martes, 19 de enero de 2016

801 ¡Bienaventurados los pobres!



801    LA CHISPA   
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡BIENAVENTURADOS LOS POBRES!
         ¡¿Quiénes pudieron inventar semejante desatino que contradice toda la esencia de lo que el hombre ES?!  Y mucho más, cuando esa sentencia se pensó y predicó entre judíos, porque esos mensajes NO eran para los gentiles ni para la gente de dos mil años después.  Señores: ¿hay alguien sobre la tierra cuya máxima aspiración sea ser pobre?  De la lectura de Lucas podemos interpretar que la “pobreza” se refiere solo al dinero (Lc. 6: 20), pero Mateo complica la situación cuando le agrega al versículo de su colega (Mt. 5: 3) una enigmática frase sobre la cual casi nadie se interesa.  Bienaventurados los pobres EN ESPÍRITU”.  Al parecer, Lucas limitó la cuestión a la riqueza material, pero Mateo la elevó a la condición espiritual y nos metió en un enredo descomunal que nadie ha podido analizar adecuadamente porque, ¿es un mérito o bienaventuranza ser “pobre en espíritu”?   ¿Y qué es ser pobre en o de espíritu?  Por lo general, solemos considerar como pobres de espíritu a aquellas personas miserables incapaces de alguna acción noble o altruista.  Ser pobre en espíritu equivale a ser un desgraciado indigno de ninguna consideración; alguien vacío, sin filosofía, inculto y falto de metas.  ¿Es eso una bienaventuranza?  Y si nos limitamos a la definición de Lucas, resultaría que ser “arrancado” es una bendición.  ¿No es así?
         ¿Hay algún ser humano que quiera ser POBRE?  Pero de verdad, NO de los dientes para afuera.  Por mi parte, yo quiera ser RICO EN ESPÍRITU pero, también en “chochoska”, porque después de todo ¿qué tiene de malo tener plata y vivir una buena vida con todas las cosas agradables que el dinero puede proveer a sus poseedores?  Y sin compromiso alguno, pues nadie está obligado a dar de lo suyo a los demás.  Se puede compartir si se desea y si tal acto no implica quedar en la pobreza.  Porque no es justo ni correcto que los trabajadores diligentes tengan que compartir el fruto de su esfuerzo con vagos que nada han querido hacer.  La fraternidad y el socialismo NO significan la obligación de mantener alimañas inútiles.  La solidaridad es otra cosa.  La justicia social no es quitar sus pertenencias legítimas a los que han trabajado duramente, para dárselas a los parásitos sociales improductivos.  El que trabaja, ahorra, invierte y posee talento, tiene el derecho legítimo a gozar de todos los placeres que proporciona la riqueza, sin remordimientos ni complejos de culpabilidad religiosos.  Así que no es justo que los credos hagan afirmaciones de este tipo. 
¡¿Quién con una onza de aserrín en el coco puede pensar que ser pobre pueda ser una bendición?!  Claro  que si lo pensamos bien, esta podría ser una jugada muy inteligente de parte de los que tienen el capital, de la Oligarquía de siempre.  Ellos aplicaron aquel principio de la falacia de la composición, e introdujeron ese versículo en el Nuevo Testamento con el fin de apaciguar los ánimos de los millones de personas que aspiraban a ser ricas.  ¿Por qué?  Muy simple: porque es bueno que haya unos cuantos ricos, pero NO que todos lo sean, porque si todos lo fuéramos, ¿de qué serviría?  Cada uno tendría que hacerse la comida, sembrarla, cocinarla y limpiar su propia casa.  Todos adinerados sería tan inútil como que todos estuviéramos en la pobreza absoluta.  Y esa podría ser la razón por la cual los ricos inventaron esos versículos que les achacaron a Lucas y Mateo.  ¡Estupenda jugada de la Oligarquía de aquel tiempo!  Solo que muy brutal y obvia.  Es tan ordinaria y tosca que la gente ha preferido darle mil interpretaciones seudo místicas que produzcan cierta paz mental ante semejante desaguisado.   De esa manera pretendían mantener aplacados a los pobres si estos se tragaban la idea de que ser menesterosos aquí, les garantizaba la “propiedad” del cielo.   ¿Cómo puede ser una bienaventuranza ser pobre en dinero o espíritu?  Solo serlo de plata es ya una desgracia, y peor aún, también tener la cuenta bancaria del espíritu en bancarrota.  ¿Se imaginan lo que es estar quebrado material y espiritualmente?   ¡Qué alguien me explique cómo puede ser eso una meta deseable!
         Esa astucia es la que siempre ha distinguido a la gente platuda (con sus excepciones, desde luego) y los ha hecho ser poseedores eternos de la batuta.  El invento de las religiones exotéricas ha sido uno de los más brillantes procesos de domesticación de los pueblos, aunque, de vez en cuando, hayan incurridos en cosas tan ordinarias como la de esa discutible bienaventuranza.  La pobreza siempre es una afrenta, no importa cómo la veamos, pues es un claro indicador de un conjunto de retos sociales que no hemos podido superar por pereza, indolencia, falta de talento y otras mil deficiencias.  O por la clásica que esgrimen todos los pelagatos: “mala suerte”.  O la frase sacramental de las religiones: “Es la voluntad de Dios”.   Y sobre la cresta de esa ola conformista, encontramos la justificación de nuestra inutilidad y el consecuente fracaso que nos ha ubicado dentro de esa afrentosa categoría de “bienaventurados”.   Cada uno tiene lo que se merece, y esto no se da porque un dios caprichoso designe en forma aleatoria a aquellos que serán tocados por la fortuna, como si esta fuera producto de una lotería y no del esfuerzo personal y del genio.   ¿Que hay ingredientes malévolos en el proceso de hacer fortuna?  Indudablemente.   Pero eso NO debe ser la justificación para que renunciemos al esfuerzo necesario para convertirnos en potentados.  Ni siquiera por temor al otro cuento religioso que nos dice que: “Es más fácil que un camello pase por el hueco de la Aguja, que un rico entre al cielo”.  Porque una cosa es segura: los que tuvieron la diligencia y la voluntad para hacer fortuna, también tendrán la viveza y la posibilidad para “colarse” en el cielo.  Comprando influencias, sobornando, colaborando y haciendo caridad pública.
         Esa bienaventuranza llena de odio, resentimiento, envidia, cólera, codicia y malos pensamientos a todos los que han sido “premiados” con ella.  Y a los que son de mente y corazón menos impuros, los llena de estupor y preguntas que nunca obtendrán respuestas razonables.  Porque, ¿cómo puede ser una bendición pasarse toda la vida deseando las cosas buenas que esta puede proporcionar a los que luchan por lograr la fortuna, sin importar mucho los detalles?  ¿Qué piensa usted: quiere recibir la bendición de la pobreza, o la maldición de ser tan rico como Bill Gates?    Pero sin hipocresía.  Yo me apunto en la segunda opción.
        Pobretescamente
                               RIS          E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blog:   La Chispa            http://lachispa2010.blogspot.com/       con link a     Librería en Red

domingo, 17 de enero de 2016

1051 ¿Tiene usted mente conflictiva?



1051    LA CHISPA              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿TIENE USTED MENTE CONFLICTIVA?
         El peor peligro intelectual que enfrentamos los humanos no viene de fuera sino que es un quintacolumnista residente en nuestro interior; uno que tiene el control casi absoluto de nuestros pensamientos y emociones: la mente.  Es el más terrible acosador que goza de impunidad total para hacer lo que le da la gana, aun en contra de nuestra voluntad y conveniencia.   Casi nadie (para ser generoso) se encuentra en control de su mente, a pesar de todo lo que podamos alegar como pruebas de lo contrario.  Todos tenemos una mente frenética en alguno del infinito número de grados de esta condición.  Todos sabemos esto, a  pesar de los autoengaños que pretendemos hacernos.  Sobran libros, tesis, cursos por correspondencia, religiones, sicólogos y expertos en “el dominio de la mente”, pero todos sabemos que tal cosa es un fraude.  No importa lo que nos digan  los “cuentos orientales” en relación con los grandes maestros de la India o de China y su dominio sobre la mente; son cuentos, pues es el mismo señor Krishna quien admite ante su primo Arjuna, la imposibilidad de dominar a tan rebelde e individualista componente de nuestro ser.  Todo lo demás son historietas religiosas o metafísicas que nos hablan de seres excepcionales (que nadie ha conocido) que tuvieron el dominio total sobre sus mentes.
         La realidad es una: la mente hace lo que le da la gana en nuestra cabeza, sin importar nuestras intenciones, “concentración”, “meditación” o las rabietas que hagamos ante nuestra impotencia.  Nuestra cabeza es el salón de fiestas de la mente.  Trate de meditar por cinco minutos y lo verá; pero antes, ¿sabe usted qué cosa es meditar y para qué sirve tal cuestión?  ¿Cree usted que puede lograr “algo” mediante esta técnica?  ¿Algo así como el Samadhi o la unión superior con Dios o alguien de menor o parecido calibre?  Existen millones de libros y leyendas orientales que nos hablan de estas cosas y nos quieren hacer creer que es posible en esta o en las próximas cien o mil encarnaciones, que logremos ese grado supremo del Yoga mediante la meditación y el dominio de la mente.  El orientalismo metafísico se ha convertido en una pasión occidental, llevada al grado de fanatismo por incontables norteamericanos y europeos que han viajado a Oriente con el fin de “encontrarse a ellos mismos”.  Como Richard Gere y una infinidad de personajes.  El boom del orientalismo es una moda, y como las modas producen dinero, ha surgido una gran industria que comercializa todo lo que viene del misterioso, místico y lejano Oriente.   Como las plagas religiosas, han surgido por montones los gurús gringos que, después de hacer un curso de quién sabe qué en la India, el Tíbet o Nepal, regresan como Maestros de sabiduría “capaces” de conducirnos hasta el Samadhi y a la suprema unión con el Ser.  Y como los gringos son tan listos para las cuestiones comerciales, incluso han creado escuelas de misticismo por correspondencia.  Sí, señor, así es la cosa.  Y junto con los folletos místicos nos venden candelas, incensarios, incienso, pomadas, imágenes de una casta de viejos peludos que se hacen llamar iluminados, ropas de lino, amuletos, piedras, cristales y cuanta chuchería se les ocurre.  Negocio redondo.
         ¿Ha caído usted en esa trampa?  Lo difícil no es deshacerse de estos avivatos sino de su propia fe (la suya), de su sistema de creencias arraigadas en su mente, porque después de que usted (su mente) acepta ciertas ideas, queda cautivo para siempre.  Y ante cualquier disparate o irracionalidad de los argumentos que le  propongan sus “maestros”, es su propia mente la que les buscará acomodo para que sean aceptables.  Lo mismo que pasa en las religiones con el asunto de la milagrería.  La gente siempre inventa explicaciones para justificar cualquier cosa o dogma, con tal de que en su mente haya alguna coherencia.  Aunque esta sea absurda para los no creyentes.  Esa es la explicación de los milagros.  Y de los logros en la “meditación”.  Como sería terrible que después de días, meses o años, usted no logre más que dormirse o aburrirse de lo lindo, surge la necesidad de inventar algún resultado, al menos para la mayoría.  ¿Habrá gente que logra el dominio de su mente mediante el yoga?  No lo SABEMOS, solo podemos conjeturar.  Y a partir de ahí, salimos de lo racional y científico, y entramos en los senderos de la religión y sus dogmas, del misticismo y sus misterios, de la metafísica, del Big Bang.  ¿Qué dice su mente al respecto?  Recuerde que esta es un componente de su personalidad; un elemento difuminado entre bambalinas pero es el que lleva la riendas de su conducta general.  ¿Se ha dado usted cuenta de eso?  ¿Ha notado que usted piensa cosas que no quisiera pensar?  ¿Que habla, acusa, calumnia e inventa cargos que sabe que son injustos?  ¿Se ha enterado del conflicto permanente que hay entre su consciencia y su mente, y que esta jamás se da por vencida cuando le presenta una idea conflictiva?  La mente es el cubil de nuestros demonios.  Y estos son completamente autónomos.  Siempre quieren crear alboroto en su cerebro para causar emociones violentas, el sustento y su razón de ser.
         Si usted ha leído esta “Chispa” con ecuanimidad, es probable que tenga una opinión determinada, no lo sé.  Pero si ha permitido que la mente involucre el aspecto emocional en la lectura, es posible que usted haya emitido juicios violentos o despectivos en mi contra.  Esa es la mente en acción, y no es porque sea mala per se, sino porque esa es su naturaleza.  Eso lo sabemos todos, todos estamos enterados de las obsesiones y “malos pensamientos” que, sin importar que sepamos que son inadecuados o injustos, siguen ahí, a pesar de la rectitud de nuestro juicio, a pesar de que sabemos que son malignos.
         ¿Cree usted que es posible el dominio sobre su mente?  Pero recuerde que es esta la que tiene el control directo sobre las emociones, y estas son las que norman nuestra conducta habitual.  Y es aquí en donde está el problema.  ¿Puede percibir que usted es algo o alguien distinto de su mente?  ¿Es usted su mente o es otra cosa?  Casi cualquiera puede darse cuenta de ese problema y ser consciente de que hay algo o alguien que irrumpe en  nuestro cerebro y toma el control de lo que ahí se procesa y ordena.  Aun en contra de nuestra voluntad.  Eso podría tener algunas ventajas, ya que es una fuerza muy poderosa y capaz de “razonar” con mucha claridad; el problema es que siempre es negativa y maligna, es el Demonio tentador que todos tenemos, la mente conflictiva de la que no podemos liberarnos por más esfuerzos que hagamos, por más oraciones que digamos o por más cursos de meditación que realicemos; o por más que aparentemos con los demás.  Y como la mente es el origen de la vanidad, siempre nos dictará la impostura como conducta externa.
         Así, pues, mediten sobre este asunto que es de la mayor importancia; es parte del conocerse a uno mismo, labor titánica que nos pone el listón a una altura casi inalcanzable.  Y en ese trayecto, trate de identificar a ese pasajero indeseado pero inevitable.  Trate de diferenciar cuáles son los pensamientos e intenciones suyas, y cuales las de ese complemento de su personalidad; trate de distinguir los susurros de esa fuerza emocional, de los que nacen de su parte racional.  Es un trabajo tedioso, difícil y casi improductivo, pues ante los desafueros de la mente, casi siempre llevamos las de perder.  Todos tenemos un mundo de fantasías que queremos realizar y que son producto de la mente; no se deje engañar, utilice la razón, que es una herramienta asequible a casi todos.   Sin embargo, no se confunda; no espere milagros ni cosas trascendentales.
         En el “Conócete a ti mismo”, el primer paso es diferenciar los componentes de nuestra personalidad: cuerpo físico, aparato emocional y mente.   Estos son bastante evidentes pero ¿hay otros?  ¿Existe el espíritu como ente rector?  Y si es así, ¿cómo interviene?  ¿Regula algo de nuestra vida física, emocional y pensante?  ¿O se mantiene al margen de los conflictos inferiores de una mente chiflada que reside en un cuerpo víctima de las locuras de aquella?        ¿Qué cree usted?
         Fraternalmente
                                      RIS          E-mail:     rhizaguirre@gmail.com


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sábado, 9 de enero de 2016

A los lectores de "La Chispa"



A LOS LECTORES DE “LA CHISPA”

        Estimados amigos, esta hojita se ha publicado, por años, en un blog que lleva el mismo nombre y es el siguiente:    www.lachispa2010.blogspot.com/
        También se las he enviado por mucho tiempo a muchas personas mediante el correo electrónico, de manera más personal.  Pero una “tragedia” de tipo tecnológico me ha tomado por sorpresa.  Tratando de sincronizar el teléfono portátil con la Internet de la computadora (instrumentos diabólicos), quién sabe qué clase de error cometí y se me ha desaparecido gran parte de mi registro.    Y salvo aquellos que hayan recibido en su E-mail la última “Chispa”, fueron borrados de mi archivo.  Esta “Chispa” final fue enviada el 9 de enero de 2016 y se titula “¿Romanticismo con Dios?”.
        Así que si tienen interés en que les siga enviando “La Chispa” a su E-mail, me sentiría muy honrado de que me enviaran de nuevo su dirección de correo para tratar de remendar la torta. 
        Muy agradecido por su atención, les deseo un lindo año nuevo lleno de agonía (lucha), recompensas y triunfo.  Pero sobre todo, de Fraternidad y logros en el campo del Amor.
        Fraternalmente
                               Ricardo Izaguirre S.    
E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
       

1048 ¿Romanticismo con Dios?



1048   LA CHISPA       
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ROMANTICISMO CON DIOS?
         Un día de estos escuchaba a un entusiasta “pastor” predicando en una iglesia televisiva, y quedé impresionado por la certeza con la que afirmaba a sus feligreses la verdad de su mensaje.  “Dios –les decía- tiene un plan para cada uno de ustedes.  Para usted, para usted y para usted”.  Como si él fuera el vocero, confidente e intérprete de Dios.
De todas las ideas que el hombre ha inventado acerca de su supuesta relación con Dios, la más disparatada es la de creer que esa Deidad, con las características que le hemos atribuido (o que se derivan de la lógica) tiene una comunión personal con cada habitante de la Tierra.  Con cada uno de los siete mil millones que formamos la humanidad.  Algo así como papá-hijo, mamá-hija, nieto-abuelo.  Un contacto de tipo familiar.  El hombre (las religiones) ha decidido en forma unilateral el tipo de trato que tiene con Dios.  Pero lo que es peor, ha asumido el doble papel de Dios y Hombre, y se ha tomado la libertad de pensar por Dios, escribir libros santos en su nombre y, además, interpretar qué es lo que quiso decir en tal o cual situación ambigua o enredada en la redacción de cualquier texto “sagrado”.   El hombre interpreta, traduce y garantiza la validez  y promesas de un Dios al que nadie ha visto nunca; al que nunca nadie ha escuchado y, por supuesto, cuyo pensamiento nadie conoce. Y lo más seguro: que jamás ha escrito libro alguno.
         El hombre ha inventado todo el discurso: lo que piensa Dios, lo que cree y lo que quiere, sus planes y objetivos; qué lo enoja y hace que nos envíe al Infierno por TODA LA ETERNIDAD.  También cuál es la vía del perdón y la redención, en fin, todo el manual que nos garantiza el ingreso seguro al Paraíso.  O la caída en el infierno. ¿Y quién o quiénes aseguran eso?  Pues los que escribieron los libros sagrados, esos misteriosos sujetos que, supuestamente, tenían el privilegio y la ventaja de hablar cara a cara con Dios.  Pero, ¿con cuál dios?  Y ese es el irresoluble problema que tenemos que plantearnos ante estos improbables encuentros entre seres humanos ordinarios, y cierto tipo de personajes provenientes “del cielo”.
         El concepto de Dios (filosóficamente) es inasequible al hombre, pues es tal su trascendencia infinita, que nada de naturaleza finita es capaz de entenderlo o relacionarse con esa IDEA; ¿y por qué?  Porque lo finito es incapaz de comprender o relacionarse con lo Infinito.  Y esto nos lleva a la descalificación de cualquier encuentro entre seres humanos y la Deidad.  Es filosóficamente imposible.  Y eso lo sabe muy bien el budismo y el hinduismo cuando afirman: “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.  Fin del camino.  Entre ese Dios Infinito, el Absoluto, el Poder por Siempre Oculto, el Inmanifestado, el Nírguna Brahma y el hombre, hay una escala casi infinita de deidades de diversas categorías; pero todas ellas absolutamente alejadas del Incognoscible, el Poder por siempre oculto en el misterio eterno.  No es este Dios Absoluto, desde luego, el que se ha dedicado a escribir manuales de salvación para insignificantes hormigueros humanos que pululan por miríadas incontables en las profundidades del universo, y cuya desaparición o aparición a nadie importa ni altera el curso de la mecánica celeste que se rige de acuerdo con leyes eternas e invariables, y no por cuestiones emocionales o de ruegos de míseros mortales… ni siquiera de dioses.  Si una galaxia tiene que desparecer, con millones de planetas poblados como la Tierra, desaparece y punto.  Sus componentes son reciclables, la materia es imperecedera y el tiempo también.  El universo funciona debido a leyes eternas y NO mediante oraciones o súplicas a alguna deidad incapaz de variar el curso de los grandes acontecimientos del Cosmos, y que son determinados por la Ley.   Si la Tierra tiene que desaparecer, lo hará, a pesar de todos los santos y dioses que hemos inventado como nuestros protectores, y con los cuales mantenemos una relación romántica en un solo sentido.  Jamás ha intervenido Dios (o los dioses) en alguna acción que contravenga la Ley.   Es imposible.
         No existe posibilidad alguna de encuentro entre Dios y cualquier humano; ni siquiera entre los dioses  y Dios, el Principio Rector de todo.  La idea de ese dios personal es de lo más atrayente que podamos imaginar: un padre bueno, perdonador, amoroso y violador de la Ley, que se dedica a salvar pecadores de la manera más absurda imaginable, incluyendo la violación de sus propias leyes.  Pero tal cosa no existe, no puede existir pues significaría la negación de todo principio lógico y filosófico.  Dios es la Ley Eterna, y viceversa, y está más allá de la compresión de cualquier hombre o categoría de dioses.  Por lo tanto, decir que Aquello tiene un plan particular para cada insignificante criatura del universo, resulta un despropósito que solo cabe en la mente de personas que están muy lejos de entender ni los fundamentos más simples del esquema general.  Es reconfortante creer en un dios personal que esté a nuestro servicio incondicional en cualquier situación de apuro.  Todos TENEMOS LA NECESIDAD de creer en un dios con esos atributos, porque si no fuera así, ¿para qué nos serviría?  ¿Qué necesidad tendríamos de un dios que no puede perdonar nuestros pecados, curar nuestras enfermedades, darnos dinero y llevarnos al cielo?  Y como el Dios Absoluto no hace ninguna de esas cosas, resulta ser una simple abstracción que, para los fines prácticos de los hombres, no existe y es irrelevante.  Dios tiene que ser ÚTIL.  Si no, ¿para qué sirve o qué necesidad tenemos de él?  Dios se agiganta en la desgracia del hombre y significa todo; pero en la opulencia de la humana criatura, desaparece hasta convertirse en algo sin utilidad alguna.  Es el hombre el que tiene un plan para Dios: parapetarse en él para evadir las consecuencias (karma) de sus actos.
         Desde luego que cada uno tiene la libertad de creer en lo que más le convenga y le guste.  Y ese es el punto: la conveniencia.  No le concedemos al Diablo ninguna importancia; ni siquiera existencia objetiva, pues no nos ofrece nada que nos parezca de utilidad; no es de nuestra conveniencia, en nada  nos puede ayudar ni servir.  Y aunque nos fascina aventurarnos en juergas por sus territorios, no queremos compromisos permanentes con don Sata, ya que con él no se juega.   Pero el dios que hemos inventado es otra cosa.  Con este, solo es cuestión de “pasarle la brocha” de forma adecuada para obtener (supuestamente) todo lo que deseamos y más.  Incluyendo la entrada al Paraíso.  Nuestro dios es un dios lleno de ofertas y promesas de lo más generosas.  Es el dios de las promociones y de los “sales”, según nos lo presentan nuestros “guías espirituales”.  El cielo y el perdón de los pecados siempre están en baratillo.  Solo es cuestión de arrepentirse, llorar, cantar, prometer y dar una buena limosna.  Y todo está resuelto, según el plan de los pastores… y de los interesados.
         Es por eso que coqueteamos con dios y nos encanta la idea de un romance personal con él.  Nos embruja la idea de ser vistos por él, de ser tomados en cuenta por él como si fuéramos unos niños traviesos a quienes siempre está dispuesto a perdonar.  Pero todo eso solo es imaginación de los curas y pastores… y feligreses interesados y llenos de fe, plegarias y buenas intenciones.   Pero el Universo se rige por leyes invariables, inalterables e ineluctables.  No por oraciones ni súplicas, no por intercesiones de nada ni de nadie ni por planes personales entre dios y los hombres.  Solo por la Ley.  Solo por el Karma.  Desde luego que esta posición no goza de aceptación entre nosotros, y es por eso que todos nos acogemos al clientelismo de nuestras iglesias y vemos con resquemor todo aquello que enturbie nuestra idílica visión religiosa.
         ¿Qué cree usted? 
           Fraternalmente
                       Ricardo Izaguirre S.         Correo: rhizaguirre@gmail.com