lunes, 31 de enero de 2011

115 ¿Nacimos para estar casados toda la vida?

115   “LA CHISPA”           (20 de mayo 2004)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿NACIMOS PARA ESTAR CASADOS?
           
¿Para toda la vida?
Todos los indicadores sociales compulsan al individuo (hombre o mujer) a la aceptación de la idea de que el matrimonio es PARA TODA LA VIDA.  Desde luego que esa es una vieja propuesta religiosa, defendida con gran convicción, precisamente, por aquellos que nunca cometen ese tremendo error de cálculo: los curas.  ¿Para toda la vida?  Eso parece ser demasiado para unos seres cuya naturaleza en tan voluble y cuya sexualidad tan caprichosa no puede ser acallada por la noción del compromiso matrimonial.  No existe la fidelidad a ese nivel: no hay hombre o mujer fiel en ese aspecto (el sexo) tan sobreestimado de la relación matrimonial, pero como este ha pasado a ocupar el punto focal de toda esa relación, el resto de problemas se supeditan a él.  Incluso se dice que “si la cuestión del sexo anda bien, todo lo demás se arreglará solo”.  Pero el sexo monógamo aburre... tarde o temprano.  Y la infidelidad empieza a aparecer en sus múltiples ofertas de tentación: fotos, revistas, enamoramiento de estrellas de cine, figuración de que estamos con otra-o cuando hacemos el amor.  Porque la verdad es que esa emoción de la primera relación sexual con alguien, ES ÚNICA E IRREPETIBLE.  Ver por primera vez la desnudez plena y mágica de una dama, es un milagro que nunca se vuelve a dar para el hombre ni con la misma mujer.  No importa lo que pase después.  No puedo saber cómo será para las mujeres, pero por la ley de la analogía, puedo imaginarlo.  El pudor inicial es único... temible, embarazoso, hace temblar; excitante al grado del asombro y el encanto.  Pero...
            ¿Qué es el sexo cuando se tienen veinte o veinticinco años de casados?  Una especie de gimnasia terapéutica para cuando no se puede dormir, o para calmar los nervios después de un día ajetreado.  La desnudez de la esposa es menos atractiva que la del póster del almanaque que hay en la oficina.  Y supongo que para la mujer debe de ser peor, debido a las limitaciones que la sociedad, los hijos y la religión le imponen en relación con su conducta sexual: debe ser fiel, de un solo hombre...por el resto de la vida.  No debe desear nada que no sea con su marido.  Desgraciadamente el sexo ha sido elevado a la categoría de punto único de la agenda matrimonial: todo gravita a su alrededor.  Nada importan los hijos, los años de compañía, comprensión, amistad y cariño mutuo, si alguno en la pareja comete un simple desliz de una aventura sexual extramatrimonial, todo lo demás se convierte en basura.  Un buen marido, padre, AMIGO considerado y atento, buen proveedor y cariñoso; incluso buen gimnasta sexual, se convierte en un monstruo aborrecible si falló en ese campo, aunque solo sea una vez.  El hombre y la mujer han sido “manipulados” por la religión y la sociedad, para que actúen como ejemplos de escarmiento para los demás.  Han sido obligados a una conducta postiza e irracional que casi ninguna bestia sigue en su sexualidad. 
            Lo mismo, y PEOR TODAVÍA, es lo que le pasa a la esposa que sucumbió a la tentación siempre agradable de un contacto sexual nuevo.  De nada le sirve haber sido la mejor AMIGA, sirvienta, buena ama de casa y mejor madre.  ¡A la pira si falló!   Lapídenla.  Todo lo bueno que hizo vale un tacaco; sin embargo, ¿quién ha dicho que el culpable de una aventura sexual deja de ser todo lo que hasta ese momento ha creído el cónyuge?  ¿Qué es lo que hay detrás de esta feroz conducta revanchista que nada tiene que ver con el AMOR?  ¿Vanidad, “amor propio”?  Incluso el enfoque que la Ley le da a la cuestión sexual es limitado, errado y dirigido hacia el cumplimiento de puntos de vista sociales o religiosos, es decir, hacia estereotipos ajenos a esa poderosa verdad que es el sexo, entrañablemente ligada con las personas que necesitan otra cosa de sus vidas.                    
        NO SE PUEDE REGLAMENTAR LA VIDA SEXUAL DE NADIE. Vean que ni siquiera los mandatos de la Iglesia al respecto han sido obedecidos jamás.  Entonces, ¿cuál es la verdadera razón para convertir la monotonía sexual de los matrimonios, en un calvario que debe afrontarse como un sacrificio en aras de una institución decadente, artificial, tediosa y, a veces, sin sentido?  ¿Es el matrimonio un compromiso social solo para criar niños?  Y una vez engendrados, ¿deben el hombre y la mujer anularse en beneficio de los hijos?  ¿Es ese el propósito único del matrimonio?  Porque si es así, qué tristeza, a pesar de lo que diga la Iglesia y las “normas sociales establecidas”.  No puede ser ese el máximo objetivo de la vida de una mujer: convertirse en abeja reina, estacionarse en un sitio y dedicarse a parir y parir nuevos ciudadanos.  ¿Y “su” vida qué?  ¿Qué hay de sus sueños, de sus fantasías y deseos sexuales?  Exactamente, ¿qué hay de su SEXUALIDAD?  ¿Está condenada, por el resto de su vida, a convertirse en un simple ejercicio sexual monótono de su marido, cuando a este no le salió algo más divertido en la calle?   ¿Eso es todo a lo que puede aspirar respecto al sexo?  El sexo no es algo baladí, accesorio al matrimonio y que solo sirve para engendrar niños estorbosos.  El sexo es una fuerza indomable que solo se va amainando cuando la vejez llama a prudente y obligado reposo.  Sin embargo, en la mente sigue vivo y arrollador, si no, que lo diga esa infinidad de viejos verdes que viven soñando con glorias pretéritas en el campo de la sexualidad.  El sexo nos acompaña de la cuna a la tumba.  Así que esta fuerza desbordante de la naturaleza, NO DEBE SER ENCAJONADA en un recipiente tan estrecho y, tarde o temprano, tan aburrido como es el matrimonio.  No se regula la furia de un huracán; no se le trazan cauces a una avalancha ni se le prefija sendero al trueno.
            No es que deba desecharse el matrimonio como institución familiar, sino que deben redefinirse sus objetivos y los derechos de los firmantes.  Y uno de ellos DEBE SER LA LIBERTAD SEXUAL, sin que el ejercicio de este, apareje todas las desgracias familiares que ahora recaen sobre el hogar “víctima” de esta tendencia natural e irrefrenable en el género humano. 
Incluso el término “infidelidad”, que tiene una enorme carga peyorativa, debe eliminarse del contrato matrimonial.  Quien tiene una aventura sexual NO ES INFIEL.  Simplemente acató (fue víctima) un mandato natural más poderoso que el hambre o el miedo.  Infiel es una categoría horrenda que coloca a la mujer y al hombre al borde del infierno social.  “La-o dejó por infiel” es un estigma inmerecido por una causa tan natural e inevitable.  Y en el lenguaje coloquial es más duro todavía: “La dejó o lo dejó por la doble pe: por puta, o por perro”.  Y comentar eso, se convierte en el deleite de la sociedad, la vergüenza de las familias, el dolor de los hijos y la ambrosía de los abogados de divorcio.
No debe reglamentarse nada que sea claramente superior a cualquier “buen propósito”, ley o mandato.  Ni el Yavé de la Biblia pudo hacerlo, a pesar de todos los trucos de los que se valió, como “La ley de los celos”.  El mundo está lleno de hombres guapos y mujeres bellas que se desean mutuamente.  Incluso los feos.  No es menor en estos el llamado incontrolable de la sexualidad.  ¿Casados para toda la vida?  Talvez, pero con libertad sexual.  El descalabro de buenos matrimonios (familias) es por culpa de haber centralizado el concepto de fidelidad únicamente en el sexo porque,  ¿quién puede ser más fiel que una madre que cuida como leona feroz su hogar y la integridad de sus hijos, o las finanzas de su marido? ¿Y puede un desliz sexual convertir todo eso en nada?  Nadie es propietario de otro y, por lo tanto, no tiene derecho a imponerle su presencia para siempre; tampoco nadie está obligado a serle “fiel” a una persona que hace tiempo dejó de tener algún interés sexual para él o ella.  Todo dependerá de una nueva cultura que se forme al respecto en relación con las parejas. Se necesita, urgentemente, una nueva visión del matrimonio, dictada por la naturaleza y no por conceptos sociales o religiosos.  O por lo menos, que se tome en cuenta esa faceta humana que no puede ser reducida a fórmulas legales o prejuicios de una falsa ética.
  Matrimoniescamente
                                   Ricardo Izaguirre S.     E-mail: rhizaguirre@gmail.com

domingo, 30 de enero de 2011

880 ¿Existe la reencarnación?

880   “LA CHISPA”     (12 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿EXISTE LA REENCARNACIÓN?
            Este tema ha sido motivo de honda meditación por parte de la gente occidental, y sus conclusiones van desde la aceptación racional de esta teoría, hasta su rechazo total; depende del tipo de creencias que profese la persona.  Pero siempre está ahí como una posibilidad que no debe descartarse a priori.  En el Oriente ni se discute, para ellos es un hecho más real que la vida misma.  Es la esencia de casi todas las religiones cuyo eje es la evolución espiritual lenta, producto de innumerables vidas en una sucesión casi interminable a la que ellos le llaman la Rueda de Samsara (“rotación”), a cuyo final, cada espíritu alcanza la liberación de la carne o Nirvana y se une con el Todo.  “En esta fusión se aniquila completamente la humana personalidad, con todo su cortejo de ilusiones, apegos, afanes, deseos, pasiones y dolores; pero no la Individualidad.  El hombre deja de vivir como hombre, para existir como Dios en un estado de reposo consciente en la Omnisciencia, en una condición perpetua de inefable y absoluta bienaventuranza”  (Doct. Secreta).
             En esencia esa teoría oriental (hinduismo, budismo, tao etc.) es muy parecida a lo que dicen las religiones occidentales, con la variante de que tal estado de liberación y encuentro con Dios, no se lleva a cabo como resultado de una sola vida.  Tampoco existe en aquellas un encuentro íntimo con algo o alguien conocido como un dios personal.  Y talvez sea eso lo que desanima a los buscadores de respuestas en las religiones del oriente.  En estas, en su parte esotérica, no existe un Dios-papá relacionado con los humanos, tampoco el perdón de los pecados ni la transformación mágica de las personas.  Ellos están convencidos de que nadie pasa de malo a santo por arte de magia.  El camino para la perfección es casi infinito; lleva miles, centenares de miles de vidas en la rueda de Samsara.  Purificación y aprendizaje lento y doloroso.  Algunos lo hacen más rápido (como Buda); otros se toman todo el tiempo del Manvantara para culminar su tarea.  Vida, muerte y reencarnación en el punto donde se dejó el aprendizaje en la existencia anterior.  Desde luego que la mecánica de este fenómeno es demasiado compleja para ser esbozada aquí; pero es semejante al estudio escolar… solo semejante.  Grado por grado, años tras año.  Nadie se hace bachiller o médico en un día.
            El budismo esotérico, lo mismo que el hinduismo, plantean la misma tesis que la Doctrina Secreta y el ocultismo en general: aniquilación de la personalidad que se desarrolla durante cada vida, y absorción de la esencia de lo aprendido por parte de la Individualidad o Ego, el Hombre eterno, el que sí conserva la continuidad de consciencia y su identidad con el Todo.  Y aquí es donde surge la gran diferencia con el pensamiento religioso de occidente, el cual considera que el HOMBRE de carne y hueso es el punto focal de la evolución, pues incluso sostiene el bárbaro dogma de que cada muerto resucitará en la carne. Tampoco saben qué papel juega el Espíritu en esto, y es considerado casi como un especie de apéndice  superior del cuerpo, el cual solo sirve para relacionarse con el más allá, Dios o el cielo.  Occidente considera al cuerpo como lo principal de la mal llamada “creación”.  Este es el que revive, renace y asciende al cielo a gozar las delicias del paraíso a la diestra del Señor si se portó bien, dio el diezmo, rezó mucho y se arrepintió al final de su vida. Sin importar que haya sido un perverso.  Si abjuró a tiempo (como el “buen ladrón”), está salvado.  En el oriente no tiene cabida semejante despropósito, y es por eso que la mecánica que ellos proponen, aunque es más racional, resulta poco agradable al creyente de esta parte del mundo.   Para los orientales no hay camino fácil para llegar a la meta; y eso resulta descorazonador para el occidental cuyo apego a la PERSONALIDAD, lo hace creer que es posible que esta (el Yo soy Yo) siga viviendo con él como rector de aquella.  Quiere y necesita creer que él, la personalidad que ha creado en esta vida, seguirá viviendo y consciente.  La aniquilación de esta lo atemoriza y se aferra a sus religiones complacientes con la teoría de la vida eterna en el Paraíso.
            La trascendencia hasta ese punto de perfección llamado Nirvana, es el objetivo de la cadena de nacimientos en los que una chispa de la Divinidad se enreda al entrar en la cadena evolutiva.  El objetivo es aprender y crecer desde la divinidad inconsciente, hasta el retorno en plena consciencia.  Así, pues, el desarrollo pleno de esta es la finalidad de la larga cadena de nacimientos en el mundo físico; desde el ser más primitivo, hasta el más desarrollado.  Y en este largo periplo del Espíritu por la Materia, los cuerpos físicos no son más que los vehículos de los que este dispone para cada etapa de su aprendizaje.  Y así como el cuerpo es descartable, también lo es la personalidad (el Yo soy Yo), producto de la fusión entre la mente baja y el cuerpo de deseos.  Eso es lo que se aniquila, el Yo personal, y eso nos espanta, porque significa la desaparición de todo lo que creemos ser, con aquello que estamos plenamente identificados.  Con lo único que conocemos.
            Todo el continuo de reencarnaciones está determinado y dirigido, de manera inapelable, por una ley complementaria a la que llaman Karma.  No es el Diablo, el Infierno ni un “castigo” divino.  Es una ley tan implacable como amorosa, de la que no escapan ni siquiera los dioses, y que no es más que la sabia aplicación regulada de los resultados de las acciones personales.  Karma NO es un castigo.  Es la Retribución moral de todo aquello que hemos hecho, hacemos o haremos, pues en un universo lógico, no hay acción sin reacción.  Ese absurdo solo se da en las religiones de occidente (perdón de los pecados).   Y son las acciones, las que hacen que la rueda del Samsara sea tan prolongada.  Esto parece mucho más lógico que la ruleta rusa de salvarse o condenarse por toda la eternidad en solo una vida.  Porque si me fabricaron con un alma (espíritu) bruto, insensible, inconsciente y maligno, de antemano estoy condenado; pero en este caso, los dioses serían los culpables de todo lo malo que yo haga.  Pero si nací en cuna de oro, bondadoso, con un alma buena y pura, bien desarrollado y con infinitas posibilidades de aprender, ¿qué mérito tiene mi condición si ya me la dieron hecha?  Y la vida es cuestión de merecimientos y no de suerte.  La reencarnación y Karma parecen mucho más compatibles con la razón.    Desde luego que estos argumentos son debatible pero…  ¿usted que cree?
Fraternalmente
                        Ricardo Izaguirre S.        E-mail: rhizaguirre@gmail.com


lunes, 24 de enero de 2011

738 Ni siquiera hablan bonito

738    “LA CHISPA     (24 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
NI SIQUIERA SABEN “HABLAR BONITO”
            Hasta donde la memoria me da con cierto grado de consciencia, me acuerdo de los apasionados y elegantes discursos políticos del doctor Calderón Guardia.  De la entrañable relación que establecía con aquellas multitudes que lo seguían y lo amaban por encima de toda razón.  Era una comunión de afectos entre el líder auténtico y un auditorio entregado que conocía la obra del hombre.  De una sociedad que no había sido alienada por campañas ficticias de publicidad.  Era gente que conocía a sus guías.
            Y ni qué decir de don Otilio Ulate (el Mono, como le decían cariñosamente); seguidores o contrarios, no podían substraerse al embrujo de la palabra de este gran hombre, situado en la trinchera contraria del doctor.  Un señor inteligente, brillante, de verbo envolvente y cálido.  Un orador nato que podía hablar horas sin perder el hilo y sin necesidad de un teleprompter.  Como no había televisión ni esas tecnologías de la pregrabación y los moduladores que hacen de cualquier bombeta un gran orador, era necesario hablar correctamente de una sola vez; no existía el reprise corregido.  Eran épocas en donde el candidato tenía que enfrentarse cara a cara con su gente y demostrar no solo el valor de sus tesis, sino la correcta manera de expresar su pensamiento.   Y don Otilio era un maestro para establecer ese vínculo con su gente, sabía llegarles al corazón. 
            Hoy día, cualquier idiota puede leer por televisión un discurso político en el telepromter y dar la impresión de que sabe hablar.  O que es capaz de pensar unas cuantas tonterías de esas genéricas que escriben los publicistas y técnicos en fabricar “imágenes públicas”.  Cualquier retardado puede decirnos lo que dicen todos, con más o menos habilidad, si es que sabe leer el aparato en donde está escrito el discurso que otros le escribieron.    La tecnología permite esos fraudes de la oratoria política.  En el tiempo de aquellos caballeros no solo tenían que saber de lo que iban a hablar, sino que debían improvisar, crear las emociones con las inflexiones de la voz, transmitir el estado interno de su ser a los escuchas.  Eran épocas gloriosas en donde los líderes demostraban con su palabra de qué madera estaban hechos.  Y sin importar que fueran contrarios, la gente no dejaba de reconocerles sus méritos en el dominio del discurso.
            En esa misma línea estaba don Mario Echandi, ese elegante señor que era un verdadero artista en el arte de la dialéctica.  Deleitaba con su voz y la trabazón de sus ideas.  En la Asamblea se hizo admirar por sus colegas y caló profundamente en el pueblo; tanto así, que este lo hizo Presidente de la República.  Sus contrarios lo acusaban de demagogo, pero no pudieron impedir que, bajo el embrujo de su oratoria, miles de conciudadanos lo convirtieran en el primer ciudadano del país. 
            En categoría parecida se encontraba don Chico Orlich, hombre de voz grave y poderosa, transmitía una especie de confianza y paz que contagiaba a todo el mundo.  ¿Y don Quincho Trejos?  Un típico patricio, simpático, mesurado y caballeroso a más no poder.  Hablaba con ponderación y la serenidad característica de aquellos que han sido elegidos para guiar, pues él hizo de Costa Rica toda, la prolongación de las aulas que en la Universidad constituían su mundo de docencia.  Entre estos brillantes oradores también se encontraba don Daniel Oduber, de verbo incendiario, inteligente y bien articulado, este caballero tenía el don de la convicción en sus palabras.  Antipático y amado, era un máster indiscutido de la oratoria.   Y finalmente tenemos a don Rodrigo Carazo, talvez el más apasionado de todos los presidentes de Costa Rica.  A él si le cabía el eslogan de Honesto y Firme en el verdadero sentido de esas palabras.  Pero además de las virtudes morales que lo adornaban, su palabra era el toque mágico con el que arrastró a multitudes de personas a embarcarse en la gran aventura del rescate de las instituciones y la dignidad de la República.  Don Rodrigo hacía que la gente “sintiera” su alma y carácter a través de su voz; su sinceridad no era una careta política sino una forma de ser de uno de los últimos grandes presidentes que ha tenido este país.
            Pero ¿qué pasa ahora?  Ninguno de los candidatos sabe “hablar bonito”,  aunque todos saben usar el teleprompter.   Son robots leyendo las mismas babosadas que les escriben los “creadores de imagen”.  Todos repiten las mismas cosas, las mismas mentiras e idioteces; todo es el mismo estribillo sin imaginación ni colorido, pero sobre todo, sin “toque”.   No tienen alma ni nada que conmueva al votante, son discursos tan poco imaginativos como los de cualquier jabón o pasta de dientes.   Incluso más sosos que los estúpidos comerciales del arranca pelos “Veet”.   “Seguridad ciudadana”, “Mano dura”, “Fulano me da seguridad”, “Estamos escuchando” y una media docena más de anuncios con menos suspense y gracia que los de Mac Donald o los de la Municipalidad de San José.  En sus rostros se adivina que lo que dicen nada tiene que ver con los programas que tienen en mente.   Son demasiado tiesos y artificiales, producto de mucho cincel.
            Los candidatos de antes tenían que ser espontáneos y, de esa forma, se sinceraban con el pueblo; se comprometían, pues las palabras que salían de sus bocas llegaban al corazón de sus seguidores, sellando de esa manera, un acuerdo de honor que no podían violar.  Hoy hablan por televisión, leyendo en el teleprompter discursos genéricos que se utilizan en las campañas políticas de Argentina, Chile, Panamá, Estados Unidos, Perú, México o Paraguay.  Da lo mismo.  No son para un pueblo específico sino para una masa sin rostro y sin mente.  Las campañas ya no son una comunión entre el candidato y los seguidores, sino una secuencia aburridora de temas tan trillados en los que ya nadie cree ni les hace caso.  Son impersonales, sin vida, a través de la pantalla; es como ver una película de hace diez, veinte o cien años; no existe ese abrazo fraternal con el que los candidatos apresaban a sus oyentes en algo que era mucho más que un discurso político.  Sus palabras eran una promesa de viva voz, cara a cara.  No, los candidatos modernos no saben “hablar bonito”.   No emocionan, no nos “tocan”, solo nos afligen y nos producen una sensación de pesimismo, tristeza, aburrimiento y desconfianza.  Ni siquiera saben fingir con sinceridad.   Solo saben leer el teleprompter, y eso lo hace cualquiera.   Pero para los rebaños que ya están formados y amaestrados, eso parece ser suficiente.
            Electorescamente                                                                
                                         Ricardo Izaguirre S.                               E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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martes, 18 de enero de 2011

879 Tener prole...¿sí o no?

879   “LA CHISPA    (12 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TENER PROLE… ¿SÍ  O  NO?
            A raíz de la “Chispa” 876, he recibido una cantidad inusual de respuestas; a algunos les parece bien, a otros mal, como era de esperar; sin embargo, hubo algunas personas que la focalizaron en un solo detalle y la consideraron ofensiva.  Nunca fue esa mi intención, y así lo hice saber en el mismo principio de esa notita; desde luego que conocía el riesgo de las malas interpretaciones, pero consideré que era necesario mencionar un tema que la gente ha llegado a ver como algo “normal” que si no se festeja, debe verse con buenos ojos o, por lo menos, con tolerancia complicitaria.  En todo caso, lo que se dijo allí, se sostiene aquí como argumento fundamental.  La procreación debe ser un asunto de responsabilidad absoluta, y nunca un juego de azar en donde, por casualidad, resulte un bebé indeseado.  Tampoco un recurso del que se valgan las personas (hombres o mujeres) para “amarrar” a su pareja.  La decisión de tener familia debe ser un acto consciente en el que los esposos tomen en consideración todas las consecuencias que entraña semejante responsabilidad.  Y eso implica las que señalamos anteriormente y otras más: biológicas, sociales y económicas.
            Traer niños al mundo a pasar calamidades, privaciones, falta de cariño y atención adecuada, es un crimen de lesa humanidad.  Imponerles paternidad o maternidad indeseable según el medio social donde se viva, es un abuso incalificable, por más argumentos que se busquen.  Nadie tiene esa potestad, aunque trate de justificarla con las más variadas teorías sociales, sicológicas, religiosas o del amor; “o del derecho que tengo de tener la descendencia que me dé la gana con quien yo quiera”, como me dijo una lectora.  Esa es una falacia de lamentables consecuencias cuando se hace presente la realidad futura de esos críos producto de la imprudencia.  A eso se debe, en gran parte, la tragedia de la América Latina, Asia y África.  Millones de seres indeseados que son sometidos al suplicio de una “vida” miserable y sin futuro.  Personitas destinadas a sufrir rechazo, enfermedades, hambre y una muerte prematura por desnutrición.  Y si logran crecer, serán vagos sin oficio, sin estudio, sin autoestima; candidatos a ser criminales, drogadictos o militares asesinos (casos de todo el Tercer Mundo).  En fin, escoria humana.  ¿Es eso lo que queremos para nuestra prole?  ¡Desde luego que no!  Nadie debería tener licencia para tener familia al comienzo de sus bodas, sino hasta que se hayan consolidado como institución social fuerte y permanente.  Y a excepción de los ricos, que pueden mantener, educar y asegurar el futuro económico de una tropa de niños, ningún matrimonio de escasos recursos debería tener más de dos.  También se puede considerar la situación de mujeres profesionales e independientes que quieran tener un hijo de manera solitaria, por los motivos que les dé la gana.
            De seguro que estas ideas NO cuenta con la aceptación de ciertos grupos de “derechos humanos” que proclaman la libertad de procreación como un derecho irrestricto.  Y puede ser que tengan razón, pero esta escogencia DEBE SER sensata, razonada y pensando en la calidad de vida que podemos ofrecerles a esas criaturas que hemos determinado traer a la vida.  En consenso familiar, después de estudiadas todas la implicaciones de semejante disposición, incluso la posibilidad de muerte de uno de los cónyuges.  Pero lo que es tajante, es que la paterno-maternidad NUNCA debe ser producto de accidentes o decisiones tomadas bajo el influjo del “amor” u otras boberías.   Tampoco debe ser producto de trucos para asegurarse a la pareja.  Eso es irresponsabilidad infantil que no debe ejercitarse en algo tan serio.  ¿No es justo ofrecerles a nuestros vástagos un mínimo de seguridad y buena crianza?  Mucha gente se ampara en tonterías inaceptables para llenarse de retoños, tales como: “esa es la voluntad de Dios”, “Dios proveerá el alimento”, etc. etc.  Pero eso solo es falta de educación, de cultura y, de la enorme carencia de sentido común; en síntesis, de irresponsabilidad social con aquellos con los que estamos mayormente obligados: nuestra estirpe.  Esa era la esencia de esa “Chispa”, lo demás era accesorio, aunque no menos cierto. 
            Desde luego que los otros puntos son importantes, en especial los que se refieren a la biología.  Dije que los animales se aseguran (a través de las hembras) la escogencia de los mejores ejemplares para garantizar la supervivencia de las especies.  Un animal débil o enfermo, jamás tendrá la posibilidad de transmitir genes defectuosos a sus crías; y con él, estos desaparecen sin causar ningún perjuicio al genoma.  Se llama eugenesia natural, la misma que el hombre puede aplicar para asegurarse una familia sana, fuerte e inteligente.  ¿Qué tiene eso de malo?  ¿Es moral permitir que se reproduzcan personas retardadas o enfermas para que eternicen y multipliquen sus defectos biológicos en la raza?  Todos conocen y repiten la máxima: “Cuerpo sano en mente sana”.  Y si sabemos que un cuerpo saludable es la base para una inteligencia poderosa y creativa, esta debería ser la primera cuestión que consideremos en relación con los hijos.  ¿Quién soy yo, y quién es la madre? ¿Y quiénes forman nuestro linaje?  Las taras familiares NO se diluyen en dos o tres generaciones.   Siempre están allí, agazapadas, listas para hacerse presentes cuando menos lo queremos o esperamos.  Analizar esto, esto es responsabilidad paterno-maternal.  No debemos jugar a la ruleta rusa con los hijos, pues ellos son una responsabilidad pavorosa que nos niega el derecho a la imprudencia o la omisión.
            Las personas que hayan tenido enfermedades venéreas JAMÁS deberían engendrar, pues los daños en la sangre siempre serán una espada de Damocles pendiente sobre las cabezas de su prole.  No es moral que estas personas “se la jueguen” con la vida de seres humanos queridos.  Y en el análisis de este punto, se necesita HONESTIDAD absoluta de ambos progenitores.  Se repite lo que se dijo antes: la mejor herencia que le podemos dar a nuestra descendencia es un cuerpo sanito, en el cual pueda desarrollarse toda la inteligencia de la que sean capaces.  Y ese debería ser nuestro mayor anhelo, y como tal, tiene que ser una obra de arte producto del amor más puro y honrado de ambos padres.  Aquí NO TIENE CABIDA el engaño.  Es un recordatorio a los jóvenes acerca de la obligación que tienen con la especie, en especial, con sus niños.          Paternalescamente
                                               Ricardo Izaguirre S.                  E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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jueves, 13 de enero de 2011

878 Eutanasia

878    “LA CHISPA        (8 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EUTANASIA: EL DERECHO A MORIR
            La discusión sobre el derecho que cada individuo mentalmente sano tiene para disponer de su vida en circunstancias especiales, es el tema de esta nota.  Y la trajo al tapete, una película que pasaron anoche por la televisión.  Muy bien interpretada por Al Pacino en el papel del Dr. Jack Kevorkian, conocido popularmente como “El ángel de la muerte”.  Ya desde los años ochenta conocimos la opinión de este galeno acerca del derecho que tienen los pacientes terminales a ponerle fin a una vida que ya no tiene sentido; sobre todo, si esta es una agonía terrible producida por enfermedades incurables; cuando no hay esperanza alguna.  Solo dolor y más dolor.  En el año 1987 publicó su oferta de servicios para asistir a pacientes en esa condición, y se dice que entre 1990 y 1998 ayudó a bienmorir a más de un centenar de personas, entre las que se encontraban Janet Adkins y Thomas Youk.  Con este último fue que escandalizó al mundo en 1998 cuando en el programa “60 Minutes”, pasó por televisión norteamericana la muerte del señor Youk, un enfermo terminal que sufría espantosamente por el mal de Lou Gerig, el gran beisbolista.
            No vamos a discutir la moral del doctor Kevorkian.  Tiene enemigos y admiradores a montones.  Fue condenado por la justicia de USA, pero a raíz de su osada demostración, se suscitó un enorme debate mundial que sacudió las bases de los sistemas legales y obligó a consideraciones especiales sobre el tema.  Eso, en parte, hizo que en el año 2007 fuera indultado.  Se dice que fue por su estado de salud, pero también pesaron los nuevos conceptos que sobre ese asunto se han venido formulando en los foros médico-legales de todo el mundo.  La verdad es que la muerte asistida ha sido aplicada en forma generalizada, aunque no se diga abiertamente.  En un congreso médico sobre la eutanasia, realizado en los Estados Unidos, el moderador pidió a la audiencia (todos médicos) que levantaran la mano aquellos que nunca la habían practicado.  Ninguno lo hizo.  Así, pues, el tema no es una novedad ni está satanizado por el gremio.  Pero la novedad está en la forma desafiante y abierta como lo planteó el doctor Kevorkian: como una facultad del paciente y no como una decisión secreta del médico y la familia.  Y es aquí donde surge la gran pregunta: ¿tiene autoridad la persona a terminar con su vida cuando esta es una verdadera tortura y no ofrece perspectiva de mejoría?  Cuando la medicina convencional es incapaz de brindarle algún alivio, y cuando cada hora de “vida” es un suplicio inaguantable, la decisión de poner fin a la propia vida, se presenta como una elección inapelable del paciente.
            Nadie tiene la autoridad para decidir por nosotros sobre algo tan personal como nuestras vidas.  Ni la iglesia, ni la familia ni nadie tienen la potestad de condenarnos a aguantar un sufrimiento superior a todo deseo de lucha; sobre todo, cuando existe la certeza de que no hay otra salida.  Es por eso que todo individuo puede y debe decidir el momento y modo de su partida cuando se enfrenta a una situación trágica y sin ninguna opción salvadora más que la muerte.  Nadie puede ni debe arrogarse el poder para hacernos sufrir solo porque a esa persona le da la gana, y cuya justificación es alguna “razón” religiosa o una arbitrariedad de tipo legal.  Cuando el dolor es insoportable, el suicidio es un derecho moralmente justificado.  Y nadie debería contrariar esta decisión que solo es privilegio del que la toma.      
            Desde luego que en esta discusión tan delicada, debemos eliminar a los fundamentalistas de uno y otro lado.  A los que están de acuerdo con tronar a todo enfermo irrecuperable, y a aquellos que piensan que la vida es sagrada y que tiene que preservarse aun en contra de todos los pronósticos y la voluntad del paciente; esos que en forma obstinada sostienen que solo Dios puede disponer de la vida.  Los extremistas no tienen       cabida en este diálogo, pues cometen el abuso de decidir sobre la vida o la voluntad de aquellos que han superado los límites del dolor personal.  Al punto en donde ya no hay ilusión.  Y es allí en donde el individuo, trascendiendo los límites de la “legalidad”, adquiere la potestad para ponerle fin a su existencia.  Eso es algo que ningún sistema legal debería prohibir o encajonar dentro de normas concebidas con base en las religiones o conceptos filosóficos o sociales que no toman en cuenta el martirio del paciente, y que se abroquelan detrás de teorías religiosas indemostrables.  Es inmoral matarse para escapar del castigo de una mala acción, pero no cuando se trata de situaciones de sufrimiento extremo e irreversible.  Los casos de la Adkins y Youk demostraron la validez de esta tesis, aunque los mojigatos no lo acepten.  Nadie podría negarles esa facultad.  Yo no quisiera que lo hicieran conmigo si estuviera en esa situación sin retorno.  Alguien que no sufre NUESTRO DOLOR,  carece de la autoridad para impedirnos escapar de una vida de tormento.
            A raíz del caso Kevorkian, las legislaciones han abandonado el tutelaje de la iglesia y de los moralistas, y se han dedicado a la búsqueda de soluciones más realistas al enfocar este problema.  Lo han sacado del campo de la “pecadología” para elevarlo a una categoría humana más comprensiva y tolerante; sobre todo, más respetuosa con las personas que toman esa decisión, pues esta NO puede ser exclusiva de gente ajena al dolor del paciente.   Para el que está sano es muy fácil decir: “Que aguante, es la voluntad de Dios”.  Pero otra cosa es lo que piensa y siente la víctima.  Además, ¿qué propósito tiene añadir más tiempo de suplicio?  ¿Esperar un milagro?  No es creíble que haya un dios que se divierta con semejante tortura que bien puede ser evitada a voluntad; y así, todos dejan de sufrir, porque recuerden que la agonía del paciente la VIVEN Y SIENTEN todos los que lo aman.  De manera que prolongar una “vida” así, es alargar la amargura de toda la familia.
            Pueden tener cualquier opinión moral o religiosa sobre este problema, pero NO SE ATREVAN a imponérsela a nadie cuando de la vida de esa persona se trate.   Claro que esto NO es extensivo a los niños ni a los anormales por razones obvias; pero cuando se trata de adultos en uso de su capacidad mental, el derecho a morir debe ser respetado.  Debe ser la extremaunción médica, el último servicio de la medicina.  Y eso fue lo que en forma honesta y valiente planteó el Dr. Jack Kevorkian, aunque a mucha gente no le guste.
                                                                                   (¿Qué piensan ustedes?)
     Fraternalmente
                                Ricardo Izaguirre S.       E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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871 Así es la vida... nos guste o no

871    “LA CHISPA”   (3 enero 2011) 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
ASÍ ES LA VIDA… NOS GUSTE O NO
            No, esta “Chispa” no es un recetario de la felicidad, sino una sugerencia… un intento para tratar de reconocer la realidad que nos rodea.  Y esta es la Vida que nos envuelve, nos garrotea, eleva, deleita o amarga.  Sin olvidar que el principal componente de ella somos nosotros mismos.  También está formada por nuestros congéneres y sus acciones, la mayoría egoístas, aburridoras o anodinas.  La Vida es lo que somos y nos afecta según nuestra naturaleza para interpretarla.  Somos algo indisoluble con el medio que nos envuelve; sin embargo, como la mayoría, observamos nuestro entorno como si fuera algo diferente de nosotros, y eso es lo que nos produce confusión.  Creemos ser algo distinto a lo que nos rodea, y pensamos que la vida es algo intimidante que solo está allí para hacernos daño al menor descuido; y consideramos que es ingrata, injusta y que no nos ha dado lo que merecemos.   Pero esta solo es un discurrir de puntos de vista y de pensamientos acerca de ella; de lo que está allí afuera o adentro, y a lo cual le atribuimos intenciones; es solo es un cúmulo de ideas y definiciones, nada más.  Y son estas las que le atribuyen existencia per se, y que es susceptible de modificaciones y desvíos que dependen de nuestra voluntad y deseos. 
Cuando la analizamos desde ese punto de vista para hacerle cambios, es cuando estamos más extraviados que nunca.  Eso a lo que llamamos “vida” y suponemos tiene existencia fuera de nosotros, no es más que una ilusión que no puede ser alterada por ninguna acción, deseo o pensamiento.  Lo que está pasando a nuestro alrededor solo es una percepción intelectual de nuestra mente, pues en realidad nada está su-ce-dien-do en el exterior; solo en nuestro pensamiento.  La verdad es que nada cambia, ni nosotros ni el ambiente; y si lo hace, es de una manera imperceptible que no está al alcance de ningún observador.   Las variaciones de la conducta humana NO SON CAMBIOS sino estrategias de comportamiento debidas a experiencias dolorosas y frustrantes, pues mientras solo haya placer, no existe el deseo de modificar aquella.  El castigo recibido determina la nueva actitud, pero esta solo es una impostura complaciente. 
            “Voy a cambiar mi vida” –decimos--.  Y nos suele parecer una estupenda idea.  Algo necesario para el acomodo de nuestras emociones y para el deleite de nuestros sentidos.  Pero ¿podemos hacerlo?  ¿Es posible modificar nuestras vidas simplemente porque no estamos conformes con la que tenemos?  ¿Podemos en realidad realizar esas transformaciones que nos lleven a otro estado de consciencia, a otra realidad que sea agradable a nuestra mente?  La experiencia señala que NO.  Nadie evoluciona tan dramáticamente como para llegar a ser otra persona distinta de lo que ES.   Ni siquiera mediante las “conversiones religiosas”, pues esos son estados histéricos producidos por emociones colectivas violentas que solo conducen a la REPRESIÓN, y esta NO ES UN CAMBIO.  Reprimirse por miedo no es una variación real de la conducta.  Un hombre (mujer) no hace eso solo porque le apetece.  Morimos siendo lo mismo que cuando nacimos, solo que con más experiencia y actitudes más elásticas ante los hechos.  Pero los cambios verdaderos en nuestra estructura mental (¿espiritual?) son imperceptibles. Lo que solemos considerar como esto, no es más que la distinta valoración que tenemos, a través del tiempo, de lo mismo: un creciente grado de consciencia de la misma realidad.  La novedad solo está en la forma cómo varía la manera de captar el fenómeno de la vida, y no en la conformación de nuestra naturaleza.  El mismo acontecimiento parecerá distinto a los veinte, cuarenta o sesenta años.  Pero la diferencia al cuantificarlo está en la experiencia que hemos acumulado, y es lo que nos puede llevar a conclusiones falsas: que la realidad externa es otra, o que nosotros hemos mutado.
            Nos guste o no, así es la vida.  Así que no debemos engañarnos con la creencia de que podemos cambiar simplemente porque se nos antoja, o porque hemos tenido experiencias negativas e incómodas cuyo resultado nos ha llenado de vergüenza, dolor, pérdida de libertad o prestigio; o bien, que nos ha hecho perder algo de nuestra autoestima y ha lesionado el hipersensible antifaz de nuestro orgullo.   Y aunque nos vuelve locos la idea de haber cambiado hacia mejores personas, la verdad es que esto no se da más que en el ámbito ficticio de nuestros deseos; en lo que queremos que los demás piensen de nosotros.  A todos nos chifla “el qué dirán”, sobre todo, si este es agradable a los oídos de nuestra vanidad.  Todos tenemos un arsenal de ideas y sentimientos de este tipo, y estos constituyen la atalaya en la cual nos atrincheramos para evadir la realidad de lo que somos.  Una realidad que casi siempre nos resulta desagradable, ordinaria y sin nada que valga la pena o nos permita blasonar. 
            Somos lo que somos, solo que con distintas actitudes ante los mismos retos de siempre.  Hoy no somos mejores personas que ayer o el año anterior; solo más astutos, más listos, más viejos y con mejores estrategias de comportamiento.  Con más experiencia para evadir los malos resultados de nuestra conducta bisoña del pasado.  Y como la personalidad mide el éxito por la ausencia de experiencias dolorosas, suponemos que nuestra pericia para evitarlas nos convierte en mejores individuos, más felices y menos apaleadas por la vida.  De esa manera, llegamos a creer que nuestro abundante caudal de mañas, constituye una mejoría en nuestra estructura moral como ciudadanos.  Confundimos nuestra habilidad para capotear los castigos y su carga de dolor, con una especie de recompensa kármica por lo que suponemos es una buena conducta social, moral y espiritual.  “No hay penas, no hay dolor… ergo, todo anda bien y soy mejor sujeto”.
            Tal lo que somos, percibimos la vida.  Así que los cambios en esta no son más que los distintos puntos de vista con los que la juzgamos.  Pero siempre debemos tener presente que los cambios de opinión sobre determinado fenómeno, NO implican transformaciones en el medio ni en nosotros mismos, sino que son variaciones en el enfoque que tenemos sobre ellos.  La prueba de eso es que aquella continúa inalterable después de nuestra desaparición.  En realidad, nada cambia con la muerte suya, mía o de mil personas más; todo sigue la misma rutina eterna que, si tiene algún cambio, está fuera de nuestra capacidad de percepción.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.            E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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miércoles, 12 de enero de 2011

876 Tener hijos o no

876    “LA CHISPA”      (7 enero 2011) 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿TENER HIJOS O NO?
            Sé que este tema es delicado y podría herir sensibilidades.  Sin embargo, esa NO es mi intención ni remotamente.  Solo es una invitación para que la gente joven medite acerca de este poder divino que Dios, la Naturaleza, los dioses o lo que ustedes quieran creer, pusieron a nuestra disposición de manera irrestricta.  Cualquiera puede hacer uso de él de la manera que se le antoje, sin restricción alguna.  Y eso no parece muy sensato cuando vemos lo que sucede a nuestro alrededor y en el mundo entero; ese mandato de “Creced y multiplicaos”, necesario en un mundo despoblado, parece que ya necesita una actualización razonable.  Y este es el punto complejo de la discusión.  ¿Quiénes y con qué criterios están autorizados para determinar las políticas sociales que debemos seguir para reproducirnos o no?  Mil aristas, todas filosas, presenta esta problemática decisión que, sin embargo, millones en el mundo ignoran por completo, lo cual hace que la mayoría  de la población se multiplique sin medida ni control.  Y lo que es peor, cuanto más incultos y pobres son, mayor cantidad de hijos.  Es entendible ese deseo en las mujeres, pues para ellas es un reclamo obligatorio de su naturaleza biológica.   Es un imperativo de la especie.  Pero ¿qué es lo que mueve al hombre hacia la paternidad?  ¿El deseo de perpetuar su ilustre apellido y su gloriosa parentela?  ¿Solo eso?
            Con los recursos de la modernidad, ya no hay excusas válidas para la maternidad en soltería, una de las grandes vertientes de este problema.  Tampoco se justifica la utilización de este truco (dejarse preñar) con el propósito de comprometer o atrapar a un hombre (marido).  La maternidad demanda una responsabilidad que va mucho más allá de la conquista de un compañero de vida o amante.  Además, esa unión forzada, por lo general está destinada al fracaso, pues el hombre siempre tendrá la sensación de haber caído en una trampa, de haber sido cazado.
            En este tiempo, se supone que el consenso es la vía adecuada para decidir si se tienen hijos o no; o si se difiere esta elección para tiempos mejores, cuando la economía familiar esté afianzada y la prole pueda gozar de todas las ventajas de un hogar acomodado.  Incluso da tiempo para saber si la persona con la que se vive es la indicada para compartir la vida entera y todas las dificultades, dolores y gozos de la paterno-maternidad.  Los hijos NO deber ser el resultado de “accidentes”, triquiñuelas o simple vanidad personal.  No se trata de “proyectar mi estirpe hacia el futuro”, o la idiotez de perpetuar mi apellido, como si fuéramos gente importante y necesaria para la sociedad y la especie.  La pareja debe examinar todas las variables y riesgos que entraña semejante decisión, en la que ningún componente debe ser minimizado o excluido de las consideraciones generales.  Y se debe empezar por la genética.  Aunque mucha gente supone que “todo saldrá bien” o que “las cosas se arreglarán en el camino”, la realidad no es así.  Dado que la principal riqueza que les podemos heredar a los hijos es biológica (genotipo y fenotipo), eso nos obliga a ser muy selectivos con la pareja, aunque los enamorados crean otra cosa y que solo cuenta “su amor”.  Esa patraña produce un doloroso despertar. 
            Primero: ¿quién soy yo y qué puedo aportar a mi prole?  Segundo: ¿quién es el otro-a y qué tiene para heredar a mis hijos?  En los animales esta selección es de lo más rigurosa, pues las hembras siguen los dictados implacables de la selección natural.  En cambio en las hembras humanas, esta es una cuestión de escogencia veleidosa, cálculo o consideraciones ajenas a este deber que tenemos con la especie.  ¿Que eso no importa?  ¡Claro que sí!  Una madre blanca que consiente tener hijos de un negro, está cometiendo una violación biológica que va no solo en contra de la opinión social, sino que está realizando un abuso incalificable en contra de las leyes de la Naturaleza.  Pero más específicamente, en contra de sus hijos, en los que se verá comprometida la integridad racial y todos los problemas sociales que eso implica.  No es justo ni correcto imponer una maternidad o paternidad indeseada a personas no natas a quienes no se les ha consultado.  Y no solo se trata del caso extremo de razas tan disímiles como la blanca y negra en cuanto a su aspecto físico, sino dentro de la misma etnia.  Hay que considerar la inteligencia, y para eso hay que conocer a toda la familia; buscar enfermos y deficientes mentales o mongoloides.  Este gen recesivo abunda en nuestro medio, y si mal no recuerdo Costa Rica ocupa, si no el primero, uno de los primeros lugares mundiales en esta triste categoría.  Tener un mongolito es la peor pesadilla imaginable.  También se deben considerar las enfermedades familiares que pueden recaer sobre nuestros hijos.  Si la familia del compañero-a es cancerosa, epiléptica, alcohólica, sifilítica o llena de males cardíacos, eso afectará a nuestra prole de manera inevitable.  También están la estatura y fortaleza.  Recuerden que un enano-a no es nada agradable, por más que digamos que esa fue la “voluntad de Dios” y que estamos conformes con ella. 
            La belleza física es importantísima, y solo los feos pueden decir que no.  O algunas bonitas-os, porque se sienten seguras-os  Pero la verdad es que esta bendición es una especie de seguro bancario, una tarjeta Visa ilimitada.  Un cheque en blanco al portador.  Una cara bonita es la mejor carta de recomendación que se puede aportar en todas las situaciones de la vida.  Incluso si somos tontos-as.  Claro que si se conjuga la hermosura con la inteligencia, tenemos al prototipo ideal, a las personas que tienen asegurado el éxito; y eso es lo que todos queremos para nuestros hijos ¿no es así?  Así, pues, la escogencia de pareja NO es solo una cuestión de capricho, enamoramiento o sexo; eso se agota tarde o temprano, pero los hijos quedan para siempre.   Y hay que cargar con la amargura o la gloria de nuestras decisiones.  Por más excusas que busquemos, por más excepciones que señalemos, la verdadera verdad es que la guapura siempre es un ideal de lo más apetecido.  Y solo por envidia se puede afirmar lo contrario o buscarle inconvenientes.
            La elección  de tener hijos y cuántos, es un riesgo en el que deben tomarse en cuenta todos los aspectos sociales, biológicos y espirituales de las personas.  Es un reto que si lo estudiáramos bien, es probable que casi todos lo evadiríamos.  Engendrar niños no solo es cuestión de enamoramiento, amor, vanidad o sexo; es un compromiso moral tanto con la propia descendencia como con la especie; pero más directamente, con cada criatura que traigamos el mundo, pues aunque nunca nos lo digan, siempre tendrán sus personales opiniones acerca de lo que pudieron ser sus vidas si esto o si lo otro.  Si su madre o su padre hubieran sido otros.  Por desgracia, la religión no aporta mucho en este campo, y más bien es un tanto consentidora y alcahueta.  Es por eso que la determinación de tener hijos debe recaer únicamente en los padres.  Y esta debe considerar todos los factores que involucra esa difícil decisión que “debe tomar en cuenta” la opinión de aquellos que todavía NO han nacido.  ¡Tremendo problema!  Recordemos que la mejor y mayor herencia que les podemos dar a nuestros hijos es un cuerpo y mente sanos, con los cuales puedan realizarse plenamente en la vida.  Es por eso que todos los candidatos al papel de progenitores, deben ser sumamente cuidadosos en la escogencia del cónyuge.  Pero no solo eso, sino que deben tener la honradez suficiente para aceptar sus propios defectos (de toda naturaleza) y los riesgos que eso implica para su prole.  Los hijos NO son juguetes que tenemos para nuestra complacencia, sino seres humanos a los que, por compromiso ético, estamos obligados a brindarles lo mejor.  Y si nosotros no lo somos, DEBEMOS abstenernos de traerlos al mundo.  Ellos deben sentir la satisfacción y el orgullo de unos papás sanos moral y físicamente.  La eugenesia sigue siendo actual.                                (¿Qué piensan ustedes?)
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.       E-mail: rhizaguirre@gmail.com






domingo, 9 de enero de 2011

702 El aumento de la delincuencia


702   “LA CHISPA”      (30 octubre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL AUMENTO DE LA DELINCUENCIA
            ¿De qué sirve que la policía capture a todos los delincuentes del país si los jueces y autoridades judiciales los sueltan al día siguiente con cualquier pretexto?   Esto es el día a día de los tribunales.  Y aunque esto no es la causa única del aumento del delito, sí es uno de los factores facilitadores del crecimiento del problema.  Uno que desanima y deprime a los cuerpos policíacos que, ante tal fallo del Poder Judicial, prefieren hacerse los majes ante la canalla, cuidar sus vidas y, si es posible, participar de los frutos de las actividades delictivas.  Reciben propinas, comisiones, se quedan con la droga decomisada, extorsionan a ciudadanos decentes.  Eso es noticia común en la prensa nacional.  En fin, el hampa ha permeado casi todos los niveles de la sociedad y el Estado.  En los bajos y en las alturas.  Tanto es así, que tenemos juicios pendientes contra tres expresidentes por diversos delitos de enriquecimiento ilícito al calor y bajo la protección de sus cargos públicos.  A un diputado (reincidente) que, con los efectos del guaro, le quitó la vida a un ciudadano.  A otra diputada “voladora” que sin ningún recato utilizaba los jets de la fuerza aérea nacional para sus negocios particulares.  A una exministra que debería ser acusada por negligencia criminal.  Y así sigue la espeluznante lista de fechorías “oficiales” que casi siempre quedan en la impunidad; o a lo sumo, en una sencilla reprimenda.
            El código penal parece que hubiera sido escrito por delincuentes potenciales que consideraron, desde sus escaños, la posibilidad de verse enredados en ciertos tipos de violaciones y, por eso, lo redactaron con todos los portillos imaginables para ser burlado.  ¿Cómo es posible que una jueza, motu proprio, decida poner en libertad a un narcotraficante convicto?  No sé qué se hizo ni en qué quedó la historieta de un diputado que le encantaba tocarles las nalgas a las empleadas de la Asamblea Legislativa.  Si alguien lo sabe, le pido que me lo cuente. 
            Le lenidad de las leyes es un factor determinante en el crecimiento del delito, ya que si los castigos no inspiran respeto ni miedo, ¿a quién le puede importar el orden legal?  Si no hay manera de castigar a un evasor de impuestos, ¿a quién le puede interesar la ley?  Si no es posible que estas obliguen a los ricos a pagar según sus ingresos, ¿quién puede respetar a la Tributación Directa?   Todo el mundo se “brinca” los altos en rojo porque no hay autoridades que impongan los castigos necesarios.  Nadie acata la ley de tránsito, y es por eso que ocupamos uno de los puestos más elevados en mortalidad vial.   Aquí los conductores matan gente a discreción en las carreteras, y todo el mundo sale bien.  Los muertos siempre son los culpables.  La agresión campea en todas las actividades de nuestra sociedad y casi nadie se atreve a denunciarla porque le va peor al que acusa que al delincuente.  Existe una figura jurídica llamada injuria, la cual es un disuasivo aterrador que desanima a las personas decentes.  Un caco nos puede mandar a la cárcel y hacernos pagarle millones si le decimos ladrón, o cualquier cosa que se parezca.  Por INJURIAS, aunque sea un gángster.
            Ya los funcionarios no solo comenten delitos “oficiales” como negligencia en su cargo, malos manejos de los programas de operación, abusos de poder o autoridad, postergación de sus deberes, licitaciones mal hechas y otras fallas derivadas de la incompetencia.  Ahora roban de manera desvergonzada, cometen peculado, venden influencias, toman fondos del Estado para negocios personales, utilizan los bienes del gobierno en beneficio propio; hacen negocios de todo tipo al amparo de sus investiduras.  Es decir, son delincuentes comunes que, por desgracia, son los mismos que hacen las leyes; los que pueden cambiarlas, endurecerlas y convertirlas en verdaderos instrumentos de justa represión.  Pero no lo hacen.   ¿Por qué?   Sin que todos los funcionarios sean bandoleros, todos están bajo sospecha; y eso es terrible… vergonzoso.  El ciudadano desconfía de todos, y en toda labor de estos, imagina actos de corrupción.     
            En sociedades cultas, las leyes pueden ser suaves; pero en pueblos primitivos como los nuestros, estas deben ser rigurosas y se deben aplicar sin atenuantes ni contemplación alguna.  Nada de “pobrecito”, que es muy joven, que es la primera vez, que estaba bajo los efectos de la droga y otras majaderías que permiten que centenares de pillos anden libres.  No es justo que se considere “irresponsable” a un desgraciado de 17 (diecisiete) años de edad que comete un brutal asesinato.  Y no se puede presumir inocencia de un funcionario que en el ejercicio de su cargo, se vale de sus influencias para enriquecerse a la sombra del Poder.  No es inocente un individuo de 15, 16 ó 17 años bajo la estúpida suposición de que no sabe lo que hace.  Sin embargo, entre lo que hace el joven delincuente y un político, es más digno de alguna consideración el adolescente.  Pero en ningún caso se debe alegar inconsciencia como base para ser absueltos. 
            Las leyes NO son un adorno cívico de las sociedades sino un instrumento severo que nos obliga a respetar el derecho de los demás si no lo hacemos por nuestra propia voluntad.  La Ley no es una opción o alternativa, ES UN DEBER QUE ESTÁ POR ENCIMA DE TODA CONSIDERACIÓN.  Mis derechos son mi VIDA, mi integridad física y mental, mi SEGURIDAD, mis propiedades, mis pertenencias individuales o colectivas (bienes del Estado),  los cuales deben ser garantizados por la Ley.  Esta DEBE impedir que otros violen mis derechos; o al menos, que sea un poderoso disuasivo ante la intención del crimen.  Pero si las leyes no son más que un conjunto de enunciados vacíos y fáciles de burlar, la Justicia es fracturada y se le da luz verde a la delincuencia.  Si las leyes no inspiran temor, NADIE se siente forzado a cumplirlas.  Los romanos decían: “Dura lex, sed lex”.  La ley NO debe ser una niñera alcahueta; es la mano dura que nos compele a respetar a los demás, pero que también obliga a los otros a respetarnos.  A respetar lo mío.  Por eso la personifican como una severa dama con los ojos vendados.  Ella no ve si el delincuente es bonito, joven, viejo o renco; feo, político o menesteroso.  Para ella (en teoría) solo cuenta el delito.  Y así debe ser.   Ciudadano común, presidente, expresidente, diputado, ministro, obrero, mujer, niño o vagabundo; todos deben estar sometidos a la ley.  Esta TIENE QUE SER ÁSPERA CON LOS MALOS, y maternal con los justos e inocentesDEBE PRODUCIR TERROR o SEGURIDAD, según el campo en que estemos ubicados. 
            Leyescamente                                                             (¿Cómo anda este problema en su país?)
                                     Ricardo Izaguirre S.        E-mail:  rhizaguirre@gmai.com.
Blogs:   La Chispa      http://lachispa2010.blogspot.com/      con link a      Librería en Red           
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viernes, 7 de enero de 2011

875 Reforma Fiscal


875               LA CHISPA    (26 diciembre 2010)  
(Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DE NUEVO EL CUENTO DE LA REFORMA FISCAL   
            Los dentistas ganan unos CIEN MIL COLONES POR HORA, según el cálculo que hice mientras esperaba a que me atendiera el mío y me sacara 25 mil colones en un trabajo que duró apenas unos quince minutos.  Podría ser un poco más o menos, pero por ahí anda la cosa; y si este profesional trabaja 8 horas, ganaría ochocientos mil colones al día.  Y en una semana haría CUATRO MILLONES.  Dieciséis al mes y CIENTO NOVENTA Y DOS MILLONES AL AÑO.  ¿Y cuánto pagan de impuesto sobre la renta estos y otros profesionales que NO DAN RECIBOS A LOS CLIENTES POR LO QUE LES COBRAN?  Deberían dar facturas obligatoriamente, sin que se las pidan; pero no lo hacen.  ¿Por qué?  Porque ellos saben que pueden hacerlo con impunidad; que no hay ley ni funcionarios que los obliguen a cumplir su deber tributario.  Pero este caso específico es uno de los más leves ejemplos de aquellos con los que se estafa al Fisco de manera escandalosa.  Al menos los dentistas trabajan y tienen que hacer inversiones, pagar secretaria y alquiler.  Pero ¿qué hay de los miles de comerciantes y empresarios que se embolsan billones y sus declaraciones de impuestos son una burla descarada a la Tributación?  ¿Y quién en el gobierno no sabe eso?  ¿Lo ignora “la Muchacha”?   ¿No lo saben los diputados?  ¿No lo sabe el Ministro de Hacienda?    Por supuesto que sí. 
            Eso nos hace concluir que la tal reforma que ahora se propone no es más que una mascarada para encubrir el verdadero propósito del gobierno: subir el tributo de ventas al 15%.   Una forma de sacar más dinero de las costillas del pueblo, el componente social que no tiene quien lo defienda porque no tiene diputados ni periodistas ni ministros a los cuales recurrir.  Además, no tiene ORGANIZACIÓN ni líderes.  De ese proyecto encubierto en las amenazas de gravar a los poderosos, lo único que de seguro aprobará la Asamblea es el 15%.  Y este caerá sobre las cabezas de lo que no tiene voz ni voto para decidir sobre las acciones del gobierno, que siempre está al servicio de sus amos verdaderos.  No se gravarán las inversiones, los alquileres ni los dividendos pues el estado NO TIENE los medios ni la voluntad para hacerlo.  Los grandes arrendantes (arrendatarios) son parte de la Oligarquía, del Poder que pone presidentes y diputados.  La Camarocracia no permitirá impuestos de clase alguna que obliguen a sus asociados a contribuir en la justa proporción con las fortunas que ganan en sus actividades. 
            No es cierto que vayan a gravar a las universidades y colegios privados; y mucho menos, a las clínicas y hospitales de ese tipo.  ¿Y cómo harían para que paguen los abogados?  Hay compromisos muy grandes por detrás de estas actividades, y los colegios de estos profesionales son muy influyentes.  ¿Cómo harían para calcular las ganancias que tengan los “ciudadanos” (banqueros y coyotes) por las operaciones cambiarias?  “Tema difuso”, dijo el Ministro.  Y claro que lo es.  Los que NO pueden liberarse del impuesto son los asalariados y son los ÚNICOS que pagan lo que manda la ley.  Los demás son evasores.  Los privilegiados evaden, el pueblo paga.   Y paga por todo lo que consume: comida, ropa, servicios y medicinas.  Para este NO hay escapatoria.
            ¿Hay empresas que operen con pérdidas o sin ganancias en forma permanente?  El sentido común nos dice que no.  Entonces ¿por qué ese condicional que se pone en el proyecto de reforma de ley?  “…si la empresa tuvo utilidades”.  Al parecer, en Costa Rica existe una multitud de empresas que funcionan con pérdidas o con ganancias cero.  Es una extraña casta de comerciantes que tienen compañías y corporaciones que, o son “cooperativas”, o solo funcionan como entes de beneficencia.  Este país está repleto de Non profit organizations que, como es natural, no pagan impuesto sobre la renta.  ¿Tiene Hacienda los mecanismos y funcionarios para hacer estudios verdaderos de los ingresos del monopolio de la “Dos Pinos”?  No lo que ellos declaran voluntariamente, que ya sabemos es CERO, sino de investigación financiera real hecha por el Estado.  Entonces, es de esperar que los impuestos seguirán recayendo sobre la misma clase social: los asalariados.  Ni siquiera Liberación le dará su apoyo a ningún impuesto que pueda perjudicar a sus patrocinadores.  La fidelidad de los diputados no está con la Presidenta (ya se lo demostraron con el nombramiento de la Defensora de los Habitantes), y de seguro que NO le van a aprobar nada que perjudique los intereses de la Oligarquía.
            Todo este asunto no es más que una cortina de humo para que la gente se distraiga y piense que el gobierno quiere hacer justicia haciendo que los ricos paguen más impuestos, pero la verdad es otra.  Jamás se aprobará nada que perjudique los intereses de estos; pero una cosa es segura, pasarán el 15%.  El que es imposible de eludir y que, de antemano, sabemos que es el objetivo final del gobierno.  También podrían gravar los celulares o subirle el precio a los combustibles; eso es cajonero, y también sabemos quiénes son los que en última instancia tienen que pagar por eso. 
            ¿Creen ustedes que el Estado va a gravar al CIMA, la Clínica Bíblica, Católica, Santa Rita y la infinidad de centros médicos privados?  Muy buen chiste.  ¿Y a la banca privada, cómo harán para cobrarle si esta tiene su representante en el más alto nivel del Estado?  Recuerden que es en este sector en donde se le hace uno de los más grandiosos fraudes a la Hacienda Pública.  Pero, con la persona que estos tienen en el Gobierno, ¿habrá quién se atreva a apremiarlos?  Sin embargo, podrían aprobar todas las reformas que quieran y todo seguiría igual, pues el Ministerio del ramo carece del personal técnico y del poder político para hacer que se cumplan las disposiciones de la Ley.  ¿Puede el gobierno intervenir las cuentas de los grandes capitalistas y empresas nacionales?  ¿O de las transnacionales que operan aquí?  Mientras el Fisco sea un órgano sujeto a los vaivenes y manipulación de la política, todo se reduce a una simple mascarada para encubrir el único propósito que hay detrás de toda esta fanfarria: gravar más al pueblo con el 15%.  
            Fiscalescamente
                                         Ricardo Izaguirre S.           E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:      La Chispa         http://lachispa2010.blogspot.com/    con link a     Librería en Red
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jueves, 6 de enero de 2011

877 ¡Vimos la puntita del Año Nuevo!


877    “LA CHISPA         (4 enero 2011)        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡VIMOS LA PUNTITA DEL AÑO NUEVO!
            ¡Quién sabe si veremos el final!, pero esta vez, los que lean y el que escribe esta notita, nos comimos las uvitas y la cena de media noche.  En mi caso, creo que estuve a punto de no hacerlo.  Mi viejo corazón parece que ya está cansado y planificando su retiro; así que durante el último día del año, tuve la certeza de que no llegaría al 2011, pues mi presión arterial alcanzó niveles estratosféricos.  Trágico final, pero no porque yo o cualquiera estiremos la pata.  Eso es de lo más natural y, nos guste o no, tenemos que hacernos el clavado final cuando la “Pelona” así lo determine.  Y no vale argumento alguno.  “Que estoy muy ocupado”, “que tengo planes para el futuro”, “que estoy enamorado”, “que tengo hijos chiquitos”, “que tengo algo que terminar”, “que me faltan “Chispas” por escribir”.   ¡Nada!, nos dice la Parca. Vas de guinda, y toda petición de clemencia es inútil.  No hay complacencias para nadie, sin importar los pretextos o razones (válidas y verdaderas) que se pueda argumentar para obtener una extensión.  Te vas, nos vamos cuando así lo determina la Señora de las Tinieblas.  La realidad de la muerte es tan descorazonadora como el banner del portón del infierno: “LOS QUE ENTREN POR ESTA PUERTA, DEBEN ABANDONAR TODA ESPERANZA”.
            Entonces, parece que toda angustia, petición y temores están demás, pues cuando nos toca “jalar”, lo hacemos sin importar nada.  Nada en absoluto.  No cuentan las oraciones, la fe, el dolor, los deseos de vivir, el amor de los familiares, los compromisos, la obra que estamos realizando, NADA.  La muerte es una realidad tan implacable como imprevisible; tan insobornable como piadosa o cruel.  Es por eso que deberíamos aprender a vivir la vida de una manera especial: trabajando para la eternidad, pero con la certeza de que hoy puede ser mi último día.  ¿Contradictorio?  ¡Claro que sí!  Pero esa parece ser la única solución a los problemas que plantea nuestro retiro del escenario de la Vida.  El trillado consejo de que “Hay que vivir cada día como si fuera el último”, sigue siendo una gran verdad.  No debemos tener asuntos pendientes durante mucho tiempo ni planes a largo plazo.  Todo deberíamos resolverlo hoy, porque mañana puede no existir.  Esa palabra de afecto que les debemos a los demás, debemos pronunciarla hoy.  Ese beso, esa caricia que entraña un mensaje de amor, tenemos que darlos hoy, y muy rápido en la mañanita.  Porque cuando llegue el ocaso, puede que sea tarde.  Esa disculpa que SABEMOS es nuestra deuda, tenemos que ofrecerla hoy, lo más temprano posible.  Ese perdón que debemos o nos deben, tenemos que pedirlo o darlo hoy
            Cada día tenemos la obligación de aplacar nuestro orgullo y someterlo a la ley del Amor.  No es derrota implorar el perdón por los errores cometidos sino humildad del espíritu; no es debilidad sino grandeza y tolerancia disculpar a los que nos han ofendido.  Pero tiene que ser hoy.  No debemos dar cabida a los razonamientos, a la cavilación maliciosa ni al egoísmo, pues estos son los demonios de la vanidad que nos impiden ser fraternales y felices.   Debemos seguir la línea de proceder que nos marca el corazón, aunque a veces los malos consejeros internos nos digan que esta es una conducta ingenua y tonta de la cual los otros se aprovecharán.  Nunca nos arrepentiremos de ser buenos, aunque solo sea una vez en nuestras vidas.
            Debemos sembrar en el corazón de los demás, y nuestra meta diaria no debe ser otra que la de ganarnos un lugarcito dulce en la memoria de los que nos conocieron.  Pero sobre todo, en la de aquellos que amamos y son parte perdurable de nuestro núcleo de afectos.  Al final de cuentas, lo único que quedará de nosotros solo es un puñito de recuerdos, que pueden ser amables si así lo disponemos con nuestras acciones y pensamientos.  La muerte es la eterna compañera desde que nacemos, y no sabemos cuando  se ocupará de nuestra partida; es por eso que debemos estar al día con todo; con nuestras familias, nuestros amigos, enemigos, conocidos y todos los demás.  Nuestro viaje puede verse interrumpido cuando menos lo pensemos, y eso no debe sorprendernos; tampoco debe ser motivo de angustia o lamentaciones.  Esa es la ley de la Vida, y esta es un don maravilloso que nos dan cuando quieren, y nos lo retiran cuando llega la hora.  Sin justificaciones de parte de nadie.  No somos tan importantes… ni siquiera importantes.  Somos un grano de polvo en la inmensidad del espacio y la eternidad, y debemos comportarnos con humildad, de acuerdo con lo que somos.  Para la economía de la Naturaleza, valemos lo mismo que un zancudo, un sapo o un burro.  Así de simple.  No tenemos derecho a  exigencias o demandas de trato especial o favoritismos.  Ante la Señora todos somos iguales.
            Lo más importante al final de la vida es estar en paz; habernos perdonado por aquello que no podemos ni tuvimos tiempo para reparar.  De nada vale torturarnos por las acciones con las que dañamos a nuestro prójimo; solo debemos implorar su indulgencia a la distancia y en el tiempo.  Absolver de corazón a todos los que nos ofendieron o dañaron, y dar gracias a la Providencia por el privilegio que nos concedió para participar, por un destello temporal, de la belleza de la gran aventura de la Vida.  Del mágico periplo que iniciamos con el nacimiento y que culminamos con nuestra partida.  Todas las razones son válidas para sentirnos felices y agradecidos por haber sido parte de la gran familia humana, aunque tan solo fuera por un divino instante.  Por haber sido parte de la tribu nacional y del círculo espiritual de la familia sanguínea.  Lo único lamentable al final de la existencia, es todo lo que desperdiciamos en acciones mezquinas que en nada contribuyeron al gran propósito de la Vida: crear la gran fraternidad de todos los vivientes. 
            Sabemos que no es posible controlar el momento de hacer mutis del teatro de la vida, pero es posible formular un deseo: no estirar el caite durante estos días de fin de año.  Podemos implorar a los dioses que nos den un tiempito más para hacerlo en la segunda quincena de enero, o en febrero.  Y si este es un deseo no egoísta cuyo objetivo es no amargar esta fiesta a la familia, es probable (talvez) que la Dama de la Guadaña nos conceda unos días más… o que nos quite otros para iniciar el viaje en octubre o noviembre.  No se mueran en Navidad o Año Nuevo, pues es muy triste para los que quedan.  ¡Háganle güevo!
            Que tengan una larga vida, pero para hacer algo bueno con ella.
            Fraternalmente                           (A mis amigos Guido Hernández y Rubén Solano)
                                      Ricardo Izaguirre S.          E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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