sábado, 30 de julio de 2011

770 El Instituto Tecnológico


770      LA CHISPA       (24 febrero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL INSTITUTO TECNOLÓGICO DE CARTAGO
            ¡Qué refrescante visión es la de observar esa muchachada que se dirige a las aulas a estudiar las más diversas carreras que ofrece el ITCR!  Es el presente y el futuro en acción, la esperanza y la seguridad de que estamos apuntando hacia una meta superior de desarrollo.  Cuando empezó era apenas una humilde escuelita de oficios, la versión adornada del antiguo COVAO, pero hoy se trata de un centro de enseñanza superior con todas las de ley.  Me sentí feliz de verme envuelto dentro de esa tremolina de jovencitos que marchaban apresurados a sus aulas mientras yo caminaba lentamente (cuestión de años) hacia una cita escolar que me mantenía en vilo y que me hacía sentir tan ansioso como los niños que van por vez primera al kinder.  El lunes 22 de febrero formé parte del alumnado del ITCR.   Pero eso tiene una historia.  Días antes había lanzado un S.O.S en una “Chispa”, y había manifestado mi interés por aprender a hacer una página o sitio web.  Y obtuve una respuesta casi inmediata de un amigo cibernético al que conocí en persona ese día: don Guido Hernández, profesor pensionado de esa institución.  De inmediato se puso en contacto con un conocido que da clases en el Tecnológico, un joven profesor llamado Mario Villalobos, y se armó el asunto.  Fueron reclutados varios muchachos cincuentones (más o menos), y se formó el grupo. 
            El lunes inauguramos y tuve la bella sensación de ser parte de algo que debería ser una sana costumbre en todos los viejos.  El deseo de sentirse no solo entretenidos y en movimiento, sino tener la intención de ser útiles y productivos.  Pienso que si se montaran cursos de este tipo con otra intención diferente a “mantener ocupados a los viejitos”, mucha mano de obra capacitada podría incorporarse al mercado laboral.  Legiones de profesores pensionados podrían iniciar nuevas carreras como entretenimiento y una forma de “redondear” sus pensiones.   Además de diversión, como la posibilidad real de aprender una de las tantas profesiones que, basadas en su experiencia cultural, pudiera servirles para generar mayores ingresos.  La computación es una de ellas, aunque estoy seguro de que hay muchos campos en los que se puede invertir la vasta experiencia de personas cultas con grados académicos variados.  La gama de posibilidades es muy variada, solo es cuestión de abocarse a su estudio.   
            Una persona de sesenta o setenta años puede ser poco útil como albañil o tractorista, pero puede convertirse en un excelente profesional del diseño gráfico.  Para eso lo único que se utiliza es el cerebro y la vista.   Un viejo puede dedicarse a hacer páginas web o al diseño de redes, o aprender inglés.  Para eso no se necesita agilidad ni fuerza física, por lo tanto, no está descalificado para convertirse en una persona generadora de riqueza.  Es cuestión de explorar posibilidades. 
            Ese mismo día me enteré del PIAM (Programa Integral para la persona Adulta Mayor), el cual apunta en una dirección favorable.  Sin embargo, me parece que el enfoque que se le da es un poco lúdico, como algo dirigido principalmente al entretenimiento de los viejos.  Por la información del folleto (puedo estar equivocado) deduzco que se trata de un sistema dirigido a ayudar a “pasar el rato”, nada más.  Pero la idea debería ir mucho más allá de esa meta, pues infinidad de personas en esa edad tienen grandes limitaciones monetarias, lo cual las hace muy dependientes de sus familias, y eso es deprimente.  Entonces, ¿por qué no darle un enfoque más práctico a ese esfuerzo institucional?  ¿Por qué no enseñar actividades que se puedan traducir en ingresos adicionales?   A la mayoría de los pensionados apenas les alcanza el salario para satisfacer las cuestiones básicas, y esa es la razón por la cual se le debe dar a estos programas un enfoque un tanto más utilitario, ya que muy pocas personas se deciden a aprender algo después de los cincuenta o sesenta años por puro vacilón.  Debe existir un estímulo económico real que, además de diversión y ejercicio, produzca entradas, que siempre son bienvenidas.  Si yo aprendo macramé, deberá ser para obtener algún beneficio y no que signifique solo gastos.  Eso no tiene chiste.  Empastar libros es un buen oficio y es productivo.  En fin, la oferta podría ser enorme.            
            Hay colegios y escuelas que pasan desocupados por las noches; al menos algunas de sus aulas y algunos días de la semana.  Son RECURSOS que están subutilizados y que podrían ponerse al servicio de los adultos mayores, pero con una metodología moderna; no es cuestión de enseñar cursos de tres, cuatro o cinco años a adultos mayores.  Se trata de ofrecer clases que capaciten a las personas para ofrecer sus servicios o montar sus propias empresas en un período no mayor de un año, pues los viejos no tenemos mucho tiempo.  
            ¡Cuánto talento se desperdicia!  Centenares de profesionales pensionados se convierten en vegetales casi inútiles, gente que solo consume mientras muere.  Y eso es una injusticia.  Sé que existen muchas ofertas que corresponden a esfuerzos dispersos; valiosos pero no lo suficiente para llenar necesidades que no solo tienen que ver con la diversión y ocupación del tiempo libre de manera divertida.  Hay otro aspecto MUY REAL que debe contemplarse en estos programas: la cuestión de los ingresos.  No es únicamente crear espacios de diversión, pues para eso bastaría con hacer parques y darle a cada viejo un kilo de maíz para que engorde a las palomas.  Se trata de incluir la parte del dinero que, en el caso de los viejos, suele ser un factor muy importante para su independencia y auto respeto.   Desde luego que en el total, la simple asistencia a un curso de esos, produce una gran satisfacción y deseos de vivir y gozar la vida.  Así me sentí yo ese lunes que asistí a mis clases para aprender a hacer mi blog.   Pero si además de ese placer social existe algún incentivo monetario... “más mejor que mejor”.   ¿Cuántas aulas pasan desocupadas por las noches en tantos colegios?  ¿Cuántos profesionales, obreros y especialistas hay en cada barrio que podrían enseñar los rudimentos de algo?  Miles.  Electricidad, plomería, fotografía, cocina, zapatería, diseño de muebles, decoración, reparación de planchas, medicina popular, organización ciudadana, panadería, una gran escuela comunitaria.  Tenemos los recursos, solo es cuestión de localizarlos, reunirlos y ponerlos en acción.  Cada sector citadino podría empezar esa labor organizándose, conversando, preguntando y planificando con las autoridades locales.   Al menos podemos intentarlo.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                                       E-mail: rhizaguirre@yahoo.es

jueves, 28 de julio de 2011

665 La peor desgracia de un pueblo


665    LA CHISPA                  (11/07/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PEOR DESGRACIA DE UN PUEBLO: PERDER LA CONFIANZA
            Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el panorama era desolador para Alemania.  Los aliados les pasaron la aplanadora “palante y patrás” hasta dejarlos molidos; reducidos a pavesas.  Todo el territorio alemán se convirtió en una escombrera deprimente.  Gente con hambre y frío buscando alimentos entre la basura.   Una pesadilla aterradora a la cual no se le veía solución alguna; pero CINCUENTA AÑOS después, se habían convertido en los dueños de Europa; la población más poderosa y rica de la tierra.   Por encima incluso de los Estados Unidos, que si tienen un PIB más elevado, este solo pertenece a unos pocos.   ¿Y cómo se explica este fenómeno que podríamos tildar de milagroso?  Se puede resumir en dos aspectos de la mentalidad del alemán: educación y confianza.  Educación esmerada que da como resultado no solo hombres científicamente preparados para ubicarse en la vanguardia de la ciencia y tecnología, sino que los ha provisto de un carácter acerino que los hace indomables.   Y en segundo lugar, la CONFIANZA.  Confianza en ellos mismos y en su proverbial capacidad de trabajo.  Confianza en su sociedad, en sus paisanos, en sus obreros; pero sobre todo, EN SUS POLÍTICOS Y GOBERNANTES.    Ese el simple misterio del “milagro económico alemán”. 
            La alta estima que el alemán tiene del HONOR es algo que los hace incomprensibles para otras sociedades y, en cierta forma, los vuelve incapaces de comprender a otros pueblos que NO se rigen por los mismos principios éticos, lo cual los lleva a cierta arrogancia y menosprecio por los demás; por los no arios.  Y esa valoración del honor es lo que ha hecho que nunca entendieran ni aceptaran a los judíos como miembros de su pueblo.  Ni a otras etnias.  Y aunque eso es criticable, es comprensible y merecen ser dispensados, pues tal conducta es la que los ha llevado a ubicarse en el sitio en donde se encuentran en la actualidad.  Pueden ser “pesados”, pero ese es su carácter y el conjunto de vicios y virtudes que los han colocado a la vanguardia del progreso mundial; así que tienen el derecho de ser como son.  Esa actitud ante la vida es lo que hace la diferencia entre los pueblos.  Los podemos criticar por envidia, pero tenemos la obligación de reconocer lo que son, por mal que nos caigan.  Si los latinos aprendiéramos un décimo de esa conducta, ascenderíamos al cielo.
             ¿Qué somos los latinos, sin importar el revoltijo racial que tengamos en nuestras venas?  Eso no cuenta ni es lo que determina el carácter, pues podemos ser negros, blancos, blancuzcos (todos los tonos), indios y con todas las variables del mestizaje, pero seguimos siendo gente sin carácter ni honor, tampoco tenemos las cualidades que se derivan de estos.   No confiamos en nada ni en nadie.  Perdimos esa cardinal virtud desde hace tanto tiempo que, parece que en realidad NUNCA la tuvimos.  No nos fiamos ni de nuestra familia, y la sospecha es la única brújula que guía nuestras acciones.  Y en concordancia con esta actitud “racial” de latinos, no confiamos en nadie y, de ser posible, siempre nos adelantamos a los demás en todo tipo de acciones desleales y torcidas.  Los latinos somos arteros por definición.  Esa desconfianza nos lleva a ser timoratos y aprovechados.  No tenemos el carácter necesario para tomar riesgos calculados que nos lleven a otro nivel de existencia.  Es por eso que las oligarquías latinas no se han atrevido a dar el salto hacia el mundo de la modernidad y cambiar el esquema de “ricos y miserables”, por el de “ricos y millonarios”.  Como hicieron los alemanes y japoneses.   Su encogimiento, falta de valor y carácter los ha hecho permanecer en el viejo esquema colonial de manera indefinida.  Le tienen miedo al progreso y prefieren el modelo antiguo pero seguro, aunque este implique un gran peligro para el futuro que habrá de devorarnos a todos. 
            Los alemanes brincaron de “miserables y más miserables” a “ricos y millonarios”; y les ha ido muy bien.   Pero tomaron el albur que nuestras pusilánimes oligarquías temen como si se tratara del mismo Demonio.   ¿Y por qué no lo hacen?  Porque no tienen valor ni honor ni capacidad de trabajo ni inteligencia ni sentido del riesgo en un mundo competitivo; prefieren el camino seguro pero torcido del compadrazgo, la corrupción política, el proteccionismo, el monopolio, el ventajismo, la depauperación de los pueblos y la negativa de brindar a estos la única vía de crecimiento verdadero: LA EDUCACIÓN.   Pero NO el barniz alfabético de nuestras escuelas y colegios, sino una enseñanza ESMERADA y profunda, capaz de crear a los hombres del nuevo milenio; bien dotados para convertirse en una clase “rica”, que impulse hasta la estratosfera a los ricos de ahora y los convierta en millonarios.   Pero nuestros oligarcas NO son alemanes, no tienen honor ni capacidad ni inventiva; siempre estarán atados al viejo modelo: concesiones gratuitas, golpes de Estado, no pago de impuestos, política de salarios miserables, financiación de parte de los gobiernos, subvención estatal, cero impuestos, préstamos bancarios sin intereses y todas las sinvergüenzadas que se han inventado desde la atalaya del poder político.  Nuestras oligarquías NO tienen sentido de la aventura calculada; son cobardes ventajistas que, desde sus posiciones políticas, se conforman con ser riquillos en el seno de sociedades miserables.  Nunca se arriesgarán, como los alemanes, a ser millonarios en un mundo de ricos.  Como dice un extraño refrán: Algo “nos ha ganado el valor”, a ricos y pobres.
            Nuestros gobiernos tampoco tienen CONFIANZA en nada ni nadie, pues viven bajo el temor del golpe de Estado, el reclamo popular y la presión de los ricos.   El miedo que produce la desconfianza es el mismo que convierte en animales patéticos a las hienas, coyotes, chacales y todas las bestias carroñeras.  Lejos de la majestuosidad de aquellos que sienten la seguridad de su poder bien sustentado en su capacidad, y no en la estructura de artimañas que han creado para mantenerse a flote.   Los alemanes son el ejemplo de los leones; nuestras oligarquías, de los chacales.   Pero lo peor de toda esta tragicomedia que vivimos en la América Latina no es solo la pobreza material de los pueblos, sino la miseria moral en la que nos hemos sumido TODOS.  Estamos atrapados en el pantano de la desconfianza y el miedo; pero lo peor de todo es que nuestros pueblos han perdido toda ESPERANZA.   ¿Quién tiene la llave del portal que conduce a un mundo mejor y POSIBLE?  ¿Por qué no nos aventuramos a usarla?   
            Desesperanzadamente                             Blog:   La Chispa      http://lachispa2010.blogspot.com/
                                               Ricardo Izaguirre S.                                         E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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sábado, 23 de julio de 2011

638 "La ferrocarrilización"


638   LA CHISPA     (31/05/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA “FERROCARRILIZACIÓN”, UNA DE LAS RUTAS AL DESARROLLO
            Me dice un amigo partidario de los trenes que cómo es posible que en el Gobierno (entidad permanente) no haya personas que conozcan el valor de este medio, y que no entiende cómo no se deciden a “rayar” todo el país con vías férreas.  Y yo le dije: ¡sí lo saben!  Y si no lo hacen es porque no les conviene.  Ni la persona más ingenua podría ignorar que el progreso viaja en ferrocarril.  El tren es la síntesis mejorada de los burros, caballos, camellos, elefantes y todas las bestias que el hombre ha utilizado para movilizarse y transportar sus productos.  Sobre los carriles del tren se conquistó para el comercio y desarrollo el lejano oste de Norteamérica.  Lo mismo pasó en la enorme Rusia.  Y ni qué decir de Europa y el Japón.  Pero esto es lo que marca la gran diferencia entre los tercermundistas sin voluntad de progreso real, y los países en donde la gente piensa, demanda y elige las mejores opciones para los pueblos en general, y no solo la de ciertos grupos.
            Mientras los países desarrollados no han dejado de moverse en ese sentido (los ferrocarriles), las naciones atrasadas (latinos, africanos y muchos asiáticos), nada han hecho por adoptar ese eficiente y económico medio de transporte.  Pero el colmo de esto no es solo la falta de voluntad en su crecimiento y modernización, sino que en muchos países de estos SE HAN DEDICADO A DESTRUIRLOS para conveniencia de las petroleras y los grupos criollos de camioneros, gente entre la cual se encuentran innumerables políticos y miembros de las respectivas oligarquías criollas.  Incluyendo a expresidentes (caso de Costa Rica).  Aquí teníamos un hermosísimo y funcional ferrocarril ELÉCTRICO que comunicaba a la capital, San José, con el principal puerto del Pacífico, Puntarenas.   Pero la “quinta columna” de los transportistas, enquistada en el Gobierno, hizo todo lo posible por hacerlo quebrar.  Y para colmo de males, bajo la administración de un expresidente-camionero se ordenó, sin ninguna justificación, que se cortaran todos los postes del tendido eléctrico que suplía la energía a las locomotoras eléctricas.  Un crimen de lesa patria en beneficio exclusivo de los camioneros.  Un delito que en Europa o los Estados Unidos, hubiera significado la pena de muerte o diez condenas consecutivas a cadena perpetua.  Pero aquí, ese individuo, podría volver a ser presidente de este país.
            Desde luego que esa disposición ha sido alentada por las petroleras y las naciones propietarias de una gran industria automotriz.   Y para eso han contado con la complicidad de legiones de sinvergüenzas que, bajo la máscara de autoridades civiles, se han dedicado al pillaje de sus respectivos pueblos.  Casi todas las Oligarquías latinoamericanas están involucradas en este complot que ha contado con el beneplácito de los grandes centros de poder petrolero.   Un gran negocio de unos pocos.  ¿Cómo es posible que Costa Rica tenga más de un millón de vehículos en los cuales, la mayor parte del tiempo, viaja solo una persona?   Solo una idiotez imperdonable puede justificar este suicidio económico en un país que carece de ese recurso.  Como borregos, hemos sido víctimas del consumismo estimulado desde los países que dominan la producción de carros.   Se nos ha convencido de que no solo se trata de una cuestión de estatus sino de conveniencia práctica este hábito que conduce a la molicie y falta del ejercicio más elemental.  Nuestros pueblos han puesto “todos los huevos en una sola canasta” y han apostado por el petróleo, como si este fuera un recurso inagotable y cuyos precios se mantendrían fijos por toda la eternidad.  Jugamos nuestro desarrollo y progreso en una sola carta: la del petróleo.  Y perdimos.  O por lo menos, nos sacudieron el piso de forma brutal, y nos demostraron la gran debilidad de nuestro aparente crecimiento.   Nuestras economías son como globos que cualquiera puede pinchar cuando menos lo esperamos, pues con la crisis del Medio Oriente, nos dimos cuenta de qué tan frágiles son.   La trituradora de las transnacionales nos aplasta dondequiera que estemos ubicados.
            Entonces ¿cuál es la vía para garantizarnos algo de autonomía en una próxima crisis, o la supervivencia en caso de colapso mundial de la economía?   Desarrollar empresas, industrias manufactureras que NO DEPENDAN (del todo) de materia prima copada por los grandes en los mercados internacionales (petróleo, por ejemplo).  También la creación de infraestructura que pueda ser mantenida y desarrollada con lo que tenemos en el país o zonas vecinas; en el caso de Costa Rica, Panamá y el resto de Centroamérica.  De allí que los ferrocarriles sean prioritarios en el modelo de desarrollo que debemos adoptar.  Revivir el ferrocarril que teníamos de mar a mar es fundamental.  Pero además de eso, los centroamericanos DEBEMOS CONSTRUIR una vía férrea desde el canal de Panamá hasta la frontera con México y más allá.  Y a partir de esa columna vertebral ferroviaria, hacer infinidad de ramales que habiliten  enormes áreas que por ahora son improductivas y se encuentran en estado de abandono por falta de vías de comunicación adecuadas, permanentes y baratas.
            Sabemos que el gran problema de nuestras carreteritas de alquitrán es que cada vez que viene la época lluviosa, el sistema vial colapsa.  Año con año.  En un círculo vicioso en donde los pueblos pagan por esa basura alquitranada derivada del PETRÓLEO.  Algo de nunca acabar, a menos que se hagan ferrocarriles en lugar de esos caminos de carretas.   Hay campesinos que tienen tierras sin sembrar porque el transporte en camiones les hace prohibitivo cualquier intento de producción.  Deben trabajar para los camioneros; y esa no puede ni debe ser la idea. 
            Centroamérica, con casi medio millón de kilómetros cuadrados y unos setenta millones de habitantes, bien podría ser una región autárquica y bien desarrollada; con industrias básicas autosuficientes para el procesamiento total de todo aquello que fabriquemos.  Y que si solo producimos naranjas y chayotes, arroz y frijoles, que al menos no sea tan difícil y caro llevarlas y traerlos desde Guatemala o El Salvador; o bien, enviarlos a Panamá, Honduras y Nicaragua.  Incluso desde y hasta México.  Por medio de buenos ferrocarriles eléctricos en su mayoría. ¿Parece un sueño?  Claro que sí, pero todas las obras humanas empiezan así.  El ferro es el último tren que TENEMOS que tomar para llegar al mundo desarrollado. 
            Trenescamente                                               ¿Cómo anda este asunto en su país?
                                   Ricardo Izaguirre S.                                  E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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viernes, 22 de julio de 2011

767 Ciudad universitaria


767     LA CHISPA      (18 febrero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA CIUDAD UNIVERSITARIA
            Tiene una llaga en el rostro: una barriada de cantinas en su ruta de acceso.  Y el Estado se acoge a la fórmula de la “libertad de empresa” para hacer la vista gorda ante este problema que debería ser erradicado de cuajo; sobre todo, cuando hacerlo es tan fácil.  La legalidad es el parapeto de los que, bajo el ala de alcahuetería del gobierno, facilitan la desviación de nuestros estudiantes por un camino inconveniente.  Es cierto (y no lo es) que los dieciocho años de la mayoría de edad les permite escoger, pero esa no es la verdad en todas las situaciones.  No todos esos adultitos tienen la capacidad para hacer buenas elecciones, y aunque es cierto que nadie los obliga a meterse a tomar licor en las innumerables cantinas de “La Calle de la Amargura”, estas y su ambiente ejercen un atractivo magnético sobre ellos. Ahí hay chicos que “gozan de la vida alegremente” ingiriendo bebidas alcohólicas, y eso es embrujador.  Y aunque nadie les echa un trago a la fuerza, la inducción es tanto o más poderosa que cualquier petición verbal.  El ambiente de felicidad que reina en esas cuadras es una provocación que va más allá de la fuerza de voluntad de muchos de esos jóvenes.
            No es cierto que dieciocho añitos y una cédula nos provean del juicio ni el temple necesario para mantenernos al margen del peligro.   Y si muchos viejos, en las múltiples ocasiones que pasan por ahí, se sienten inclinados a hacer una parada para echarse un par de guarapetazos mientras les imprimen algo, ¿qué se puede esperar de un niño de esos?  Ellos tienen poderosos estímulos para hacerlo.   La tentación de tanta cantina abierta desde la mañana es irresistible, pues ya no solo se trata de que el individuo tenga que luchar en contra de sus malas inclinaciones sino que, además, le proporcionan las facilidades para rendirse y caer en el vicio.  Veamos esto así: si una persona es asaltada por un subitáneo deseo de “echarse un tapis” pero no hay dónde hacerlo, es muy probable que se le olvide y no lo haga.  Pero si a su alrededor hay un infierno de cantinas, es muy fácil darle rienda suelta al deseo.  Eso significa que sin importar la voluntad de la persona, es posible evitarle la comisión de ciertas acciones si no se le dan las facilidades.  Si no hubiera ese montón de cantinas en esa área, es probable que no habría tanto joven dando ese poco edificante espectáculo de exhibirse consumiendo licor desde las once de la mañana, cuando sus padres suponen que están estudiando.
            Es aquí en donde el Estado TIENE que intervenir y no escudarse en esa defensa tan idiota de la libre empresa y la mayoría de edad.   El gobierno entrante haría muy bien en ponerle el cascabel al gato de la corrupción reinante en esa tristemente famosa calle universitaria.  El gobierno pasado nada quiso hacer, pese a las innumerables quejas que recibió (incluidas mis “Chispas”).  Tampoco funcionó un movimiento que traté de hacer al hablar con los dueños de muchos negocios (no de cantinas) para que hicieran una protesta.  Nadie los escuchó y, al parecer, se aburrieron.  Por su condición de mujer, es probable que la Señora Presidenta sea más sensible a esta tragedia que su predecesor Arias, al que no pareció incomodarle ese problema.  Todos sabemos que este asunto no solo es el licor, sino que implica un paquete completo de desgracias derivadas: sexo peligroso, enfermedades venéreas, embarazos no deseados (objetivo de campaña de doña Laura), droga, casas de lenocinio, fracasos estudiantiles, tristeza en los hogares y mil angustias más.
            Ni en Puntarenas o Limón es tan evidente esa trágica fachada de prostíbulo gigante que presenta “La calle de la amargura” de innumerables padres de familia que saben que sus hijos pierden allí su tiempo en forma miserable.  Y todo con la complacencia de las autoridades.  Si la nueva Administración quiere lucirse con la sociedad josefina, bien podría estrenarse clausurando todas esas cantinas y sus derivados que, según se sabe, pululan en todos los alrededores de esa zona.  Esos niños (de dieciocho a treinta años) necesitan ser defendidos por la sociedad personalizada en la autoridad del Estado, pues ellos son el más valioso patrimonio nacional.   Aquel debe decretar el cierre de TODOS esos antros en beneficio de nuestra juventud.   Sin consideraciones ni pretextos, ni siquiera en la legalidad de las patentes o la libre decisión de las personas “mayores”.   Dicen que “En el arca abierta hasta el justo peca”, y esta frase es aplicable al ambiente que reina en esas tres o cuatro cuadras que hay entre la avenida central y el portal de la Universidad.  Decenas de jovencitos con enormes jarras de cerveza y en medio de una humareda de cigarros, presentan una visión semejante pero paupérrima, de las noches del viejo y bohemio Montmartre.  Nada más que aquí no se trata de prostitutas elegantes y diletantes maduros, sino de adolescentes universitarias casi niñas, y en horas de la mañana, de estudio.
            La corrupción que se ha apoderado de esa importante vía está gangrenando a toda la ciudad universitaria, y es tiempo de que alguien aplique cirugía mayor y ampute esa lacra que es vergüenza de esta sociedad; pero especialmente de un gobierno que ha carecido de los güevos necesarios para ponerle fin a semejante deshonra situada nada menos que a la entrada de nuestra Alma Máter, la máxima casa de enseñanza de este país.  Esto no es algo para discutir y discutir en la Asamblea o para hacer palanganeo con las mafias de cantineros; se trata de un problema moral que está lesionando aquella parte más sensible y vulnerable de nuestra sociedad: la juventud.  Y por si fuera poco, nuestra juventud estudiantil, los futuros profesionales que deberán engrandecer más a esta nación.  Aunque ahora se enfaden, llegará el momento cuando agradezcan esta medida tomada por sus mayores no por capricho, sino basada en la experiencia y el amor. 
            Señora Presidenta: póngale término a esa vergüenza; y si para hacerlo es necesario “indemnizar” a esos cantineros, cualquier dinero que se les pague es poca cosa con tal de limpiar la ruta del éxito de nuestros estudiantes de toda la basura derivada de ese vicio aterrador que antes de matar, degrada hasta límites increíbles.  Conciudadanos, no se conformen con solo leer esta hojita como una molestia: háganla circular, pero si puede hacer algo más, háganlo.  Se trata del futuro de nuestros chicos.  De los suyos, de los míos, los de todos.  Aquí no es asunto de ser complacientes con la empresa privada, las cámaras ni los poderosos grupos de guareros.  Se trata de salvaguardar a lo mejor de nuestra juventud.   Ningún impuesto justifica ese crimen. 
            Amargamente                                                    (¿Tienen problemas parecidos a este en sus países?)
                                   Ricardo Izaguirre S.                             E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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775 ¿Qué hacer con los viejos?


775   LA CHISPA     (10 marzo 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ SE DEBE HACER CON LOS VIEJOS?
            Esta “Chispa” surgió de otra y de las conclusiones de un amigo cibernético que me hizo unas observaciones muy atinadas.  Así, pues, es una respuesta a este caballero, pero válida para todos, menos para los roquillos con mente de viejos. 
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Don Francisco
Es un placer saludarlo.
Recibí su notita y le agradezco sus conceptos benévolos hacia las ideas que expongo.  Mire usted, he escrito varias "Chispas" al respecto, aunque no recuerdo si fueron hechas con esa intención tan específica.  Pero una cosa sí recuerdo: he enviado cartas a todas partes con ese propósito, pues me parece un desperdicio terrible que un hombre de 55 a 65 ó más, tenga que echarse a morir una vez pensionado.  Eso solo es el fin de una etapa de la vida que debería verse como un cambio y no como la fase terminal.  Desgraciadamente ese es el enfoque oficial acerca de los adultos mayores.  También el de los jóvenes y la mayoría de las familias.  El concepto yanqui de que los veteranos deben ser recluidos en donde no estorben y sean “bien cuidados por gente que sabe”.  Pero hay una incógnita que no se puede superar mediante un tope cronológico general.  Tener 65 años NO nos convierte a TODOS en seres inútiles.  Hay quienes lo son, pero una gran cantidad de personas se encuentran con grandes recursos intelectuales y facultades para seguir produciendo. 
Esa es la situación de miles de personas a las que simplemente las han amontonado en el cajón de las cosas inservibles sin darles las oportunidades de sentirse útiles con dignidad  Un profesional pensionado no puede convertirse en “cuidador de la casa” de sus hijos o sus nietos.  Eso es humillante. Como dije en la Chispa a la que hace referencia, no se trata de que tales personas vayan a trabajar en construcción a veinte pisos sobre el suelo, pero es seguro que existe infinidad de trabajos que pueden realizar.  Y no solo por diversión o matar el tiempo.  Hay un enorme menosprecio por los viejos y sus aspiraciones.  La gente joven supone que estos no pueden ni deben tener ilusiones, que eso es cosa de la juventud y que los ancianos solo tienen que estar quietos en espera de la muerte.   Pero hay que hacerles entender que no se trata solo de sostener la burra mientras llega la “Calaca”.  Hay que enseñarles que la población madura tiene ilusiones, deseos, sueños, gustos por la vida y todas las cosas que esta ofrece, pues hay gente que supone que ser longevo es como entrar en el reino de la muerte pero conservando la respiración.  Por desgracia, el enfoque oficial de este  problema” se ha hecho con base en cierta clase de pensiones privilegiadas EX (presidentes, diplomáticos, diputados, ministros y todos los EX protegidos con retiros millonarios) que bien pueden dedicarse a la diversión y a pasar el tiempo en cualquier hobby.   Sin embargo, esa no es la generalidad de los retirados.  La gran mayoría recibe pensiones que apenas le alcanza para sobrevivir. 
Don Francisco, hice algunas gestiones ante la Universidad Nacional y ante el INA, pero no obtuve respuesta alguna; incluso conversé con un ex alumno mío que ahora es profesor en esa institución, y me dijo que no había ningún plan que contemplara la posibilidad de abrir cursos para adultos mayores y que él solo conocía algo del PIAM.  Como puede ver, esa posición oficial ante los viejos es casi generalizada, pues parece que solo nos consideran como gente que ha entrado en la penumbra de la inutilidad total, antesala de la muerte.
Sin embargo, creo que existen posibilidades, y eso es lo que he estado oteando ahora que asisto a ese curso en el Tecnológico; he hablado con los compañeros (los muchachos cincuentones) y estamos pensando en la posibilidad de explorar otros campos y posibilidades.  Como ve, esta institución nos abrió una puerta que bien podría convertirse en la vanguardia de algo importante para los viejos.  Otros cursos tales como alta cocina, pastelería, “catering”, electricidad doméstica, computación, reparación de computadoras, belleza, idiomas, sastrería, contabilidad, turismo, bienes raíces, diseño de interiores y mil actividades más que conviertan a la gente mayor en apasionados de la vida.  Pero no solo “hacer por hacer”.   Los jóvenes piensan que a los rocos no nos gusta divertirnos, pasear ni pachanguear; suponen que estamos acabados y que solo servimos de estorbo.  Incluso se ha creado la “conducta oficial” que deben seguir los ancianos para ser personas dignas.
            Me gustaría que exploráramos algunas posibilidades por separado para que luego conversemos con algún material en la mano.  Yo le prometo que buscaré qué puede ofrecer el Tecnológico, pero eso sí, como si se tratara de gente que empieza la vida.   Para los ancianos DEBE haber mucho más que una mecedora y la visita  programada, veloz y ocasional de los nietos.
            Averigüe por su lado lo que pueda; yo hablaré con el Ingeniero Guido Hernández, ex profesor de esa institución; lo mismo que con el Prof. Mario Villalobos.
            Como dije, hay cientos de aulas desocupadas por las tardes y las noches, y solo es cuestión de que algunos organicen el programa; pero para que eso suceda, los adultos mayores tenemos que hacerle entender a esa gente que NO se trata de que queremos “perder el tiempo jugando”, sino que deseamos hacer cosas útiles que nos proporcionen ingresos adicionales.  En un mundo desordenado en donde todo vale más cada día, cualquier platita es bienvenida.  Aunque solo sea para comprar medicinas. 
            Don Francisco, sigamos en contacto, pues este puede ser una asunto muy interesante que podría resultar en algo novedoso y muy útil para todos.  Hago extensiva esta invitación a todos los viejillos con mente joven, para que exploren y nos comuniquen qué posibilidades dignas hay para los adultos mayores que deseen ser productivos.   Todos podemos y DEBEMOS colaborar en una actividad que puede resultar en una bendición para tantas personas que, por ahora, se encuentran maniatadas por la idea de que ser viejo es sinónimo de inutilidad.  También es extensiva a los jóvenes que saben que algún día estarán en esa etapa de la vida.
            Fraternalmente                                                            (¿Cómo enfrentan este asunto en sus países?)
                                      Ricardo Izaguirre S.                            E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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domingo, 17 de julio de 2011

558 La clave de la infelicidad


558    LA CHISPA       (3/12/08)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA CLAVE  DE  LA  INFELICIDAD

            Hace muchísimos años un señor muy sabio me preguntó: “Ricardo, ¿qué es la felicidad?”.   Si era una broma, no entendí el sentido; pero si se trataba de una pregunta seria y filosófica, yo no tenía ni la menor idea; pero como era natural en un joven y petulante profesor, no quise quedarme sin responderle a don Teófilo, y ensayé una serie de disparates altisonantes que me parecían definir qué cosa era la felicidad.   Todavía “me doy risa”.   Y después de todas las babosadas que dije, él me quedó viendo entre risueño y compasivo, y me dijo: “La felicidad es estar conforme”.  Don Teófilo Sarkís me dejó perplejo, y he tardado más de cuarenta años tratando de comprender esa respuesta tan simple (¿?).  Y sigo sin saber qué diablos es la felicidad, o si está o no asociada con cuestiones materiales.  Si se ES feliz, o solo se ESTÁ feliz.  O si únicamente es un estado emocional pasajero, en cuyo caso no es duradera y no vale la pena buscarla.  La pregunta también me sirvió para reflexionar acerca de lo que las personas pensamos qué es este asunto del que tanto se habla. 
            Se supone que la FELICIDAD es un estado pleno, completo, en donde ya no es posible agregar nada más, puesto que si eso fuera necesario, NO SERÍA FELICIDAD.  Habría ansiedad, deseo, preocupación, insuficiencia, inconformidad, características que son inherentes al género humano y que nunca desaparecen de nuestro inventario de necesidades.  Entonces ¿nadie es feliz?  ¿Es solo un sueño inalcanzable de ese que nos hablan las religiones?  Vean que nadie dice: “Quiero ser feliz”, sin que esto NO esté subordinado a la consecución o logro de algo material.  “Quiero casarme, tener hijos, una casita, un buen marido (esposa) y dinero suficiente para educar a los niños y garantizarnos la felicidad”.       ¿Así de sencillo?
En relación con la felicidad, algo es seguro: NADIE LA BUSCA per se.  Andar en busca de la felicidad” no es más que una metáfora, un decir para referirnos a otras muchas metas, porque en realidad nadie busca algo que no sabe qué es.  Lo que la gente persigue son objetos materiales, pues estos son la única referencia “real” que tenemos para valorar el éxito de nuestras vidas.  ¡Qué logré por medio de qué!  ¿Es la felicidad un título profesional, una buena y lujosa casa, una esposa-o guapísima-o, un carro último modelo, una cuenta bancaria bien panzona?  ¿Es la felicidad ser notorios en algún deporte, política, literatura o lo que sea?   ¿Es la felicidad ser “sabio”, conocer muchas historias, cuentos y pensamientos que otros dijeron?   No lo sé, pero esos son los objetivos detrás de los cuales anda todo el mundo.
            Nos sentimos mal cuando no tenemos una profesión, una casa, dinero, familia, carro, tele de plasma, celular, MP6, un trabajo notorio o mucha influencia; pero cuando los tenemos, también nos sentimos mal, incompletos, inconformes.  Siempre nos invade el tedio y la inconformidad.  Incluso renegamos de la profesión que elegimos, del sitio de nuestra casa o del esposo o esposa que tenemos (pudo ser mejor y más guapo-a).  “Yo era la carga, ¿por qué me enredé con este viejo-a que no está a mi nivel”?   ¿“Por qué no esperé por algo mejor si yo me lo merecía”?   “Debí ser comerciante o veterinario”.  “Debí irme para Europa cuando era joven y tenía libertad de hacerlo”.  “Debí conocer el mundo y a mucha gente antes de formalizar mi vida en este bostezo que es”.  “Yo estaba bien en casa de mamá”    ¿“Por qué me cargué de tantas responsabilidades matadoras”?
            Para nosotros la felicidad no es un estado independiente, como debiera ser, sino algo que se deriva de…algo que se obtiene por medio de… generalmente, condiciones u objetos materiales.       Estar conformes”
 –me dijo don Teófilo--.   Investiguen  todas las posibilidades de esa afirmación tan simple (¿?), y pregúntense: ¿de qué manera se han planteado ustedes la idea de ser felices?  Si es que lo han hecho.   Porque la mayoría estamos tan ocupados en necedades, que nunca hemos pensado en esa posibilidad.  Y no lo hacemos porque siempre pensamos que esta depende de aquello, aquello y aquello, y que mientras no resolvamos estas minucias, no hay campo para ese estado de éxtasis permanente, según lo suponemos.  Si no aclaro la montaña de enredos en los que estoy, la felicidad NO es posible.  Y así dejamos pasar la vida: sin hacer nada y sin darnos cuenta.    Si alguno SABE en que consiste la felicidad, cuéntenos.   Pero por favor, no nos reciten fórmulas de libros o de lo que dijo Platón, Sócrates o Krishnamurti.  O lo que dicen las religiones.  Platíquenos su experiencia, pero solo si usted ES feliz.  No nos trate de apantallar oculto-a detrás de la lejanía o el anonimato.  No nos interesa lo que nos pueda reciclar de los libros que ha leído.  O recibido en la Internet. 
            Todavía no sé qué es la felicidad, pero algo entiendo de su contrario, y por eso les resumiré la parte fácil del asunto: la clave de la infelicidad.  Es meternos en lo que no nos importa, odiar, resolver problemas ajenos; decirles a los demás lo que tienen que hacer, hablar sobre lo que nada sabemos. Guardar rencor. Considerar que nuestros hijos no entienden. Cargar con remordimientos inútiles, sentirnos profetas, querer cambiar las cosas que la mayoría da por buenas, creer que siempre tenemos la razón.  Querer caerle bien a todo el mundo y que nos quieran.  Creer que aborreciendo a alguien le hacemos daño.  Pensar por los demás.  Querer que todo se haga a nuestra manera, porque es la mejor.  El deseo de ser protagonistas.  Pretender que crean de nosotros lo que NO somos.  Pero lo peor, creernos que somos lo que no somos.  Fingir, mentir, apantallar, ser vanidosos.  Elevarnos a costa del menosprecio que hacemos de nuestro prójimo.  No amar con desprendimiento. Egoísmo.
            “La felicidad es estar conforme”.   Me dijo don Teófilo.  Y aunque todavía no tengo idea de lo que eso significa ni de si es posible, de algo creo estar seguro: que nos aproximamos a ese estado cuando llegamos a dominar algunas de las claves de la infelicidad, que son casi infinitas.  O por lo menos, cuando hacemos el sincero intento de lograrlo.  Nadie dice que es fácil, pero tenemos “una eternidad” para hacerlo.   Desde luego que el primer paso hay que darlo AHORA.
            Felicescamente
                                   Ricardo Izaguirre S.         E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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