1054 LA CHISPA (20 de marzo de 2016)
Lema: “En la indolencia cívica del
ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ES LA MAGIA?
El
diccionario tiene varias definiciones acerca de la magia, pero, lamentablemente
generaliza una confusión popular entre lo que es la verdadera magia y lo que
practican los ilusionistas, prestidigitadores y otros artistas callejeros. Pero la magia nunca ha tenido como objetivo
el entretenimiento del público, ni siquiera del más exclusivo como los reyes y
mecenas de la antigüedad. Y aunque sus
cultores se han camuflado bajo distintos disfraces y actividades, la magia
nunca ha tenido como objetivo brindar espectáculos públicos a cambio de dinero. La línea central de la magia siempre ha sido
la ciencia, y su objetivo, el estudio de la materia; en especial, todos los
cambios físicos y químicos que se producen en esta. Y la magia aplicada es la producción, control
y dirección de esos cambios. Su campo de
acción está formado por la física, química, biología, astronomía y todas las
ciencias en donde el substrato sea la materia.
Y ahora, como en tiempos pretéritos, los magos son los científicos de
vanguardia. Y así como ahora estos nos
asombran con sus logros, así lo hicieron sus antepasados; pero como contaban con
un público menos comprensivo y menos conocedor de la Naturaleza, tuvieron que
ocultar sus actividades mediante cierta teatralidad que terminó por crear el
aura de misterio, superstición, miedo y desconfianza que llegaron a
producir. Y es por esa incomprensión
popular que tuvieron que asumir un papel necesario (el personaje) para encubrir
su actividad verdadera, que era la ciencia.
Dice
el diccionario que los magos realizan actos que van “en contra de de la
naturaleza”. Pero esa es otra
inconsistencia definitoria de la Academia, pues en la Naturaleza NO existe
nada, no puede existir, algo que vaya en contra de las leyes de esta. NO EXISTEN LOS HECHOS “SOBRENATURALES”. Solo una infinidad de fenómenos científicos
cuya causa y razón desconocemos. Todo lo
que sucede (resultados mágicos), está
de acuerdo con las leyes del plano en el cual habitamos; que no lo entendamos o
conozcamos su razón, es otra cosa. Así,
pues, esa definición del diccionario resulta deficiente, inexacta y
tendenciosa, pues confunde el ilusionismo y la prestidigitación con la
magia. La magia y los magos verdaderos
jamás han tenido como objetivo el
entretenimiento y la diversión del público.
Eso es otra cosa, y su confusión ha derivado de la literatura
miliunachochesca, la cual da pie a todo tipo de fantasías “mágicas”. Pero la magia tiene otros objetivos muy
diferentes, y sus cultores verdaderos conocen muy bien sus metas y
limitaciones, aunque a veces tengan que asumir conductas un poco teatrales.
El
conocimiento de las leyes de la naturaleza es lo que permite la explicación de los fenómenos
físicos cotidianos y los hace comprensibles al vulgo; pero cuando esto sucede,
dejan de ser “mágicos” e interesantes; se vuelven rutina, o trucos pasados de
moda, como muchos fenómenos eléctricos o electrónicos. ¿A quién le impresiona una computadora o un
teléfono “celular”?. ¿O la televisión
digital de alta definición? ¿O la
química de los plásticos? ¿O la “nube”? Y todos ellos son magia pura.
El
conocimiento de la magia es una “obligación” inherente a la humanidad; al menos
de una parte de ella. Y aunque ahora los
magos ya casi no utilizan gorros puntiagudos (los han cambiado por batas
blancas), continúan practicando los rituales
misteriosos de siempre. Los
colegios, las sociedades, los sindicatos, los congresos, las “patentes” y otras artimañas siguen siendo los broqueles
que protegen sus conocimientos de la profanación del vulgo. El misterio y el sigilo siguen teniendo la
misma utilidad y validez que tenían hace milenios. Lo que antes era labor privada y altamente
selectiva de parte de los Maestros solitarios o colegiados, ahora es una labor
que han asumido las universidades en forma más liberal y accesible a miles de
aspirantes a “magos”. Sin embargo, la
tradición continúa siendo muy parecida. Incluso la utilización de lenguajes
esotéricos para marginar al vulgo de la comprensión general de la clase de
magia (especialidad científica) que practican los diferentes grupos de
iniciados en los “misterios de la ciencia”.
Pero la magia actual como la antigua (ocultismo, alquimia, astrología y
otras), conserva sus categorías y terrenos vedados a los que no están iniciados en los secretos misterios de la
Materia y el Espíritu. Porque si no se comprende
la naturaleza del Espíritu, es imposible descifrar los más profundos secretos
que encierra la materia. Como la
cuestión del ORIGEN DE TODO. Y esto no
es un planteamiento religioso, aunque varias religiones y el ocultismo
científico lo explican muy claramente desde hace milenios. Por desgracia, como en la antigüedad, un
sector de los magos modernos ha cortado el cordón umbilical con la fuente
primitiva del Conocimiento, y se han parapetado detrás de la muralla del
materialismo exclusivo, y con eso, se han aislado de la única vía de acceso a
la verdad. Así como hicieron los
astrónomos en relación con la Astrología, y a partir de ahí, perdieron el
rumbo. Pero no para siempre… Ahora mismo
hay legiones de astrónomos-astrólogos que comprenden que la verdad última solo
puede aparecer cuando se entiende al
Espíritu, el principio Rector del Universo.
La
magia, pues, es el conocimiento y manipulación de la materia mediante la
comprensión de la esencia que anima a
esta, el Espíritu. Pero, por favor, no
confundir este espíritu o esencia última con las definiciones de los dogmas
religiosos. Y desde luego, recordar que los
magos (antiguos y modernos) son los cultores de esta ciencia que se fundamenta
en los principios eternos de la Ley.
Entonces, ¿tenemos que inclinarnos y doblar las rodillas ante la
ciencia? ¡Desde luego que no! Ni delante de ningún, dios o dioses, ángeles
o arcángeles. Todos ellos solo son
dignos de nuestra admiración y respeto, no de idolatría. Y la ciencia, lo mismo que la magia, es
merecedora de nuestro agradecimiento pues cada día nos hace más comprensible,
cómodo y útil el ambiente que nos rodea, lo cual nos convierte en partícipes de
la magia que este encierra; pero no como un misterio oscuro y tenebroso, hijo
de potencias malévolas y diabólicas sino de la evolución natural del espíritu
humano y sus magos, que lo somos todos en mayor o menor grado. La magia es y ha sido la religión de siempre:
es la primitiva fe llevada a la categoría de hechos probados de manera
indiscutible.
Y
aunque estamos lejos de la meta en el camino evolutivo, vamos apuntando en la
dirección adecuada, pues el dolor causado por el mal uso de los productos de la
magia, son los correctivos necesarios para visualizar correctamente el
sendero. El precio de la purificación
siempre es alto; no existen los atajos ni el camino fácil en el proceso de la
evolución. Y aunque es cierto que existe
la magia, esta no puede eliminar los abrojos de la senda. No existe el perdón a nuestros pecados, ni
siquiera siendo magos de alta categoría, pues el Karma (La Ley) es implacable y
se encuentra incluso por sobre las cabezas de los dioses y los santos. Nada ni nadie escapa a la Ley, ni los dioses.
La
magia, en resumen, es el dominio de la materia en el plano físico en donde
vivimos; pero también es mucho más que eso: es conocer la esencia superior de
esta; es entender el espíritu que la anima.
Solo así se puede reclamar el título de mago. Y no solo para blasonar y sorprender a los
legos, sino para comprometerse como voluntario colaborador en la gran obra
evolutiva, en la que tantos tratan de hacer lo suyo de acuerdo con el alcance de sus
CONOCIMIENTOS.
Que
la paz sea con ustedes
Ricardo Izaguirre S. Correo:
rhizaguirre@gmail.com
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