichismo, desconfianza,
certeza infundada, celos, falta de raciocinio, fanatismos, sospechas,
inseguridad, sentimientos de vacío y esperanza.
Puede haber más elementos, pero esos son los principales. Pero las más poderosas fuentes de la
superstición son aquellas que tienen que ver con los mundos intangibles que se
escapan a nuestra comprobación física (visual o táctil). Y las más notorias de ellas son las
religiones. La FE es el pilar de apoyo
básico de casi todas las religiones, y constituye la piedra angular de toda
“filosofía” religiosa; es la máxima declaratoria de lo que es la SUPERSTICIÓN
INSTITUCIONALIZADA y elevada a la categoría de dogma divino. Tener fe es doña Toda, y tal sentimiento goza
de la más alta estima entre los pastores y cofrades de cualquier religión.
Véase la sutil complicidad del
diccionario, que define la FE como un elemento racional contrapuesto a la
superstición. “Creencia extraña a la
fe y contraria a la razón”. Es
decir, en esta afirmación se iguala la fe con la razón, y ambas se hacen
contrarias y extrañas a la superstición.
O viceversa.
Es por culpa de la fe que hemos hecho
del mundo espiritual, una gigantesca y contradictoria superstición; por culpa
de la superstición (fe) hemos convertido a la Naturaleza (Dios) en un
instrumento utilitario a nuestro servicio y a nuestros mezquinos intereses;
así, hemos transformado una bella figura mística (¿mítica?) en una brutal
superstición milagrera y ocupada en minucias vulgares y egoístas. En ejecutor de nuestros deseos, conveniencia y
caprichos; es más, en agente realizador de nuestros odios y venganzas. Nada nos place más que la idea de que Dios
“castigue” a los que nos han incomodado en algo. Y amparados en un extraño conjuro, les
deseamos a nuestros enemigos todo el daño que Dios sea capaz de causarles: “Lo
dejo en las manos de Dios”. Frase hipócrita con la cual creemos eximirnos
de nuestros malos deseos. Aparte del
BUDISMO, todas las religiones han convertido a la Deidad en una grosera
superstición.
La superstición es la vía “fácil” para lograr una meta, de cualquier
naturaleza; ya se trate de cosas materiales o espirituales. Es la que lleva ríos de dinero a las arcas de
la Lotería y a las cajas y canastas de las iglesias. Es la que nos hace asistir al culto o a las
iglesias a dar limosnas, con el secreto objetivo de “ganar puntos” para el
viaje al cielo. O para evadir el infierno.
O para curarnos de algo. O que
alguien se nos cure. Y todo es pura
superstición. Nada más que
institucionalizada y con el visto bueno de la sociedad, pero tan inútil y
vulgar como la santería, el vudú y el espiritismo (consulta con los muertos). Es la misma lacra pero con distinto
disfraz. Oficializada la una,
estigmatizada la otra, pero ambas nacidas de los mismos bajos intereses; del
mismo egoísmo. La superstición está
arraigada en lo más profundo de nuestro ser, y es producto de millones de años
de evolución y supervivencia, de asociaciones mentales no sujetas al método
racional sino a las emociones y las apariencias y deseos. La superstición tiene como telón de fondo el
miedo y la incertidumbre que sentimos cuando hollamos cualquier terreno
desconocido. De ahí, la infinidad de
estas en relación con la muerte y todas las ideas que tienen que ver con los
mundos no visibles (espirituales), si es que creemos en ellos (otra forma de
superstición).
¿Sigue usted creyendo que NO es
supersticioso? Analice sus decisiones
(en cualquier campo) y verá que están matizadas, en algún grado, de elementos
que no corresponden a la realidad científica sino a “corazonadas” o pálpitos, a
lo que otros dicen o creen, a la “experiencia” colectiva (la más abrumadora
forma de superstición masiva).
¿Qué cree usted?
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S. Correo: rhizaguirre@gmail.com
Blow:
www.lachispa2010.blogspot.com
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