viernes, 7 de febrero de 2014

41 Religiones de occidente



41  “LA CHISPA”    

Lema: “En la indolencia del ciudadano se fundamentan los abusos del Poder”

RELIGIONES DE OCCIDENTE: UN MODELO AGOTADO


            Entre el mercantilismo notorio de las iglesias protestantes, y la inflexibilidad y el dogma del catolicismo, al feligrés le queda muy poco donde escoger.  Desde luego que me refiero al creyente honesto pero inteligente,  aquel a quien el fanatismo no le obnubila la visión ni los sentidos internos que lo lleven a discernir con claridad, la insuficiencia de los postulados y dogmas en los cuales se basan  las religiones de occidente.
            Los judíos --autores de la Biblia-- jamás han confundido ni malinterpretado sus oscuros designios.  Ellos saben que la cosa es “aquí y ahora”, pero astutamente han manipulado la credulidad de los occidentales en cuanto al sentido material de las teorías bíblicas.  Es por eso que mientras ellos se dedican laboriosamente a amasar inmensas fortunas bajo el patrocinio de su Yavé y de la mala inteligencia que los gentiles hacen de las promesas bíblicas, estos siguen creyendo inocentadas acerca de una vida post mortem en donde habrán de recibir la recompensa adecuada por las limitaciones económicas a las que su “conformismo religioso” los condujo.   Y bajo la promesa de que en el cielo recibirán todo aquello que aquí les fue negado, se entregan a un fatalismo patético en el que encuentran un miserable consuelo a sus penurias.  Las religiones derivadas de la Biblia, solamente calamidades proporcionan a sus creyentes.  Tanto es así, que legiones incontables de feligreses incluso dicen que hay que “darle gracias a Dios” por las desgracias y privaciones que la vida les brinda a sus indolentes caracteres.   ¿Cómo es posible que un individuo llegue a creer que tiene que darle gracias a algún dios por tener una enfermedad, o porque se le muera un pariente por falta de dinero y una buena atención médica?
            La mala interpretación de las religiones judaicas conduce al individuo a ser pesimista, conforme, pasivo y derrotista.  Las absurdas promesas de una vida feliz y plena en un supuesto cielo cuya existencia no es más que una teoría indemostrable, los convierte en criaturas dóciles y explotables emocionalmente y dispuestos a abandonarse en manos de sus llamados “guías espirituales”, los cuales suelen ser, en su gran mayoría, vividores que la pasan a cuerpo de rey gracias a la estulticia de sus feligreses (“rebaño” como atinadamente suelen llamarlos).
            La fe, esa extraña e indefinible emoción, es el sustento en el que se fundamentan las religiones bíblicas.  Pero resulta que la fe es algo que nadie sabe en qué consiste, ni hay manera alguna de ejercitar racionalmente su utilización con el propósito de obtener beneficios de ella.  Todo creyente en la Biblia suele repetir irracionalmente que “con la fe todo se puede”, pero eso no es más que una falacia que no necesita demostración alguna.  La fe NUNCA ha resuelto absolutamente nada; para lo único que sirve es para tender un velo de conformidad y abandono ante aquellos problemas que bien podríamos resolver con el ejercicio de la VOLUNTAD y el trabajo tesonero.   Nadie ha podido jamás mover un carro con la fe; y mucho menos una montaña.  Tampoco es posible caminar sobre el agua, por más fe que se crea tener.  La repetición mecánica de los postulados bíblicos, solo conduce a que el individuo se convierta en un sujeto manipulable y apto para ser explotado emocional y económicamente.                                                                                                                                                                  La fe y la religión se han convertido en el refugio de multitudes de apocados que, lejos de luchar por obtener una vida económica digna y abundante (como los judíos), se conforman con la pobreza que NO es designio de Dios, sino de aquellos manipuladores a quienes les conviene que exista una enorme masa de gente tonta y falta de  voluntad de lucha para obtener la riqueza y el bienestar social, que es un derecho inalienable de todo ser humano.  Además, cobijados bajo los más absurdos postulados, tratan de encontrar cierta conformidad a los resultados de su indolencia y falta de combatividad en la vida.  Y amparados ante los absurdos bíblicos de que: “Bienaventurados sean los pobres”, y que “Es es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre al cielo...”, se entregan a su calamidad, convencidos de que Dios tiene designios inescrutables para que ellos sean pelagatos.  Pero ¿quién ha dicho que los ricos no entran al cielo?  Además, ¿qué nos garantiza que ser pobres nos da el derecho automático de entrar al supuesto Paraíso de las religiones?  Si usted analiza cuidadosamente estos postulados bíblicos, verá su falta de consistencia y de posibilidades de demostración.   Los ricos ya están en el cielo desde ahora, y como tienen de todo, no abrigan el sinnúmero de bajas pasiones que acucian a los pobres.  Los ricos no sienten envidia de su prójimo, ya que ellos tienen o pueden tener todo lo que los otros poseen.  Son los pobres lo que sienten envidia, egoísmo y malos sentimientos ante los que gozan de bienestar material.  Y esos malos pensamientos son los que determinan sus acciones malévolas y la certeza de que no entrarán al cielo.  Por lo tanto, las religiones no son más que el consuelo acomodaticio de aquellos que en lugar pelear honestamente por su derecho de gozar plenamente de una vida abundante en todo sentido, se refugian en teorías religiosas que les proporcionan la malévola satisfacción de pensar que los ricos se irán al infierno, y que ellos estarán ubicados en la gradería del cielo, presenciando el suplicio de aquellos.  Y este principio amoral es el que subyace, enmascarado, detrás de las teorías bíblicas y religiosas.
            La idiotización generalizada de los feligreses es la panacea de los predicadores.  Es por eso que la razón es satanizada por estos.  De allí que entre curas y pastores la entrega irracional del creyente en brazos de la fe, constituye su objetivo principal.  La fe ha sido tan malinterpretada que impide pensar y posibilita la imposición de los perjudiciales dogmas bíblicos.  Ir al cielo no es cuestión de fe, de dar limosnas o de obligarnos a conductas ficticias en relación con los bienes terrenales, porque si fuera así, los pastores y curas deberían ser los primeros y más obligados a renunciar a ellos.  Sin embargo, vemos que estos son los que viven mejor y gozan de todo tipo confort y beneficios económicos.  Entonces, ¿por qué predican acerca de las ventajas de ser pobre?  ¿Por qué catalogan la riqueza material como algo indeseable mientras que ellos viven en la abundancia?  Es cierto que ser rico apareja ciertos vicios y malos hábitos como la avaricia, pero no necesariamente el calificativo de malo e indigno de entrar al cielo; es más, moralmente los ricos están más capacitados para ser acreedores a tal privilegio, de ser cierto que exista tal cosa como el Paraíso.
            Las religiones derivadas de la Biblia ya no tienen nada útil que ofrecerles a las enormes masas de muertos de hambre del tercer mundo.  Salvo la fe, la conformidad con su desgracia y la hipotética existencia de un cielo compensatorio, su horizonte es muy limitado y pobre.  La vida es aquí y ahora; es lo único que realmente tenemos a mano; lo demás es un azar del que nadie puede darnos certeza alguna.  No importa lo que digan los manuales de fe.  Nadie puede ASEGURARNOS NADA.  Todo lo que las religiones nos ofrecen son PALABRAS Y SUPOSICIONES.  Promesas y promesas que a nadie le constan, y de las que NADIE se hará responsable una vez que hayamos muerto y nos demos cuenta (si es que nos enteramos) de que nada de eso existe.  Una vez muertos ¿a quién podremos reclamarle por todas las mentiras que nos hicieron creer mediante el mecanismo falaz de la fe?  Pero es mediante esa treta de la fe con la que nosotros mismos nos convencemos y limitamos nuestra existencia a una simple forma de vegetar, mientras nos morimos y nos jugamos el chance de colarnos en ese problemático cielo que nos han prometido nuestros curas y pastores.
            El papel de las religiones tiene que ser otro.  La religión debe ser una guía social, moral, cívica y liberadora del pensamiento.  La religión debe enseñar a cada individuo que tiene derechos inalienables en la sociedad; que su papel vital no ha sido predeterminado por un dios que lo envió a la tierra a ser pobre y explotado.  La religión debe enseñarle que tiene derecho a la riqueza y a vivir bien como resultado de su ingenio, talento y trabajo.  Que hacerse rico no apareja la condenación al infierno, sino por el contrario, esta le da la oportunidad de hacer el bien a los menos dotados y, además, la posibilidad de criar a su familia en un ambiente sano que habrá de producir estupendos ciudadanos que serán felices y buenos servidores de la sociedad.
            El conformismo religioso solamente conduce al resentimiento y la acumulación de malos hábitos solapados que terminan por hacer al individuo un sujeto retorcido, falaz y simulador de virtudes que no tiene.
           
                        Fraternalmente
                                               RIS