jueves, 30 de agosto de 2012

94 La descentralización



94    LA CHISPA    

Lema:   En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA DESCENTRALIZACIÓN

                En una “Chispa” anterior escribí acerca de la centralización como causa primera de la artritis crónica que padece el Estado.  También dije algo sobre la motivación de los individuos que se aferran a ese poco práctico sistema de gobierno.  La Historia misma nos da innumerables lecciones acerca de lo difícil que es gobernar un territorio enorme desde un punto focal o Poder Central.  Incluso para grandes comandantes como Darío, Ciro, Alejandro y una serie de césares.  Y peor aún, cuando los gobernantes son ineptos que han llegado a la presidencia únicamente en virtud de un sistema político viciado, que permite que cualquier simple se convierta en Presidente; y cualquier idiota, en empleado público.  Y como es lógico en esta cadena de mediocridad, estos mandatarios no tienen el talento requerido para nombrar buenos y capaces funcionarios que ejerzan adecuadamente sus tareas.  Es una regla que los incapaces suelen rodearse de inútiles que no les “hagan sombra” con su talento.  Generalmente escogen mediocres que solo se distinguen por su servilismo y capacidad de doblar la espalda.  Y estos adocenados, a su vez, escogen a otros de igual o parecida calaña.  De esa manera, se entroniza el reino de la mediocracia en el centro mismo de lo que debe ser el alma y motor de una nación: su gobierno. 
                Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿sucede eso por casualidad?  Sabemos muy bien que en nuestros países, el verdadero Poder no reside en el pueblo ni en el Gobierno.  Eso está fuera de toda discusión.  El Núcleo del Poder Económico es el que manda; aquí y en todas partes.  Por lo tanto, a este no le conviene que al frente del Poder Político (Presidencia o lo que sea), se encuentre un hombre de criterio independiente, vertical y que sienta el menor interés verdadero por el pueblo.  En nuestro medio casi es imposible que surja un gobernante que no tenga compromisos irrompibles con la Oligarquía; de hecho, los intereses de esta, suelen ser sus únicas prioridades.  De allí que los únicos temas que los gobiernos debaten con verdadero interés, son aquellos del estímulo a las exportaciones (tradicionales y no tradicionales) con exenciones de impuestos y CAT; el asunto de los préstamos bancarios para el desarrollo de la industria y el comercio; la lucha por la apertura de nuevos mercados del café o el banano, y la forma más sutil de transferir los impuestos que deberían pagar los ricos, a las clases asalariadas.  También el incremento del turismo y de las inversiones extranjeras y, en fin, de todos aquellos asuntos que solo tienen relación con los que tienen el Poder.  En eso consiste “el arte de gobernar” en nuestros países del tercer mundo.                                                                                                                                                                                                 Es por eso que “todo el poder” debe estar centralizado; al alcance,  y bajo el dominio y control absoluto de la clase poderosa.  Como si fuera “una finquita” como dijo un folclórico expresidente; algo que se puede manejar con un capataz y una libreta de notas. Y como adorno también folclórico, una inútil Asamblea que se dedica a perder el tiempo y dilapidar los fondos del Erario en vacuidades y beneficios personales para sus miembros. Pero ningún país moderno se puede manejar así, aunque sea el más primitivo.  Si se pretende gobernar de acuerdo con los ideales verdaderos del interés de las mayorías, el camino de la centralización es la NEGACIÓN ABSOLUTA DE LA DEMOCRACIA, porque eso es limitar el Poder Popular y ponerlo en las manos de unos pocos que, generalmente, son personas anodinas cuyas directrices no están determinadas por el bien común, sino por los intereses de las Oligarquías criollas.  Y como los miembros de estas casi SIEMPRE viven en la capital de nuestros países, se explica fácilmente su obsesión por centralizar todo el Poder en aquellos territorios que están al alcance directo e inmediato de su control.  “Bajo el ojo del Amo”.  Esa es la causa única de la CENTRALIZACIÓN, porque si esta se rompe, el dominio absoluto de aquel, se torna más difícil para la Oligarquía.  No imposible, pero sí, más laborioso, complejo y caro.
                En Costa Rica tuvimos un Presidente que se rebeló en contra de la Oligarquía, el Fondo Monetario y otras imposiciones del “establishment”.  Tomó decisiones patrióticas para el bien de las mayorías, alejando al país del peligro de involucrarse en una guerra que no era suya.  Fue vertical e íntegro, y ese fue “su pecado”.  Talvez un poco soberbio, pero apegado a su conciencia y al compromiso contraído con la Patria.   A este caballero, hasta el día, se le sigue haciendo mala propaganda por parte de la Oligarquía; y los periódicos y testaferros de esta, continúan criticándolo y diciendo que “ha sido el peor Presidente que tuvo este país”.   Sin embargo, sería muy fácil señalar a una docena de ineptos que demostraron con claridad, un principio básico que todos sospechamos: que cualquier país tercermundista puede “funcionar” de la manera que lo hacen, SIN NECESIDAD DE PRESIDENTE o Asamblea Legislativa.   Desde luego que si a funcionar, le damos un significado sui géneris que nada tiene que ver con funcionar de verdad.  Ese gobernar criollo actual, es que la inmensa mayoría de la población viva al filo de la miseria, en el analfabetismo y con hambre permanente; sin hogar propio y sin esperanza alguna de progreso; bajo el látigo inclemente de los impuestos abusivos que solo recaen sobre el pueblo; con deudas externas impagables que cada día nos hunden más en la pobreza, pero cuyos beneficios solo los recibe la Oligarquía.  Ese funcionar es que la brecha entre ricos  y pobres sea cada día más grande, y que las esperanzas de estos se marchiten cada día más con la escalada de precios de la comida y los servicios, Devaluación y la Ley de Inquilinato.
                Un presidente que se rebele al sistema, es una aberración intolerable a la que hay que destruir a como dé lugar.  Y para eso la Oligarquía cuenta con la Prensa y sus columnistas, las encuestas científicas, la televisión y las legiones interminables de testaferros que, desde sus posiciones de “orientadores de opinión pública”, o de funcionarios tortuguistas o “huelgueros”, ponen todo tipo de obstáculos a las buenas intenciones de cualquier gobernante que se interese por el bienestar de las mayorías, lo cual implica, necesariamente, menos ingresos para la Argolla del Poder.
                La Centralización, pues, es una forma de gobierno que solamente le conviene a unos pocos; a la casta de los privilegiados que conforman la Oligarquía de cada uno de nuestros países.  La centralización hace que un ciudadano de Upala, Los Chiles, Sixaola, San Cruz, Nicoya o Golfito, NO TENGA PARTICIPACIÓN ALGUNA EN LOS ASUNTOS DEL PAÍS, que son los asuntos de TODOS LOS COSTARRICENSES.  Aquí en San José se definen todas las políticas a seguir, siempre en beneficio de la CAMAROCRACIA.  Desde el Poder Central, ubicado en el Zapote y el Club Unión, se decide qué les conviene o no a los habitantes de San Carlos; qué tipo de educación merecen, y cuántas clínicas del Seguro Social deben funcionar allí.  Si se le pavimenta o no un pedazo de carretera, o si es conveniente o no, un proyecto de irrigación que los pobladores desean y necesitan.  Todo gasto en la periferia, significa una disminución de los fondos estatales al servicio de los grandes empresarios y comerciantes, que hacen fiesta con el dinero del pueblo.  Como el caso del Banco Anglo, en el que un solo empresario millonario, recibió miles de millones del pueblo en un solo préstamo.                                                                                                                                    Es por eso que se oponen  a que un plan de carreteras y desarrollo turístico local en la zona sur se lleve a cabo, pues eso significa una disminución en la cartera gubernamental de donde salen los billones que la Argolla se auto receta por concepto de los CAT.  Un verdadero proyecto de desarrollo pesquero cooperativo en Puntarenas, demandaría un precioso capital que no podría ser prestado a las grandes garroteras, que disponen a placer de esa reserva bancaria para hacer gigantescos negocios de usura.  Ellos reciben billones del Estado a intereses ínfimos, y los prestan al 48% anual.  ¡Así quién no!  Y como todo ese dinero está concentrado en los bancos de San José, la mesa está servida.  Pero si cada provincia tuviera los fondos que le corresponden  por la riqueza que genera, otra sería la música de esa canción.  Incluso naciones tan poderosas como los Estados Unidos, comprendieron rápidamente que para que el Estado funcionara eficientemente, el poder y las responsabilidades inherentes a este, tenían que repartirse en forma adecuada entre todos los estados de la nación.  De allí nació el Gobierno Federal que, aunque con directrices nacionales que emanan de un Poder Central, confiere a cada estado la responsabilidad y dirección de sus asuntos domésticos, de la mejor y más conveniente forma para sus ciudadanos.  Existe el gobierno federal, y el estatal.  El primero ve por los intereses de toda la Nación, y el segundo, por los de cada estado en particular.  Y cada uno de estos decide que tipo de educación deben tener sus hijos.  Cuánto invierten en hospitales, colegios y universidades.  Qué clase de productos elaboran, y cuánto de sus respectivos presupuestos estatales dedican a esto o aquello.  Así que no pueden dilapidar lo que no tienen o producen, pero tampoco tienen que esperar a que Washington se interese o no, por el sistema ferroviario o turístico que ellos necesitan.   La capital “sabe” que al frente de cada estado hay hombres inteligentes que conocen cuáles son las necesidades de sus gobernados; también que cada gobierno local es vigilado por sus propios ciudadanos, haciendo que sea imposible que estos solamente se interesen por las cosas que pasan en la capital.  Y el sistema les ha funcionado muy bien; tan bien, que ahora esa nación se ha convertido en un imperio mundial con un poder casi ilimitado. 
                Estamos seguros de que si hubieran seguido el camino de la centralización, ya se hubieran atomizado en un centenar de países chiquitos y mediocres; algo así como la América Latina.
                                               Fraternalmente
                                                                              Ricardo Izaguirre S.

Correo electrónico:     rhizaguirre@gmail.com                                                                                                

viernes, 24 de agosto de 2012

93 El Centro Cívico


93     “LA CHISPA                              


Lema:   “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL CENTRO CÍVICO

            No se sabe si es algo intencional y malévolo, o si solo se trata de una de las tantas características que distinguen a nuestro GOBIERNO como institución permanente.  ¿Sabe alguien dónde está el “gobierno” y sus oficinas?  Es casi seguro que ni la enorme mayoría de los funcionarios saben la ubicación del infinito número de oficinas y dependencias del Gobierno.  Unas casuchas por la antigua Fábrica de Licores, son el Ministerio de Relaciones Exteriores.  Otro edificio viejo y pésimamente ubicado es el Ministerio de Educación.  La contraloría se encuentra por la Sabana.  La casa presidencial en el Zapote.  La Asamblea, en un edificio antihigiénico frente al Bellavista.  El Poder Judicial, en unos elegantes edificios de difícil acceso y sin estacionamiento para sus millares de clientes.  La Caja del Seguro, casi en el centro comercial de San José; sin facilidades de ingreso ni estacionamiento para sus “clientes”.  La Defensoría de los Habitantes, en una callejuela que va hacia la Sabana.  El Registro Nacional, en el otro polo de la ciudad, con un acceso más difícil y peligroso que entrar a Bagdad.  El Registro Civil, allá por el Parque Nacional, y el Ministerio de Deportes, creo que está en la Sabana.  El Ministerio de Economía, por allá hacia no sé dónde; y hasta allí llegan mis conocimientos de la ubicación de las oficinas del Gobierno.  Denominador casi común: sin  estacionamiento.
Un caos infernal imposible de descifrar.  Eso explica el porqué nuestros Presidentes pasan el primer año “sin hacer nada útil para el pueblo”, pues apenas les alcanza el tiempo para enterarse de dónde quedan las “dependencias” del Estado; esa es la razón por la cual todos pierden el primer año de labores: se lo pasan aprendiendo dónde queda tal o cuál oficina de “su” gobierno.
            ¿Cómo puede funcionar así una maquinaria administrativa, responsable del orden de TODO lo que pasa en el país?
            “El negocio tigre de los alquileres”.   El Ministerio de Educación estuvo ubicado, muchos años, en un edificio que queda en la avenida central, en donde pagaba elevados alquileres a los dueños de ese inmueble; y ese ha sido un vicio que durante muchas administraciones se ha seguido para “favorecer” a ciertos amigotes de la gente en el Gobierno.  ¿Cuánto paga el gobierno (pueblo) por esas casas y edificios propiedad de particulares que hacen negocios pingües a costa de los contribuyentes?  Y ya que los gobernantes  aplican el principio de que como el dinero es del gobierno, bien pueden dilapidarlo en lo que les dé la gana, se dan el lujo de pagar lo que sea a los arrendantes.  Pero olvidan que detrás de ese indefenso ente abstracto conocido como Estado, está el Pueblo, el verdadero y único dueño del Erario, y que este no debería ser desperdiciado con fines mezquinos o de favoritismos personales.  ¿Cuánto se malbarata  del Tesoro Nacional en alquileres?  Y ahora con la Ley de Inquilinato, es un negocio redondo para aquellos privilegiados que le alquilan inmuebles al Estado.
            Ese desorden de las oficinas de gobierno, se reflejan en la eficiencia de los servicios del Estado.  Un Gobierno Central atomizado en un centenar de edificios y casuchas mal distribuidas por toda la ciudad de San José tiene que ser, por fuerza, inepto, lento, incapaz, obstruccionista, dispendioso, descoordinado y, sobre todo, causante de frustración en el ciudadano.  Cualquier gestión ante las oficinas del gobierno es cuestión de días.  No hay una sola operación que se resuelva de inmediato y en forma definitiva en el mismo día que se hace la solicitud.  No existe una Oficina Central de Quejas, a la cual pueda recurrir el ciudadano en busca de justicia ante la inoperancia de infinidad de empleados vagos e inservibles, que parasitan al amparo del desorden y la falta de control.  En ninguna parte hay dónde quejarse ni pedir justicia.  Nadie sabe nada de nada y nadie le da información confiable al ciudadano.  Incluso en las oficinas en donde hay “CASETILLAS DE INFORMACIÓN”, pareciera que las llenan con porteros o policías que nada saben.  Siempre le dicen al usuario: “Eso es en el tercer piso”.  “Al final del corredor, a mano derecha”.  Y cuando este llega al sitio donde lo enviaron, el asunto NO ES ALLÍ.  Y a empezar de nuevo... 
            Ya dije algo de lo malo de la máquina estatal (una parte ínfima).  Pero también vamos a sugerir la solución que creemos sería lo más adecuado de acuerdo con nuestro sistema centralizado: UN CENTRO CÍVICO NACIONAL.  Y ¿cómo debe ser este?  Pues en primera instancia, ENORME.  Con visión futurística de la clase de CIUDAD que será San José dentro de doscientos o trescientos años.  Con espacio para construir todos los edificios que en el futuro sean necesarios.  Con múltiples ingresos y salidas, es decir, con espléndidas avenidas y calles que permitan el acceso y salida de ese Centro, sin ninguna complicación. Con amplias carreteras hacia el sur, este, norte y oeste. Con una gran plaza central en donde el pueblo pueda manifestar sus inquietudes, necesidades y deseos frente a la Casa Presidencial, la Asamblea, Municipalidad, Poder Judicial y todos los Ministerios y dependencias del Estado.  Allí también podrían estar los servicios consulares acreditados en Costa Rica.  Lo mismo que las Agencias Internacionales destacadas aquí.  Allí estaría el OIJ y los tribunales de Justicia de la provincia.  Se podría dotar de centros comerciales, restaurantes, cines, salones de baile y todo tipo de diversiones que pudieran utilizarse mientras se espera un fallo de un tribunal o el resultado de una gestión.  Este centro NO tendría que ser algo tan austero y “gubernamental”.  Las oficinas del gobierno bien pueden humanizarse, de manera que el ciudadano común y corriente no se sienta aterrado ante la seriedad e impersonalidad de lo que son ahora.  Muchas oficinas del gobierno “dan miedo”.  Entrar al Banco Central es algo así como llegar al aeropuerto de Tel Aviv, y solo les falta que nos desnuden para completar el cuadro.  Terrorismitis”  aguda.
            Ese Centro Cívico tendría estacionamientos gigantescos que pudieran darle acogida a miles de personas que llegaran en carro.  Con seguridad y sin estar en manos de esos atracadores callejeros y molestos.  Buen servicio de autobuses y un METRO o tranvía de alta calidad.  En la época de la “automovilización”, a la que ya ha ingresado Costa Rica, es inconcebible que un “negocio del gobierno” (oficina) no tenga buenos y cómodos centro de estacionamiento para sus “clientes”.   Eso no es una cuestión de buena voluntad o bondad del Estado, sino una OBLIGACIÓN hacia los ciudadanos QUE PAGAN POR TODO, incluidos los sueldos de los funcionarios.  Desde el último, hasta el Presidente.  Por allí se inicia la eficiencia del Estado: facilitándoles a los ciudadanos todos los negocios que estos tengan con el Gobierno, o donde este sirva como mediador, contralor, ejecutor o regulador de todas aquellas actividades de la sociedad.
            Hace muchos años, un amigo gringo que vino conmigo por una temporada, me acompañó a pagar el marchamo allá en la Sabana, y cuando vio aquella fila interminable, en la cual la gente iba empujando sus carros con las manos, me dijo: “Con razón ustedes son tercermundistas, pues cuando un gobierno es inútil incluso para recaudar fondos, la suerte está echada.  ¿Te imaginas que se siguiera este “método” en Los Ángeles, con sus doce millones de vehículos?  Llegaríamos al año cinco mil, empujando los carros”  Nunca he olvidado esa lección.  Y sigo pensando que esa es la causa principal de nuestro subdesarrollo: el desperdicio de recursos.  El menosprecio que el Estado y sus funcionarios hacen del tiempo de los ciudadanos.
            ¿Dónde estaría ese Centro Cívico?  Pues en las afueras de la ciudad; en algún terreno de gran tamaño con múltiples accesos y con la posibilidad de crecer mucho más.  No solo sería la panacea administrativa, sino que se convertiría en un gran Centro Comercial de enormes ingresos para el Estado.  Si lo pensamos bien, no sería nada del otro mundo desde el punto de vista de su construcción, pero sería un paso extraordinario hacia la modernización del Estado.  Con solo tomar el monto de lo que se gastó en “LA TROCHA, alcanzaría para todo.  Y sobraría...
            En ese Centro estaría el Sinart, el Pani, la Defensoría de la Mujer, la Contraloría, Procuraduría. Aresep, Recope, ICE, INS, Seguro Social, Pagaduría, Tesorería, el Cabildo, la Asamblea, El Poder Judicial y todas las demás.  ¿Se imaginan qué comodidad?
            Si le gustó el sueño de esta “Chispa”, trate de ampliarlo y darle mejor forma; además, hágaselo saber a sus amistades pues, al fin y al cabo, soñar no cuesta mucho; pero un sueño continuo y multitudinario, puede CONVERTIRSE EN REALIDAD.
            Fraternalmente: 
                             Ricardo Izaguirre S.              E-mail:     rhizaguirre@gmail.com
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miércoles, 15 de agosto de 2012

745 Destitución presidencial

745      “LA CHISPA”     
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DESTITUCIÓN PRESIDENCIAL…
          Y de los diputados.  Si alguien es nombrado PUEDE SER destituido.  Si no sirve bien en el puesto que se le asignó, DEBE SER removido sin responsabilidad patronal.  ¿Para qué se designa a un Presidente?   Para que gobierne en beneficio de TODOS, con justicia, rectitud, bondad y, sobre todo, con HONESTIDAD.   No para que se convierta en un ladrón aprovechado que se dedique a los negocios personales, familiares o de sus amigotes valiéndose de los instrumentos que le facilita el Poder.  Se le nombra para que sea un líder de la nación, alguien que guíe hacia metas de progreso y desarrollo; de felicidad y bienestar para toda la comunidad nacional.  Para que sea una especie de padre de familia de todos los ciudadanos.  Pero si resulta un bandolero-a que solo asciende al sillón presidencial a beneficiarse de su cargo, ha traicionado a su país y este tiene pleno derecho a destituirlo, sin tener que esperar cuatro o cinco años de un contrato que ha sido quebrantado.  El presidente JURA sobre la Constitución el cumplimiento de sus deberes, y si no lo hace, ha infringido el acuerdo de trabajo que suscribió.  Entonces su PATRÓN, el pueblo, tiene derecho a despedirlo sin más trámite.   Y ese es uno de los grandes asuntos que deben reformarse en la Constitución.  Pero como es lógico, tal cambio NO procederá de la Asamblea Legislativa o del poder Ejecutivo.
          Es el ciudadano, mediante la organización en los Cabildos, el que debe tomar en sus manos el trabajo de introducir los cambios que sean necesarios en el Orden Jurídico, para que este fije las normas que regulen el cumplimiento de las obligaciones de la gente que ejerce el mando político.  NO PUEDE NI DEBE SER que el Empleado sea el que dicte, en forma unilateral, las condiciones bajo las cuales se lleva a cabo la relación laboral entre PATRONO Y EMPLEADO.  Vean ustedes que si una empresa privada contrata a un Administrador y este no sirve, roba, es omiso, miente, engaña o es indolente, injusto en sus relaciones laborales o descuidado con el rumbo que tome la compañía, de INMEDIATO es despedido.  Incluso puede ser encarcelado y NUNCA volverá a encontrar otro trabajo igual.   Entonces ¿cuál es la razón por la cual los habitantes TENEMOS QUE AGUANTAR a un inútil o corrupto durante cuatro o cinco años?  ¿Porque así lo dice la constitución?   Pues la cambiamos.  Es tan simple como eso.  Los mecanismos de la acción serán fijados por los Cabildos y luego incorporados al sistema jurídico.  De forma tan clara y tajante como las que determinan el despido de cualquier trabajador de la empresa privada si este comete alguno de los abusos que justifiquen su separación del cargo.
          Si el Pueblo nombra a sus servidores, TIENE EL DERECHO A DESPEDIRLOS cuando estos den motivo.  No puede ser que un subalterno haga lo que le dé la gana con los bienes de su empleador y que este no tenga la potestad para echarlo a la calle.  Ese contrato de cuatro o cinco años que garantiza la inamovilidad del funcionario, es una invitación demasiado tentadora para la comisión de todo tipo de faltas.  La alcahuetería que propicia esa condición, es la causa eficiente de infinidad de delitos oficiales.   La Constitución debe contemplar un mecanismo bien definido, rápido, eficiente y sin portillos, para llevar a cabo la destitución presidencial o diputadil.  Este proceso no debe estar envuelto en triquiñuelas  judiciales o politiqueras que permitan evadir la responsabilidad del funcionario inepto o corrupto.  Deberá bastar la presunción del delito para que este cese en sus funciones y se inicie una investigación que no pueda ser obstruida por ninguno de los poderes de la República.  A demanda de la ciudadanía, la calificación de estos crímenes sería competencia de la Sala Constitucional.  Y el Poder Judicial el encargado de aplicar las penas correspondientes. 
          ¿Y qué hay de los diputados?  Pues lo mismo.  En teoría ellos son un poder independiente que es la representación del Pueblo y no una manada sumisa al Ejecutivo, como suele ser en la vida real.  Se supone que han sido nominados para legislar con justicia y honestidad a favor de esa comunidad que los eligió.   Y si burlan ese propósito fundamental para el que fueron investidos, es una violación de contrato de trabajo y DEBEN SER DESPEDIDOS sin miramientos de clase alguna.   No hay razón alguna para que un país tenga que pagar salarios a unos empleados que NO CUMPLEN con sus obligaciones laborales y que solo se dedican a la política y a hacer contubernios despreciables y nocivos para la sociedad que los escogió.   Estos funcionarios deberán ser refrendados en sus puestos cada año.  Y su trabajo deberá ser fiscalizado por los Cabildos de las regiones de las cuales son representantes; es decir, por aquellos que los nombraron y no por un partido o por el grado de servilismo que hayan demostrado al Ejecutivo.
          La inamovilidad de los funcionarios es la peor lacra de cualquier sistema político; pero sobre todo, la que se refiere al cargo presidencial y de los diputados.  Pero como es lógico, de ellos JAMÁS vendrá una proposición de reforma que tenga que ver con la posible destitución de sus cargos; esto es algo que los votantes deben hacer de forma directa, mediante los Cabildos.  Desde luego que la remoción de esos funcionarios, presidente o diputados NO DEBE ser del resorte de los implicados (Presidente o Diputados) sino de una autoridad (el Cabildo) que esté fuera de la influencia de estos poderes, y más allá de las posibilidades de represalia de estos.  Esa condición de intocables que tienen los gobernantes en la América Pobre, es la que ha dado origen a la corrupción galopante de la que hoy somos víctimas.  El que sale premiado con cualquier cargo de elección, de repente se convierte en una especie de dios, ubicado en un terreno por encima de la Ley.  Y eso no debe ser.  Ya en Costa Rica se dio el primer paso cuando se acusó a tres expresidentes de actividades torcidas en el manejo de asuntos monetarios derivados de las influencias que ejercían gracias a sus cargos públicos.  Bien se puede continuar en esa senda hasta que los políticos entiendan a cabalidad cuál es la naturaleza de su trabajo, quién es su patrón y cuáles son sus obligaciones con este.   Así entenderán que la presidencia o una diputación no son oportunidades para enriquecerse a la sombra del Poder, sino para servir.
          Fraternalmente             (¿Qué piensan de esto en su país?  ¿Son sagrados los funcionarios?)
                             RIS                               E-mail: rhizaguirre@gmail.com


martes, 14 de agosto de 2012

86 La Ley es la Ley

86  “LA CHISPA                           


Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA LEY ES LA LEY

          Todos los códigos que se han promulgado, desde los más remotos a los más recientes (laicos o religiosos), han tenido un fin único: hacer viable, justa y segura la convivencia entre los seres humanos.  Desde el código de Hammurabi, dictado en el siglo XX antes de Cristo, hasta las más novedosas legislaciones tienen ese propósito. Este código, el más antiguo que se conoce como fundamento de muchas legislaciones posteriores del medio oriente, tenía ese fin, y fue de él de donde salieron todos los sistemas legales de los pueblos semíticos, incluida la Biblia.    
          Los griegos, por su parte, le dieron a la Ley un enfoque mucho más humano, y además introdujeron en él, profundos conceptos morales que le daban a aquella, una dimensión casi mística (Sócrates, Critón), que convertía a la Norma en un sueño no solo de integridad personal, sino de justicia universal.  “Nadie tiene derecho a burlar la Ley, sin importar que el violador sea beneficiario personal de ese delito”.  Y con su inmolación, Sócrates le dio al mundo el verdadero sentido no de la validez de una ley injusta, sino de lo que DEBE ser la conducta del hombre ante la Ley.
          Los romanos decían: “Dura lex, sed lex”.  Dura es la ley, pero es la Ley.  Este pueblo, menos inteligente y sensitivo que los griegos, pero con un gran sentido práctico y militar, le dio un diferente enfoque a la Ley: esta debía tener un criterio militar, y de allí, extenderse al ciudadano civil.  De esa manera, con una visión que se apartaba del idealismo griego, fue como  ellos concibieron que debía normarse la vida del Imperio.  Sin embargo, el fin era el mismo: la convivencia social en paz.  Cada pueblo, según su naturaleza, ha hecho sus leyes más o menos drásticas.  Allí tenemos a Licurgo en Esparta.  Y al arconte Dracón en Atenas, con sus leyes terroríficas, pero necesarias en su momento y en su pueblo.  Del mismo estilo fueron las leyes bíblicas, cuya intención única era normar la vida social del “pueblo de dura cerviz” como les llamó Yavé.  Entonces, la ley debe ser la LEY.
          ¿Qué tienen en común estos pueblos en relación con la ley?  Que la AMABAN; entre ellos esta era motivo de culto, de amor, de respeto y acatamiento voluntario y sereno.  Como Sócrates.  Las leyes representaban la máxima altura cultural que habían alcanzado las naciones; pues un pueblo sin ley, era presa de la barbarie, el abuso y la injusticia.  Pero ¿cuál es el objetivo de la Ley?  ¿Quiénes, cómo y para qué se crean las leyes?  EN TEORÍA: las leyes son para que la sociedad funcione bien.  Y al decir bien, es TODA LA SOCIEDAD, y no solo algunos grupos de ella.  Por lo tanto, el primer requisito de la ley es que esta debe ser para todos, y que todos seamos iguales ante ella.  Si no cumple este requisito NO ES LEY, sino pretexto.  Debe ser de aplicación inmediata porque si no, NO ES LEY, sino pretexto.  LA LEY DEBE SER JUSTA, porque si no, NO ES LEY, sino pretexto.  Por lo tanto, NO todo lo que se compendia en un código, llena la definición de Ley.  Pero no solo es la naturaleza intrínseca de la Ley lo que le da validez, sino la aplicabilidad de esta por parte del Estado, y el cumplimiento que de ella hagan los ciudadanos.  Y para que eso se dé, ambos DEBEN AMAR LA LEY.  Porque si no es así, todos los códigos, por ampulosos que sean, no son más que pretextos.
          Por lo tanto, se supone que quienes tienen la responsabilidad de crear las normas que rigen a la sociedad, TIENEN QUE SER HOMBRES ÍNTEGROS, que comprendan plenamente cuál es la sagrada función del LEGISLADOR.   Legislar no es solo un empleo transitorio de cuatro o cinco años.  Es una responsabilidad moral que va más allá de los intereses personales o de los de individuos, del grupo o del partido político, e incluso del tiempo.  Legislar es una labor de dioses en el cielo, y de HOMBRES COMPLETOS  en la tierra.  Legislar no es ocupación de minusválidos morales o de mentes estrechas y sectarias, sino de Hombres de Verdad.  Legislar es una comunión con Dios, con la consciencia y con el pueblo, y allí no puede tener cabida la menor torcedura moral o el interés mezquino.  Y si se cumple con esos requisitos, se producen buenas leyes, Y LAS BUENAS LEYES NO TIENEN QUE CAMBIARSE JAMÁS.  Como las leyes de Dios o la Naturaleza, como usted prefiera llamarlas.
          Costa Rica tiene códigos legales para todo, y leyes hasta para tirar para arriba, pero ¿amamos la Ley?  Se dice con mucha frecuencia que “este es un país de leyes”, pero ¿qué queremos decir con eso? ¿Tenemos aunque solo sea una nebulosa noción de lo que ese cliché significa?  Muchas tiranías se han hecho llamar de esa manera. Sin embargo, que este sea “un país de leyes” no significa que las respetemos o cumplamos.
          Los griegos amaban la ley en forma ideal y práctica; los romanos en forma militar y práctica.  Con ligeras variantes de estilo, pero la RESPETABAN.  ¿Y nosotros?  Parece que la llamada “Educación Cívica” ha fracasado por completo en Costa Rica, pues el ciudadano común ve a esta, solamente como un  PRETEXTO que el Gobierno crea para joderlo.  Es decir, la escuela y el colegio NO LE HAN ENSEÑADO a amar la Ley, sino a TEMERLA.  La misma metodología de las religiones: no nos enseñan a amar a Dios ni al prójimo, sino a TEMERLES.  Es esa la única forma como nuestros ciudadanos se aproximan a la Ley; como algo que PUEDE DAÑARLOS, y que, por lo tanto, hay que evadir o violar las veces que se pueda.  Para el común de la gente, la Ley es algo que solo debe respetarse en presencia de la policía.  Un semáforo en ROJO, solo debe atenderse si hay un tráfico debajo.  Y así es en casi todas las actividades de nuestra vida ordinaria.  Para nosotros la Ley no es algo que se deba amar y respetar porque nos garantiza el buen funcionamiento social; que nos asegura el respeto de los demás hacia nuestros  derechos para una vida armónica y feliz, sino un instrumento del gobierno que este utiliza solo para martirizarnos cada vez que quiere.
          Nos acercamos a la Ley con criterio de delincuentes, y no de ciudadanos justos y respetuosos de ella.  Y esa parece ser la norma de conducta general no solo de los civiles, sino de los que están en el gobierno.  Pero peor aún, es la actitud de los que LEGISLAN, pues casi todas las leyes que se emiten, vienen con docenas de portillos para ser burladas por los mismos que las dictan; y a partir de allí, por todos los ciudadanos.  Casi no hay ley que, bajo un análisis cuidadoso, no permita aquello que supuestamente prohíbe.  Legislar se ha convertido en el supremo arte de la marrullería.  No se legisla para el pueblo, sino para grupos con intereses monetarios.  El pueblo solo es el pretexto, y los legisladores se han convertido en verdaderos malabaristas de la palabra y el pensamiento, urdiendo leyes injustas con elegantes disfraces de “interés común”.  Son verdaderos maestros en ese arte.  Allí están los ejemplos de los CAT, la DEVALUACIÓN y la ley de INQUILINATO.  Además, el método para calcular los aumentos salariales de la masa trabajadora.
          ¿Qué es lo que ha fallado en el entendimiento del culto que le debemos a la Ley?  En primer lugar, LOS GOBIERNOS, porque siendo estos la guía del pueblo, han dado los peores ejemplos de incumplimiento de las leyes y de sus propias obligaciones.   Después está el hogar, la escuela, el colegio, la universidad, la prensa y casi todos los órganos cívicos encargados de dirigir a la sociedad.  Todos hemos fallado, y por eso la LEY está postrada y triste, y la Dama que la representa, utiliza un antifaz para no ver las injusticias que se cometen en su nombre.
        O nos sometemos al imperio de la Ley TODOS, o todos pagaremos las consecuencias; pero esa rendición debe ser consciente, amorosa, voluntaria y sin coerción; como fruto del entendimiento pleno de que la Ley es nuestra mejor garantía de una vida segura, plena y feliz.  No debemos abstenernos de robar simplemente porque la policía nos mete a la cárcel (temor), sino porque NO ES JUSTO para el que ha sido robado (amor).  Así de sencillo. 
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                                                   Fraternalmente
                                                                     Ricardo Izaguirre S.

Correo: rhizaguirre@gmail.com