1076 “LA CHISPA” (13
de marzo de 2017)
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA
REENCARNACIÓN
¿Existe
o no la reencarnación? Hay dos
respuestas: sí y no. Incluso una
tercera: talvez. Si creemos que no, ahí
se acaba la discusión; pero si creemos en ella, tenemos que entender y aceptar en
su totalidad los postulados de esta, los
cuales son muy complejos, desesperantes y nada complacientes. Las grandes religiones de occidente han
simplificado este asunto de una manera muy simplista y falta de lógica, lo cual
ha dado paso a una mala interpretación de esa doctrina. La han tergiversado (o deformado) de manera
que, han hecho posible, en teoría, que una sola vida sea suficiente para lograr
la “salvación” o irse al infierno. En
cambio, las confesiones orientales, sabiamente, dan explicaciones más realistas
para escapar de la Rueda de Samsara, el ciclo casi interminable de
renacimientos y muertes. Y al final de
este, se llega a la emancipación conocida como el NIRVANA. Cuando el Hombre, después de un larguísimo
peregrinar por el mundo de la materia (el infierno) se ha purificado y se hace merecedor de la
liberación de los lazos de esta. El
gran Maestro Sankara dice en su obra “La joya Suprema del Discernimiento” que
eso se logra después de CENTENARES DE MILES de encarnaciones. Y aunque hay algunos que lo logran en menos
tiempo (como Buda), no es posible hacerlo sino después de miles de
encarnaciones. No existen los atajos en
el camino de la “salvación”. Debemos
dedicarle cientos de vidas a la corrección parcial de un solo defecto como la
ira. No es posible hacerlo en una sola
vida, por más que nos hablen del perdón de los pecados o las elecciones
arbitrarias de un Dios entrometido; tal cosa no existe, según la filosofía
oriental y la Doctrina Secreta. La Rueda
de Samsara es un camino áspero en donde
no existe más gracia que la que logra cada hombre por sus propios méritos y no
por intercesión de nadie. El Sendero es
duro y realista, y no da cabida a las fantasías acomodaticias al gusto. ¿Ha logrado usted vencer uno solo de sus
vicios morales que más le avergüenzan?
¡Claro que no! Aunque le agrade
fanfarronear al respecto. Aunque sea
fanático del autoengaño.
Por otra parte, las religiones de
occidente han inventado todo tipo de teorías simpáticas para la captación de “adictos”,
tales como el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y otros
disparates semejantes o peores. Todo un
clientelismo cuyo único fin parece ser el de reclutar fieles incondicionales a
los dogmas de sus respectivas agrupaciones.
Y como trasfondo de todo, se encuentra un decorado milagrero al gusto
del público y feligreses.
Según
la Doctrina Secreta, el Hombre es un peregrino de la Eternidad; una chispa
divina desprendida de la Gran Llama y
que, mientras dura su largo periplo, se encuentra solitario, librado a su
propia suerte, a su capacidad, en síntesis, a su libre albedrío. Debe recorrer todo el trayecto doloroso en la
búsqueda del Sendero que habrá de conducirlo al paraíso que dejó atrás. Y cuando termina su viaje, lo hace como un
dios poderoso y autoconsciente de su grandeza y sabiduría. Eso, según la
filosofía oriental. Pero… un momento. ¿Quién es ese Hombre que evoluciona durante
esa “eternidad” de sufrimiento? ¿Es
usted, Pancho Pérez? ¿Juanita García? ¿Yo? Por supuesto que no. No se engañe ni permita que le hagan
historietas al gusto suyo. El hombre
físico que somos, solo es el vehículo (la prisión) del Hombre Eterno, del dios
que encarna y se sumerge en la materia.
Ese es el ángel caído de la metáfora, el Hombre inmortal. Decepcionante ¿no es cierto? Pero así es, si se fija bien en los escritos
sagrados y esotéricos de todas las grandes religiones. El hombre que vemos solo es un instrumento,
una herramienta que es utilizada en el desarrollo del Dios interno. Que no es usted.
Según la Doctrina Secreta el hombre
está constituido por dos partes: la Personalidad y la Individualidad. La personalidad es el ego inferior que está
formada por el cuerpo físico, el emocional y la mente baja; esta es la que se
apodera del personaje y llega a creer que ella es el dios evolucionante. Pero todos estos cuerpos desaparecen con la
muerte. Luego está el Ego Superior, el
dios interno del que habla Pablo. Esa es
la entidad que encarna y evoluciona, utilizando en el transcurso de su largo
viaje, a centenares de miles de cuerpos físicos (personalidades) que le sirven
de vehículo para su proceso evolutivo.
Así que si usted cree que es quien va a “ir al cielo”, está equivocado
lastimosamente. Pero por más que nos
duela y nos haga sentir mal (debido al apego al “yo”), esa parece ser la
respuesta lógica.
¿Ha pensado usted en lo
terriblemente difícil que es “dominar” uno solo del infinito número de vicios
morales (debilidades) que tenemos?
Piense en la lujuria, la gula o la ira, y medite en cómo dominan su
voluntad; son demonios internos que nos manejan a su antojo. Y son miles de esos defectos los que
controlan por completo nuestras acciones.
Entonces, ¿por qué suponemos que sea posible librarse de todos ellos
mediante un esporádico “arrepentimiento” o cualquier otro artificio religioso? O por el “perdón de los pecados”.
Según lo plantea la filosofía
oriental, el camino es claro: aceptar lo que somos (conócete a ti mismo), e
iniciar el recorrido del Sendero con una finalidad bien clara: la liberación. Pero esta, como todos lo sospechamos, es
imposible de lograr en una sola vida. NO
SE PUEDE. Así de simple. Y ese es el principal argumento a favor de la
reencarnación del Ego. Claro que lo más difícil
de esta teoría es la aceptación de que nosotros solo somos la PERSONALIDAD, un
instrumento desechable que solo sirve al propósito evolutivo de nuestro dios
interno, el Ego reencarnante, del cual nada sabemos. Y lo que es peor, con el cual NO tenemos
contacto alguno demostrable mediante la ciencia, las religiones, la sicología o
la razón. Aterradora teoría, ¿no es
cierto? Es más fácil, agradable y
tranquilizante el “paquete” de salvación
que nos ofrecen las confesiones occidentales.
Pero, ¿realmente cree usted en la posibilidad real de salvarse mediante
los rituales que nos ofrecen nuestros pastores y sacerdotes? ¿Qué sospecha usted? ¿Apuesta por lo fácil? Háganos un comentario.
Fraternalmente
Ricardo
Izaguirre S. Correo: rhizaguirre@gmail.com
Blog: www.lachispa2010.blogspot.com/