domingo, 28 de julio de 2013

1008 El derecho a decidir sobre mi cuerpo



1008  LA CHISPA         
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL DERECHO A DECIDIR SOBRE MI CUERPO
            El derecho más sagrado que tiene el ser humano, es el de disponer de su cuerpo, ya sea en vida, ya sea muerto.  Así que nadie, bajo ningún pretexto, puede arrogarse la facultad de disponer de un ser humano vivo, en contra de su voluntad; ni aunque se trate de proporcionarle un beneficio (a criterio del benefactor).  Si la persona no quiere un servicio, de cualquier índole, no se le puede obligar, porque eso es tiranía.  Nadie puede ni debe pasar por encima de la voluntad ajena, aunque esa intención se justifique mediante el argumento del bien o la salud pública.  Si yo no quiero ser vacunado, nadie tiene la autoridad para obligarme a hacerlo en contra de mi imperio.  Mi cuerpo es mío y solo yo tengo la potestad para decidir qué hago con él.  Eso, si soy mayor de edad y en plenitud de mis facultades mentales.  Y si soy menor de edad o incapacitado mental, son mis familiares cercanos (padres, hijos, esposas o maridos) los únicos que deben decidir sobre el destino que se le dé a mi cuerpo (si estoy vivo), o a mi cadáver, si estoy muerto.  NADIE, ningún grupo o gremio ajeno a mí o a mi familia, debe conferirse la facultad de decidir acerca de lo que me conviene o no; o del destino que deben darle a mis restos, en caso de que la decisión deban tomarla a mi muerte.
            En el caso específico de las autopsias obligatorias (por DECRETO), este abuso sobrepasa las barreras del derecho ciudadano, la decencia y el respeto a las creencias religiosas. Además, constituye una humillación a los deudos.  ¿Y por qué?  Porque hay aspectos nebulosos implicados en ese par de Decretos (D.E. 17286 y D.E. 17461).  El primero es que están horriblemente redactados; y el segundo es que tiene contradicciones inexplicables en un texto supuestamente redactado por profesionales competentes.  Tercero, da la impresión de ser un instrumento creado para hacer valer únicamente los intereses del gremio médico, y de nadie más.  Parece una especie de franquicia mediante la cual, se aseguran la provisión de cadáveres y órganos de manera continua e ilimitada.  ¿Con qué fines?  Ahí es donde se extiende el enorme campo nebuloso del “sospechosismo”.   Hace poco, como todos sabemos, se denunció en la prensa mejicana que Costa Rica es el paraíso del tráfico ilegal de órganos humanos; incluso se encarceló a varios miembros de esa banda, entre los que se encuentra un médico de un famoso hospital nacional.  Los móviles, pues, están a la vista y no requieren más pruebas. 
            Como también sabemos, hay hospitales y clínicas privadas en donde se hace toda clase de trasplantes a gente adinerada que viene del extranjero, y que están dispuestos a pagar enormes sumas por determinados órganos.  Y esa presión monetaria, es otro elemento a considerar al estudiar el alcance y los peligros de esos DECRETOS (que no son leyes).  Veamos algo de lo que estos documentos dicen en conjunto.  Se dice que es obligatoria la autopsia en los siguientes casos: 1)  Todas las muertes violentas y suicidios  2) Muerte súbita 3) muerte natural sin tratamiento médico 4)  Muerte natural con tratamiento médico pero SOSPECHOSO  (¿¿??)   5)  Muerte de madre con abortos sospechosos de haber sido provocados  6)  Productos de abortos sospechosos (¿?)  8) Víctimas de infanticidio  9) Muerte de reclusos de centros penales  10)  Cadáveres para ser inhumados (enterrados) en el exterior  11)  Otros que indique la autoridad judicial, por si, o a solicitud del Departamento (¿?) o de un pariente.   Es decir, TODO EL QUE MUERE debe ser sometido a la autopsia.  Sin excepción.  Entonces, la pregunta es: ¿se les hace la autopsia a todas las personas que mueren?  Más que improbable, resulta imposible por las muchas razones que todos conocen.  Pero a pesar de que tal cumplimiento de los DECRETOS no es posible, se mantiene la autoridad para que el cuerpo médico determine a quién se le hace o no la autopsia.   En especial, cuando hay dinero de por medio, como el caso de los muertos que van a ser enterrados en otro país.  Y en la situación de los nacionales, cuando van a ser CREMADOS.  Y eso lo hace la empresa privada, en donde NADA ES GRATIS.
 Y a propósito ¿por qué no existe un crematorio oficial gratuito?  Eso sería una gran solución: higiénica, práctica y ahorraría gran cantidad de espacios que ocupan los cementerios.  Pero tal crematorio oficial terminaría con las autopsias privadas en las funerarias de lujo.  Y eso no es bueno para el gremio.
 Mucha gente cree que la autopsia es una simple maniobra en la cual se observan las entrañas del muerto, se determina, por arte de magia, de qué murió, se le zurce y devuelve limpio y bañadito a sus deudos.  Pero el asunto no es así.  Tómense la molestia de averiguar en qué consiste realmente esa operación, y verán que se trata de una acción verdaderamente ofensiva a los restos del muerto.  Averigüen.  Y por otra parte está la posibilidad truculenta de que los órganos de una persona concuerden con otra que espera un trasplante en una clínica privada en donde nadie ve, oye o se entera de nada, y en la cual el Estado o ministerio de salud no tiene injerencia alguna ni puede hacer nada, por los  mil pretextos que usted conoce bien.   ¿Se imaginan lo aterrador que es que el hígado de su hijo le sirva a un millonario que espera ansioso en una clínica privada, vecina del hospital público en donde está internado su pariente?   Da escalofríos ¿verdad?   Su hijo podría morir, y bajo el poder de los decretos en cuestión, se hace legal la autopsia y…  cuando se lo devuelven cosido y limpiecito, ¿cómo puede saber qué le falta por dentro?
Como cualquier causa de muerte conduce a la autopsia obligatoria, nadie se salva; y qué hacen con los “menudos” de un muerto, es un misterio.  Y a los días, el turista adinerado va rumbo a su país, con un hígado nuevo y sanito.  ¿Parece muy retorcido?  Sí, lo es.  Pero ¿puede alguien asegurarnos que no es una posibilidad?  Y por si las once causas de muerte genérica que enuncia el decreto no bastaran, les agregaron SESENTA enfermedades que también demandan la autopsia obligatoria.  Pero lo más risible de esto es la CONTRADICCIÓN que implica ese disparate de decreto.  Se sabe que la autopsia es para averiguar la causa de muerte, pero si de antemano se sabe que alguien murió de “fiebre amarilla”, ¿para qué destazarlo?  Si alguien murió de lepra ¿para qué desguazarlo?  Podríamos pensar que el objetivo NO ES SABER de qué murió la gente (cosa que a nadie le importa más que como chisme), sino tener abierta la posibilidad ilimitada de poder “autopsiar” a quién les dé la gana y pueda ser útil como “donante involuntario” de órganos.  Y semejante poder en manos de un gremio todopoderoso, es una verdadera amenaza para el público, para la ciudadanía en general.  La tentación de la mala praxis no es algo que se pueda descartar; tampoco que todos los médicos, bajo cualquier circunstancia, están más allá de la tentación de este comercio.  Ya se probó que este negocio se da en el país.  Se publicó en la prensa con fotos y nombres de los involucrados.  Y solo se corrió la punta del velo. 
            Esa es la razón por la cual pedimos que se haga una ley moderna que no solo contemple los intereses del gremio médico sino que, sobre todo, el sagrado derecho que tiene todo ser humano a ser respetado, tanto en vida, como muerto.  Nadie merece ser descuartizado por curiosidad morbosa, para práctica de estudiantes de medicina o, lo que es peor y más peligroso, para que se consagre la práctica inmoral del tráfico ilegal de órganos mediante la protección del Estado, por medio de decretos redactados al gusto.  Para la elaboración de esta ley, se deben hacer consultas y discusiones abiertas y no solo conciliábulos entre los grupos que se pueden beneficiar.  Debe intervenir la IGLESIA (todas).  La ley debe surgir de un gran debate público en donde se hayan estudiado todas las aristas del problema.              Espero que muchas personas se interesen por este asunto que nos atañe a todos.
            Autopsiescamente       
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sábado, 27 de julio de 2013

1007 Autopsia obligatoria: ¿Qué dice la Iglesia?



1007   LA CHISPA    
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
AUTOPSIA OBLIGATORIA: ¿QUÉ DICE LA IGLESIA?
            ¿Qué razones verdaderas (no pretextos) existen para que el gremio de médicos se haya arrogado, mediante un par decretos que son un verdadero adefesio, la autoridad para someter a la autopsia obligatoria a cuanta persona se les ocurra.  Y aunque no es cierto que lo hagan con todos los que mueren por las supuestas causas que ameritan tal operación, el decreto les mantiene abiertas las puertas para que lo puedan aplicar selectivamente en el difunto que ellos (y solo ellos) estimen conveniente.  En el decreto se señalan 11 causas de muerte que ameritan la autopsia obligatoria; además, SESENTA enfermedades que también hacen forzosa esa operación.  Y si ustedes se toman la molestia de leer esas causas, se darán cuenta de que no hay muerto que quede a salvo de la disección.  Es decir, si mueren cinco mil personas por día, eso equivaldría a la OBLIGATORIEDAD de realizar cinco mil autopsias por parte del gremio médico.  Y eso nos conduce a una serie de preguntas forzadas: ¿hacen todas esas operaciones a todos los muertos que abarcan los decretos?  Y si no se la hacen a todos ¿cómo es que se hacen las escogencias y excepciones?  ¿Cuál es el criterio que se sigue para determinar a quién se le hace la autopsia y a quién no? 
            Es obvio que el país (Seguro Social) NO cuenta con el personal ni las instalaciones para hacerles la autopsia a todos los que mueren por las causas enumeradas en los decretos.  Entonces ¿cuál es el objetivo de esa generalización imposible de cumplir aunque solo fueran 50 los muertos por día?  La mayoría de la gente que muere en los hospitales públicos es vieja y sin dinero y, por lo tanto, NO LES PUEDEN COBRAR la autopsia.  Entonces, basta con la declaración de un médico del Seguro, para que los deudos se lleven a su muerto proletario y le den sepultura.  ¿Y por qué a estos no les hacen la autopsia?  Deberían hacerlo, pues una de las causas que ameritan tal operación dice: “Muerte natural con tratamiento médico pero SOSPECHOSO”.  ¿Qué significa eso?  ¿Se da tal situación en los hospitales públicos o clínicas privadas?  Y de ser así, ¿quién determina que la muerte se debió a “tratamiento médico sospechoso?  ¿Se dan casos de este tipo en la medicina nacional? 
            Sin embargo, si la familia del muerto decide que este sea cremado, entonces el decreto sí funciona de manera implacable y con toda ferocidad.  NADIE PUEDE SER CREMADO SI NO SE LE REALIZA LA AUTOPSIA.   ¿Por qué?  Porque se supone que los que hacen esa elección tienen dinero para pagar el alto costo de este servicio y, por supuesto, la autopsia    que realizan médicos particulares en instalaciones privadas de las funerarias de lujo (así se me explicó en la mía).  Y esa autopsia NO ES GRATIS.   Aquí no vale el certificado de defunción del hospital.  Hay que “autopsiar” al cliente, sin importar que tuviera cien años y que todo el mundo en el hospital supiera las causas de la muerte, sea dengue, cáncer o paro cardíaco.  Hay que destazarlo.  Ahora bien, ¿cuál es el objetivo de la autopsia?  Pero el objetivo verdadero, no los pretextos que conocemos; pues salvo la sospecha bien fundada acerca de la causa de la muerte de una persona, no existe razón válida para que un grupo de individuos (un colegio profesional), se tome la atribución arbitraria de someter a cualquier persona a esa ofensiva, grotesca y degradante profanación.  ¿Qué se esconde detrás de esta maniobra mediante la cual el cuerpo médico se ha arrogado el derecho de disponer, a discreción, de todos los cadáveres que se le antoje?  ¿Por qué esa generalización en un país que NO CUENTA con los recursos necesarios para darle cumplimiento cabal y total?  ¿Existen en todas las provincias y lugares alejados a la capital las instalaciones para llevar a cabo las autopsias de TODOS los muertos locales?  ¿O todos tienen que ser enviados a las morgues y laboratorios especializados del valle central?  Además, ¿existen esos laboratorios en la cantidad adecuada para dar ese servicio a TODOS los muertos que el decreto califica como candidatos a la autopsia?
Y a todo esto, ¿qué dice la Iglesia sobre este derecho que le ha sido conculcado a muertos y deudos?  Un cadáver debe ser respetado y no ser víctima de intereses extraños e impíos.   Si una persona manifiesta su deseo de que no violen sus restos, esa voluntad DEBE SER RESPETADA.  Y la autopsia solo debe ser obligatoria cuando la muerte de alguien se produce en condiciones que sugieran la posibilidad de un crimen.  De otra manera, debe bastar la declaración de un médico para que la persona sea enterrada o cremada conservando su integridad física (sin ser destazado).  ¿Cuál es la verdadera intención de esos decretos?  ¿Que el gremio médico pueda disponer, a discreción, de todos los cadáveres que necesite para las escuelas de medicina o para el trasplante de órganos?  Y como el tráfico ilegal de órganos es algo bien conocido, esos decretos resultan un peligro para la sociedad.  No es lícito que los médicos se hayan atribuido ese poder para decidir, a su voluntad, que están autorizados “por ley” a sacarles las tripas a quien les dé la gana, con solo invocar los decretos mencionados.  La “autoridad médica” pasa por encima del derecho ciudadano más sagrado: su propio cuerpo.
¿Qué dice la Iglesia sobre esta profanación?  Si interviene en los abortos, las cuestiones de la homosexualidad, la pederastia, el celibato y otras más que pueden ser defendidas y discutidas por los protagonistas,  ¿por qué no se pronuncia sobre un asunto en el cual las víctimas están completamente indefensas ante la autoridad médica?  ¿No existe en el canon religioso algún artículo o capítulo que se refiera al respeto que se debe tener a los muertos?  Sobre todo, cuando en vida han manifestado su deseo de ser enterrados o cremados en forma completa, sin que les saquen sus vísceras. 
Estimado ciudadano: ¿cuál es su opinión sobre este tema?        ¿Sucede esto en sus países?
RIS             Correo:     rhizaguirre@gmail.com
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miércoles, 24 de julio de 2013

1006 Corrupción y lotería



1006   LA CHISPA        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
CORRUPCIÓN  Y  LOTERÍA               (En algún país imaginario)
            No existe peor desgracia social que la pérdida de confianza del individuo en las instituciones del Estado.  Y peor aún, cuando esta actitud está plenamente justificada por la infinidad de chanchullos llevados a cabo por los funcionarios de todos los niveles imaginables.  Y “más pior” todavía, cuando estos han llegado a la desvergüenza tal, que ya ni les preocupa dar explicaciones serias a la sociedad que los ha nombrado en esos puestos.  Como aquello de: “Me lo gasté en confites”.  El clímax de esta actitud de los empleados públicos (de Presidentes para abajo) es cuando deciden hacer un berrinche público y declararse “ofendidos” por las justas preguntas y exigencias de los ciudadanos para que den cuentas claras sobre el Erario.  No hay día en que no se denuncie algún tipo de chorizo en el cual no haya una larga cadena de sujetos involucrados; y todos con algún tipo de contacto con jerarcas del Gobierno.  Pero lo más irritante de todo, es la actitud de alcahuetería de aquellos que son los responsables de los fondos públicos (Presidente, Ministros, Magistrados etc.).  En lugar de hacer cumplir las leyes anticorrupción, se dedican a facilitarles a los delincuentes alguna salida “decorosa” para que no vayan a la cárcel y que no tengan que devolver lo mal habido.  Como un ejército de garrapatas, han creado una fraternidad que es intocable, sin importar la magnitud del delito cometido.  Hay portillos legales de todo tipo para burlar la ley.  Una “renuncia por el bien de la Administración” es suficiente para que cualquier rufián se libre de la cárcel y se quede con lo que se bailó.  Está de moda que cualquier pillo (al que pillaron) salga en la televisión, la radio y la prensa declarándose “ofendido en su honor”, haciéndose la víctima y jurando por Dios y la patria, que su probidad no admite el menor género de dudas, que todo es un ardid político en su contra; una calumnia rastrera para mancillar su honra, y que renuncia para beneficio de las investigaciones y el buen funcionamiento del Gobierno.  Es decir, se inmola por el bien público (el discurso cliché).  ¿Y lo que se “aventó”,  y el daño moral que hizo?
            La trocha, la platina, las asesorías, las concesiones, licitaciones, la autopista de la luna, la refinería y miles y miles de marrullerías que son incontables ya, forman la rutina de la Administración Pública.  Nadie en el Gobierno parece tener interés alguno en frenar la corrupción; ni siquiera se guardan las apariencias, pues sujetos encontrados culpables de peculado y otros delitos, están libres en sus mansiones disfrutando de fortunas hechas al calor y bajo la tutela del Estado.  No hay negocio entre el ESTADO y la EMPRESA PRIVADA que no esté penumbrado por la corrupción, la duda y los compadrazgos entre los servidores públicos y los civiles favorecidos por licitaciones y concesiones forzadas por medio de enormes sumas que se pagan bajo el eufemismo de “Asesorías políticas o técnicas”.  Y a nadie parece preocuparle el asunto.  Los burócratas cierran filas alrededor de sus intereses: mordidas, propinas, asesorías y todo tipo de ingresos ilícitos bajo el cobijo de la función pública.  Sin embargo, que esta clase parasitaria tenga esa actitud de complicidad podría ser “normal” dentro de un contexto corrupto en donde ellos son los únicos beneficiarios; pero lo que resulta inexplicable, intolerable, es la INDOLENCIA del ciudadano ante esta forma de saqueo sistemático al Tesoro Nacional, que es propiedad de TODOS.
            ¿Qué es lo que nos ha convertido en observadores pasivos de este quehacer delictivo de nuestros empleados?  ¿Cómo es que permitimos ser timados por esta casta de bandidos que, solapadamente, ha ido convirtiendo la función pública en un método de fácil enriquecimiento personal?  En gente que ha transformado las instalaciones del Gobierno en una madriguera de aprovechados, y a este, en un ente que no merece la menor confianza ni siquiera de la más simple de las personas. Recibimos a diario toda clase de indicadores que nos obligan a sentir desconfianza de las actividades de casi TODOS los funcionarios, no importa cuál sea el sector en el  que sirven.  La sociedad los percibe mal, con desconfianza y duda.  Las personas en general, se han convertido en “sospechosistas” cuando de burócratas se trata.  No importa la careta que utilicen ni los fines teóricos de la rama gubernativa en la que sirven, pues todas están bajo sospecha.  El recelo empaña y oscurece todas las actividades del Estado.  Y ningún funcionario está libre de esa sombra vergonzosa.
            La codicia es la que, en una sociedad consumista que solo promueve el materialismo más bárbaro, ha conducido a nuestros servidores a conductas deshonrosas que, en otros tiempos y contexto, jamás hubieran realizado.  La corrupción generalizada se ha convertido en el estándar del empleado público, hasta el punto en que este ya no distingue la diferencia entre la conducta ética y el bandolerismo.  Todo tipo de fraude, si produce dinero fácil, se considera como una “viveza” digna de elogio.  Y el ciudadano permanece impasible; es más, con su tolerancia, fomenta esa actitud de los sinvergüenzas y se convierte en cómplice de ellos.
            La telaraña está tan bien tejida que parece irrompible; casi todo es “legal”, respaldado por “leyes a la medida”, trazadas NO para el bien público sino para el de gremios, grupos, colegios, políticos, pandillas y funcionarios.  Además, para el beneficio exclusivo de ciertas instituciones que pueden hacer, en forma “legal”, lo que les da la gana con los fondos públicos.  Como la Junta de Protección Social y sus aparentemente dudosos sorteos en donde los premios grandes quedan en las bodegas de esa empresa.  ¿Cómo explicar lo del gordo navideño y los dos premios del domingo 7 de julio de 2013?  ¿Algún ingenuo podría suponer que se trata de una milagrosa coincidencia para bien de los pobres?  ¿No es lícito que la suspicacia se haga presente en la cabeza de todos los habitantes en general, y jugadores en especial?  ¿Cómo explicar que el primero y tercer premio se quedaran “en casa”, en las oficinas de la lotería?  Ya es hora de que una actividad tan productiva y ligada a la sociedad, sea regulada por una ley que contemple los intereses e ilusiones de millones de personas que, domingo a domingo, sacrifican parte del dinero de sus salarios en la compra de sueños.  Dinero que podría invertirse en comida de las familias, va a parar a las arcas de ese ente.  Solo eso es ya un crimen.  Pero si además se le suma una acción sospechosa (ya reiterativa) que resulta una burla al consumidor, la actividad de esta agrupación se convierte en algo intolerable.  Debe emitirse una ley que no sea “casera” y que no solo considere la codicia de la Junta, sino TODOS los aspectos que interesan tanto a esta como a los jugadores, que somos los que pagamos la fiesta.  Y por favor, no nos vengan con que debemos tener plena confianza en la manipulación de esos fondos, pues cuando hay OCHO MIL MILLONES de colones en juego (como en este premio), la desconfianza aflora en forma natural e inevitable.  La JPS debe publicar no solo los nombres de los ganadores, sino un detalle minucioso, CERTIFICADO POR LA CONTRALORIA GENERAL DE LA REPÚBLICA, de cómo invierten los dineros recaudados en la infinidad de sorteos que ha montado.  Esto debe hacerse público en la prensa, cada mes.  Son demasiados MILLONES los que están en juego como para dar por sentado que nadie sentirá algún tipo de tentación ante ese río de oro.  O de sentirse como Santa Claus, haciendo regalos a destajo y capricho. Por mucho menos dinero que ese, famosos políticos de alto rango, se vieron involucrados en enredos de peculado.  Además, debe terminarse el jueguito de los números “bajos y altos”.  Algo más, en esta era de la computación, la Lotería debe tener, de inmediato, el nombre y residencia del concesionario que vendió el premio mayor; y al ser cobrado este, se debe publicar el nombre y la foto del feliz ganador, sin pretextos encubridores que se presten a sospecha. La Lotería DEBE SER ABSOLUTAMENTE CLARA y sin la menor penumbra o duda.  Esta no tiene por qué formar núcleos de complicidad con nadie (supuestos ganadores del premio) ni andar escondiendo el monto de sus ganancias y la manera cómo las reparte “haciendo el bien”.  Estos ingresos no son bienes de difunto de los cuales se puede disponer a capricho; son fondos públicos para cuya inversión DEBE existir un plan del cual sean partícipes la Contraloría del Estado, la Junta y los CONSUMIDORES, pues son estos últimos los que crean ese capital. 
            La nueva ley de la lotería debe considerar todo en forma integral, y debe ser de una claridad tal que no genere la menor sombra de duda  Y el pretexto de que es una institución de beneficencia, no debe ser la razón que justifique los abusos que se cometen con los fondos recaudados, pues no es justo que esta organización se recete el 60, 70 o más por ciento.  La JPS debe tomar un 25%  de lo recaudado; y el 75% debe ser repartido en TRES premios.  Nada de esa farsa de docenas de premios de a centavo.  Cien mil billetes a diez mil colones (sin sobresaturar el mercado) producen MIL MILLONES de colones, de los cuales 250 serían la ganancia, y 750 se repartirían en tres premios que de verdad sacarían de pobres a los que lograran atinarlos: un Gordo de 400 millones, un segundo de 250 y un tercero de 100, harían la felicidad de tres familias, aunque los demás quedemos enchilados.  Pero como es ahora, solo la Junta se siente feliz, y todos los demás, SÚPER ARDIDOS.  Y eso NO DEBE CONTINUAR.  Ya es hora de que los que ponemos la plata, fijemos las reglas del juego.  Recuerden que “quien paga la música manda el baile”.  No es correcto que un pequeño grupo de personas, disponga a su gusto de NUESTRO DINERO de manera impune.                                                                                      
¡Yo quiero un puesto en la Directiva de la Junta!
            Por favor, díganme que les importa, que no soy solo yo el único que está enchilado.                                                                                                     
¿Sucede esto en sus países?
            Esperanzadamente
                                                 RIS
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