613 “LA CHISPA” (7/04/09)
Lema: “En
la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS BOZALES DEL “ORDEN CONSTITUCIONAL”
La teoría dice que en las democracias la voluntad de la mayoría es la
que cuenta y debe ser respetada y acatada por la minoría. Ese es el postulado básico sobre el cual
pivota toda la dialéctica que justifica esta forma de gobierno. Pero ¿cuándo se da esa situación? ¿En qué momento o época ha sido eso una
realidad tangible y evidente? Estimado
ciudadano, medite sobre este asunto y busque una respuesta que pueda justificar
lo que usted ha visto toda su vida.
Siempre es una minoría ínfima (la oligarquía) la que ejerce el control
sobre los demás. Es la que controla la política
y la economía, y apoyada en esas formidables bases, ejerce su tiránico poder
sobre mayorías que no tienen ni la menor idea de cómo funciona el sistema del
cual son víctimas entusiastas. Y eso
sucede así porque ese es el diseño de la democracia
formal. El esquema democrático parte
de la premisa de que el ciudadano ELIGE a sus gobernantes mediante el voto
directo o indirecto, y que luego estos, investidos de ese poder soberano que el
pueblo les ha conferido, gobiernan en beneficio de las mayorías.
Aunque esto se ha
explicado minuciosamente, es necesario siempre tenerlo presente: en nuestros
medios nadie elige a sus candidatos. El votante
solo “escoge” a alguno de los postulantes que ya han sido aprobados en los
altos círculos de la burguesía. Sin
embargo, el individuo supone, por ignorancia, que no hay otra forma mejor de
ejercer su voluntad, y convencido de eso, se afilia a un bando, grita, se
alegra, se llena de esperanzas vanas y celebra el triunfo de su candidato. Este es el ideal de la democracia formal: ciudadanos
mansos que respeten el orden constitucional; domesticados, como decía un
expresidente muy folclórico y agudo. Personas
indolentemente sencillas que creen que pensar hace daño y, por eso, les dejan
esa labor a los políticos de su partido.
Y todo esto es culpa del sistema educativo, el cual NO prepara
cívicamente a los estudiantes para su propio beneficio, sino que los amaestra
para que sean dóciles al sistema. La
cívica en la escuela y los colegios se reduce a una simple información de cómo
se debe realizar el culto a la “democracia formal”. Es una
mera fórmula ritualística dirigida hacia un solo objetivo: la subordinación de
la mente de los alumnos al “estado de derecho”, sin que jamás se consideren los
derechos individuales ante un sistema elitista, injusto y siempre en manos de
los mismos.
La cívica ahora es
hacer desfiles el 15 de septiembre y en otras efemérides; cantar el himno a
Juan Santamaría, La Patriótica y el Punto Guanacasteco. Hablar de las hazañas militares de épocas
pretéritas y de cómo ocupamos un lugar privilegiado entre las democracias del
mundo. Y como broche a este
adoctrinamiento, blasonamos acerca de lo mejores que somos en el ejercicio
regular y respetuoso de los comicios que, religiosa y pacíficamente llevamos a
cabo cada cuatro años. Una imagen
idílica de la democracia formal, que tanto les gusta a nuestra “clase
dirigente”. Todo lo feo, malo o injusto
no se menciona; se esconde, se tapa, se
“invisibiliza” para que nadie
lo capte en el exterior. ¡Y pobre del
que se atreva a cuestionar el sistema! Para
este desadaptado, “el Orden Constitucional” ha creado varias mordazas que lo
mantienen callado, quieto, resentido pero inocuo al sistema, respetuoso del orden público, pasivo,
solitario, ignorado, desacreditado… Para
este logro maravilloso que lleva al ciudadano a la pasividad, el silencio y la
indolencia forzada, el Estado ha creado un sistema punitivo muy sutil, sin represión
policíaca, sin guardias, sin agentes de seguridad, sin cárceles ni militares;
un método muy civilizado pero
aterradoramente eficaz: la creación de figuras jurídicas atemorizantes que
conducen a la cárcel o a la ruina económica al que protesta o denuncia. Y entre ellas se destacan la INJURIA,
CALUMNIA y SEDICIÓN.
La INJURIA ha sido
elevada a la categoría de delito político de manera muy conveniente. El DRAE dice de injuria: 1) Agravio, ultraje de obra o de palabra 2) Hecho
o dicho contra la razón y justicia 3) Daño
o incomodidad que causa una cosa. Entonces
¿cómo es que dentro del sistema político esta palabra se convirtió en
bozal? ¿Por qué se convirtió en delito
decirle ladrón a un ladrón? ¿Por qué es
delito de injuria decirle a un político corrupto que lo es? Si un
político es sinvergüenza, inepto y ladrón, no debería ser delito decírselo
públicamente, ya que él es un hombre “público”; sin embargo, el orden jurídico
contempla tal cosa como INJURIA que, aunque sea CIERTA, puede llevar a la
cárcel al que lo hizo. De esa manera,
todos los ciudadanos tienen que ver y tolerar de manera impotente y silenciosa,
que un político robe, mienta y sea un inútil; que sea un borracho que mata a
alguien con su carro, o un pervertido que anda tocándole las nalgas a las
empleadas de la Asamblea Legislativa. No
se le puede decir corrupto a un Presidente que prevarica o propicia el
nepotismo. Que hace negocios
particulares al cobijo del Poder. Que declara "emergecias nacionales" para evadir la legalidad de las licitaciones públicas en el otorgamiento de obras nacionales como "La Trocha 1856".
Subordinada a la
injuria está la CALUMNIA, figura atemorizante que debe ser demostrada ante los
tribunales y que, por tan difícil razón, todo el mundo prefiere callar. Porque aunque se pudiera demostrar la verdad
de la acusación, siempre cuenta con la protección de la INJURIA. Si le probamos al ladrón que es ladrón,
eliminamos la calumnia pero no la INJURIA, y siempre vamos a la cárcel o somos obligados
a la retractación por decir la VERDAD. ¡Cosas de la democracia formal!
Y por último está la
joya de los bozales del “orden constitucional”: la SEDICIÓN. De la cual dice el DRAE: 1) Alzamiento
colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina
militar sin llegar a la gravedad de la rebelión
2) fig. Sublevación de las
pasiones. Tema sujeto a todo tipo
de interpretaciones por parte del sistema.
Y como es muy complejo, escribiré otra “Chispa” para hacer un análisis
de la sedición. Pero por ahora, piensen
en los alcances de ese concepto y de cómo se ha manipulado para mantener
callados a los que se atreven a protestar e incomodar al estado de derecho. Medite en
esto: es el mismo Estado el que califica el delito, y el que determina las
penas. Todo muy conveniente, sobre todo,
cuando la gente cree la ficción de que los Poderes de la República son
independientes y están separados.
Injuriescamente (¿Sucede esto
en su país?)
Ricardo
Izaguirre S.
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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