miércoles, 24 de octubre de 2012

589 El recetario de la bondad



589                CHISPA 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL RECETARIO DE LA BONDAD
      Un estimado lector me cuestiona mi concepto acerca de la naturaleza del hombre.  No estaba seguro de a qué se refería hasta que me dijo que yo afirmé que “somos lo que somos y nunca cambiamos”.   No me acuerdo de la “Chispa” pero sí de lo que escribí.   Y no creo necesario rectificarlo; no al menos hasta que alguien me demuestre, con hechos, que estoy equivocado.  La naturaleza interna es lo que somos en verdad, y esa nunca cambia, sin importar lo que aparentemos.  Eso lo sabemos todos, por más que tratemos de engañar a los demás… e incluso a nosotros mismos.  ¿Que esto es filosofía negativa, como dice mi querido lector?  Puede ser, pero eso es el hombre: un ser negativo.   Por donde quiera que se mire es lo único que vemos del supuesto Homo sapiens.   Una criatura ventajista, maligna, nada fraternal, mentirosa… ¿Que hay excepciones?  ¡Claro que las hay!, pero las reglas y leyes en las que se fundamentan los juicios generales no se construyen con base en las asimetrías o excepciones, sino sobre las generalidades.  Tampoco es posible afirmar científica o estadísticamente que hay hombres malos y menos malos, hasta llegar a los buenos, como si se tratara de una escalera.  La maldad es un término absoluto; como la mentira.  El mentiroso es eso.   Punto.  No hay sitios intermedios.
      El malo es malo, y los límites a los que puede llegar solo dependen de las motivaciones, y no de una moral autorreguladora que lo frene en un determinado nivel. Eso sería muy fácil y maravilloso, y creemos en esa teoría porque nos gusta, como todo aquello en lo que creemos.  El presidente Harry SALOMÓN Truman asesinó a cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki, alegando que eso se hacía por el “bien” de los aliados; que con eso se aceleraba el fin de la guerra, y colorín colorado.   Existe o se fabrica la “moral” necesaria para justificar las peores atrocidades.  El Homo sapiens es especialista en eso; en todos los niveles de su vida social.  Como le dijo Francisco de Asís al lobo: “En el hombre existe mala levadura, cuando nace, ya viene con pecado”.   El límite de la maldad de TODO hombre solo está determinado por el miedo que sienta al castigo.   Y es por eso que “buenas personas” se convierten en tiranos sanguinarios; porque cuando se cuenta con la impunidad, se desata la fiera malvada que todos los hombres llevamos dentro.   Por eso somos crueles con los hijos, con los perros, con las esposas y con todos aquellos acerca de los cuales tenemos la certeza de que NO NOS PUEDEN HACER NADA.  Ser malo es como ser borracho: se ES para siempre, aunque se pueda reprimir sus efectos exteriores.  El “jumas” se puede controlar y no parece alcohólico, pero sigue siéndolo.  Está en su naturaleza.  Así es el malo.
      Claro que es bueno tener a un borrachín sobrio, convertido en un hombre útil, pero eso no significa que no siga siendo lo que ES.   Lo mismo pasa en las religiones: muchos se “convierten, aceptan a Jesucristo y todo lo demás” y, según ellos y sus camaradas, se han “transformado” y han alcanzado la santidad.  Es preferible tener en la iglesia a un malo disfrazado de bueno, que un malo “malo” en la calle.  Sin embargo, aunque estos empiecen a actuar como “buenas personas”, están actuando.  Es por eso que el fundamento de todas las religiones es el MIEDO, porque este constituye el único freno posible que mantiene bajo control la maldad natural del hombre.  Miedo a Dios, miedo al Diablo, miedo al Infierno.  Y en menor escala (en la sociedad), miedo al rechazo, a la clasificación, a las multas, a la cárcel.  En todo hombre subyace un delincuente potencial, un torturador, un ladrón, un mentiroso, un depravado sexual.  ¿No?   ¿Y qué es lo que hacemos con nuestros hijos, esposas, maridos, subalternos, empleadas domésticas y animales cuando estos nos demuestran que nos aman o que no pueden o quieren defenderse?   ¿Qué hacemos siempre ante la impunidad?  Solo el MIEDO al castigo es lo único que nos frena.   Y esa es la única diferencia entre los malos absolutos y los malos moderados: el grado de cobardía, valga decir, de MIEDO.
      No nos importa la fidelidad ni el amor que nos tengan cuando queremos darle rienda suelta a alguna baja pasión.  No nos importa dañar, herir, lastimar, engañar o causar sufrimiento.  Y para que no nos duela, inventamos alguna filosofía acomodaticia que nos justifique. 
      Es por eso que me incomoda cuando recibo tantos E-mail con linda música, bonitas fotos y leyendas admirables sobre el Bien y el Mal; sobre filósofos o pensadores, acerca de místicos y lo que hicieron o dijeron.  Mensajes repletos de fórmulas acerca de cómo ser buenos, nobles y todo lo demás.  Todos nos dan recetas de cómo salvar al mundo, a las ballenas y al medio; de cómo remendar el hueco de la capa de ozono,  de cómo ser buen cristiano e hijo de Dios.  Todos nos recetan tolerancia racial, fraternidad, bondad; todos nos dan la impresión de que provienen de gente buena, profetas; de infinidad de teóricos del bien.  Y a veces, hacen que me sienta mal: como el único malo entre un océano de gente bondadosa que ya entró en comunión con la Divinidad.  Pero me recupero pronto y medito: no puede ser que haya tanta gente “buena”, porque si así fuera, el mundo no sería lo que es, lo que veo.  Y me tranquilizo.  Sé que están actuando y que no es que se preocupen porque yo sea bueno, sino porque quieren que yo crea que ellos lo son y que tienen derecho a refutarme.   Solo quieren demostrarme que yo soy muy malo y, por comparación, que ellos son los buenos.  Mis amigos: así que si NO SON BUENOS DE VERDAD, no me manden recetas acerca de cómo ser noble o buen cristiano.   Si no hacen el bien a sus prójimos más cercanos (su familia), no pretendan decirme cómo debo comportarme y acerca de qué puedo escribir o no.  Si no han hecho su DEBER, no me indiquen el mío.  Si no fueron gordos y ahora delgaditos de verdad, no me manden dietas mágicas y maravillosas para adelgazar.
      Aceptar lo que somos es el primero de una infinita cadena de pasos que debemos dar para ubicarnos en el camino; pero sin importar cuánto hayamos andado, NUNCA demos consejos acerca de cómo ser lo que FINGIMOS SER.  Eso es hipocresía.    
      Recetescamente
                                 RIS          E-mail: rhizaguirre@gmail.com




martes, 23 de octubre de 2012

548 El cuerpo es bello... pero el cerebro, divino.



548    LA CHISPA        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL CUERPO HUMANO ES BELLO… PERO EL CEREBRO, DIVINO

            El corazón es un músculo noble, poderoso, fiel a su tarea y, según las religiones, depósito del bien y del mal.  El hígado es de una complejidad asombrosa; es el laboratorio químico más misterioso y eficiente que podamos imaginar; tenaz y decidido a cumplir su labor aunque sea en contra de la voluntad de su dueño y de las agresiones a las cuales es sometido.  Incluso de las mutilaciones, pues es el único órgano humano capaz de reproducirse, tan importante es su trabajo.  Cerca la andan los humildes riñones y su trabajo purificador del fluido vital.  Tampoco olvidemos al poderoso y tolerantes estómago y su paciencia y buena voluntad ante la tortura permanente a la cual lo sometemos todos los días, a todas horas, durante años.  En igual posición están los pulmones, esos prodigios que llevan la vida a nuestra sangre.  Las otras glandulitas también son dignas de reconocimiento y cariño de “nuestra” parte. Y aunque todos ellos tengan su programa genético perfecto, su memoria, lenguaje hormonal y nervioso para la coordinación militar de funciones del sistema, ninguno se aproxima, ni remotamente, a lo que es el CEREBRO.  Un instrumento tan perfecto y maravilloso que ni siquiera los ángeles poseen.  Tal es su importancia, que la Naturaleza le ha fabricado un blindaje excepcional para su protección, en lo más elevado de nuestro cuerpo. 
            En él vivimos, en él se encuentra el núcleo de lo que somos o creemos ser, pues todo concepto de consciencia parte de ahí, se ubica ahí; detrás de los ojos está la maquinaria de pensar.  Adonde llega todo, de donde parte todo.  Vemos, oímos, olemos, gustamos y tocamos con el cerebro.  Aunque sea en forma primitiva e ineficiente, se puede intentar un cambio de corazón, riñones, pulmones e incluso del hígado; se puede alargar la vida de pacientes (no por mucho tiempo ni con naturalidad) si se les cambia uno de esos órganos, pero el cerebro no permite absolutamente nada, ni que lo toquen.  Estamos muy lejos de poder hacerlo, y más lejos todavía de comprender la naturaleza de su labor.  Ni siquiera las de nivel fisiológico y bioquímico, y mucho menos, las sicológicas o las metafísicas.  En cuanto al alcance de sus posibilidades, estamos en tinieblas.  Sobre todo, aquellos que suponen que solo es una especie de computadora con actividad electroquímica (nerviosa y hormonal) para mantener las funciones vitales de un cuerpo. 
            El cerebro realiza la maravilla de captar del espacio un material llamado ideas, y valiéndose del aparato fonador, lo convierte en lenguaje.  Desde luego que también cuenta con un departamento conocido como Memoria, en el cual almacena infinidad de datos que le son suministrados por los sentidos físicos, la “enseñanza”, sus propias reflexiones, el mundo de su entorno y aquel sobre el cual suele fantasear para enriquecer su bagaje.  Mucho más allá del Yo y de nuestra voluntad, tiene su propia dinámica que NO es controlada por nosotros, y que se adentra en la penumbra de un mundo del que estamos muy lejos de comprender y que, por más esfuerzos que hagamos, tenemos un “hasta aquí” en nuestras actuales formas de inquirir en relación con lo que es capaz de hacer.  La principal falla que se comete con él, es considerar que solo es un instrumento biológico o anatómico, en lugar de verlo como el núcleo de la Divinidad en nosotros.  ¿Cómo realiza sus funciones de mediador entre lo físico y lo suprafísico?  ¿Cómo lo hace?  Muy pocos lo saben.  Para los que creen solo en la función física de este órgano, esto es un enigma irresoluble.  Para los que suponen que este solo es una especie de disco duro en donde se graba información para luego ser solicitada, sus acciones son una verdadera y terrible sorpresa, pues el cerebro es capaz de recibir cierta información y procesarla mediante la reflexión, para producir un resultado intelectual enteramente distinto y desconcertante.
            ¿Es ahí la residencia de nuestro dios personal?   ¿Es en él donde habita la consciencia, el alma o espíritu, la inteligencia, el YO, la memoria, la MENTE y todos los moradores del umbral que constituyen nuestra Personalidad?  ¿Es a través de él que, de manera inconsciente, logramos nuestro contacto con los mundos que están más allá de nuestros limitados órganos de percepción física?  ¿Están allí los receptores metafísicos que nos ponen en comunicación directa con los dioses y el universo?  ¿Cómo es que este “captura” la inspiración, tema tan manoseado como incomprendido?   Y algo muy importante ¿a qué se dedica cuando estamos durmiendo?  En sus ratos de ocio, cuando dejamos de molestarlo con tonterías y preocupaciones, también tiene sus momentos de buen humor y nos atrapa, sumerge y zarandea en una actividad muy divertida que conocemos como sueños, pero de los cuales es muy poco lo que sabemos.  Pero, ¿participa plenamente de esas aventuras del Yo, consciencia o lo que sea?  Y cuando soñamos, ¿qué es lo que “sale” de nosotros para tomar parte en esa actividad lúdica?   Algunos sugieren que tenemos dos cerebros: uno físico y otro “espiritual”, para definirlo de una manera clásica.  Y es ahí donde la brecha de la ignorancia del hombre se hace  descorazonadora.
            El cerebro humano es el misterio de los misterios, pero mientras los hombres nos empecinemos en estudiarlo solo desde el punto de vista de las sinapsis, el enigma seguirá tan impenetrable como el de la vida y la muerte.  Es el umbral, la puerta de entrada al mundo de lo que hasta ahora solo ha sido una fantasía y una promesa para la especie.  En este se encuentran todas las respuestas, pero estas no son solo impulsos nerviosos o químicos; esos son para el cuerpo físico, pero para el Hombre verdadero, el camino en la búsqueda de respuestas plenas es otro.  Interróguelo, él es el receptor, el intermediario entre usted (el YO) y ese plano que tanto le intriga; por esa única vía le llegarán todas las explicaciones de los arcanos; solo tiene que oír con el oído interno, con cuidado, en silencio, sin razonar ni argumentar, en paz, sin porfiar, sin filosofía ni religión, y la Voz surgirá.                                            
Que la paz sea con ustedes
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.             Correo:   rhizaguirre@gmail.com




domingo, 14 de octubre de 2012

990 ¿Qué o Quién es Dios?



990  LA CHISPA     
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿Quién o Qué es Dios?
            Pero para contestar esta pregunta, antes debemos ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por Dios.  Hay dos respuestas que sin ser muy claras, dan al entendimiento alguna vislumbre de lo que podría ser tal Deidad.  Una: “Dios es el Espacio Infinito y todo lo que contiene”.  Dos: “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.   Dicen todo y nada a la vez.  Sin embargo, nos dejan claro que Dios NO PUEDE SER ninguno de los dioses que la impía imaginación del hombre ha inventado con diversos motivos.  Dios no puede ser Odín, Thor, Zeus, Alá, Yavé, Krishna, Buda, Osiris o la interminable legión de dioses tribales, nacionales o continentales que nos hemos inventado; ni siquiera aquellos de alcance mundial, pues tales criaturas, producto de la inventiva humana, no son más que grotescas caricaturas de lo que debe ser Dios, el principio Rector de todo lo existente.   O como le queramos llamar.  Los hindúes  le dicen “El Poder por siempre oculto”, el Inmanifestado, el Incondicionado y mil nombres más con los cuales solo demuestran un profundo respeto por algo que trasciende todo capacidad de comprensión, pues ellos mismos afirman que ni los más elevados seres celestiales tienen ni la menor idea de lo que pueda ser Dios, el Supremo Brahma o Parabrahman del cual emana todo, y hacia el cual retorna todo cuando cesa el ciclo de Manifestación.
            Entonces es claro que un dios tribal inventado en América del Sur, África o el Medio Oriente NO PUEDE SER DIOS.  Ni siquiera del sistema solar, un modesto y casi insignificante conjunto espacial de dimensiones minúsculas, comparado con el gran sistema del cual forma parte: la galaxia Vía Láctea, la cual, según diversos cálculos puede tener hasta CUATROCIENTOS MIL MILLONES DE ESTRELLAS como nuestro sol.  Y con un diámetro de unos CIEN MIL AÑOS LUZ, hace que nuestro sistema solar sea una minucia espacial.  Entonces, ¿podría un dios tribal inventado en Egipto, Mesopotamia o Palestina ser el Dios de todo la Vía Láctea?  Y la enorme Vía Láctea es un miserable punto oscuro dentro de la inmensidad de ese Espacio Infinito que se considera la representación de Dios.  Vean que estamos hablando del espacio INFINITO.  Y es por eso que los indios dicen que no hay posibilidad alguna de conocer lo que es Infinito: Dios o Brahma, como ellos le dicen.  LO FINITO NO PUEDE CONOCER LO INFINITO.
            Entonces, ¿qué es Dios y qué relación puede tener con nosotros los hombres, moradores del planeta tierra, un diminuto globito parte de un modesto sistema solar, insignificante dentro de la Vía Láctea, la cual no es más que una del INFINITO número de galaxias que forman el Universo?  En Ocultismo se dice que cada Sol es un dios, o una hueste de dioses de elevadísima jerarquía; y para nuestro nivel de comprensión, este representa todo aquello que podemos entender por Dios.  Eso significa que el dios de nuestro sistema solar, el que cuida y organiza todo lo que sucede en sus dominios, reside en el Sol, y desde ahí, controla, rige, dirige y permite la vida de todos los seres que pueblan el espacio a Él asignado.  Pero ese dios NO ES DIOS.  Ni ninguno de los cuatrocientos mil millones de dioses que animan a todas las estrellas de la Vía Láctea; ni siquiera todo el conjunto de ellos.  Ni los dioses que tienen el control sobre gigantescos conjuntos de galaxias.  Y tampoco ellos tienen la menor idea de lo que es Dios.  “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.
De esa manera, tenemos que conformarnos con la idea de que Dios es la Abstracción Absoluta a la que nada podemos atribuirle, “el sin atributos” como dice la vedanta.  Y para aquellos que se dicen ateos, este Dios filosófico, lógico y por siempre incomprensible sí marca un verdadero desafío para que sostengan su punto de vista ateo.  La otra infinidad de dioses inventados por los hombres, como el de la Biblia y tantos otros “libros sagrados” sí son vulnerables a cualquier ataque de la razón o el sentido común.  Es más, ante esos dioses es una OBLIGACIÓN ser ateo, pues la mayoría de estos no son más que copias humanas a las que se les atribuyen poderes superiores que los capacitan para hacer el mal en gran escala: como enviar un diluvio que acabe con casi toda la especie humana.  Dichosamente tales criaturas no tienen existencia objetiva ni subjetiva y, además, son incapaces de realizar los malos deseos de sus respectivos feligreses.  Porque si no fuera así, Yavé ya hubiera acabado con todos los gentiles.  Y Alá con todos los infieles.
            Pero el Dios de los Vedas, el Anciano de los días (el Ain Soph del misticismo judío), el Absoluto de la Doctrina Secreta, el Álaya o Ánima Mundi o el Parabrahman de los hindúes,  es otra cosa muy diferente.  Ese Dios es el que, alegóricamente, le dice al príncipe Arjuna en la batalla de Kurukshetra: “Yo creo todo el Universo con un solo átomo de mi cuerpo, pero yo sigo siendo yo, sin relación alguna con el mundo creado”.  Y es por eso que el Buda decía: “No mires al cielo ni pidas nada de él, pues allí no hay nadie que te escuche.  MIRA DENTRO DE TI, PORQUE TÚ ERES EL BUDA”.
            La infantil idea que nos han metido en la cabeza las religiones, ha sido la causa de nuestra falta de crecimiento moral y de valor para enfrentar la muerte o lo desconocido del más allá.  Hemos hecho de Dios un papá perdonador y alcahuete capaz de salvarnos en el momento final de nuestras vidas, aunque hayamos sido unos depravados.  Lejos de esforzarnos por entender las leyes ineluctables del universo y del mundo moral, nos empecinamos en creer en el “perdón de los pecados” y en el escape milagroso de las llamas del infierno o de lo que pudiera tocarnos al morir.  No nos interesa saber nada del Karma porque esta ley universal es implacable e insobornable, puesto que ni los dioses se encuentran al margen de sus efectos.  Entonces, ¿de dónde hemos sacado la amoral teoría del perdón de los pecados?  ¿O de que hay algún dios que pueda hacerlo?  Porque lo que es DIOS, no tiene ninguna relación “personal” con los hombres..
            Fraternalmente
                                       RIS                                      http://lachispa2010.blogspot.com/



viernes, 12 de octubre de 2012

989 ¿Y qué tal si no hay nada?



989    LA CHISPA            

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿Y QUÉ TAL SI NO HAY NADA?                     
            
 Evadimos el tema de la muerte por dos razones: porque estamos jóvenes y nos tiene sin cuidado, o porque estamos viejos y nos da pánico.  Puede haber otras razones, pero todas ellas se deben a la ignorancia supina que existe sobre el tema, la falta de certeza sobre el más simple detalle de este inevitable suceso que, tarde o temprano, a todos nos alcanza.  Aparte de los postulados de la fe, NADA SABEMOS SOBRE ELLA.  La Pelona es el gran misterio.  Solo una cosa conocemos de ella, que nos llegará cuando menos lo esperemos.
            Ahora bien, ¿cómo encarar esa aventura?  El miedo y la incertidumbre son inevitables, pues igual que cuando hacemos un viaje, no podemos evitar el temor, así sea que vayamos de paseo a París o Praga; separarnos de los nuestro y lo conocido siempre provoca zozobra, aunque vayamos henchidos de alegría y curiosidad.  Así que como NO podemos descontar por completo el sentimiento de vacío y terror, deberíamos adoptar una de estas dos posiciones: la primera es la que dice mi amiga Sonia: “No hay nada más allá, cuando uno patalea, lo hace igual que un perrito, un gato o cualquier animalito; hasta allí llega todo.  Solo sigue el olvido.  La NADA”.  Si no hemos desarrollado la ilusión (MANÍA) de “vivir eternamente” como dicen las religiones, este pensamiento resulta liberador, agradable, feliz y total, pues nos permite vivir a plenitud esta vida única que conocemos, sin enredarnos ni comprometerla en función de fantasías acerca de las cuales NO TENEMOS PRUEBA ALGUNA.  Si esto fuera así, sería bellísimo, pues ni siquiera tendríamos tiempo de arrepentirnos ni seguir torturándonos con temores religiosos acerca del pecado, paraíso, cielo o dioses castigadores.  Se acabó la película.
            Y por otro lado --me dice Sonia--, si hay algo, tiene que ser mucho mejor que la vida terrestre, pues el gran problema de esta es el cuerpo, y este está sujeto a todo tipo de sufrimientos (con dinero o sin él, con buena o mala cuna); la vida es una tortura de principio a fin; y salvo fugaces momentos de paz, es una batalla horrenda de la cuna a la tumba.  Así que morir, parece mejor que estar vivo.  Sin embargo, el apego a la vida física, a la familia y las cosas que “tenemos”, es lo que nos hace que anhelemos seguir viviendo no importa en qué condiciones; incluso enfermos e inválidos, pero con la ilusión de que “talvez mañana mejoren las cosas”.  Y con esa “esperanza” miles de millones se marchan de la vida sin haber experimentado ni un día de paz, consuelo o bienaventuranza.  Rezando y rogando a todos los dioses, santos, vírgenes y cuantos íconos les enseñaron a amar y respetar.  Y lo que es peor, se van con la convicción de que si no obtuvieron nada, es porque “no lo merecían”; así está diseñado al sistema para que se perpetúe. 
            ¿Están de acuerdo con Sonia?  Es solo un par de teorías, como tantas hay, pero tan válida como cualquiera.  A mí me gustan las dos.  La primera es de maravilla.  Y a la segunda, yo le agregaría parte del mito griego, que no es sino la síntesis poetizada de lo que dice el hinduismo, budismo y la misma Doctrina Secreta: nos sumergimos en el olvido, tomamos el agua de de la fuente de Lete (o Leteo) y olvidamos todo.  La vida pasada y sus desgracias, la familia, los afectos, los recuerdos; es decir, el alma se deshace de todos esos estorbos emocionales para continuar viviendo en un mundo superior en donde no existe el dolor (los recuerdos).  Es la aniquilación de la “Personalidad”, de la consciencia del “Yo soy Yo” del que habla el budismo, razón por la cual no goza de muchas simpatías en occidente. 
            El doloroso aceptar esta teoría si desconocemos a fondo el mecanismo que le da sustento filosófico, pero una vez que lo hemos logrado, no damos cuenta de que es la manera más lógica de explicar el mecanismo de la evolución humana (si creemos en esto) y cómo nos desembarazamos de la abrumadora masa de dolor con la que nuestro paso por la vida física nos ha aplastado.   Si no hay olvido, NO PUEDE HABER CIELO FELIZ.  Y si existe la Justicia Divina (que debe existir aunque no la entendamos), el OLVIDO de todo lo desagradable debe ser el requisito sine qua non para el descanso del apaleado viajero que llega a las playas del otro mundo.  El mínimo recuerdo que permanezca del mundo que hemos dejado, nos sumiría en la infelicidad más amarga, y eso no sería justo. 
            También nos queda la alternativa religiosa que dice que podemos entrar al Infierno (por siempre o temporalmente), al Purgatorio o directo al Cielo.   Pero no nos hablan de OLVIDO, y esa es la clave del asunto.  ¿Se imaginan a una madre que muere dejando dos o tres hijos chiquitos huérfanos?  ¿Qué cielo puede haber para ella si persiste el recuerdo de sus criaturas?  Ni el mismo Infierno sería tan cruel y doloroso.  Y si a esto le agregamos la posibilidad (teoría religiosa) de que las mamás pueden “ver” a sus hijos desde el cielo, eso sería el colmo de la crueldad más perversa que alguien pudiera imaginar.  Estimados amigos: piénsenlo y hagan algún comentario al respecto.  Esto no es dogma ni fanatismo.  Solo unas ideas para cavilar, después de todo, es un asuntito que a todos nos atañe.
            Yo por mi parte (porque me conviene) soy partidario de la teoría del OLVIDO.  Aunque no deja de agradarme la de la NADA.  Por favor, cualquier comentario, me lo envían a mi correo electrónico; o pueden hacerlo en el blog:   http://lachispa2010.blogspot.com/
            Fraternalmente            
                                               RIS                             Correo: rhizaguirre@gmail.com